Desde hace
una semana ocupan la casi totalidad de las conversaciones cotidianas, también
las mediáticas, ni que decir tiene. Se han colado en las viñetas de todos los
periódicos e incluso en los chistes diarios que hacemos para sobrevivir al día
a día. Se han escrito sesudos artículos de opinión para tratar de explicar lo
que ha ocurrido y qué se puede hacer ante lo que es un hecho: un partido de
extrema derecha ha conseguido representación en un parlamento español por
primera vez en la historia de la democracia reciente.
El momento
histórico que vivimos es complejo y la irrupción de este partido en las
elecciones andaluzas no responde a un único origen como algunos pretenden argumentar.
El problema territorial español y el hostigamiento del anticatalanismo han sido
un factor importante en el hecho de que este partido haya cosechado su mejor
resultado electoral, pero no es el único. VOX fue fundado por Santiago Abascal
a finales de 2013, fecha en la que el procés
ya estaba en marcha, ya que fue en 2014 cuando se celebró la consulta del 9N. Desde
entonces, ha habido numerosas citas electorales en las que no habían conseguido
representación. No, la implosión de VOX responde a un cúmulo de circunstancias
que actúan como causas: unas, propias de la mal asumida diversidad de la piel
de toro; otras responden a un anomalía global que hace que los países con un
nivel de bienestar económico suficiente cierren filas y fronteras. Lo hemos
visto primero en la vieja Europa y, después, hemos sido testigos de cómo este
fenómeno saltaba el charco a Estados Unidos, primero, y a Brasil, después.
Vivimos,
desde hace décadas, en una permanente crisis migratoria a la cual los países
desarrollados no saben dar respuesta. Las políticas llevadas a cabo por los
países occidentales continúan perpetuando estas diferencias tan socialmente
injustas, basadas en la explotación de los países pobres, ricos en materias
primas y la venta de armas. ¿Qué es lo que ha cambiado? Las consecuencias
sociales tan devastadoras que ha tenido la crisis económica que vivimos desde
hace más de una década. Las condiciones laborales y de vida han empeorado lo
suficiente en los países ricos como para azuzar el fantasma del inmigrante que
viene a ocupar puestos de trabajo deseados por los autóctonos y a consumir los
recursos públicos. Sin embargo, debiéramos pensar en cómo el número de ricos ha
crecido en España durante la crisis y, si no son estos instigadores de la
xenofobia, los principales beneficiaros de esta devaluación de las condiciones
laborales de los trabajadores en España. Tengamos en cuenta que el número de
inmigrantes en España ha caído desde el inicio de la crisis, mientras que los
derechos laborales han retrocedido exponencialmente. Durante los felices 2000
no se escuchaban voces oficiales contra la inmigración; antes bien se bendecía
este maná que creaba riqueza.
Otro factor
que ha despertado el fantasma del fascismo que algunos creían dormido ha sido
el anuncio del gobierno socialista de desmantelar el Valle de los Caídos, con
el consecuente traslado de los restos del dictador. Da la impresión de que la
España que venció y aplastó a la otra España no está dispuesta a transigir más:
ni reformas constitucionales, ni condena del franquismo, ni reparación de las
víctimas. La respuesta es la recentralización y la homogeneidad a la vieja
usanza. Es por esto que los partidos de la izquierda deben dar una respuesta
seria y organizada que combata esta nueva oleada de los fascismos, pero no solo
llamando a la movilización en las calles, sino mediante políticas coherentes
que vuelvan a mirar a la clase trabajadora y que supongan una re-concienciación
obrera que llene de significado y de hechos el discurso político que se ha
banalizado y prostituido por completo. Solo así conseguirán movilizar el voto
de la izquierda, tan desencantado con unos partidos que hace mucho se echaron a
los brazos del neoliberalismo.
Otro de los
estandartes de VOX es su lucha contra el feminismo radical que pasa por la
derogación de todas las leyes que buscan la igualdad entre géneros. Ponen en
cuestión incluso la terrible lacra social de la violencia machista que sufrimos
las mujeres y, en demasiadas ocasiones, también los hijos. Esta cuarta oleada
feminista que vivimos ha enrabietado los egos machos patrios de una manera que,
no por previsible, es menos virulenta. Y atacan todo aquello que supone
diversidad y tolerancia, porque entienden la realidad de una manera unívoca y
uniforme. Son blanco de sus ataques las políticas que intentan acabar con la
violencia contra las mujeres, las leyes de protección integral contra la LGTBIfobia
(aprobada a propuesta del PP en la Comunidad de Madrid), las políticas feministas
de igualdad, la sanidad universal.
No nos
engañemos: VOX y sus dirigentes están en contra de todo lo que supone
diversidad y pluralismo, sea lingüístico, cultural, sexual, ideológico,
educativo… Y en esa defensa obstinada y unívoca de la uniformidad está su raíz
antidemocrática, porque no aceptan la diferencia, no son capaces de apreciar la
riqueza que supone el pensamiento diferente. La cuestión es que ellos caben en
la España plural actual que con sus muchas sombras y algunas luces hemos ido
construyendo entre todos, pero muchos no cabemos en la suya.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el
diario digital ‘Ágora Alcorcón’
Viñeta de Dani Gove
Viñeta de Dani Gove
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