La dificultad para definir qué es real y qué creíble, la búsqueda de la verosimilitud, la difusa frontera entre realidad y ficción son temas que obsesionan a las gentes del teatro, y también al director del montaje y dramaturgo, Ernesto Caballero. Tanto es así que en uno de sus anteriores montajes –la interesante adaptación del Tartufo de Molière que llevó a las tablas del Teatro Infanta Isabel al principio de esta temporada de la mano del genial Pepe Viyuela– así lo confirma. Esta vez toma uno de los clásicos modernos teatrales del genial Luigi Pirandello, Esta noche se improvisa la comedia, y se enzarza en un juego metateatral al que le saca un jugo denso en la reflexión, a la vez que hilarante y divertido. Para ello, borda una versión en la que adapta con gran habilidad el texto de Pirandello a nuestra realidad actual, incluso con alusiones a la religiosidad vacía y ritual y a nuestra absurda búsqueda de mitos y semidioses. De este modo, la aparición de Maradona en escena como consecuencia de un error de dicción desencadena uno de los momentos más absurdos y desternillantes de la obra. Como dice uno de los personajes, “el teatro lo puede todo".
El pretexto es que una compañía va a representar una versión de la narración breve de Pirandello Leonora, adiós frente al público del Teatro Español. El director quiere que todo sea lo más creíble posible y, por ello, pide a los actores que improvisen el texto y se dejen llevar por las situaciones. Esto provoca una disociación entre la propia realidad de la representación, que supuestamente se está improvisando, y lo que acaban representando que no deja de estar también escrito y discurre de forma paralela. Ya reflexionaba sobre la verosimilitud y la realidad Pirandello en Siete personajes en busca de autor, obra genialmente adaptada por Miguel del Arco en La función por hacer.
El resultado es un montaje de algo más de una hora y media en el que es imposible no pasar un rato excepcional. Aparte del formidable trabajo de Caballero como adaptador y director, le apoyan un elenco de actores magníficos, formado por Felipe Ansola (Pomarici), Jorge Basanta (Verri), Natalia Hernández (Doña Ignacia), Joaquín Notario (Hinkfuss, el director), Paco Ochoa (El actor de carácter, Don Palmiro), Ana Ruiz (Totina/La cantante de cabaré) y Ainhoa Santamaría (Mommina). Todos ellos culminan una interpretación coral con momentos disparatados (parlamentos en italiano incluidos) donde no falta la reflexión sobre el hecho teatral y lo que este aporta.
Solemos decir que es muy sano reírse de uno mismo. Y razón no falta a esta afirmación si realmente somos capaces de hacerlo. Pues bien, Caballero intenta (y lo consigue) llevar a cabo un ejercicio de crítica al teatro y de sus diversas tendencias actuales. Para ello introduce el acompañamiento musical (muy operístico e italiano, por cierto) como un actor más en escena. Por último, Caballero, en nombre de todas las gentes del teatro, se la devuelve a Javier Marías como mejor sabe: con una risa inteligente y sesuda. Les recuerdo que en 2017 el académico publicó el artículo “Ese idiota de Shakespeare” en El País criticando de forma descarnada el teatro que se hacía en España, habiendo confesado al inicio del mismo que hacía años que no pisaba uno. ¿Sabrá el autor reírse de sí mismo?
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Moltíssimes gràcies, estimada, per portar-nos el teatre a casa als que no tenim la sort de viure a una ciutat de teatres.
ResponderEliminarUna abraçada, Carme.
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