domingo, 23 de febrero de 2020

JAURÍA

Jauría es una obra de teatro documento, nombre con el que se conoce un tipo de teatro que fundamenta su dramaturgia alrededor de un hecho real. Jauría es una obra escrita por Jordi Casanova, cuyo montaje está dirigido por Miguel del Arco. Jauría reconstruye los hechos de la violación en grupo perpetrada por cinco individuos contra una joven madrileña de dieciocho años la madrugada del siete de julio de 2016. Todos las oraciones pronunciadas por los cinco actores y la única actriz del montaje son transcripciones literales del juicio a La Manada. El final de la obra se fue modificando y ampliando según fue resolviéndose la sentencia en las diversas instancias judiciales.

El hecho de que todo lo que escuchamos en el patio de butacas haya sido pronunciado por alguno de los protagonistas de este mediático caso le otorga a la obra una dosis de realidad que remueve la conciencia más inalterable de quien asiste a esta representación. La imponente presencia física de los cinco actores, Pablo Béjar, Fran Cantos, Álex García, Ignacio Mateos y Javier Mora, nos acerca, solo en cierta medida, a la intimidación que debió sentir la víctima de esta violación. María Hervás, la actriz que interpreta a la víctima, como ella, se somete a una doble violación: la de esos cinco hombres jóvenes que viajaron a Pamplona por los San Fermines con la intención de someter al más joven a su ‘rito de iniciación’ y la de las instancias judiciales, abogados de la defensa y aparato jurídico.

No se trata de una obra equidistante, ya que el director del montaje se define como un hombre progresista y feminista, pero sí que pretende mostrarnos cómo ven y vivieron los hechos todos los protagonistas de esta terrible violación. En ese ponerse en la piel de alguien que lleva a cabo semejantes actos radica la bajada a los infiernos interpretativos que han debido de realizar estos actores. Porque lo más salvaje de los hechos que se presentan no son las diez agresiones sexuales con penetraciones bucales, vaginales y anales, ni el linchamiento mediático que sufrió la víctima desde diversos foros en Internet revelando incluso su identidad e imágenes suyas. Lo más tremebundo no fue que las defensas de los acusados espiaran e investigaran a la víctima tras la agresión, ni que se la sometiera a un proceso judicial encaminado a cuestionar y desmontar su relato. Lo más inaudito de este caso y de todos los que tenemos noticia es que los cinco autores y sus entornos sociales están convencidos de su inocencia, piensan que, no solo no cometieron ningún delito, sino que no hicieron nada malo. Eso es lo más aterrador de este caso porque perpetua la “cultura de la violación” en la que vivimos, según la cual, cinco jóvenes de una envergadura física considerable pueden introducir a una joven en un cubículo de escasos metros, intimidarla, humillarla, violarla repetidamente sin que pase nada, porque forma parte del ocio masculino y del aprendizaje de ser un buen hijo del patriarcado. Mientras no seamos conscientes de la humanidad que se nos va amparando y justificando este tipo de comportamientos, no podremos buscar el antídoto a esta sociedad enferma que normaliza la explotación sexual de las mujeres. Lo más triste es que sabemos cuál es el revulsivo: la educación.

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe


domingo, 16 de febrero de 2020

CRÓNICA DE JERUSALÉN_07

DÍA 07. TEL AVIV: Hoy hemos caminado por Tel Aviv muchísimo. Las nuevas tecnologías dicen que hemos recorrido casi diecisiete kilómetros a pie. Por la mañana hemos tenido que aprender nuevas costumbres por el cambio de ciudad. Hemos bajado a desayunar y la máquina de café no funcionaba. He estado apretando botones para ver si la hacía funcionar pero no había manera. He preguntado a una chica que estaba desayunando y me ha indicado que ella sí había podido prepararse un café. Por último, he pedido ayuda a la mujer que se hacía cargo del comedor y con cara de pocos amigos, ha venido, ha movido el recipiente y la tapa donde estaban los granos de café sin moler y la máquina ha comenzado a funcionar. Incluso las máquinas me resultan hostiles en esta tierra. ¿Qué puedo hacer?

Hemos preguntado al recepcionista del hotel donde podíamos comprar una Rav Kav, la tarjeta de transporte público israelí. Nos ha contestado que podíamos hacerlo en algunas estaciones o en los mismos autobuses, pero no en todos. No parecía muy seguro de la información que nos estaba dando. No obstante, le hemos dado las gracias y hemos salido a la calle al encuentro de Tel Aviv. Hemos bajado por la calle Hayarkon, una vieja conocida para nosotras, y hemos girado hacia la izquierda para tropezar primero con la calle Ben Yehuda, primera paralela, hasta llegar a la calle Dizengoff, la segunda y donde teníamos que coger el autobús urbano 5 que iba hacia el centro sur de la ciudad. No ha tardado mucho en llegar y no iba demasiado lleno. El conductor nos ha vendido finalmente la anhelada tarjeta Rav Kav y nos ha explicado cómo funcionaba. La tarjeta anónima puede ser utilizada por dos personas, pero tienes que cargarlas fuera del autobús. Él nos la ha dado con un billete sencillo y nos ha dicho que en la estación central de autobuses (final del trayecto) podríamos cargarla. La he tenido en las manos como si de un tesoro se tratara y la he contemplado durante un rato. Es bonita: de un verde llamativo, con una figura antropomórfica pero con unas orejas parecidas a las de un conejo. Tiene una postura dinámica, de lado, sonríe, saluda con una mano y con la otra sostiene un maletín. Las letras en alfabeto hebreo contribuyen a su carácter exótico y moderno a la vez.

Hemos recorrido en autobús el centro de la ciudad hasta la estación central de autobuses. Era un día laborable y a aquella hora todo el mundo se iba a trabajar. Hemos llegado a la plaza Dizengoff, este fue un político sionista y primer alcalde de Tel Aviv, para continuar por la calle de este mismo señor hasta la plaza Habima, otra de las plazas importantes. En esta plaza empieza el bulevar Rothschild, uno de los más conocidos de la ciudad. Hemos atravesado la avenida entera hasta tomar la calle Levinski donde está la estación central de autobuses. Cuando hemos puesto un pie en tierra, comenzaba la aventura. 

Nada más bajarnos hemos recargado nuestra tarjeta con treinta séquels. Mínimum, nos ha dicho el chico de la tienda que vendía de todo. Hemos caminado hasta el barrio de Jaffa, el primer barrio judío de la ciudad. Hemos pateado toda la avenida Shalma que da la sensación de ser un barrio humilde con edificios viejos y sucios. Tel Aviv da toda la impresión de ser una ciudad de contrastes, con zonas con un fuerte desarrollo y especulación inmobiliarios y otros barrios más deprimidos y pobres. No es el caso de Jaffa. La Torre del Reloj y la zona del mercado están muy cuidadas y en recuperación. Se ven café bonitos y las calles limpias y arregladas.

