Tea Rooms. Mujeres obreras es una novela de Luisa Carnés. En 2016 fue reeditada por Hoja de Lata. Este hecho ha servido para recuperar y reivindicar a una de las mujeres más singulares de la generación del 27. Luisa Carnés nació en Madrid y murió en México, en el exilio, como consecuencia de un accidente de tráfico cuando aún no había cumplido los sesenta años. Antes de exiliarse, Carnés consiguió notoriedad como escritora. Escribió Peregrinos del calvario (1923) y Natacha (1928). También podemos encontrar todos sus cuentos publicados en dos volúmenes por la editorial Espuela de Plata.
Luisa Carnés era consciente de pertenecer a la clase obrera, ya que desde bien joven tuvo que trabajar. De formación autodidacta, leyó los clásicos que cayeron en sus manos, principalmente en forma de folletines: Los hermanos Kamarazov por entregas, Tolstoi y clásicos de la literatura española. A los once años se empleó en una sombrerería y durante un tiempo, despachó dulces en una conocida pastelería cercana a la Puerta del Sol. De esta experiencia laboral, surgió Tea Rooms que tiene reminiscencias autobiográficas. Esta novela, que rompe los esquemas narrativos de la época, cuenta la historia de un grupo de mujeres, trabajadoras de una céntrica cafetería de Madrid, en los años treinta.
Matilde, alter ego de la propia Carnés, es una joven que se ajusta el uniforme, que ella misma se tiene que proveer, para comenzar una maratoniana jornada de trabajo. Nos narra las reivindicaciones laborales de la época donde aspirar a una tarde libre a la semana era un logro social. Matilde sabe que pertenece a la clase social que siempre subirá por la escalera de servicio y accederá por la puerta secundaria. La conciencia de clase de la protagonista queda patente en sus observaciones y en cada matiz del lienzo que nos va pintando. Carnés nos describe en cada uno de los personajes femeninos diferentes conflictos sociales y personales a los que se veían abocados las mujeres de la época. Antonia es la mayor y la que más tiempo lleva en la casa. Nunca le han reconocido su diligencia pero es incapaz de rebelarse contra la mano que le da de comer. Porque todas saben que una palabra o acto en falso puede suponer verse en la calle y que otras muchas anhelan su puesto. En Paca observamos el poder de la religiosidad y la beatería en la conciencia abnegada y resignada de esta mujer treintañera. Marta y Laurita se presentan como personajes antagónicos. La primera es una muchacha muy pobre con un duro contexto familiar; no obstante, es decidida y su iniciativa y desesperación la ayudan a conseguir el puesto de trabajo en el salón de té. Laurita es la ahijada del jefe que, consciente de su situación de privilegio, hace guiños a sus compañeras criticando a la encargada que ejerce su poder con desdén. Ella se cree una chica moderna, obnubilada por el séptimo arte que empieza a popularizarse.
Todas son mujeres; la mayoría pertenecen a la clase trabajadora empobrecida por unos salarios de miseria. Pero entre ellas, corre una corriente de sororidad que conmueve al lector, porque se saben en el lado de los perdedores por partida doble. Matilde, la más crítica, intuye el destino trágico que aguarda a las compañeras que osen transgredir el orden social y moral establecido y así nos lo hace ver en sus reflexiones.
La dramaturga Laia Ripoll ha adaptado y dirigido esta historia en la primera producción propia del Teatro Fernando Fernán Gómez de Madrid. Las actrices Paula Iwasaki, Silvia de Pé, María Álvarez, Carolina Rubio, Elisabet Altube y Clara Cabrera interpretan a este grupo de mujeres trabajadoras que luchan en el día a día del Madrid anterior a la Guerra Civil, donde las luchas obreras están presentes en las calles. En un montaje sencillo y redondo, entre el trasiego de pasteles y dulces que van del obrador al mostrador, nos devuelven la obra de una autora que jamás debió ser enterrada en el olvido.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
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