George Tabori (1914 – 2007) fue un
dramaturgo húngaro, de familia judía, que se exilió desde su Budapest natal a
Berlín a los dieciocho años. En 1936 emigra a Londres y consigue la
nacionalidad británica años más tarde. En 1945, tras la Segunda Guerra Mundial
se trasladó a Hollywood donde trabajó como guionista para el mismo Alfred
Hitchcock (Yo confieso). Tábori
György, un apátrida y un nómada, ha sido un autor muy poco representado en
España. Espero y deseo que esto cambie después del estreno de Coraje de Madre en el Teatro de la
Abadía en este extraño invierno, porque el nazismo siempre está a la vuelta de
la esquina y conviene recordarlo. “La memoria ha de ser un esfuerzo de la razón”,
nos dice Juan Mayorga.
El título es un homenaje a la obra de Bertolt Brecht, Madre Coraje y sus hijos, que pudimos ver en 2019 en el Teatro María Guerrero, magníficamente dirigida y adaptada por Ernesto Caballero e interpretada por Blanca Portillo. En la traducción de la obra que Víctor-León Oller realizó para Ediciones del Bronce, anota que consensuó con el propio Tabori la traducción al castellano, Mi madre coraje.
Este montaje está dirigido por Helena Pimenta, que vuelve a demostrar su sensibilidad y su conocimiento del hecho escénico. George Tabori, interpretado por Pere Ponce, nos cuenta junto a su madre (Isabel Ordaz), cómo una mañana en que salió de su casa para visitar a su hermana con el fin de jugar una partida de cartas fue arrestada y deportada a Auschwitz y cómo, gracias a la intervención de un oficial alemán, consiguió librarse de morir en el campo de exterminio. Es Tabori uno de los representantes del Teatro del Holocausto en el que, sin duda, me atrevo a decir que ha bebido Juan Mayorga para escribir obras como Himmelweg, camino del cielo o La tortuga de Darwin. Tabori trata el tema como judío que perdió en los campos de exterminio a cerca de ochenta miembros de su familia, incluido su padre. Sin embargo, llama la atención desde dónde nos habla. Afirma Reyes Mate que nuestra vida en Europa está construida sobre cadáveres, si bien, Tabori utiliza el humor en todo momento para acercarse a estos hechos trágicos. Rompe el tabú de la imposibilidad de la representación de la soáh mediante su particular punto de vista. En Coraje de madre, Tabori convertido en personaje nos narra los hechos, fijándose en los detalles aparentemente insignificantes y en las situaciones insólitas, buscando la teatralización de lo teatral para que el espectador tome distancia de lo que observa. “Un día de verano del 44, un año de excelente cosecha para la muerte, mi madre se puso su mejor vestido negro con cuello de puntillas, que, como corresponde a una dama, acostumbraba a llevar a la partida semanal de Rommé en casa de su hermana”. Y nos lo repite en varias ocasiones para que no lo olvidemos.
No obstante, Tabori rechaza el naturalismo precisamente porque es consciente de la imposibilidad de representar en escena determinados actos y situaciones. En su estética teatral, como un compromiso ético, Tabori aplica los límites del escenario, de lo que se cuenta en el proscenio, de la misma manera que se hubo de haber aplicado los límites del pensamiento para evitar la barbarie. El nazismo y el holocausto emergen y se hacen realidad con la idea de que “todo es posible”. No, no todo es posible. “El asesinato comienza ahí donde el dolor ya no te humedece las bragas o los ojos”.
Tabori pone en tela de juicio su propio relato que contrasta con la opinión de su madre. “Tiendes a la exageración y al embellecimiento”. Y así, sin darle demasiada importancia, su madre le va corrigiendo según empieza la narración de aquel día, relato que le entregó para que lo lanzara al mundo. “Corrígeme si me equivoco”. A lo que su madre le responde: “Más bien eran ciruelas: ese año eran muy dulces”. Precisamente este detalle acabará cobrando una relevancia fundamental. ¿Qué papel puede desempeñar una ciruela en la salvación de una señora judía, elegante y sexagenaria?
Como escribía más arriba, el uso del humor es fundamental en el teatro de Tabori. En su obra Los caníbales, presenta a un grupo de judíos en los barracones de un campo de exterminio que deciden comerse a un compañero muerto para no morir de inanición. Esta obra la escribe “en recuerdo de Cornelius Tabori, muerto en Auschwitz, un comedido gastrónomo”. Tabori tiene la habilidad de usar la autoparodia y el humor para convertirlos en elementos sanadores. “Hazme un favor y escoge a otro pueblo la próxima vez”, pronuncia la Madre en la versión de Pimenta. Porque su distanciamiento provoca asombro y perplejidad, llevándonos de la risa al llanto, pero también capacidad de pensamiento para reflexionar sobre los hechos atroces que nos presenta. “Guárdate de mirarle a los ojos a tu enemigo, cariño, podría pasar que le dejases de odiar y con ello traicionas a los muertos”.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
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