domingo, 26 de enero de 2025

1936

1936 de Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga ha estado en el cartel del Teatro Valle-Inclán de Madrid este invierno agotando localidades. Volverá en otoño al Centro Dramático Nacional y auguro un conato de guerra civil para conseguir entradas porque esta obra es ya un imprescindible de la escena española. Andrés Lima dirige, con la sincronización de un reloj suizo, a un elenco de actores sobresalientes como Blanca Portillo, Antonio Durán “Morris”, Alba Flores, Guillermo Toledo, Natalia Hernández, Paco Ochoa, Natalia Hernández, María Morales y Juan Vinuesa, que muestran su versatilidad para cambiar de personaje y de registro, acompañados por el Coro de Jóvenes de Madrid que ponen sus voces y simbolizan sobre el escenario a la generación que viene detrás.

 

Con este ambicioso montaje teatral, el mismo equipo de las obras Shock 1 (El Cóndor y el Puma) y Shock 2 (La Tormenta y la Guerra) busca ofrecer una mirada alejada de cualquier carácter partidista o panfletario de la Guerra Civil española. Para ello, han llevado a cabo un exhaustivo trabajo de documentación con la ayuda de historiadores y de testimonios reales. En esta ocasión, dan una vuelta de tuerca a la doctrina del shock de la periodista canadiense Naomi Klein para escarbar en lo que supuso el “golpe violento” de la guerra civil y la posterior dictadura franquista en la sociedad española. De esta manera, vapulean a los espectadores durante las casi cuatro horas y media de representación.  

 

1936 es la clase magistral que nos daría un viejo profesor de Historia, con la sapiencia de los docentes de illo tempore, con el rigor que aportan los datos y la documentación, con el sentido crítico que todo enseñante quiere infundir en sus pupilos, pero con el dinamismo y la amenidad que ofrecen los métodos pedagógicos innovadores, en esta ocasión, convertidos en performance teatral. Pero nos enseña con la emoción del que ama su disciplina de estudio y magisterio.

 

1936 es, pues, una clase de Historia de nuestra guerra civil representada que nos muestra, desde una perspectiva poliédrica y coral, las diferentes fases por las que pasó el conflicto; cómo se inició; que indaga en las causas y los acontecimientos que lo desencadenaron; que expone sin cortapisas las batallas y las represalias más sangrientas como la Batalla del Ebro o el bombardeo de Guernica; que describe el lamentable papel que desempeñó la Iglesia en este cruzada y cuántos miembros del clero murieron asesinados; que presenta a los protagonistas de ambos bandos –Manuel Azaña, Francisco Franco, el general Yagüe, la Pasionaria, José Antonio Primo de Rivera, el general Rojo… entre otros– a través de sus palabras (algunas producen estupor al comprobar los paralelismos con los tiempos que vivimos) y sus actos; que intenta reflejar cómo la sociedad civil vivió estos tres largos años de guerra fratricida, especialmente en el miedo a la delación, la pobreza, el terror y el hambre; que penetra en las discrepancias y desacuerdos que había en el seno de los dos bandos; que indica la importancia de la palabra, la propaganda y los símbolos, especialmente los himnos musicales; que explica el papel que desempeñaron los actores internacionales –las potencias europeas aliadas y Alemania e Italia–; y que denuncia cómo la memoria de los muertos vencidos sigue enterrada en las cunetas y en las fosas comunes.

 

Puede ser que este viejo profesor profese ideas republicanas o sienta nostalgia de ellas y de lo que podría haber avanzado este país sin las cuatro décadas de regresión y falta de libertades, y tenga sobre la mesa un pequeño jarrón con tres claveles, rojo, amarillo y morado, sin embargo, no se deja llevar por la tentación del adoctrinamiento y la propaganda. Por eso, no debemos negarle el rigor histórico desde el que nos habla, que no es el relato de los vencedores en el que fueron educadas generaciones de este país. Es la presentación de unos hechos trágicos que no busca ahondar en el enfrentamiento de las dos Españas (aunque siempre habrá quien atribuirá este maniqueísmo histórico a la propia obra teatral), de los vencedores y de los vencidos, porque una guerra civil entre hermanos es siempre la más dolorosa y sangrienta.

 

Este viejo maestro nos incita a la reflexión desde un punto de vista histórico inédito, desde abajo, y nos propone su tesis para que la pensemos, la misma que esta profesora que escribe quiso exponer en Solo una. Que si no, llegaré tarde (y disculpen la autocita y la falta de modestia): la guerra civil la perdimos todos, también aquellos que salieron vencedores, porque perdieron lo más preciado que tenemos, nuestra humanidad. El mensaje es claro: ni podemos ni debemos permitir que aquellos hechos vuelvan a ocurrir en esta sociedad que hace cincuenta años que construimos; no podemos repetir el duelo a garrotazos goyesco que contemplamos con estupor en un momento de la representación; la violencia y el derramamiento de sangre nos convierten en las peores bestias de la naturaleza; solo a través del diálogo, el respeto y la democracia podemos convivir en paz y armonía. Así sea.      

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

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