domingo, 28 de marzo de 2021

¿POR QUÉ ME VACUNÉ CON ASTRAZENECA?

La respuesta es obvia: porque era la vacuna que me tocaba. Que el acceso a la vacuna sea público y universal y que no podamos elegir la solución que nos administrarán dice mucho de la sociedad democrática e igualitaria que aspiramos a ser. Dicho esto y a pesar de todas las dudas que ha suscitado este suero, lo hice con convicción y mucha alegría. Si queremos que esta pesadilla pandémica acabe pronto, debemos confiar en la Ciencia y en la Medicina. Nuestra capacidad colectiva para mantener una disciplina constante y un criterio coherente por parte de nuestros gobernantes estatales y autonómicos, basado en lo que dicen los expertos y en el consenso, están bastante en entredicho. Puedo entender los miedos y las dudas que algunos manifiestan acerca de las vacunas, en general, y sobre esta, en particular, porque esta pandemia ha puesto en primer plano nuestra fragilidad personal y social. Cuando converso con alguna de estas personas dubitativas, le argumento que cada uno de nuestros días, desde el momento en que nos levantamos, es un acto de confianza en los demás (y mira que no vamos muy sobrados de ella): confianza en quien enseña y en quien cuida de nuestros hijos; confianza en quien nos diagnostica y nos cura; confianza en quien conduce el metro, tren, avión o cualquier medio de locomoción, que nos lleva al trabajo, de vacaciones o a visitar a nuestra seres queridos; confianza en los ingenieros que han diseñado y supervisado las carreteras y obras públicas por las que nos movemos; confianza en los arquitectos que planearon nuestras casas y en aquellos que las construyeron o rehabilitaron. Y es que no nos queda otra: confiar en el buen hacer de otros profesionales, de la misma manera que nos gusta que los demás confíen en nuestro trabajo y dedicación.

 

En relación con los posibles efectos secundarios de las vacunas, sobre todo de AstraZeneca, no nos queda otra que seguir confiando en lo que dicen científicos y sanitarios que son los más capacitados para valorar y evaluar lo que ocurre. Hasta ahora, no se ha demostrado una relación de causa-efecto entre la inyección de la dosis y la aparición de trombos. Hasta ahora, la incidencia de trombos entre los vacunados con AstraZeneca es menor que entre la población general. Es posible que los provoquen y que en el futuro, se pueda demostrar esa relación de causalidad que los humanos inmediatamente buscamos en aquello que nos pasa. Quizás estas dudas se deban a nuestro vértigo existencial de sentirnos criaturas de la casualidad y el azar. Quizás. Hemos de ser conscientes de que nunca antes había estado la lupa sobre un virus, sus tratamientos y su vacunación como ahora. ¿Recuerdan la pandemia del Sida en los años ochenta? Nada que ver. Ese foco mediático debería procurarnos confianza y tranquilidad también, ya que provoca que la información llegue a la ciudadanía (ya sé que también produce desinformación y manipulación, que hay que separar el grano de la cizaña y que no siempre resulta fácil hacerlo) y nos garantiza que los controles sanitarios están funcionando correctamente. 

 

Por último, y no sé si se entenderá mi último argumento: en el caso hipotético de que la vacuna de AstraZeneca provoque esos trombos, aun así, los beneficios colectivos son mucho mayores que los perjuicios. Claro está que se me podrá rebatir que nadie tiene por qué exponer su salud individual por el bien común. Es cierto, pero también lo es que los sanitarios y trabajadores esenciales (personal de supermercados, por ejemplo) de este país lo llevan haciendo desde hace más de un año. Siempre podremos recordarles que es su obligación y que cumplen con su trabajo. Bien, pues por eso me vacuno yo: por responsabilidad personal y solidaridad con mis congéneres. ¿No voy a correr un 0.000006 % de riesgo por los demás? Me vienen a la mente los japoneses que siguieron trabajando en Fukushima en 2011 después del mayor accidente nuclear desde Chernobyl, a pesar de saber que enfermarían y morirían. Luego el mío no es ningún gesto épico. Quizás deberíamos no darnos tanta importancia. Quizás.

