Un artículo sobre esta obra de teatro de Pablo Rosal (Barcelona, 1983) debería ser conciso y claro. No debería buscar un lenguaje grandilocuente y vacuo que alimente el ego de quien escribe y lee. Escribo esto, porque Los que hablan es una reflexión sobre el lenguaje, sobre el uso superficial y banal que hacemos de él. Los que hablan es una comedia donde no hay personajes o están todos, interpretados magistralmente por Luis Bermejo y Malena Alterio, que ocupan un escenario negro, despojado de escenografía. Encontramos apenas una mesa y dos sillas. Es una mezcla de arte clown, risa inocente y diálogos sin sentido, que emula el humor blanco de los clásicos del cine mudo. Tan blanco que los actores aparecen en escena con el rostro tenuemente pintado de este color y vestidos con una indumentaria que recuerda a Charles Chaplin. Pero Los que hablan también emparenta con el teatro del absurdo europeo de Beckett y Ionesco aunque, en algunos momentos de la representación, recuerda el humor fácil y tontorrón del teatro de Mihura y Jardiel Poncela. ¡Bendito y necesario teatro en estos días!
Paradójicamente, me viene a la cabeza también Walter Benjamin y su propuesta de superación del lenguaje actual, dominado por esa finalidad meramente comunicativa donde la intención del emisor es fundamental. El lenguaje que ha de perseguirse ha de ser esencial, traducción directa de las cosas. Hemos abandonado el terreno sagrado de las palabras y nos hemos adentrado en las tierras movedizas de la locuacidad y la charlatanería. La perversión (o desacralización) del lenguaje nos hace caer en la trampa de la demagogia y el engaño. Las palabras “crean” la realidad porque nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismos es necesariamente verbal. Echen un vistazo al circo político madrileño y entenderán enseguida lo que intento explicar. Así pues, desde una propuesta dramática muy distinta, Los que hablan evoca la reflexión lingüística de la dramaturgia mayorguiana y de la imprescindible resacralización del lenguaje.
En Los que hablan, se nos va despojando de nuestro lenguaje comunicativo, de la cortina de palabras con la que nos envolvemos para protegernos de la realidad y del mundo, o sencillamente para no verlos. Se trata de ir desmontando la palabrería detrás de la que nos escondemos y que nos impide asomarnos a nuestra ventana interior y a la de los otros. Los que hablan nos muestra lo frágiles que somos si abandonamos el andamio lingüístico que nos sostiene y el paramento de verborrea que mostramos a los demás y nos adorna. Con risa y humor, quien se acerque a esta obra irá desarmando la mecánica del lenguaje que nos acecha hoy en día: en el lenguaje social y político, en nuestras conversaciones diarias, en nuestra propia intimidad. Es un ejercicio hecho sin sátira ni burla, pero necesario para encontrar la esencia de nuestro ser: ¿Cómo están? ¿Cómo se sienten? Silencio.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
El lenguaje, un atributo tan aparentemente humanizador y del que, sin embargo, en tantas ocasiones se sirve el hombre, como dice el personaje de Bevilacqua de Lorenzo Silva, para cumplir su ese deseo de avasallar a otros hombres. Tal vez porque los que hablan no son los que escuchan. Mil gracias por tu propuesta, Begoña. Ojalá les llegue a esos candidatos nuestros.
ResponderEliminarDudo que ninguno de 'esos candidatos nuestros' se pare a reflexionar sobre el uso comunicativo e interesado que hacen del lenguaje. Tan envueltos están en su espiral mediática que el ruido no les deja detenerse a pensar. Así es...
EliminarAtractiva propuesta, no sólo por la obra em sí, también por sus protagonistas. Malena Alterio me parece una estupenda actriz. Sin duda la actuación ha de merecer la pena. Tu reseña, Begoña, motivadora y un acicate para la reflexión. Gracias
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EliminarAparte de lo interesante del texto, la obra es divertida y se pasa un buen rato. ;-)
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