Un plato es un plato. Un vaso es un
vaso. ¿Podemos afirmar, por fin, que corrupción es corrupción? Vivimos semanas
en las que acontecimientos insólitos se acumulan en la piel de toro. Por
primera vez en España una moción de censura contra un gobierno ha prosperado. Mariano
Rajoy, ya expresidente, ha conseguido poner de acuerdo a partidos
ideológicamente bastante distantes. Es cierto que el PP es el partido con más
parlamentarios en el Congreso de los Diputados, pero también lo es que la
moción impulsada por el PSOE ha conseguido la mayoría absoluta y que estos
escaños representan a una mayoría de ciudadanos, que no desean un presidente de un partido condenado por corrupción. Por
tanto, cuestionar la legitimidad del nuevo gobierno y de la propia moción
retrata a quien lo hace por su falta de aceptación de las reglas democráticas. Mariano
Rajoy, el político que supo administrar como nadie los silencios y las esperas,
cayó esperando.
Esa no es la noticia inédita para quien
escribe estas líneas sino esta otra: por primera vez, en la democracia española, la corrupción
ha precipitado la caída de una gobierno. También es verdad que hemos tenido que
llegar a unos niveles insoportables de escándalos por corrupción, incluso peores
que en los años 90 con la corrupción de los gobiernos de Felipe González (y ya
es decir…). Me pregunto si los ciudadanos de este país, a partir de ahora,
retiraremos por fin el voto a los corruptos, a los que se adueñan de lo
público, a los que hacen trampa para defraudar a Hacienda. El nuevo presidente
del gobierno, Pedro Sánchez, parece que lo sabe y lo tiene en cuenta. Al menos
ese es el mensaje que ha enviado a la ciudadanía dejando caer a su ministro de
cultura más mediático, Màxim Huerta. ¿O es que acaso la presión de los
ciudadanos castigados por la crisis, las investigaciones llevadas a cabo por
los medios de comunicación (no de ninguna jauría) y la debilidad parlamentaria
del PSOE han forzado que no haya alternativa a la ambigüedad ni a las medias
tintas?
El regeneracionismo se impone. Parece que será el new black en política en la nueva
temporada. Así lo ha querido dejar diáfano el PSOE esta semana y también parece
captarlo el PP que emprende el arduo camino de la renovación. Veremos si son capaces
de mantenerlo. Si esta nueva percepción ha llegado de la mano de los nuevos
partidos (Podemos y Cs) o no, bienvenida sea en cualquier caso. Lo deseable
sería que fuera algo más que una moda pasajera, que haya llegado para quedarse,
más allá de las mayorías o minorías parlamentarias y de su aritmética. Hacer
que se imponga depende de los ciudadanos y de su voto. Por encima de las
ideologías, de los programas electorales, debería prevalecer el respeto a la res publica y al dinero de los impuestos
de todos los ciudadanos. Deberíamos ser capaces de castigar con nuestro voto sin
ambages a quienes meten la mano en la caja de todos. Así debería ser porque
corrupción es corrupción.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el diario digital 'Ágora Alcorcón'
Imagen de María José Mier Caminero
Imagen de María José Mier Caminero
Molt ben argumentat, Begoña! També cal lluitar amb la paraula incorrupta!
ResponderEliminarMoltes gràcies, Jean!!
ResponderEliminarCal que la gent ho entengui i votin als que són lliures de corrupció.
ResponderEliminarSí, sembla molt obvi però a l'hora de la veritat no ho és tant... No tenim més que fer una ullada als resultats electorals...
EliminarEstá muy bien Begoña. Deberíamos pedirles, ademá, que vuelvan a meter todo lo que han sacado con intereses.
ResponderEliminarEn qué mundo tan distinto viviríamos...
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