domingo, 6 de abril de 2025

ADOLESCENCIA

Adolescence es la serie de la que todo el mundo habla: en los lugares de trabajo, en las escuelas, entre amigos, en las familias, en los medios de comunicación, incluso, en las redes sociales. Las personas a quienes he oído opinar sobre ella señalan que es un serie dura, muy dura, que los padres deberían ver en compañía de sus hijos adolescentes. He escuchado afirmar en la radio que hace daño a espectadores sensibles. Puede que así sea, porque Adolescence es perturbadora, pero desgraciadamente no es más que el relato ficcionalizado de la sociedad ególatra y egoísta en la que vivimos, a partir del asesinato cometido por un adolescente. Entonces, ¿por qué nos impacta tanto? Porque sencillamente pone el dedo en la llaga.

 

La serie de Netflix apenas tiene una duración de cuatro horas distribuidas en cuatro capítulos. Jamie, un adolescente de trece años es acusado del asesinato de una compañera de instituto, Katie (Emilia Holliday). Cada episodio, de una hora aproximada, está rodado en un único plano secuencia, de tal manera que el tiempo de la historia se ajusta completamente al tiempo de la narración. Cada entrega está situada en un espacio y tiempo diferentes.

 

El primer capítulo empieza con la detención de Jamie (interpretado por el debutante Owen Cooper), en su casa, a primerísima hora de la mañana para ser conducido a la comisaría, donde se le interroga en presencia de su padre (Stephen Graham) y de su abogado. También se encuentran en la comisaría la madre, Manda (Christine Tremarco), y la hermana mayor, Lisa (Amelie Pease).

 

El segundo capítulo ocurre apenas veinticuatro horas después. El inspector Luke Bascombe (Ashley Walters) y su compañera Misha Frank (Faye Marsay) acuden al instituto en el que estudiaban Jamie, el presunto homicida, y su víctima, para intentar averiguar el móvil del crimen. Mrs Fenumore (Jo Hartley), profesora del centro, les ayuda y atiende en su visita. Será Adam (Amari Bacchus), el hijo del propio policía, alumno del centro, que también sufre acoso, quien orientará las pesquisas de su padre. Lo que muestra esta entrega acerca de los centros educativos actuales es sencillamente abrumador: profesores desbordados, adolescentes fuera de control y violencia, mucha violencia contenida en constantes intentos de intimidación y de acoso escolar hacia los miembros más débiles, una auténtica bomba de relojería social.  

 

El tercer capítulo se sitúa siete meses después, con Jamie recluido en un centro de menores, esperando para ser juzgado. Este capítulo recoge la sesión de terapia entre el acusado y la psicóloga Briony Ariston (Erin Doherty) que debe realizar una evaluación del joven. Este episodio es considerado el mejor por muchos de los espectadores. Jamie que, en un primer momento, se muestra evasivo y esquivo a las preguntas de la terapeuta, acabará respondiendo a sus preguntas y abriendo la caja de Pandora de los vientos de su motivación criminal que traerán algunas respuestas pero, también, más preguntas.

 

Y, por último, la cuarta entrega ocurre trece meses después del arresto y a un mes de que empiece el juicio. Este último capítulo empieza y termina en el hogar de los Miller. A pesar del trauma, la familia trata de sobreponerse y celebrar el cumpleaños del padre, Eddie, que cumple cincuenta años. Ambos progenitores tienen que lidiar con el sentimiento de culpa y, a la vez, con las consecuencias que el terrible acto de su hijo les está trayendo en su día a día a cada uno de ellos, incluida su hija Lisa.

 

Adolescence no es una serie de true crime, como han querido calificarla para descalificarla. No está inspirada en ningún caso concreto, tal y como han señalado sus creadores, Jack Thorne y Stephen Graham (actor que también interpreta al padre de Jamie). Tampoco presenta dudas acerca de la autoría del crimen, como algún espectador, famélico de conspiranoias, quiere entrever, aunque juegue con el sentimiento de empatía del espectador. También se ha querido cuestionar el uso de plano secuencia único como un alarde de narcisismo y de exhibición meritoria y estética de quien crea. Más allá de las cuestiones técnicas que no analizo, el plano secuencia único nos permite sumergirnos en la historia y en el punto de vista de cada personaje. ¿Narcisista? Quizás sí, como reflejo de la sociedad egocéntrica que muestra este relato audiovisual magistral.

 

Para quienes nos dedicamos a la educación, especialmente los más añosos, Adolescence no es más que el reflejo de lo que estamos viviendo en los centros educativos en los últimos tiempos. Pero el proceso de deterioro del sistema educativo y la devaluación del trabajo de los profesionales de la educación viene de más lejos. No seré yo quien idealice los institutos del siglo pasado que fueron pequeños infiernos para algunos miembros de mi generación. Sin embargo, la paulatina y sistemática desconfianza y desprestigio de la figura del profesor, el desbordamiento de unos padres que dimiten de su función de acompañamiento debido a múltiples factores (como pueden ser las jornadas laborales maratonianas) y el acceso completo y libre a los dispositivos móviles en los niños y adolescentes, tanto en los hogares como en los colegios e institutos, están creando un caldo de cultivo explosivo e incontrolable.

 

Adolescence apunta al papel de Internet en la formación de una visión del mundo en nuestros jóvenes; especialmente la que se están creando algunos varones que crecen sin autoestima, en un profundo autodesprecio, sintiéndose rechazados y alimentando un resentimiento que les hace ver a las mujeres como el enemigo. El acceso libre al contenido Incel (acrónimo inglés de “celibato involuntario”) en la manosfera (comunidades online machistas) nos abre un tempestuoso océano por el que nuestros adolescentes (y no solo ellos) navegan, familiarizándose con términos como “red pills” (píldoras rojas, expresión proveniente de Matrix) y la regla 80/20 (al 80% de las mujeres solo les gustan el 20% de los hombres), asumiéndolos como verdaderos. Y lo hacen sin ningún tipo de control ni supervisión de ningún adulto. Otra cuestión que plantea la serie es la tremenda disociación que existe en la actualidad entre nuestro comportamiento diario, real y cómo nos comportamos en el entorno virtual de las redes sociales. Pero esta misoginia extrema, que aboca a un estallido de violencia, tiene el terreno sembrado en el modelo de masculinidad tóxica que nuestros jóvenes tienen que imitar y que palpamos a cada paso en nuestra sociedad. Si unimos a todo ello los discursos de odio antifeministas de la extrema derecha, el cóctel molotov está listo para explotar. 

 

El mérito y el valor de Adolescence radica en su capacidad de plantearnos preguntas, no de darnos respuestas, de generar debate en torno a nuestros jóvenes y su educación. Pero son preguntas que duelen porque la respuesta nos apunta a todos como sociedad. No busca culpables, aunque retrata con una sensibilidad que golpea, el sentimiento de culpa de unos padres que se preguntan qué han estado haciendo mientras todo eso ocurría en el interior de la habitación de su hijo. Aquellos que opinan que el relato exime a Jamie de su responsabilidad quizás no han entendido lo que sus creadores nos tratan de decir: entre todos, con nuestra falta de compromiso y desbordados en un mundo que no entendemos, en el mejor de los casos, y que nos está radicalizando ideológicamente, en el peor, estamos abandonando en el narcisismo y la psicopatía a la generación que debemos cuidar y educar. Tampoco olvida a la víctima, como he leído: Katie está presente en los tres primeros capítulos y en el último, el que se centra en la reacción de la familia de Jamie, se hace presente a través de la voz de Emilia Holliday (actriz que interpreta a la joven) que canta una versión de “Through the Eyes of a Child”, canción original de Aurora que expresa la pérdida del “alma infantil”, en los momentos finales de la serie.

 

Sí, Adolescence es muy dura, como lo es dedicarse a la educación hoy en día y/o decidir traer hijos a un mundo cada vez más incomprensible y hostil, como lo es sobrevivir y vivir en una sociedad donde hay menos espacio para la empatía y la solidaridad. Adolescence empieza y termina en el mismo lugar, la habitación de Jamie, el lugar donde sus padres creían que estaba a salvo, sin darnos respuestas y planteándonos muchos interrogantes, la mayoría de ellos, dolorosos, entre los cuales emerge una verdad tan inquietante como cierta.   

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe