Hace semanas que oigo hablar de un autobús
que recorre las principales ciudades con un polémico eslogan. El portavoz de
este colectivo ha insistido en que la intención de esta campaña es defender la
libertad de expresión y el derecho de los padres a decidir sobre la educación
de sus hijos. Ante la retirada de los apoyos institucionales con los que esta
organización contaba (PP e Iglesia católica), ha suavizado el mensaje que ha
lanzado a la sociedad y que se basa en una concepción biologista del sexo, que parece contradecir incluso a la ciencia.
La principal tesis que el abogado Ignacio Arsuaga defiende es su derecho a
rebelarse contra la ideología de género, que considera que está siendo
impuesta. Cuando me acerco a un tema de debate intento reflexionar, en la
medida de mis posibilidades, sobre lo que piensan aquellos cuya opinión es
contraria a la mía.
Señor Arsuaga, nadie le ha negado el
derecho a que usted dé a sus cinco hijos la educación que considere. ¿Por qué
se siente amenazado? Lo que ha ocurrido en las últimas décadas es que la
sociedad en la que vivimos es más plural; y los distintos modelos de familia
son más visibles. Nadie va contra usted ni quiere imponerle nada. Se trata de
tolerancia y respeto. Usted tiene derecho a creer en sus valores
ultraconservadores, pero otros pensamos que la riqueza de nuestra sociedad está
en la diversidad. No quiero dar ninguna lección de historia, ya que sería una
arrogancia estúpida por mi parte, pero en este país, hasta hace poco, a los
homosexuales se los metía en la cárcel aplicándoles una ley de ‘vagos y
maleantes’, las lesbianas éramos tratadas como enfermas mentales y confinadas
en manicomios, y muchos transexuales se veían abocados a la prostitución. Sobre
todos planeaba la sombra del suicidio. ¿No le parece una conquista social que
podamos defender nuestra dignidad como personas y ejercer nuestros derechos en
igualdad de condiciones? Que nosotros seamos ciudadanos de pleno derecho no
menoscaba los suyos.
Señor Arsuaga, ¿ha pensado en el
sufrimiento que pueden generar lemas como el de su autocaravana? La ignorancia
(la suya y la mía) sobre una determinada realidad, la existencia de menores
transexuales, debe llevarnos a obrar y opinar con suma cautela y respeto. No
creo que haya sido fácil para ninguna madre, hasta ahora, recibir la noticia de
que su vástago es LGTB; para la mía, no lo fue. ¿Sabe usted por qué? Porque,
ante todo, nuestros progenitores temían el sufrimiento que el estigma social
nos podía acarrear. Su autobús no contribuye a acabar con ese dolor, más bien
lo contrario, profundiza en él.
Por último, nadie quiere imponerle la
ideología de género, ni a usted ni a sus hijos. No hay ningún contubernio
malvado que pretenda pervertirlos. La realidad social es compleja y poliédrica
y, en los últimos años, las leyes de este país han ayudado a que todos los
modelos familiares estén protegidos legalmente. Eso es todo, señor Arsuaga. No
vea fantasmas.
Artículo publicado en 'Ágora Alcorcón'
Número de abril-mayo de 2017
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
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