 

Me vacunaron por dedicarme a una profesión considerada esencial, antes que a muchos mayores y trabajadores que estuvieron en la calle durante el confinamiento. Cuando veo los datos de vacunación en España, que avanza mucho más lentamente de lo que nos gustaría a todos, no puedo dejar de sentirme una privilegiada. De momento, solo me queda esperar la segunda dosis que será en unas semanas y a que el resto de las personas que me rodean y me importan puedan recibir también la suya. Hasta que el mundo entero, no solo nuestros compatriotas, tengan acceso a la vacunación, no podremos decir que hemos superado el peor avatar histórico que hemos vivido en nuestro periplo existencial. ¡Salud!

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

 


 

domingo, 21 de marzo de 2021

ENTRE NOSOTRAS

Tu vivrai con me

in un’isola fantastica

e un mondo vedrai di lassù

un mondo nascosto nel blu

tutto nuovo per te.

 

 

La terra, la terra, la terra

sarà senza frontiere

la terra, la terra

ci porterà fortuna

la luna, la luna

per noi sarà il domani

se m’ami, se m’ami.

Se verrai con me.

 

Entre nosotras (Filippo Meneghetti, 2019) es un drama romántico y es el debut de su director en el largometraje. La canción italiana Sul mio carro resuena con potencia en las cavidades torácicas del espectador. A partir de ahí, el relato cinematográfico va desmontando uno a uno los pilares que apuntalan el género, a la vez que se vale de ellos para construir una historia que a muchas mujeres nos hubiera gustado ver hace tiempo. No obstante, hay que decir que en el cine español ya se hizo una película que exponía una historia de amor entre dos mujeres mayores: 80 egunean (José María Goenaga y Jon Garaño, 2010)

 

Las protagonistas son dos mujeres: Nina (Barbara Sukova) y Madeleine (Martine Chevallier, actriz de larga trayectoria en el teatro francés) que viven una historia de amor clandestino al margen de la heterosexualidad normativa. Para su entorno, son dos vecinas que comparten rellano y una buena amistad. Su romance dura décadas porque ambas son septuagenarias jubiladas. Más allá del tópico de que el amor no tiene edad, la cinta intenta mostrarnos que todo ser humano está vivo, ama, siente y practica sexo más allá de la edad y el cuerpo que socialmente se consideran estéticos y adecuados. Esta historia de amor maduro no obvia lo erótico, que sí trata con sutileza, ternura y pudor. Entre nosotras permite que nos asomemos a la ventana de la intimidad lésbica de dos señoras que no temen dejar sus pies (y sus cuerpos) desnudos.  

 

Las dos desean vivir su historia con mayor libertad. Nina se muestra decidida a traspasar las barreras sociales necesarias, incluidas las fronteras, para vivir su amor en verdad. “A nadie le importan dos viejas bolleras”. Madeleine, más timorata, sufre por el juicio social al que serán sometidas, especialmente por parte de sus hijos, ante los que no se atreve a confesarse. De esta escena, se desvela la siempre compleja urdimbre de las relaciones familiares entre sus miembros, especialmente con los varones. También aparecen la culpa y la represión autoimpuesta que se muestra incapaz de vencer.

 

La cotidianeidad de estas dos ancianas se ve truncada cuando un problema de salud acaba con sus rutinas ocultas. Ocurre lo inesperado, pero que a todos nos aguarda tarde o temprano. Entonces emerge el temor a perder a la persona amada de una manera abrupta y silenciosa. Se pone de manifiesto en la pantalla la desprotección legal que tantas parejas han vivido a lo largo de la historia por falta de derechos civiles que protegiesen sus uniones y vínculos. Y se palpa la angustia y la impotencia de quien tiene que presenciar, como una espía, cómo su compañera se asoma al abismo de la muerte y la discapacidad. El director y coguionista no ofrece un relato edulcorado y de sublimación del sacrificio; más bien se mantiene en el marco del realismo y constata cómo esta situación límite (o cualquier otra) saca lo mejor y lo peor de nosotros a la vez.

 

Destacan la puesta en escena, casi teatral ya que se desarrolla principalmente en interiores, los dos apartamentos, y la interpretación sobresaliente de las dos actrices protagonistas. Un mérito de la narración es que frustra las expectativas de quien se acerca al cine: desde la inquietante escena inicial donde aparece una niña en un parque abierto, pero sombrío, pasando por algunas evocaciones oníricas al mundo interno de estas dos mujeres, hasta llegar a un final imprevisible que nos invita a seguir el relato nosotros mismos. Eso sí, con esta magnífica banda sonora:

 

Vivirás conmigo

en una isla fantástica

y verás un mundo allá arriba,

un mundo oculto en el azul,

todo nuevo para ti.