En Jaffa está el origen del actual Tel Aviv. Durante miles de años fue uno de los grandes puertos del Mediterráneo. El actual Tel Aviv no existía. Ha estado en manos muy diversas a lo largo del tiempo: asirios, babilonios, egipcios, macabeos… Los romanos no tuvieron interés en ella porque tenían otro puerto cerca: Cesarea. La actual Jaffa comienza a forjarse en el siglo XIX. Allá por el 1820 ya había judíos en Jaffa. Esta primera población judía en Palestina es conocida como ha-yishuv ha-yashan o ‘vieja colonia’. A finales del siglo XIX, Jaffa era un destino preferente para los hebreos que llegaban a Palestina. Fue entonces cuando comenzaron las migraciones sistemáticas de judíos europeos a Palestina, conocidas como aliya. El origen de estas migraciones masivas se encuentra en los pogromos que hubo en países del este europeo contra la población judía, concretamente en Rusia, Ucrania o Rumanía. Fueron un total de cinco aliyas desde 1881 hasta los años 30 del siglo XX. Leer sobre ello resulta interesante para entender cómo fue asentándose la población judía en esta tierra y cómo comenzaron los enfrentamientos con las otras comunidades.

Hay que decir que las tensiones entre las diferentes corrientes y grupos dentro del judaísmo también son constantes. Los askenazis o judíos provenientes de Europa Central y Oriental no fueron bien vistos, y su intención de promover el progreso en escuelas laicas fue rechazada por la comunidad judía de Jerusalén del siglo XIX, muy tradicional. También ha habido reproches para los judíos ultraortodoxos que viven preferentemente en la ciudad santa porque no trabajan y se dedican exclusivamente al estudio de las escrituras y a la oración. Actualmente, los judíos que vienen de Rusia tampoco son acogidos con calidez. Y es que Israel es un país forjado en la segregación y la diferencia entre sus habitantes. Llama la atención el hecho de que es una democracia parlamentaria que no tiene una constitución que garantice la igualdad entre todos sus ciudadanos.

Los judíos fueron comprando tierra en Palestina a precios bajos para ir extendiendo su dominio y presencia poco a poco. Uno de los que compraron miles de hectáreas fue el barón Edmond Rothschild de París, nombre de la principal avenida de Tel Aviv, a finales del siglo XIX. Todos estos inmigrantes europeos llegaron bajo las ideas nacionalistas del Romanticismo europeo, buscando el sueño sionista que aún no había sido definido por Herzl pero que ya estaba perfilándose. Los líderes judíos negociaron con las autoridades turcas para garantizar la entrada de los emigrantes judíos a Palestina, pero no llegaron a un acuerdo hasta el punto que Herzl o Ben Yehuda pensaron que había que buscar otras alternativas y encontrar un lugar donde pudieran llegar los judíos que abandonaban Europa: los británicos propusieron una región deshabitada de Uganda, en el África oriental, lugar que inicialmente les pareció bien. 

La segunda aliya u ola migratoria comenzó en 1904 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando el padre del sionismo propagaba sus ideas sionistas. En 1909 se fundó, en la afueras de Jaffa, un asentamiento pequeño que acabaría convirtiéndose en la actual Tel Aviv según fue creciendo y desarrollándose. Comenzó donde hoy se encuentra el cruce entre la calle Herzl y el bulevar Rothschild. Tres años antes, Meir Dizengoff, primer alcalde de la ciudad como os decía más arriba, había fundado en Jaffa, con sesenta familias, la primera ciudad completamente judía. El nombre de la nueva ciudad, Tel Aviv, quiere decir ‘Colina de primavera’ y viene del título de la traducción al hebreo de la novela utópica de Theodor Herzl, Altneuland. También aparece en el libro de Ezequiel 3, 15. No obstante, durante la Primera Guerra Mundial  su evolución se frenó, ya que en la primavera de 1917 la administración otomana expulsó a todos los judíos de Tel Aviv y Jaffa. Una vez terminada la guerra, ya bajo dominio británico, en la Declaración Balfour, Londres declaraba que veía positivamente el establecimiento de un ‘hogar nacional judío’ en Palestina. Entonces la ciudad retomó su crecimiento de manera exponencial. Hay que decir que los británicos mantuvieron una doble actitud sin escrúpulos que, finalmente, fue contra los palestinos y los intereses árabes en la región. En la magnífica película Lawrence de Arabia se aprecia bien esta ambigüedad. Los británicos permanecieron tres décadas: desde 1917 hasta la declaración del Estado de Israel en mayo de 1948.

La tercera emigración o aliya comenzó en 1919 y duró cinco años. La población hebrea rozó las cien mil personas. Los británicos no lo tuvieron fácil para mantener el dominio y la calma en Tierra Santa. Los árabes se oponían a las migraciones masivas de judíos. Como consecuencia de los disturbios ocurridos en mayo de 1921 en Jaffa, muchos judíos huyeron hacía el norte de Tel Aviv. Hubo numerosos muertos, tanto judíos como árabes, y el Alto Comisionado Herbert Samuel tuvo que declarar el estado de emergencia. Una de las consecuencias fue que se suspendió la inmigración judía, a pesar de la Declaración Balfour. Todo ello contribuyó al hecho de que la población de la nueva ciudad llegara a los treinta y cuatro mil habitantes.

Los años treinta fueron una década decisiva en la llegada de población judía precedente de Europa. La cuarta y quinta aliya estaban formadas por judíos que huía de la Alemania nazi. Tel Aviv creció muchísimo durante aquella década por su atractivo, pero los conflictos entre árabes y judíos aumentaron considerablemente también. Muchos polacos se establecieron en la capital telavivina. Cuanto más leo sobre la historia de esta tierra más me doy cuenta de que el conflicto está presente desde hace tanto tiempo que ni sus habitantes lo recuerdan.

Hemos paseado por el barrio de Jaffa y hemos disfrutado del ambiente agradable de un barrio que quiere abrirse y parecer moderno. Nos hemos tomado un capuccino en el Café Yaffo que nos ha sabido a gloria. Se trata de un local restaurante que quiere mantener el gusto antiguo del viejo Jaffa. Nos ha atendido una chica que vestía una camiseta que dejaba al aire sus hombros. He pensado que este hecho no me llama la atención en absoluto en el lugar donde vivo y que aquí se convierte en un soplo de aire fresco. El aspecto exterior de la gente es mucho más moderno e, incluso, alternativo.  Hay pocos judíos con vestimenta religiosa o kipá. Las mujeres no llevan peluca, van sin mangas mostrando los brazos y hay mujeres mayores con pantalones. Nada que ver con Jerusalén. Ya nos viene bien un poco de la ligereza de Tel Aviv aunque es imposible dejar de hacerse preguntas.

Después de pagar, he ido al servicio. En el pasillo he encontrado el certificado  kosher del local. Este papel verde está colgado en muchos restaurantes y se ha convertido casi en una moda, incluso más allá de las creencias religiosas. El kashrut (sustantivo de kosher) es todas las leyes que señalan lo que se puede y lo que no se puede comer dentro de la ley judía. En el Pentateuco hay muchos pasajes donde se dice qué alimentos se pueden comer y cómo hay que cocinarlos. Todos los alimentos que la Torá prohíbe no se comen y son llamados taref (prohibidos). El Talmud también presenta sus propias prohibiciones. Todo aquello que se puede comer se dice kosher, que en hebreo quiere decir ‘adecuado’, porque cumple con las leyes toraicas y talmúdicas.  El kashrut es toda una filosofía desarrollada en torno a las prácticas de la cocina judía. Para los judíos ortodoxos, es una forma de conectarse con Dios mediante la santificación de la comida. Para muchos judíos es una práctica diaria importante en su vida cotidiana y les ayuda a sentirse protegidos por Dios y el judaísmo. Hay rabinos que se han especializado en este tema y han dedicado años de trabajo y estudio a entender las normas, que son extensas y específicas, y a cumplirlas. No obstante, las leyes más básicas para mantener una cocina con comida kosher son sencillas y conocidas por la mayoría de judíos.

En cuanto a los animales, solo pueden comer mamíferos rumiantes (con más de un estómago) con la pezuña partida. Para que el animal sea kosher, debe tener estas dos características. Si falta una de ellas, es taref. La vaca es kosher porque tiene la pezuña partida y más de un estómago, cosa que no ocurre con el cerdo que no tienen dos estómagos. Tampoco se puede comer conejo ni caballo porque, aunque son rumiantes, no tienen la pezuña partida. Además, los animales tienen que ser sacrificados con justicia y misericordia provocándoles el menor dolor posible. Para que la carne sea kosher se le debe hacer shejitá a la vaca a la hora de matarla, que quiere decir hacerle un corte en la garganta que evita su sufrimiento. La persona que lo lleva a cabo se ha preparado y ha estudiado; recibe el nombre de shojet y ha de hacer las bendiciones para que el acto sea sagrado antes de comenzar y la vida de la vaca sea elevada por el sacrificio. Incluso los cuchillos deben estar convenientemente afilados para que el corte sea rápido y limpio y no provoque ningún daño innecesariamente al animal.

Por último, no se pueden mezclar leche y carne de ninguna manera. Es una prohibición muy fuerte en la Torá. Si se quiere que la comida sea kosher, ningún derivado de la leche puede tocar la carne que se come ni viceversa. Esta norma se aplica de igual manera a los utensilios de cocina. Los platos, los cubiertos, las ollas absorben los ingredientes y el sabor de la comida que se manipula en ellos, es decir, las familias observantes tienen dos vajillas y diversos sets de utensilios separados físicamente. Si un plato se ha utilizado para carne no se puede volver a usar para comer productos lácteos si no se ha producido un proceso de kasherización. Y allí estaba yo, en un café de Jaffa contemplando el certificado kosher que muestran con orgullo, después de haber vaciado la vejiga.

Hemos ido a la costa y hemos caminado un poco a la orilla del mar. Los colores del agua eran verdosos, tan bonitos. Antes de pisar la arena hemos observado desde el paseo marítimo que un hombre con un caballo vigoroso y joven estaba en la playa. La piel del hombre, dorada por el sol, era del mismo color moreno que su compañero equino. El hombre, con el pecho descubierto, cogía el caballo por la brida pero el animal se resistía a ser atado y dominado. Desde lo alto éramos unos cuantos los que observábamos la escena cegados por la luz del sol y la belleza del instante.

De camino a Neve Tzedek, el barrio blanco, hemos pasado por la antigua estación de tren de Yaffo. Ahora es una especie de centro alternativo con cafés y tiendas de arte carísimas llenas de objetos artesanos y artísticos bellísimos. Lo mismo ha ocurrido con Neve Tzedek. Se encuentran muchos edificios de la época Bauhaus, unos con una fachadas muy limpias y otros en proceso de recuperación. La vivienda en Tel Aviv y Jerusalén tiene un precio prohibitivo: más o menos el doble que en Madrid o Barcelona. Además, Tel Aviv vive un momento de expansión y especulación inmobiliaria importante como os decía. Una buena manera de entender la importancia del estilo Bauhaus en Tel Aviv es compararla con la relevancia del modernismo en Barcelona. Tel Aviv es el lugar del mundo con el mayor número de edificios de este estilo arquitectónico. Hay cerca de cuatro mil. La Bauhaus fue una escuela arquitectónica fundamental fundada en Alemania por Walter Gropius que fue cerrada por los nazis. Esta escuela buscaba promover la armonía entre la funcionalidad y la estética, tan difícil de mantener. Muchos de los arquitectos judíos de la Bauhaus alemana y sus alumnos huyeron a la Palestina de los años 30 del siglo pasado después del ascenso de los nazis. En Tel Aviv aprovecharon para poner en práctica un plan urbanístico de acuerdo con las características desérticas de la zona donde se encuentra esta ciudad. Por eso se promovieron los colores claros en las fachadas para evitar el calor y se construyeron casas utilizando como material la arena del desierto. Este barrio blanco fue el primero en ser construido a las afueras de Jaffa. Actualmente es un vecindario elegante, con muchas cafeterías, galerías de arte y talleres de diseño. Las calles no son muy anchas pero sí tranquilas y la luz lo impregna todo. Pasear por ellas es un buen ejercicio matutino, porque el tiempo parece demorarse. No es de extrañar que reciba el nombre de Ciudad Blanca de Tel Aviv.

Un fenómeno parecido ocurre en el barrio de Florentin, al cual hemos llegado después de cruzar la calle Jaffa, identificable por sus edificios de viviendas decadentes. Tiene este nombre por David Florentin, que fue un judío griego que compró esta zona en la década de los 20. Entonces fue fundado por judíos griegos procedentes de Tesalónica. Es un barrio bohemio y alternativo que comienza a sufrir esta renovación interesada y especulativa. Históricamente ha sido habitado por trabajadores y comerciantes, que han aprovechado la burbuja para vender los locales a altos precios. Estos comercios han dado paso a impresionantes lofts. Es un distrito urbano y bohemio, un pequeño paraíso de la cultura alternativa. Caminando por sus calles es fácil encontrar muchos grafitis pintados en muros y fachadas de diferentes puntos del vecindario. También hay algunas fábricas reconvertidas en centros artísticos. He pensado que si hay alguna esencia telavivina se ha de buscar en estos barrios que hemos conocido esta mañana. En Florentin se palpa la transición entre edificios en condiciones precarias con un par de construcciones de la Bauhaus en buen estado. Tel Aviv quiere ser una ciudad en proceso de modernización constante y su corazón palpitante se encuentra aquí.

La vida nocturna de Florentin es muy animada y se puede disfrutar de salas de conciertos y bares de copas. Si hubiese nacido búho y no halcón, os lo podría contar pero mi naturaleza diurna no me lo permite. No obstante, hemos comido en un bar típico llamado Beit Lechem Hummus. Hemos tomado un hummus buenísimo y barato, cosa extraña en Israel. Se encuentra en una esquina de una cruce de calles donde se puede elegir entre diferentes restaurantes. Este era el más sencillo y el más genuino. Puedes tomar té de menta (tshai nana) gratis y tienes que elegir el hummus entre la versión fuul (con habas especiadas) o masabacha (con garbanzos y tahina tibia). Nosotras hemos elegido el segundo con un buen pan de pita. Beit Lechem significa ‘casa de pan’ en hebreo y es el nombre de la ciudad de Belén (Bethlehem).

Después de comer, había que bajar el pan y el hummus y hemos seguido nuestra ruta. Florentin nos ha dejado un buen gusto de boca. Nos ha costado un poco encontrar el mercado Lewinsky de les especies en esta calle. Es muy apreciado por los chefs como un minibarrio de tiendecillas y alacenas. Se creó en los años 20 por inmigrantes de los Balcanes y es un lugar donde los cocineros pueden comprar hierbas aromáticas, especias frescas, aceite de oliva y otras delicatesen. A continuación, hemos caminado hacia el centro de la ciudad más bulliciosa. Hemos dejado a mano derecha el Bulevar Rothschild, para seguir por la calle Allenby hacia arriba y encontrarnos con el Barrio Yemení.

Ya he dicho que Tel Aviv es una ciudad de contrastes. Quiere ser una ciudad con la arquitectura más moderna, pero es también una ciudad a medio camino entre Asia, Europa y África. El Barrio Yemení es el típico barrio popular con sus callejas y mercado bullicioso de sabor árabe. El Mercado del Carmel se encuentra en una calle ancha y larga llena de tiendas y tenderetes donde la gente va arriba y abajo comprando y charlando. Es el mercado más ajetreado de Tel Aviv y está en la zona peatonal de la calle Nahalat Binyamin, rodeada de calles desaliñadas. Cuando te metes, las voces, los gritos y los olores te rodean completamente creando una atmósfera de irrealidad e ilusión. No me gustan las aglomeraciones de gente pero tengo que reconocer que en los mercados de los países que he visitado es donde se puede saborear algo de la pulpa de su cultura e idiosincrasia. No tienen nada que ver con los impersonales centros comerciales y los supermercados uniformes. En este se puede comprar desde ropa de playa rebajada hasta el típico zumo de granada. Allí los vecinos compran aceitunas, frutos secos, fruta, queso, pan…

Hemos recorrido toda la calle heroicamente y hemos salido sanas y salvas. ¡Madre mía, el gentío que había! Nos hemos apartado un poco del mundanal ruido y nos hemos acercado a un banco donde hemos descansado un poco. El calor es bochornoso y pegajoso como en Valencia o Barcelona. De pronto, ha comenzado a correr un poco de aire y ha sido una bendición de Yaveh o Alá que hemos agradecido. Tel Aviv es una ciudad mediterránea y, de vez en cuando, hace estos regalos. Después de hacer algunas bromas sobre nuestro cansancio y la climatología, hemos retomado la marcha hacia la parte más señorial de la ciudad.

Al comienzo del Bulevar Rothschild se encuentra el Museo de Haganá. No hemos tenido la oportunidad de visitarlo pero debe de ser un lugar muy interesante. El museo cuenta la formación y las actividades de esta organización paramilitar precursora de las Fuerzas de Defensa de Israel (DF). Haganá significa la defensa en hebreo. Este grupo de autodefensa judía se creó en 1920, durante la época del Mandato británico de Palestina. Querían proteger los kitbutzim (granjas y cooperativas israelíes) de los ataques que recibieron en los años 20 y 30. La población judía sufrió diversos pogromos por parte de los árabes como el de Jerusalén de 1920, los disturbios de Jaffa en 1921, de los cuales ya hemos hablado o los motines árabes de 1929, como los de Hebrón. Los ataques durante la revuelta árabe entre los años 1936 y 1939, en los que destaca la masacre de Tiberíades donde murieron diecinueve judíos, once de los cuales eran niños, contribuyó a reforzar a la Haganá. Aparte de la labor de protección, la Haganá también colaboró en la entrada ilegal de más de cien mil judíos en Palestina cuando el gobierno británico restringió la inmigración en 1939. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Haganá también llevó a cabo operaciones antibritánicas. Ha sido una organización polémica y controvertida que ha tenido entre sus miembros más conocidos a los primeros ministros, antes de serlo, Ariel Sharon y Shimon Peres.

Nosotras hemos optado por la acción más pacífica de recorrer el Bulevar Rothschild, una  especie de Campos Elíseos israelíes. Es un paseo muy agradable. Tiene carril bici ya que hay muchas y también bastantes patinetes eléctricos. Odio los patinetes eléctricos. ¿Qué problema tiene la gente con caminar? El bulevar está flanqueado por casas unifamiliares de una planta o dos de estilo Bauhaus. Hay modernas oficinas, buenos restaurantes y edificios oficiales. En la acera central hay bancos y grandes árboles que dan agradables sombras que te invitan a sentarte y disfrutar de las vistas cotidianas de la gente pasando. Acaba en la Plaza Habina, también conocida como la plaza de la Orquesta. Es un inmenso espacio público importante en la ciudad. Allí se encuentran diferentes instituciones culturales: el Teatro Habima, el Palacio de la Cultura y el pabellón de arte contemporáneo Helena Rubinstein. La plaza se encuentra en la intersección de Rothschild y la calle Dizengoff, que habíamos recorrido aquella mañana ya lejana. Cerca había un lugar acotado por una valla de madera y con el suelo cubierto de césped artificial, con gente leyendo acostada en una especie de hamacas de tela, y niños jugando.

Hemos querido exprimir el día y hemos caminado hasta el Museo de Arte de Tel Aviv. El edificio contemporáneo, diseñado por el arquitecto norteamericano Preston Scott Cohen, es sencillamente espectacular. Está situado en el extremo este del centro de la ciudad y su oferta es amplísima, incluidas actividades para niños. Su colección de arte impresionista y postimpresionista europeo es magnífica: Renoir, Gauguin, Degas, Pissarro, Monet, Picasso, Cézanne, Van Gogh, Matisse, Chagall y algún señor más. También tienen una parte dedicada al arte israelí. El edificio tiene dos partes con dos entradas diferentes. Están conectadas por el interior y por un jardín que acoge una agradable cafetería donde es posible sentarse y comer junto a una fuente. No hemos desaprovechado la ocasión y hemos hecho una parada porque el día ya comenzaba a pesarnos seriamente. Hemos ocupado una mesa que ha sido donde hemos tomado nuestra merienda-cena europea. Allí hemos vuelto a observar a los telavivinos que disfrutaban de aquel oasis como nosotras. No los conocíamos ni los volveremos a ver, pero coincidimos durante un tiempo en un lugar bonito y agradable donde las conversaciones a media voz flotaban en el aire y se elevaban hacia el cielo. Había un par de niños que querían subirse a una escultura pero una de las vigilantes les ha llamado la atención y les ha dicho que no podían hacerlo. Uno de los niños la miraba extrañado porque no reconocía el supuesto valor que aquella señora le otorgaba a su objeto de juego. Su madre ha acudido para hacérselo entender.

El atardecer comenzaba a asomarse y las piernas flaqueaban. Hemos vuelto en el mismo autobús del día anterior, el número 55. Hemos buscado la parada que se encontraba junto a un hospital. Una mujer mayor muy amablemente me ha preguntado en inglés, mirándome a los ojos, si necesitaba ayuda cuando ha visto que comprobaba el trayecto en el cartel que había en la parada. Llevaba unas gafas redonditas y tenía los ojos azules.

Jueves, 29 de agosto de 2019
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Foto: María José Mier Caminero



domingo, 9 de febrero de 2020

CRÒNICA DE JERUSALEM_07

DIA 07. TEL AVIV: Avui hem caminat per Tel Aviv de valent. Les noves tecnologies diuen que hem recorregut gairebé desset quilòmetres a peu. De matí hem hagut d’aprendre nous costums pel canvi de ciutat. Hem baixat a desdejunar i la màquina de cafè no funcionava. He estat prement botons per veure si la feia anar però no hi havia manera. He preguntat a una xica que estava desdejunant i m’ha indicat que ella sí havia pogut fer-se un cafè. Per últim, he demanat ajuda a la dona que se’n feia càrrec i amb cara de pomes agres, ha vingut, ha mogut el recipient i la tapa on eren els grans de cafè sense moldre i la màquina ha començat a funcionar. Fins i tot, les màquines em resulten hostils a aquesta terra. Què hi faré?

Hem preguntat al recepcionista de l’hotel on podíem comprar una Rav Kav, la targeta de transport públic israelià. Ens ha contestat que podíem fer-ho a algunes estacions o als mateixos autobusos, però no a tots. No semblava molt segur de la informació que ens estava donant. No obstant això, li hem donat les gràcies i hem eixit al carrer per trobar-nos amb Tel Aviv. Hem abaixat pel carrer Hayarkon, un vell conegut per nosaltres, i hem girat cap a l’esquerra per ensopegar-nos primer amb el carrer Ben Yehuda, primer paral·lel, fins arribar al carrer  Dizengoff, el segon i on havíem d’agafar l’autobús urbà 5 que anava cap al centre sud de la ciutat. No ha trigat molt en arribar-hi i no anava massa ple. El conductor ens ha venut finalment l’anhelada targeta Rav Kav i ens ha explicat com funcionava. La targeta anònima pot ser utilitzada per dues persones, però l'has de carregar fora del bus. Ell ens l’ha donada amb un bitllet senzill i ens ha dit que a l’estació central d’autobusos (final del trajecte) podríem carregar-la. L’he tinguda a les mans com si d’un tresor es tractés i me l’he mirada unes quantes vegades. És bonica: d’un verd cridaner, amb una figura antropomòrfica però amb unes orelles semblants a les d’un conill. Té una postura dinàmica, de costat, somriu, saluda amb una mà i amb l’altra sosté un maletí. Les lletres en alfabet hebreu contribueixen al seu caràcter exòtic i modern alhora.

Hem recorregut en autobús el centre de la ciutat fins l'estació central d’autobusos. Era un dia feiner i a aquella hora tothom marxava a treballar. Hem arribat a la plaça Dizengoff, aquest fou un polític sionista i primer alcalde de Tel Aviv, per continuar pel carrer d’aquest mateix senyor fins a la plaça Habima, una altra de les places importants. A aquesta plaça comença el bulevard Rothschild, un dels més coneguts de la ciutat. Hem travessat l’avinguda sencera fins prendre el carrer Levinski on és l’estació central d’autobusos. Quan hem posat un peu al terra, començava l’aventura. 

Només abaixar-nos-en hem recarregat la nostra targeta amb trenta sèquels. Mínimun, ens ha dit el noi de la botiga que venia de tot. Hem caminat fins al barri de Jaffa, el primer barri jueu de la ciutat. Hem trepitjat tota l’avinguda Shalma que fa la sensació de ser un barri humil amb edificis vells i bruts. Tel Aviv fa tota la impressió de ser una ciutat de contrastos, amb zones amb un fort desenvolupament i especulació immobiliària i altres barris més deprimits i pobres. No és el cas de Jaffa. La Torre del Rellotge i la zona del mercat estan molt cuidades i en recuperació. S'hi veuen cafès bonics i els carrers nets i arreglats.

A Jaffa hi és l’origen de l’actual Tel Aviv. Durant milers d’anys va ser un dels grans ports del Mediterrani. L’actual Tel Aviv no existia. Ha estat en mans molts diverses al llarg del temps: assiris, babilonis, egipcis, macabeus... Els romans no hi van tenir interès perquè tenien un port a prop: Cesarea. L’actual Jaffa comença a forjar-se al segle XIX. Allà pel 1820 ja hi havia jueus a Jaffa. Aquesta primera població jueva a Palestina és coneguda com ha-yishuv ha-yashan o ‘vella colònia’. A finals del segle XIX, Jaffa era una destinació preferent per als hebreus que arribaven a Palestina. Va ser aleshores quan van començar les migracions sistemàtiques de jueus europeus a Palestina, conegudes com aliya. L’origen d’aquestes migracions massives es troba als pogroms que hi va haver en països de l’est europeu contra la població jueva, concretament a Rússia, Ucraïna o Romania. Van ser un total de cinc aliyes des del 1881 fins als anys 30 del segle XX. Llegir-ne resulta interessant per entendre com va anar assentant-se la població jueva a aquesta terra i com van començar els enfrontaments amb les altres comunitats.

S’ha de dir que les tensions entre els diferents corrents i grups dins del judaisme també són constants. Els askenazis o jueus provinents d’Europa Central i Oriental no van estar ben vists, i la seua intenció de promoure el progrés en escoles laiques va ser rebutjada per la comunitat jueva de Jerusalem del segle XIX, molt tradicional. També hi ha hagut retrets per als jueus ultraortodoxos que viuen preferentment a la ciutat santa perquè no treballen i es dediquen exclusivament a l’estudi de les escriptures i a l’oració. Actualment, els jueus que venen de Rússia tampoc són acollits amb calidesa. I és que Israel és un país forjat en la segregació i la diferència entre els seus habitants. Crida l’atenció el fet que és una democràcia parlamentària que no té una constitució que garanteisca la igualtat entre tots els seus ciutadans.  

Els jueus van anar comprant terra a Palestina a preus baixos per anar estenent el seu domini i presència a poc a poc. Un dels que va comprar milers d’hectàrees va ser el baró Edmond Rothschild de París, nom de la principal avinguda de Tel Aviv, i que va afavorir les primeres estructures burocràtiques i administratives a finals del segle XIX. Tots aquests immigrants europeus van arribar sota les idees nacionalistes del Romanticisme europeu, cercant el somni sionista que encara no havia estat definit per Herzl però que ja estava perfilant-se. Els líders jueus van negociar amb les autoritats turques per garantir l’entrada dels emigrants jueus a Palestina, però no hi van arribar a un acord fins al punt que Herzl o Ben Yehuda van pensar que calia cercar altres alternatives i trobar un lloc on pogueren arribar els jueus que abandonaven Europa: els britànics van proposar una regió deshabitada de Uganda, a l’Àfrica oriental, lloc que inicialment els va semblar bé.

La segona aliya o onada migratòria va començar al 1904 fins l’inici de la Primera Guerra Mundial, quan el pare del sionisme propagava les seues idees sionistes. Al 1909 es va fundar, als afores de Jaffa, un assentament menut que acabaria convertint-se en l’actual Tel Aviv segons va anar creixent i desenvolupant-se. Va començar on avui es troba l’encreuament entre el carrer Herzl i el bulevard Rothschild. Tres anys abans, Meir Dizengoff, primer alcalde de la ciutat com us deia més amunt, havia fundat a Jaffa, amb seixanta famílies, la primera ciutat completament jueva. El nom de la nova ciutat, Tel Aviv, vol dir ‘Turó de Primavera’ i ve del títol de la traducció al hebreu de la novel·la utòpica de Theodor Herzl, Altneuland. També apareix al llibre d’Ezequiel 3, 15. No obstant això, durant la Primera Guerra Mundial la seua evolució es va frenar, ja que a la primavera de 1917 l’administració otomana va expulsar tots els jueus de Tel Aviv i Jaffa. Un cop acabada la guerra, ja sota domini britànic, a la Declaració Balfour, Londres declarava que veia positivament l’establiment d’una “llar nacional jueva” a Palestina. Aleshores la ciutat va reprendre el seu creixement de manera exponencial. S’ha de dir que els britànics van mantenir una doble actitud sense escrúpols que, finalment, va anar contra els palestins i els interessos àrabs a la regió. Els britànics hi van romandre tres dècades: des del 1917 fins la declaració de l’Estat d’Israel al maig de 1948.

La tercera emigració o aliya va començar al 1919 i va durar cinc anys. La població hebrea va tocar les cent mil persones. Els britànics no ho van tenir fàcil per mantenir el domini i la calma a Terra Santa. Els àrabs s’oposaven a les immigracions massives de jueus. Com a conseqüència dels disturbis ocorreguts al maig del 1921 a Jaffa, molts jueus van fugir cap al nord de Tel Aviv. Hi va haver nombrosos morts, tant de jueus com d’àrabs, i l’Alt Comisionat Herbert Samuel va haver de declarar l’estat d’emergència. Una de les conseqüències va ser que es va suspendre la immigració jueva, malgrat la Declaració Balfour. Tot plegat va contribuir al fet que la població de la nova ciutat arribés als trenta-quatre mil habitants.

Els anys trenta van ser anys decisius en l’arribada de població jueva provinent d’Europa. La quarta i cinquena aliya estaven formades per jueus que fugien de l’Alemanya nazi. Tel Aviv va créixer moltíssim a aquella dècada pel seu atractiu, però els conflictes entre àrabs i jueus van augmentar considerablement també. Molts polonesos s’hi van establir a la capital telavivina. Com més llegeix sobre la història d’aquesta terra més me’n adone que el conflicte hi és present des de fa tant de temps que ni els seus habitants ho recorden.

Hem passejat pel barri de Yaffa i hem gaudit de l’ambient agradable d’un barri que vol obrir-se i semblar modern. Ens hem pres un capuccino al Cafè Yaffo que ens ha sabut a glòria. Es tracta d’un local restaurat que vol mantenir el gust antic del vell Yaffa. Ens ha atès una xica que vestia una samarreta que deixava a l’aire els seus muscles. He pensat que aquest fet no em crida l’atenció ni gens ni mica al lloc on visc i que aquí esdevé una alenada d’aire fresc. L'aspecte exterior de la gent és molt més modern i, fins i tot, alternatiu. Hi ha pocs jueus amb vestimenta religiosa o kipà. Les dones no porten perruca, van sense mànigues ensenyant els braços i hi ha dones grans amb pantalons. Res a veure amb Jerusalem. Ja ens va bé un poc de la lleugeresa de Tel Aviv encara que és impossible deixar de fer-se preguntes. 

Després de pagar, he anat al servei. Al corredor he trobat el certificat kosher del local. Aquest paper verd és penjat a molts restaurants i ha esdevingut gairebé una moda, inclús més enllà de les creences religioses. El kashrut (substantiu de kosher) són totes les lleis que parlen del que es pot o no es pot menjar dins de la llei jueva. Al Pentateuc hi ha molts passatges on es diu quin aliments no pots menjar i com has de cuinar-los. Tot el menjar que la Torà prohibeix no es mengen i són anomenats taref (prohibits). El Talmud també presenta les seues pròpies prohibicions. Tot allò que es pot menjar es diu kosher, que en hebreu vol dir ‘adequat’, perquè compleix amb les lleis toraiques i talmúdiques. El kashrut és tota una filosofia desenvolupada al voltant de les pràctiques de la cuina jueva. Per al jueus ortodoxos, és una forma de connectar-se amb Deu mitjançant la santificació del menjar. Per a molts jueus és una pràctica diària important a la seua vida quotidiana i els ajuda a sentir-se protegits per Deu i el judaisme. Hi ha rabins que s’han especialitzat en aquest tema i han dedicat anys de feina i estudi a entendre les normes, que són extenses i específiques, i complir-les. No obstant això, les lleis més bàsiques per mantenir una cuina amb menjar kosher són senzilles i conegudes per la majoria del jueus.

Pel que fa als animals, només poden menjar mamífers remugants (amb més d’un estómac) amb la peülla partida. Per tal que l’animal siga kosher, ha de tenir ambdues característiques. Si en falta una, és taref. La vaca és kosher perquè té la peülla partida i més d’un estómac, fet que no ocorre amb el porc que no té dos estómacs. Tampoc no poden menjar ni conill ni cavall perquè, encara que són remugants, no tenen la peülla partida. A més, els animals han de ser sacrificats amb justícia i misericòrdia provocant-los el menor dolor possible. Per tal que la carn siga kosher se li ha de fer shejitá a la vaca a l’hora de matar-la, que vol dir fer-li un tall a la gola que evita el seu patiment. La persona que ho duu a terme s’hi ha preparat i ha estudiat rep el nom de shojet, que ha de fer les benediccions perquè l’acte siga sagrat abans de començar i la vida de la vaca siga elevada pel sacrifici. Fins i tot els ganivets han d’estar convenientment afilats perquè el tall siga ràpid i net i no faça mal innecessàriament l’animal.

Per últim, no es poden barrejar llet i carn de cap manera. És una prohibició molt forta a la Torà. Si es vol que el menjar siga kosher, cap derivat de la llet pot tocar la carn que es menja ni viceversa. Aquesta norma s’aplica d’igual manera per als estris de cuina. Els plats, les coberts, les olles absorbeixen els ingredients i el sabor del menjar que hi manipulem, es a dir, que les famílies observants tenen dues vaixelles i diversos sets d’estris separats físicament. Si un plat s’ha fet servir per carn no es pot tornar a emprar per menjar productes lactis si no s’ha produït un procés de kasherització. I allà era jo, a un cafè de Yaffa contemplant el certificat kosher que mostren amb orgull, després d’haver buidat la bufeta.

Hem anat a la costa i hem caminat una mica a la vora del mar. Els colors de l'aigua eren verdosos, tan bonics. Abans de trepitjar la sorra hem observat des del passeig marítim que un home amb un cavall vigorós i jove era a la platja. La pell de l’home, daurada pel sol, era del mateix color bru que el seu company equí. L’home, amb el pit descobert, agafava el cavall per la brida però l’animal es resistia a ser pres i dominat. Des de dalt érem uns quants els que observàvem l’escena encegats pel la llum del sol i la bellesa de l’instant.

De camí a Neve Tzedek, el barri blanc, hem passat per l'antiga estació de tren de Yaffo. Ara és una mena de centre alternatiu amb cafès i botigues d'art caríssimes plenes d’objectes artesans i artístics bellíssims. El mateix ha ocorregut amb Neve Tzedek. S'hi troben molts edificis de l'època Bauhaus, uns amb façanes molt netes i altres en procés de recuperació. L'habitatge a Tel Aviv i Jerusalem té un preu prohibitiu: més o menys el doble que a Madrid o Barcelona. A més, Tel Aviv viu un moment d'expansió i especulació immobiliària important. Una bona manera d’entendre la importància de l’estil Bauhaus a Tel Aviv és comparar-la amb la rellevància del modernisme a Barcelona. Tel Aviv és el lloc del món amb el major nombre d’edificis d’aquest estil arquitectònic. Hi ha prop dels quatre mil. La Bauhaus fou una escola arquitectònica fonamental fundada a Alemanya per Walter Gropius que fou tancada pels nazis. Aquesta escola cercava promoure l’harmonia entre la funcionalitat i l’estètica, tan difícil de mantenir. Molts dels arquitectes jueus de la Bauhaus alemanya i els seus alumnes van fugir a la Palestina dels anys 30 del segle passat després de l’ascens dels nazis. A Tel Aviv hi van aprofitar per posar en pràctica un pla urbanístic d’acord amb les característiques desèrtiques de la zona on es troba aquesta ciutat. Per això es van promoure els colors clars a les façanes dels edificis per evitar la calor i es van construir cases emprant com a material la sorra del desert. Aquest barri blanc va ser el primer en ser construït als afores de Yaffa. Actualment és un veïnat elegant, amb moltes cafeteries, galeries d’art i tallers de disseny. Els carrers no són molt amples però sí tranquils i la llum ho impregna tot. Passejar-hi és un bon exercici matutí, perquè el temps sembla alentir-se. No és d’estranyar que reba el nom de Ciutat Blanca de Tel Aviv.

Un fenomen similar passa amb el barri de Florentin, al qual hem arribat després de creuar el carrer Jaffa, identificable pels seus edificis d’habitatges decadents. Té aquest nom per David Florentin, que va ser un jueu grec que va comprar aquesta zona en la dècada dels 20. Llavors va ser fundat per jueus grecs provinents de Tessalònica. És un barri bohemi i alternatiu que comença a patir aquesta renovació interessada i especulativa. Històricament ha estat  habitat per treballadors i comerciants, que han aprofitat la bombolla per vendre els locals a alts preus. Aquests comerços han donat pas a impressionants lofts. És un districte urbà i bohemi, un petit paradís de la cultura alternativa. Caminant-hi és fàcil trobar molts graffitis pintats en murs i façanes de diversos punts del veïnat. També hi ha algunes fàbriques reconvertides en centres artístics. He pensat que si hi ha alguna essència telavivina s’ha de cercar en aquests barris que hem trepitjat aquest matí. A Florentin s’hi palpa la transició entre edificis en condicions precàries amb un parell de construccions de la Bauhaus en bon estat. Tel Aviv vol ser una ciutat en procés de modernització constant i el seu cor bategant s’hi troba aquí.

La vida nocturna de Florentin és molt animada i es pot gaudir de sales de concerts, restaurants i bars de copes. Si hagués nascut mussol i no falcó, us ho podria contar però la meua natura diürna no m’ho permet. No obstant això, hem dinat en un bar típic anomenat Beit Lechem Hummus. Hem menjat un hummus boníssim i barat, cosa estranya a Israel. Es troba a una cantonada d’un encreuament de carrers on es pot triar diferents restaurants. Aquest és el més senzill i el més genuí. Pots prendre té de menta (tshai nana) de franc i has de triar l’hummus entre la versió fuul (amb faves especiades) o masabacha (amb cigrons i tahina tèbia). Nosaltres hem triat el segon amb un bon pa de pita. Beit Lechem significa ‘casa de pa’ en hebreu i és el nom de la ciutat de Betlem (Bethlehem).

Després de dinar, calia abaixar el pa i l’hummus i hem seguit la nostra ruta. Florentin ens ha deixat un bon gust de boca. Ens ha costat una mica trobar el mercat Lewinsky de les espècies a aquest carrer. És molt apreciat pels chefs com un minibarri de botiguetes i rebosts. Es va crear als anys 20 per immigrants dels Balcans i és un lloc on els cuiners poden comprar herbes aromàtiques, espècies fresques, oli d’oliva i altres delicatessem. A continuació, hem caminat cap al centre de la ciutat més bulliciós. Hem deixat a mà dreta el Boulevard Rothschild, per seguir carrer Allenby amunt i trobar-nos amb el Barri Iemení.

Ja he dit que Tel Aviv és una ciutat de contrastos. Vol ser una ciutat amb l’arquitectura més moderna, però és també una ciutat a mitjan camí entre Àsia, Europa i Àfrica. El Barri Iemení és el típic barri popular amb els seus carrerons i mercat bulliciós de sabor àrab. El Mercat del Carmel es troba a un carrer ample i llarg ple de botigues i parades on la gent va amunt i avall comprant i xerrant. És el mercat més atrafegat de Tel Aviv i és a la zona de vianants del carrer Nahalat Binyamin, envoltada de carrers malgirbats. Quan et fiques, les veus, els crits i els olors t’envolten completament creant una atmosfera d’irrealitat i il·lusió. No m’agraden les aglomeracions de personal però he de reconèixer que als mercats dels països que he visitat es on es pot assaborir quelcom del bessó de la seva cultura i idiosincràsia. No tenen res a veure amb els impersonals centres comercials i els supermercats uniformes. S’hi pot comprar des de roba de platja rebaixada fins al típic suc de magrana. Allà els veïns es fan amb olives, fruits secs, fruita, formatge, pa...

Hem recorregut tot el carrer heroicament i hem sortit sanes i estàlvies. Déu n’hi do la gentada que hi havia! Ens hem apartat una mica del mundanal soroll i ens hem aplegat a un banc on hem descansat una mica. La calor es xafogosa i apegalosa com a València o Barcelona. De sobte, ha començat a córrer una mica l’aire i ha estat una benedicció de Yavéh o Alà que hem agraït. Tel Aviv és una ciutat mediterrània i, de tant en tant, et fa aquests regals. Després de fer algunes bromes sobre el nostre cansament i l’oratge, hem reprès la marxa cap a la part més senyorial de la ciutat.

Al començament del Boulevard Rothschild es troba el Museu de la Haganà. No hem tingut l’oportunitat de visitar-lo però deu ser un lloc ben interessant. El museu conta la formació i les activitats d’aquesta organització paramilitar precursora de les Forces de Defensa d’Israel (IDF). Haganà vol dir la defensa en hebreu. Aquest grup d’autodefensa jueva es va crear al 1920, durant l’època del Mandat britànic de Palestina. Volien protegir els kitbutzim (granges i cooperatives israelianes) dels atacs que van rebre als anys 20 i 30. La població jueva va patir diversos pogroms per part dels àrabs com el de Jerusalem al 1920, els disturbis de Jaffa al 1921, dels quals ja hem parlat, o els motins àrabs de 1929, com els d’Hebron. Els atacs durant la revolta àrab entre els anys 1936 i 1939, on destaca la massacre de Tiberíades on van morir denou jueus, onze dels quals eren xiquets, van contribuir a reforçar a la Haganà. A banda de la tasca de protecció, la Haganà també va col·laborar en l’entrada il·legal de més de cent mil jueus a Palestina quan el govern britànic va restringir la immigració al 1939. Després de la Segona Guerra Mundial, la Haganà també va dur a terme operacions antibritàniques. Ha estat una organització polèmica i controvertida que ha tingut entre els seus membres més coneguts als primers ministres, abans de ser-ho, Ariel Sharon i Shimon Peres.

Nosaltres hem optat per l’acció més pacífica de recórrer el Boulevard Rothschild, una mena de Camps Elisis israelians. És un passeig molt agradable. Té carril bici ja que n’hi ha moltes i també bastants patinets elèctrics. Odie els patinets elèctrics. Quin problema té la gent amb caminar? El bulevard està flaquejat per cases unifamiliars d’una planta o dues d’estil Bauhaus. Hi ha modernes oficines, bons restaurants i edificis oficials. A la vorera central hi ha bancs per seure i grans arbres que donen agradables ombres que et conviden a seure i gaudir de les vistes quotidianes de la gent passant. Acaba a la Plaça Habina, també coneguda com la plaça de l’Orquesta. És un immens espai públic important en la ciutat. Allà hi ha diverses institucions culturals: el Teatre Habima, el Palau de la Cultura i el pavelló d’art contemporani Helena Rubinstein. La plaça es troba a la intersecció de Rothschild i el carrer Dizengoff, que havíem recorregut aquell matí ja llunyà. Allà hi havia un espai acotat per una tanca de fusta i amb el terra cobert de gespa artificial, amb gent llegint i jaient a una mena d’hamaques de tela, i nens jugant.

Hem volgut esprémer el dia i hem caminat fins el Tel Aviv Museum of Art. L’edifici contemporani, dissenyat per l’arquitecte nord-americà Preston Scott Cohen, és senzillament espectacular. Està situat a l’extrem est del centre de la ciutat i la seua oferta és amplíssima, incloses activitats per a nens. La seua col·lecció d’art impressionista i post-impressionista europeu és magnífica: Renoir, Gauguin, Degas, Pissarro, Monet, Picasso, Cézanne, Van Gogh, Matisse, Chagall i algun senyor més. També tenen una part dedicada a l’art israelià. L’edifici té dues parts amb dues entrades diferents. Estan connectades per l’interior i per un jardí que acull una agradable cafeteria on es pot seure i menjar a la vora d’una font. No hem desaprofitat l’ocasió i hem fet una aturada perquè el dia ja començava a pesar-nos seriosament. Hem ocupat una taula que ha estat on hem fet el nostre berenar-sopar europeu. Allà hem tornat a observar els telavivins que gaudien d’aquell oasi amb nosaltres. No els coneixíem ni els tornarem a veure, però vam coincidir durant un temps en un lloc bonic i agradable on les converses a mitja veu suraven per l’aire i s’enlairaven cap al cel. Hi havia un parell de nens que volien pujar-se a una escultura però una de les vigilants els ha cridat l’atenció i els ha dit que no podien fer-ho. Un dels nen la mirava estranyat perquè no reconeixia el suposat valor que aquella senyora li atorgava al seu objecte de joc. La seua mare ha acudit per fer-li-ho entendre.

El capvespre començava a aguaitar i les cames ens feien figa. Hem tornat amb el mateix autobús del dia anterior, el número 55. Hem cercat la parada que es trobava tocant un hospital. Una dona gran molt amablement m'ha preguntat en anglès, mirant-me als ulls, si necessitava ajuda quan ha vist que comprovava el trajecte al cartell que hi havia a la parada. Portava unes ulleres rodonetes i tenia els ulls blaus. 

Dijous, 29 d’agost de 2019
Begoña Chorques Fuster
Professora que escriu
Foto: María José Mier Caminero