domingo, 26 de septiembre de 2021

INSOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL

Hace semanas, escuché en las noticias que la solidaridad intergeneracional se estaba quebrando. Explico un poco mejor esto. Se dice que la solidaridad intergeneracional busca la cooperación, integración e intercambio entre personas de diferentes generaciones. Creo que incluso podríamos hablar de empatía intergeneracional, es decir, que personas mayores sean capaces de comprender los problemas de los más jóvenes y que, a su vez, estos se acerquen a todo lo que significa ir cumpliendo años, realidad a la que ellos también están sometidos aunque no la sientan aún como propia. Así la noticia explicaba que cada vez las diferentes generaciones se encuentran más alejadas en sus puntos de vista y en la manera de afrontar distintos problemas. No sienten que los problemas de los otros les tengan que afectar. Pero, ¿por qué está ocurriendo esto?

 

Me pareció encontrar más de una causa pero, al final, concluí que la generación de los adultos, o los mayores, no estamos sabiendo responder a los desafíos que el mundo y nuestros jóvenes tienen que enfrentarse. Es posible que alguno de ustedes frunza el ceño al leer esta última oración y no esté de acuerdo con ella. Pensará, por ejemplo, en lo ocurrido este verano que empezamos con una baja incidencia de contagios de Covid-19. Acabaron las clases, aumentaron las interacciones sociales y el aumento de contagios entre los jóvenes menores de treinta años (incluidos también los adolescentes) se disparó de una forma exponencial. Los viajes de ocio a Mallorca y otros lugares costeros sin ninguna medida de protección dieron la puntilla al estallido de la nueva ola. Reconozco que yo también me planteé qué habíamos estado haciendo todo el curso con las medidas de protección y las llamadas continuas a la responsabilidad en los centros educativos. ¿Qué estamos criando? ¿Por qué son tan egoístas e insolidarios? En aquel momento no hallé una respuesta, a pesar de escarbar en mi sesera. He observado el comportamiento de cientos de adolescentes a lo largo de nueve meses y tengo que afirmar que las conductas irresponsables han sido las menos. ¿Se han sentido reprimidos todo este tiempo? ¿Necesitan relacionarse y salir y lo han hecho como el corcho de una botella de cava? ¿Quizás se han relajado porque saben que sus mayores ya están vacunados? No entendía nada. Lo reconozco.

 

Pero el verano es benévolo y nos permite momentos de ocio para olvidarnos de casi todo. En una de mis salidas, en casa de un familiar, volví a comprobar que sigue sin reciclar la basura, sin separar los residuos. Se trata de una estrategia de protesta por la imposición de un impuesto municipal por el reciclaje. Esta tasa fue creada durante la última crisis financiera para subsanar la maltrecha recaudación municipal. Lo curioso es que lo gravó una corporación de un color político y se ha mantenido todos estos años a pesar del cambio que se produjo en el ayuntamiento. Sin ir más lejos, en el Ayuntamiento de Madrid se creó la tasa de recogida de basura que no existía sorprendentemente. Es decir, todos los ayuntamientos, independientemente del color político, tuvieron que crear impuestos municipales porque la recaudación cayó en picado debido al fin de la borrachera inmobiliaria de la cual las corporaciones municipales fueron grandes beneficiarias, ¿y responsables?

 

¿Y todo esto qué tiene que ver con el despiporre veraniego de nuestros jóvenes? A mí me brindó la respuesta a la primera pregunta. Muchos de nuestros jóvenes son incapaces de vivir más allá de su realidad más inmediata, sencillamente porque les estamos robando el futuro. Aunque nos parezca mentira, la pandemia pasará; pero el dinosaurio del cambio climático seguirá ahí. Ya hemos tenido bastantes muestras, en forma de catástrofes naturales este verano, de cómo se queja nuestro planeta del maltrato que le infringimos. Es cierto que son necesarios cambios profundos que no dependen de nosotros para frenar o revertir, en la medida de lo posible, los estragos que le causamos a la Tierra. ¿Pero somos capaces de los gestos sencillos que requieren el reciclaje de nuestros residuos? Es algo que debemos hacer por nosotros pero, sobre todo, por nuestros jóvenes, por nuestros hijos y nuestros nietos. Para que sientan que nos importa el planeta que les dejamos, que nos atañe su futuro aunque ya no estemos aquí.

 

Y así, seguí estrujándome el cerebro y me pareció concluir que ocurre lo mismo con otras cuestiones. ¿Por qué se va a preocupar una persona joven de la pensión de miseria que cobran sus mayores, si tiene que asumir una precariedad laboral crónica, con un salario exiguo, que no le permite emanciparse ni mucho menos acceder a una vivienda digna? Quizás, por eso, solo quizás, viven instalados en el presente más inmediato como todos aquellos que sobreviven a un conflicto bélico, porque la suya es una economía de guerra, sin expectativas de futuro.  

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto extraída de la red




domingo, 19 de septiembre de 2021

MARES VERTADERES

Mares vertaderes (Naomi Kawase, 2021) és una història que indaga en les maternitats contemporànies, en el que significa ser mare avui en dia i en les pressions socials i culturals que imposa aquesta condició en les dones, però també en alguns homes. La maternitat és un tema recurrent en la filmografia de Naomi Kawase –Una pastisseria de Tokio (2015) o Aigües tranquil·les (2014)–, però gosaria dir que en el cinema japonès actual. La reflexió al voltant de la filiació parental es plasma en el pes que encara té en una societat tradicional com la japonesa el vincle biològic. Ho hem vist en pel·lícules imprescindibles d’Hirokazu Koreeda –De tal pare, tal fill (2013), La nostra germana petita (2015) i l’aclamada Un assumpte de família (2018)– on qüestiona que el lligam patern-filial haja de ser sanguini per ser vertader. I és que el tema de la família interessa els cineastes nipons: si no, recordem Una família de Tokio (Yôji Yamada, 2013), magnífic remake del clàssic Contes de Tokio (Yasujiro Ozu, 1953).

 

Mares vertaderes conta la història de les mares d’Asako, un nen de cinc anys adoptat. Satako (Hiromi Nagasaku), mare adoptiva, i Kiyokazu són un matrimoni acomodat que no veu culminada la seua relació amb l’arribada d’un fill. El motiu no és un altre que l’azoospèrmia que pateix ell, això és, absència d’esperma en el semen. Ell arriba a oferir-li el divorci com a solució a la seua esterilitat. Hikari (Ayu Makita), mare biològica, queda embarassada en una relació amorosa adolescent i, pel seu avençat estat de gestació i davant la impossibilitat d’interrompre l’embaràs, és obligada per la seua família a donar el nen en adopció a Baby Baton, un programa que dirigeix Hiroko, que també es revela com una altra mare per les joves embarassades (moltes d’elles procedents d’ambients socials molt complicats i degradats) que passen els darrers mesos de gestació en una illa propera a Hiroshima.

 

Mares vertaderes està basada en la novel·la homònima de Mizuki Tsujimura i comença amb la interrupció de la vida quotidiana de Satako, que rep una trucada del col·legi d’Asako. Una companya ha caigut en el pati i afirma que Satako l’ha empès. Satako vol creure el seu fill, que assegura que no l’ha tocada, però l’ombra del dubte turmenta aquesta mare adoptiva que es planteja si potser no coneix realment el seu fill. La narrativa de la història és clàssica. A continuació, comencen una sèrie de flashbacks que ens submergeixen en la història de la parella de pares adoptius i de la mare biològica i que va aprofundint en els motius i els avatars que els condueixen al seu present.

 

Mares vertaderes és un drama, de vegades dur, sempre reflexiu, sobre com les decisions dels pares recauen sobre la vida dels seus fills. Malgrat l’acurada estètica d’aquesta cineasta, no cau en el melodrama i conté les emocions en situacions vitals de difícil gestió. La història es complica quan Hikari, que va abandonar la casa dels seus pares perquè ni la van cuidar ni la van comprendre, crida per telèfon a Satako per reclamar-li quelcom.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

domingo, 12 de septiembre de 2021

MADRES VERDADERAS

Madres verdaderas (Naomi Kawase, 2021) es una historia que indaga en las maternidades contemporáneas, en lo que significa ser madre hoy en día y en las presiones sociales y culturales que impone esta condición a las mujeres, pero también en algunos hombres. La maternidad es un tema recurrente en la filmografía de Naomi Kawase –Una pastelería de Tokyo (2015) o Aguas tranquilas (2014)–, pero me atrevería a decir que en el cine japonés actual. La reflexión en torno a la filiación parental se plasma en el peso que aún tiene en una sociedad tradicional como la japonesa el vínculo biológico. Lo hemos visto en películas imprescindibles de Hirokazu Koreeda –De tal padre, tal hijo (2013), Nuestra hermana pequeña (2015) y la aclamada Un asunto de familia (2018)– donde cuestiona que el ligamen paterno-filial tenga que ser sanguíneo para ser verdadero. Y es que el tema de la familia interesa a los cineastas nipones: si no, recordemos Una familia de Tokyo (Yôji Yamada, 2013), magnífico remake del clásico Cuentos de Tokyo (Yasujiro Ozu, 1953).

 

Madres verdaderas cuenta la historia de las madres de Asako, un niño de cinco años adoptado. Satako (Hiromi Nagasaku), madre adoptiva, y Kiyokazu son un matrimonio acomodado que no ve culminada su relación con la llegada de un hijo. El motivo no es otro que la azoospermia que sufre él, esto es, ausencia de esperma en el semen. Él llega a ofrecerle el divorcio como solución a su esterilidad. Hikari (Ayu Makita), madre biólogica, queda embarazada en una relación amorosa adolescente y, ante su avanzado estado de gestación y la imposibilidad de interrumpir el embarazo, es obligada por su familia a dar el niño en adopción a Baby Baton, un programa que dirige Hiroko, que también se revela como otra madre para las jóvenes embarazadas (muchas de ellas procedentes de ambientes sociales muy complicados y degradados) que pasan los últimos meses de gestación en una isla cercana a Hiroshima.

 

Madres verdaderas está basada en la novela homónima de Mizuki Tsujimura y comienza con la interrupción de la vida cotidiana de Satako, que recibe una llamada de teléfono del colegio de Asako. Una compañera ha caído en el patio y afirma que Satako la ha empujado. Satako quiere creer a su hijo, que asegura que no la ha tocado, pero la sombra de la duda atormenta a esta madre adoptiva que se plantea si quizás no conoce realmente a su hijo. La narrativa de la historia es clásica. A continuación, comienzan una serie de flashbacks que nos sumergen en la historia de la pareja de padres adoptivos y de la madre biológica y que va ahondando en los motivos y los avatares que les llevan a su presente.

 

Madres verdaderas es un drama, a veces duro, siempre reflexivo, sobre cómo las decisiones de los padres recaen sobre la vida de sus hijos. A pesar de la cuidada estética de esta cineasta, no cae en el melodrama y contiene las emociones en situaciones vitales de difícil gestión. La historia se complica cuando Hikari, que abandonó la casa de sus padres que ni la cuidaron ni la entendieron, llama por teléfono a Satako para reclamarle algo.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 5 de septiembre de 2021

CINC HORES AMB LOLA

S’aixeca el teló i una veu en off ens posa en context. La projecció de l’esquela de Mario Díez ompli de significat la sòbria escenografia que s’ensenya: ens imaginem a Mario de cos present en un estudi, envoltat del seus llibres, amb la solitària companyia de la vídua, Carmen Sotillo. Aleshores comença un llarg monòleg d’una bella i incompresa dona en la maduresa, amb el seu marit, mort durant la migdiada, mentre vetlla sola el seu cadàver de nit. A poc a poc es va desvetllant la ferida de les dues Espanyes en els cònjuges, però sempre des del punt de vista d’ella que representa l’Espanya reaccionària dels vencedors. La rèplica masculina la dona també ella. Però Menchu representa molt més que això. Lola Herrera va confessar una vegada que si Carmen visqués avui estaria de la nostra part. No li falta raó. Com més s’endinsa una al text de Delibes més afecte i comprensió sent cap a aquest personatge femení. Sí, he escrit el que volia dir: acabes entenent Carmen Sotillo que és fruit d’un temps històric, d’una ideologia i d’una educació, però també perceps la injusta desigualtat d’oportunitats imperants en l’Espanya nacional-catòlica i les frustracions emocionals i sexuals que aquest context provocava en l’aleshores anomenat sexe dèbil.

 

Miguel Delibes va reconèixer que va haver de tornar a començar l’escriptura de la novel·la quan ja duia cent fulls escrits, perquè no funcionava. Fou llavors quan va decidir matar a Mario. Perquè la dialèctica entre ambdós fos convincent, va resultar que un dels dos havia d’estar mort. Fa pensar, oi que sí? Així Delibes va escriure una de les obres més sòlides de la novel·la experimental dels anys seixanta del segle passat. Tanmateix, Cinc hores amb Mario ha arribat al gran públic mitjançant les tables. Sens dubte, l’adaptació de la novel·la homònima ja és un dels clàssics del nostre teatre contemporani.

 

Soc reticent a les adaptacions de novel·les al teatre. Pense que cada gènere té les seues pròpies convencions i registres i que s’han de respectar. No obstant això, amb aquesta obra he hagut de fer una excepció en ¿quatre o cinc? ocasions. Reconec que he perdut el compte. Fou en el canvi de segle i de mil·lenni, al Teatro Real Cinema (edifici emblemàtic de Madrid que ha estat demolit malgrat datar del 1920), quan vaig poder passar amb Lola els meus primers noranta minuts. Encara que el muntatge protagonitzat per Natalia Millán al 2010 (any del traspàs de Delibes) era un molt digne successor de l’original, és impossible imaginar a Carmen Sotillo amb una altra veu i un altre rostre que no siguen els de Lola Herrera. No sé què opinarà ella, però per aquesta malalta del teatre aquest és el paper de la seua vida. No vaig poder veure el primer muntatge per impossibilitat òbvia de l’edat. Cinc hores amb Mario es va estrenar per primera vegada el 26 de novembre de 1979 al teatre Marquina de Madrid. Sembla que les dificultats per a la seua estrena foren múltiples i que era una obra, feta per debutants, que tenia difícil fugir del fracàs. Així i tot, es va mantenir en escena durant dos lustres. Tenia aleshores Lola Herrera la mateixa edat el que el seu alter ego, Menchu. Fa poc, en una entrevista, vaig escoltar a Lola Herrera afirmar que ella no havia triat la seua carrera, que el seu havia estat un recorregut professional d’una actriu que havia interpretat els papers que altres intèrprets de primer ordre havien rebutjat. Ho afirmava amb alegria i dignitat, agraïda perquè mai no li hagués mancat la feina. ¡Inigualable i inestimable sortera?

 

A l’obra, a partir d’un localisme concret, se’ns parla de la soledat, de la culpa i de la incomunicació, també del sentit de la vida. Aquesta és la vàlua del text i del muntatge: no és sols un significatiu document d’època, sinó que el transcendeix i arriba al públic actual. Amb els lustres, la cabellera rossa de Lola ha anat encanudint fins que ha calgut una perruca castanya. No passa res, perquè aquesta corona el seu cap lúcid que recita el text amb la frescor de fa dècades i el seu cos ja octogenari que segueix movent-se amb destresa per l’escenari. El mateix Delibes ho va afirmar i no cal llevar-li la raó: “A Lola Herrera la faria eterna perquè sempre representés aquesta obra”.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu