Dilectos alumnos, esta tarde me dirijo a vosotros para haceros una promesa. Pero dejadme que haga memoria de lo que ya ha sido. Milena Busquets afirma que “es bueno que te expulsen de la infancia” porque “para crear se necesitan paraísos perdidos”. Hoy pronuncio estas palabras para certificaros vuestra expulsión del paraíso perdido de la infancia y del bosque encantado de la adolescencia. Es tiempo de que abandonéis este espacio que os ha acogido y que habéis llenado de bullicio y de preguntas durante seis años. Antes, debéis concederos el tiempo necesario para vuestro duelo, sentaos en el umbral de la puerta que estáis a punto de atravesar, echad la vista atrás con gozo y melancolía y despedíos del niño y del adolescente que habéis sido. Una parte sustancial de estos se va a quedar con los adultos que hemos tenido la suerte de acompañaros y de presenciar los brincos hacia el cielo que habéis ido dando a lo largo de todos estos años.
En esa mirada retrospectiva, veréis que habéis tenido que atravesar dificultades que otros en el pasado ni siquiera se pudieron imaginar. Nos parece un recuerdo irreal aquellos meses de confinamiento con un final de curso casi distópico cuando cursabais 2º ESO. Pero resultó aún más difícil 3º ESO, un curso crucial en vuestro desarrollo, que hubisteis de afrontar en régimen de semipresencialidad, como si pudiéramos vivir en días alternos. Aquellos meses observé que los adolescentes hablabais más entre vosotros dejando de lado los aparatos: necesitábamos contacto humano después de meses de aislamiento. La pandemia nos dejó helados de tanto ventilar y nos impidió vernos los rostros de forma completa. A pesar de vuestra juventud, lo vivisteis y supisteis sobrellevarlo. Ahora ya parece ficción, ¿verdad? ¿Os acordáis del día que recibimos como una maná caído del cielo la posibilidad de desenmascararnos y volver a vernos la sonrisa? Sin duda, fue un día hermoso. Este curso de 2º Bachillerato tampoco ha sido fácil. Vuestros padres y los profesores que os hemos dado clase lo sabemos.
Sin embargo, ha llegado el momento de que crucéis el quicio de esta puerta con alegría y decisión porque os esperan al otro lado: la vida, vuestra vida. Tenéis por delante unos años de formación y experiencias vitales irrepetibles y apasionantes. No tengáis miedo de exprimir hasta la última gota del jugo de lo que está por llegar. El néctar de la vida, hay que disfrutarlo y saborearlo, pero no seáis atolondrados y procurad cultivar la preciada cualidad de la paciencia. Recordad: la vida es corta, pero ancha. Encontraréis el momento para todo aquello que deseéis realizar y experimentar pero, sobre todo, dejaos sorprender. Las mejores vivencias y personas que encontraréis en el camino incierto de la existencia serán aquellas que jamás imaginasteis que os pudieran ocurrir o salir al encuentro. Así pues, os lo repito, sed flexibles como los juncos que se dejan acariciar por el viento de los acontecimientos, la luz de las personas a las que amaréis y el agua de las palabras que escucharéis y leeréis y dejaos sorprender y enseñar por la vida que será vuestra mejor maestra.
Os entrego un único consejo para vuestro viaje vital: no dejéis de mirar por la ventana. En primer lugar, asomaos a vuestra ventana interior. Estáis solos pero no vais solos. Lo más valioso que habéis conseguido en estos años tan decisivos sois vosotros mismos. Esa será la conquista, el patrimonio y la titulación más importantes que alcanzaréis en este bagaje que iniciáis: vosotros mismos. No vais solos porque sigue con vosotros, paradójicamente, una parte del niño y del adolescente de los que os estáis despidiendo. No los asfixiéis ni permitáis que el mundo competitivo y, a veces, cruel en el que nos movemos los aniquilen: permitidles, a ese niño ingenuo y a ese adolescente díscolo, jugar, disfrutar, interrogarse, imaginar y soñar. Conquistad un cuarto propio, como diría Virginia Woolf, una habitación interna para que ese niño y ese adolescente puedan dudar, sentir, llorar, ilusionarse, reír…
Tampoco debéis dejar de mirar por la ventana hacia el exterior, porque os cuestionará y os relativizará. Mirar por la ventana significa observar para analizar con sentido crítico lo que ocurre a nuestro alrededor. Comprobar lo que hay ahí afuera os conducirá casi inevitablemente al pesimismo. José Saramago afirmaba que “los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay.” Os recomendaría, si me lo permitís, que seáis pesimistas con el mundo pero optimistas y vitalistas con vuestra propia vida. Tened presente que cualquier tiempo pasado fue peor y que lo mejor siempre está por llegar. Si llega el momento en que no podéis cambiar una situación que os disgusta, que esta no os cambie a vosotros. La alegría es un acto de resistencia.
En el trayecto de ida, tendréis compañeros de viaje que os acompañarán. Unos estarán presentes en la mayoría de vuestro itinerario; otros compartirán una parte del camino, para luego seguir su propio impulso vital; algunos acabarán su travesía antes que vosotros dejándoos un sentimiento de tristeza y soledad. Intentad aprender de todos ellos porque el ser humano es el animal más extraño y fascinante que existe. Tened en cuenta que la manera más genuina de comprender algo o a alguien es amándolo. Pero, por encima de todo, tratad a los demás siempre como un fin en sí mismo, que las personas con las que os encontréis no sean nunca un medio para conseguir vuestras metas u objetivos. Recordad a Kant y que cada persona posee “un valor intrínseco llamado dignidad.”
Aprovechad y disfrutad al máximo los buenos momentos porque los tragos amargos ya llegarán solos. No hay que empeñarse en buscarlos. No obstante, no olvidéis que la vida es un aprendizaje constante basado en el ensayo y en el error. Cuando el fracaso llame a vuestra puerta en alguna ocasión, que lo hará, pensad que también tenéis algo que asimilar de esa experiencia. Estará en vuestra mano transformar la amargura y el desencanto que os pueda dejar cualquier revés en comprensión y enseñanza.
He empezado diciéndoos que venía a haceros una promesa. Dice Marina Garcés que “prometer algo es introducir una verdad que inventa un lugar propio en la trama de lo real: es una expectativa compartida que es cierta a pesar de que no haya sucedido.” Pero, sobre todo, “dar la palabra crea un vínculo irreversible, que sobrevive al paso del tiempo.” Pues bien, hoy he venido a prometeros que si sois leales a vosotros mismos, si seguís construyendo un andamiaje sólido de convicciones, si sois capaces de mirar a los que tenéis al lado con empatía, todo os irá bien, porque estará bien. Seréis personas que estarán tranquilas y contentas consigo mismas. Creedme: este el mayor triunfo que se puede lograr.
Acabo con un poema purépecha, pueblo indígena mexicano, de una tal anónima:
Mi abuela me decía:
“En la vida ni se gana ni se pierde,
ni se fracasa
ni se triunfa.
En la vida se aprende,
se crece,
se descubre,
se escribe,
se borra.
Y se reescribe otra vez,
se hila,
se deshila y
se vuelve a hilar.
El día que comprendí
que lo único que me voy a llevar es lo que vivo,
empecé a vivir lo que me quiero llevar”
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Hermoso discurso para tu 2° de bachillerato. Palabras guía y compañía. Regalo amoroso de despedida y para iniciar nueva andadura. Palabras que reconocemos justas y necesarias quienes hemos tenido el privilegio de dedicarnos a la docencia.
ResponderEliminarGracias, Begoña, por compartirlas.
Ay, si pudiera recoger en un solo texto toda el conocimiento esencial que necesitarán para la vida... Ay, si pudiera abrir sus orejas y hacer que lo entiendan más allá de cualquier examen, nota o contenido curricular...
EliminarGracias por compartir, Begoña.
ResponderEliminarQué mensaje tan lleno de humanidad y de belleza, surgido de la profundidad del ser. Sin duda, el mejor broche de oro para ese collar de perlas que habrás ido engarzando a lo largo de los cursos con tus alumnos. En realidad, como yo lo veo, lo que viertes aquí no es sino lo que nuestros educandos deberían asimilar de forma natural en su paso por los institutos y bien podría figurar como preámbulo de cualquier ley educativa que se precie.
Por tener la ocasión de impartir lecciones como ésta, en fin, merece la pena dedicarse a la docencia. Ay, qué gran mundo podríamos construir con profesores como tú y alumnos dispuestos a asimilar las enseñanzas que verdaderamente importan...
Muchas gracias, Hipólito, por tus palabras. Efectivamente, en estas palabras he querido incluir todo lo que considero fundamental que aprendan más allá de cualquier contenido curricular. Solo podemos alcanzar la sabiduría amando la sencillez y la belleza y conociendo y tratando de entender al ser humano.
EliminarMe ha encantado tu discurso, de principio a fin, aunque ese poema con el que concluyes es una auténtica joya! Verdades como puños que ojalá guarden en sus corazones: es cierto que la vida te trae y te lleva, te ofrece y te quita, está en tus manos sacar el mejor provecho posible sin hacer daño a nadie conscientemente.
ResponderEliminarPero una cosa se llevan seguro: la suerte de haber tenido como profesora de Lengua y Literatura a una mujer honesta, valiente y sensible como tú 🤗
Muchísimas gracias, Covandonga. Sí, no es ni más ni menos que un resumen de convicciones.
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