Broker es la nueva película de Hirokazu Koreeda (Tokio, 1962), que vuelve a plantearnos una historia alrededor del concepto de familia. Ya lo hizo con De tal padre, tal hijo (2013), en la que nos presentaba a Ryoata, un arquitecto obsesionado por el éxito profesional y a su mujer Midori, que reciben la llamada del hospital en la que les comunican que Keira de seis años no es su verdadero hijo, porque les entregaron al bebé equivocado. O, dos años después, con Nuestra hermana pequeña (2015), nos presentó el relato de tres hermanas de Kamakura (Japón), Sachi, Yoshino y Chika, que reciben la noticia de la muerte de su padre, quien las abandonó cuando eran pequeñas. En su funeral conocen a la hija que su padre tuvo trece años antes. En Broker, Karoeeda traslada la historia a Corea del Sur. La idea de la que parte en esta ocasión es las cajas de bebés, creadas en este país en 2010, en las cuales las madres que no pueden criar y atender a sus hijos tienen la posibilidad de dejar a sus bebés no deseados de forma anónima.
La historia comienza en una noche lluviosa, cuando So-young (IU), una joven indefensa, abandona a su hijo a la puerta de una iglesia, junto a una de estas cajas. Las detectives Soo-JIn (Bae Doo-Na) y Lee (Lee Joo-Young) lo colocan en el interior de la caja evitando su muerte. La joven madre promete volver y así lo hace, pero se encuentra con que Sang-Hyun (Song Kang-Ho, brillante protagonista de Parásitos), con la colaboración de Dong-Soo (Gang Dong-Won), que trabaja en esta institución, ha robado a su bebé con la intención de venderlo a una familia para que lo cuide y lo eduque adecuadamente. Es entonces cuando comienza una inédita road movie en la que los traficantes de niños y la madre primeriza emprenden un viaje a la búsqueda de los mejores padres para Woo-sung y de una cuantiosa suma de dinero que habrán de repartirse. Tras sus pasos irán las dos policías a la espera de la mejor ocasión para detenerlos.
Desde los primeros fotogramas, se percibe que todos ellos son personajes heridos tras las cuales hay una historia de dolor y abandono. Poco a poco se irán desvelando los secretos que esconde cada uno de ellos y, una vez más, Koreeda nos dejará bien claro que las apariencias engañan. Porque esta es una de las obsesiones del cineasta nipón. Ya lo evidenció en su aclamada Un asunto de familia con la que ganó en 2018 la Palma de Oro del Festival de Cannes. La segunda, que enlaza con la trampa de las apariencias, es su reflexión en torno a los parentescos. En el país del Sol naciente, la importancia de la descendencia y la estirpe está fuertemente arraigada. Sin embargo, en las películas de Koreeda, nada es lo que parece porque las relaciones familiares y los vínculos emocionales van más allá de los lazos de sangre. Cuando la pantalla vuelve al fundido en negro y los créditos se deslizan, entendemos el auténtico significado de la palabra japonesa kitsugi.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
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