 

La tierra, la tierra, la tierra

será sin fronteras,

la tierra, la tierra nos traerá suerte

la luna, la luna para nosotras será mañana,

si me amas, si me amas.

Si vienes conmigo.

 

Begoña Chorques Fuster

 Profesora que escribe
 

 

domingo, 14 de marzo de 2021

LA LLENGUA A TROSSOS

Juan, sempre em demanes que siga sincera en els comentaris de les teues obres, sigues tu o no el director del muntatge. Quede clar que aquesta vegada no em costarà gens ser-ho. Supose que ja saps que La llengua a trossos és un dels teus textos més bonics i poètics, però també complex. Teresa d’Àvila rep en la cuina del convent de San Josep a un Inquisidor que pretén tancar la casa que ella i altres companyes han obert després d’abandonar el de l’Encarnació. “Entre pucheros anda Dios”. Aquesta vegada el que talla la ceba sobre la taula de fusta és l’Inquisidor, no la santa d’Àvila. Ceba, menjar de pobres, com cantava el poeta d’Oriola a les seues Nanas i ganivet, símbol fàl·lic que evidencia qui manté el poder. Queda per demostrar si també l’autoritat. Recorde quan la vaig veure representada per primer cop. Devia ser el 2013, al Fernán Gómez si no em falla la memòria. Vaig quedar fascinada pel text en boca de Clara Sanchís i aquell Inquisidor, Pedro Miguel Martínez. Tu t’estrenaves com a director i jo, com a espectadora, hagués volgut aixecar-me i posar-me enmig d’aquells dos personatges i dir-los: “Espera. Detura’t. Repeteix aquesta frase una altra vegada”. El diàleg entre ells, o el combat dialèctic com l’he sentit anomenar, em reclamava a crits que anés al text. Ho vaig fer aquella vegada i ho he tornat a fer de bell nou ara.  

 

Espere que el muntatge gire i torne als escenaris de Madrid, al Teatre Galileo o a qualsevol altre. A les taules del Galileo, hi vaig gaudir fa anys (aquesta vegada no recorde l’any) d’una posada en escena irrepetible d’El chico de la última fila, tan senzilla com veraç. Vaig pensar que potser et trobaria perquè era el darrer dia de representació. Després vaig entendre bé per què no. Segueix amb La colección anotada sota el braç. ¿Escribirás mientras tu mano pueda sostener la pluma? Sé que com Teresa i l’Inquisidor ens acabarem trobant i serà al teatre o entre llibres, algun dia, serà inclús sense mascaretes, perquè “en libros he encontrado el consuelo que no me dan las gentes. […] El libro es escudo que frena los golpes de los pensamientos”.    

 

“La imaginación es la loca de la casa” i així, com un boig, t’has inventat aquesta trobada entre un home, segur de qui és i de les seus conviccions, i una dona, que dubta a cada pas i que no tracta de convèncer a qui té al davant. Teresa sols pretén mostrar la veritat del seu cor, però és conscient de les limitacions del llenguatge per fer-ho. “La lengua está en pedazos y es solo el amor el que habla”. I aquesta singularitat la converteix en una subversiva, perquè les seues paraules “suenan a utopía, a república de mujeres, a disparates”. Sols poc a poc aniran caient els prejudicis d’ambdós: ell està convençut que està davant d’una amant del teatre que cerca la notorietat i ella potser pensa que es troba enfront d’un dominic que no donarà treva al seu projecte de viure en una comunitat com els primers cristians. Els dos, tan distants físicament al principi, s’equivoquen, es mouen per l’escenari perseguint-se amb els seus arguments per acabar coincidint en el pensament i en el llenguatge, però també en les mirades i en les mans. Aquesta trobada es produeix gràcies a una llum molt propera al teatre de Buero Vallejo.

 

Sabem tu i jo (i també els personatges) que l’hàbit no fa  el monjo, però l’ajuda. En aquest cas, el muntatge col·labora amb el text, l’enlaira des de l’escenari i ens llança les paraules al pati de butaques. Els actors Clara Sanchís i Daniel Albaladejo desapareixen de l’escenari, perquè aquest dos únics personatges omplen l’espai escènic habitat per aquelles dotze cadires blanques, buides, totes diferents que representen les germanes de Teresa, els dotze apòstols, els espectadors, tu i jo, parlant en el text del text. “De lo que no se puede hablar, más vale callar”.  Aleshores tots ens callem perquè prenguen la paraula Teresa i l’Inquisidor.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu