domingo, 26 de diciembre de 2021

ARTURO ARNALTE BARRERA

Qué difícil resulta hablar en pasado de las personas que queremos de verdad cuando se van. Quienes hayan experimentado lo que digo entenderán el alcance de mis palabras. El pasado 14 de diciembre, nuestro amigo Arturo Arnalte perdió la guerra que llevaba luchando desde hacía semanas en la UCI contra este maldito virus que no nos da tregua. Ganó alguna batalla; incluso llegó a despertar y sentarse en la silla, pero una neumonía bilateral acabó con sus pulmones enfermos. Los médicos hicieron todo lo que pudieron. Tuvimos la inmensa suerte de tener una persona conocida y querida trabajando en aquella UCI. Esta casualidad humanizó todo el proceso. Sin embargo, en los últimos días solo nos quedó esperar el fatal desenlace. Ya solo un imposible, que no se produjo, podía habernos devuelto a Arturo.

 

Esa es la tragedia para todos los que le quisimos. Arturo ya no está. Es imposible desprenderse de la sensación de irrealidad que nos embarga cuando pensamos en él. Me lo imagino en su buhardilla luminosa y feliz entre Sol y Callao leyendo, echándose la siesta o escribiendo sobre alguno de los proyectos que tenía en ejecución; o quizás en algún país de Hispanoamérica conviviendo con la comunidad LGTBI para conocer desde el suelo la situación del colectivo en estos países; o si no, recorriendo las iglesias de Castilla buscando representaciones de los negros en la iconografía religiosa. Porque Arturo amaba a los negros. Su interés interracial iba más allá del mero conocimiento historiográfico o artístico; era como si a través de sus investigaciones pretendiese una reparación histórica. Pero, cuando mi imaginación deja de volar, la realidad me suelta un guantazo y me devuelve a la consciencia de que ya no habrá más charlas perezosas y risueñas en el sofá de su salón donde era tan fácil despanzurrarse. En medio del ajetreo de Madrid, a Arturo era muy fácil verlo y quedar con él. Su generosidad llegaba a todas las esquinas de nuestra relación. Creo que fue por eso que acabamos queriéndole tanto y teniéndolo como un afecto de referencia. El suyo era un corazón que latía en el centro mismo de esta ciudad inmensa que acaba atrapándonos a los que venimos de fuera con su acogida. 

 

A nuestra pena se une el desconcierto. Después de haber pasado lo peor de la pandemia, la mala fortuna se ha ensañado con él y su familia de una manera dramática. Es imposible no sentir rabia ante lo que Arturo ha dejado a medias, al pensar todos los momentos que nos quedaban por vivir y todo lo que le quedaba por hacer. Después de una larga carrera profesional como periodista en la que llegó a dirigir las revistas La aventura de la Historia y Descubrir el Arte, Arturo ya disponía de todo su tiempo para dedicarlo a lo que más le gustaba: investigar y escribir sobre la trata africana, la represión de la homosexualidad y la literatura de viajes. Aunque Arturo nos ha dejado un buen puñado de libros (alguno inédito), no me consuela el hecho de que nos queda su obra. Porque todo lo que escribió es solo una pequeña muestra del ser humano curioso, afable, altruista y divertido que era. Odio el pretérito: sigue siendo para los que le conocimos y amamos.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto de María José Mier

 

Obra de Arturo Arnalte Barrera:

 

Los últimos esclavos de Cuba (2001)

Redada de violetas (2003, reeditado en 2020)

Richard Burton, cónsul en la Guinea Española (2005)

La diáspora africana (2006)

Grandes viajeros que cambiaron la Historia (2008)

Delirios de grandeza (2009)

Trásfugas, travestis y traidores (2009)

El derecho a amar (2017, en colaboración con la fotógrafa Isabel Muñoz)

 


 

miércoles, 22 de diciembre de 2021

L'INFERNO IN MOVIMENTO

Que las mudanzas son un infierno, lo sabemos todos. Aunque se cambie a mejor, aunque la casa tenga más espacio, muchísima luz y una buena vista. Tanto es así que hasta una serie de instantáneas se ha merecido en Instagram. También sabemos que los stories están acabando con esa red social de fotografía que tan felices se las prometía. La pandemia, que todo lo ha retrasado, no ha hecho una excepción con la entrega de nuestra casa nueva. Semanas de preparativos no impidieron que casi ningún plazo cuadrara: carpintero, colchonero, muebles del salón, de la habitación… Y es que ya me lo advirtieron: “No te angusties porque nada encajará”. Y razón no le faltó. A pesar de ello, siete meses después de la fecha prevista llegó el día de firmar un nuevo casamiento con el banco y con la pareja. ¡Lo que une una hipoteca! Pero a todo eso iban sumándose un montoncito de obstáculos: un desagüe de la cocina que pierde agua y se carga el mueble, la puerta del salón con un golpe importante… Y así, poco a poco, con una paciencia de mil demonios, fue resolviéndose todo en medio de una pila de exámenes por corregir y de alumnos por evaluar. Pero no pasa nada porque de todo se sale.

 

Con todo, el revoltijo de sentimientos de dejar atrás nuestra antigua casa de casi veinte años. Allá dejamos algún amigo, alguna vecina gritona, alguna perra loca y juguetona, alguna vecina querida que decidió irse de vacaciones antes de que nosotras nos marcháramos. Aunque le habíamos advertido de que estaríamos muy cerca, decidió ausentarse de este mundo con su hija Olvido. Nos quedan los recuerdos, nuestros libros que se vienen con nosotras y el juego de café de Ana María, esperando a que Lola, su otra hija, venga a tomar café y a merendar a la casa nueva. Al final lo importante de las casas son los afectos que haces y, a pesar de todo, allí hemos creado un buen puñado.

 

Todo esto os lo escribo mientras Aroa se va haciendo con la casa, que para ella también es todo nuevo. No ha tenido que aprender a fisgonear por la ventana del comedor. Parece que le gusta, pero como todo ser vivo, necesita rutinas: mordisquear su hueso de juguete, dormir sus siestas, acostumbrarse a los nuevos sonidos y olores… Supongo que para ella lo más importante es estar con sus humanos, los que sabe que la quieren y la cuidan. Pero continúo y acabo con la crónica infernal antes de que despierte.

 

El día M (de Mudanza) fue una locura con furgoneta reparada aquel mismo día y reconocimiento médico para el seguro de vida prescriptivo incluidos. Que no falte ninguna emoción. Pero como no hay mudanza que cien días dure (o sí), al día ciento y uno solo quedaban decenas de cajas de cartón por abrir y colocar. Con paciencia, una caña y un puente de diciembre por delante fuimos abriendo y poniendo en las estanterías, abriendo y colocando en la cocina, abriendo y dejando en los armarios… Y así hasta el infinito y más allá… Pero no, porque llega un día en que las cajas se acaban y ya lo tienes todo puesto en su lugar, más o menos, porque al principio todo parece provisional, y entonces te preguntas ‘¿Y ahora qué?’ después de años de espera y de semanas sin parar, atareadas con todo y estresadas por las gestiones. En este caso, tampoco hubo excepción y también me ofrecieron la respuesta: Ahora a vivir, a disfrutar de la luz a raudales.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto de María José Mier

 


 

domingo, 12 de diciembre de 2021

L'INFERNO IN MOVIMENTO

Que les mudances són un infern, ho sabem tots. Encara que es canvie a millor, encara que la casa tinga més espai, moltíssima llum i una bona vista. Tant és així que s’ha merescut, fins i tot, una sèrie d’instantànies a Instagram. També sabem que els stories estan acabant amb aquella xarxa social de fotografia que se les prometia molt felices. La pandèmia, que tot ho ha retardat, no ha fet una excepció en el lliurament de la nostra casa nova. Setmanes de preparatius no van impedir que gairebé cap termini quadrés: fuster, matalasser, mobles del saló, de l’habitació... I és que ja m’ho van advertir: ‘No t’amoïnes que res t’encaixarà’. I raó no li va faltar. No obstant això, set mesos després de la data prevista va arribar el dia de signar un nou casament amb el banc i la parella. Com uneix una hipoteca! Però a tot això anaven sumant-se un muntonet d’entrebancs: un desguàs de la cuina que perd aigua i es carrega el moble, la porta del saló amb un colp important... I tot plegat, a poc a poc, amb una paciència de mil dimonis, va anar resolent-se enmig d’una pila d’exàmens per corregir i d’alumnes per avaluar. Però no passa res, que de tot s’ix.

 

Amb tot, el remenat de sentiments de deixar enrere la nostra antiga casa de gairebé vint anys. Allà deixem algun amic, alguna veïna cridanera, alguna gossa boja i juganera, alguna veïna estimada que va decidir anar-se’n a fer vacances abans que nosaltres marxàrem. Encara que li havien advertit que seríem molt a prop, va decidir absentar-se d’aquest mon amb la seua filla Olvido. Ens queden els records, els nostres llibres que se’n van amb nosaltres i el joc de cafè de l’Ana Maria, esperant que Lola, la seua filla, vinga a prendre-hi cafè i berenar a la casa nova. A la fi l’important de les cases són els afectes que hi fas i, malgrat tot, n’hi hem fet un bon grapat.

 

Tot això us ho escric mentre Aroa es va fent amb la casa, que per ella també és tot nou. No hi ha hagut d’aprendre a aguaitar pel finestral del menjador. Sembla que li agrada, però com tot ésser viu, necessita rutines: rossegar el seu os de joguet, dormir les seues migdiades, acostumar-se als nous sorolls i olors... Supose que per ella el més important és ser amb els seus humans, els que sap que l’estimen i la cuiden. Però continue i acabe amb la crònica infernal abans que es desperte.

 

El dia M (de Mudança) va ser una bogeria amb furgoneta reparada aquell mateix dia i reconeixement mèdic per l’assegurança de vida prescriptiva inclosos. Que cal que no manque cap emoció. Però com no hi ha mudança que cent dies dure (o sí), al dia cent i un només quedaven desenes de caixes de cartró per obrir i col·locar. Amb paciència, una canya i un pont de desembre per davant vam anar obrint i posant en les prestatgeries, obrint i col·locant a la cuina, obrint i deixant als armaris... I així fins l’infinit i més enllà... Però no, perquè hi ha un dia que les caixes s’acaben i ja ho tens tot posat al seu lloc, més o menys, perquè al principi tot sembla provisional, i aleshores et preguntes ‘I ara què?’ després d’anys d’espera i de setmanes sense parar, atrafegades amb tot i estressades per les gestions. En aquest cas, no hi va haver excepció i també em van donar la resposta: Ara a viure, a gaudir de la llum a dojo.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

Foto de María José Mier

 


 

domingo, 7 de noviembre de 2021

LOS AÑOS DE LA PANDEMIA

Hace ya más de un año y medio que el mundo entero sufre la pandemia del Covid-19. Desde entonces, la vida tal y como la entendíamos hasta marzo de 2020 ha cambiado. Nosotros también hemos cambiado. Hoy aún no sabemos si todo volverá a ser como antes del confinamiento que vivimos en la primavera del año pasado. A lo largo de todos estos meses, la pandemia, las medidas decretadas por nuestros gobiernos, el comportamiento de la ciudadanía, las medidas de protección que debemos usar han llenado nuestras conversaciones cotidianas hasta la saciedad y el aburrimiento y también han alterado nuestros hábitos y forma de vivir. Estamos hartos, cansados, agotados.

 

La pandemia ha ocupado durante meses casi todo el espacio de los informativos y de la programación de los medios de comunicación. En todo este alud de información y diálogos con los amigos, quisiera destacar dos frases que hicieron clic en mi cabeza cuando las escuché. La primera la pronunció Margarita del Val, viróloga e inmunóloga española del CSIC, una de esos científicos profesionales que están dedicándose a la investigación con ahínco desde el anonimato desde hace décadas. Poco días después de que nos confinaran, Del Val utilizó la expresión “los años de la pandemia”. Aquel sintagma nominal, dicho con el tono discreto que caracteriza a esta investigadora, cayó sobre mí como una jarra de realidad fría. Comentaba que con la perspectiva histórica que nos daría el tiempo, cuando esta pesadilla hubiera quedado atrás, hablaríamos de “los años de la pandemia”. Del Val hizo que los ojos de mi consciencia se quedaran como platos. Eso significaba que no iban a ser semanas, tampoco meses, sino años lo que llevaría dejar atrás la pesadilla que está suponiendo el Covid-19 en nuestras vidas. Entonces eché la mirada atrás y con mis ojos miopes, imaginé lo que supuso aquella mal llamada gripe española de los años 20 del siglo pasado. Había que armarse de paciencia.

 

La segunda expresión que hizo clic en mi cabeza me llegó de la boca de un buen amigo. Una vez superado lo más duro del confinamiento, cuando ya habíamos empezado a dar nuestros primeros paseos y los políticos y las redes sociales se peleaban por un nuevo neologismo, la desescalada, conversando por teléfono con Arturo sobre todo lo que estaba pasando la pronunció, con la misma sencillez y contundencia que Margarita. Yo le insistía en la importancia de reactivar la economía, de lo vital que eso era para los sectores sociales más vulnerables que estaban sufriendo el impacto económico de una manera mucho más directa. Sin dejar de reconocerlo, Arturo zanjó la cuestión afirmando que lo primero era sobrevivir, salir vivo de esta. Fue como un bofetón en la cara: no solo para no olvidar a todos los que se habían dejado la vida en aquella mortífera primera ola, sino para advertir que el virus seguía ahí, que la pesadilla de contagios no había acabado aunque entonces la incidencia se encontraba francamente baja.

 

Arturo decía esto porque sufre una enfermedad pulmonar crónica (EPOC) y era muy consciente del grave riesgo que corría su vida si contraía la enfermedad. Así me lo verbalizó en uno de nuestros encuentros de estos meses. Después de transitar por lo peor de la pandemia, después de haberse vacunado él y todos los miembros de su familia, el virus entró en su casa hace tres semanas, en el segundo año de la pandemia. Su anciana madre nonagenaria murió sin que apenas pudieran asistir dos personas a su funeral, hija y nieta de la finada. Arturo solo pudo estar presente a través de una vídeollamada porque ya se encontraba ingresado en el hospital. Ninguno de sus amigos pudimos acompañarlos ni a él ni a su hermana en la despedida de su madre. Desde hace más de quince días, Arturo y el equipo médico de la UCI en la que está ingresado están haciendo lo posible por salvar su vida. Arturo fue sedado e intubado hace una semana. Permanece estable dentro de la extrema gravedad. Sus amigos y su hermana nos agarramos a las paredes de nuestros recursos emocionales, psicológicos, vitales, religiosos para no resbalar y caer en el pozo del desánimo y la desesperanza. Entre todos lo vamos consiguiendo, apoyados en la roca firme y serena que es su hermana, a pesar de los momentos de duda y angustia que en ocasiones nos asaltan.

 

La vida continúa y tenemos que seguir viviendo, he escuchado decir esta semana en mi trabajo en relación con otro asunto. Sé que también es cierto. Arturo es un tío muy vital con ganas de seguir adelante y vivir. Tiene proyectos editoriales y literarios pendientes que acabar y viajes por hacer. Pero la pandemia no ha terminado. Apenas hemos pasado el meridiano del segundo año. Siento ser yo quien derrame la jarra de realidad fría esta vez. Aunque las vacunas han ayudado a normalizar un poco nuestras vidas, debemos recordar que no son efectivas al 100% y no son esterilizantes, esto es, no impiden que nos infectemos. No debemos perder de vista lo primordial de esta pandemia: sobrevivir, hay que salir vivo de esta. Yo confío en la fuerza de Arturo para recuperarse.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto: El primer abrazo de Mads Nissen

Fotografía ganadora del World Press Photo 2021

 


 

domingo, 17 de octubre de 2021

FESTIVAL QLIT 2021

El festival QLit se celebra enguany del 21 al 24 d’octubre al Centre LGTBI de Barcelona. S’hi pot assistir presencialment amb inscripció prèvia i també es podrà veure en directe a través del canal de YouTube de l’AELC.

El festival de literatura queer és el primer festival del nostre àmbit dedicat a la literatura de temàtiques LGBTI, queer i feminista. Quatre dies per aplegar, explorar i explicar la literatura dels cossos dissidents i dels desitjos no normatius, les nostres lletres més lliures.

El programa
Dijous, 21 d'octubre

18 h — Collita 2020-2021. Recomanacions literàries amb els llibreters Josep Vitas (Antinous), Jesús Arpal Moya (La Caníbal), Connie Dagas (Cómplices), Ana Navío (Prole) i Núria Monrós (Pròleg). Modera Helena Meri.
19.30 h — Altres llenguatges, altres mons. Cordegel, d’Edgar Cotes, La llengua dels ocells, de Pere Parramon, Mentre durin les espelmes, de Josep Rodríguez i Ferrer, i Satèl·lits, d’Elisenda Solsona. Modera Ricard Ruiz Garzón.

Divendres, 22 d'octubre
12 h — Poètiques del desig. Recital amb Begoña Chorques i Sebastià Perelló, en format de sessió relaxada (sessions amb normes de soroll i moviment menys estrictes on les persones amb Alzheimer, autisme, dificultats cognitives o famílies amb nadons poden gaudir d’una millor experiència).
18 h — Clàssics: Maria-Mercè Marçal, amb Maria Sevilla, Joe Orton, amb Llàtzer Garcia, Marcel Proust, amb Marina Porras i Llorenç Villalonga, amb Eloy Fernández Porta. Modera Sebastià Portell.
19.30 h — Traduir des del privilegi. Amb Maria Bosom, Denise Duncan i Yannick Garcia. Modera Miriam Hatibi.

Dissabte, 23 d'octubre
11.30 h — Poètiques del desig. Recital amb Begoña Chorques, Sònia Moll i Sebastià Perelló.
12.30 h — Lliurament dels IV Premis Imagina un Amor. Concurs literari de narrativa en llengua catalana de temàtica LGBTI.

13.15 h — Noves veus. Amb Assum Guardiola, Judith Juanhuix i Violeta Richart. Modera Cristina Xifra.
16 h — Trobada amb el programa Lectures en Ruta. Amb Bel Olid, Sebastià Portell i Ricard Ruiz Garzón (activitat destinada als participants de LER).
17.30 h — Homenatge: dies feliços amb Bernat Cormand. Amb Anna Casals, Marina Espasa, Fe Fernández, Marina Llompart, Arianna Squilloni. Modera Jordi Martín Lloret.
19.30 h — Còmic LGBTIQ+ en català. Amb Ian Bermúdez, Març Llinàs, Lyona, Sebas Martín i Lucía de Palau. Modera Marina Vidal.

Diumenge, 24 d'octubre
11.30 h — Contacontes infantil. Amb Nona Umbert.
12.30 h — Lectura de contes per a adults. 20è aniversari de Paper de vidre. Ens en llegiran contes Clàudia Carreras, Carles Rebassa i Sara Serrano.

 



 

domingo, 3 de octubre de 2021

INSOLIDARITAT INTERGENERACIONAL

Fa setmanes, vaig escoltar a les notícies que la solidaritat intergeneracional s’estava trencant. Ho explique un poc millor. Es diu que la solidaritat intergeneracional cerca la cooperació, integració i intercanvi entre persones de diferents generacions. Crec que inclús podríem parlar d’empatia intergeneracional, és a dir, que persones grans siguen capaces de comprendre els problemes dels més joves i que, alhora, aquests s’apropen a tot el que significa anar complint anys, realitat a la qual ells també estan sotmesos encara que no senten que també els passarà el mateix. Així la notícia explicava que cada cop les diferents generacions es troben més allunyades en els seus punts de vista i en la manera d’afrontar distints problemes. No senten que els problemes dels altres es hagen d’afectar. Però, per què està ocorrent això?

 

Em va semblar trobar més d’una causa però, a la fi, vaig concloure que la generació dels adults, o els grans, no estem sabent respondre als desafiaments que el món i els nostres joves han d’encarar. És possible que alguns de vostès arrufe les celles en llegir aquesta darrera oració i no estiga d’acord amb ella. Pensarà, per exemple, en allò ocorregut aquest estiu que vam començar amb una baixa incidència de contagis de Covid-19. Van acabar les classes, van augmentar les interaccions social i l’augment de contagi entre els joves menors de trenta anys (inclosos també els adolescents) es va disparar d’una forma exponencial. Els viatges d’oci a Mallorca i a altres llocs costers sense cap mesura de protecció van donar el cop de gràcia a l’esclat d’una nova onada. Reconec que jo també em vaig plantejar què havíem estat fent durant tot el curs amb les mesures de protecció i les crides continues a la responsabilitat en els centres educatius. Què estem criant? Per què són tan egoistes i insolidaris? En aquell moment no vaig trobar una resposta, encara que vaig furgar al meu cervell. He observat el comportament de centenars d’adolescents al llarg de nou mesos i he d’afirmar que les conductes irresponsables han estat poques. ¿Que s’han sentit reprimits tot aquest temps? ¿Necessiten relacionar-se i eixir i ho han fet com el suro d’una ampolla de cava? ¿Potser s’han relaxat perquè saben que les persones gran ja estan vacunades? No entenia res. Ho reconec.

 

Però l’estiu és benèvol i ens permet moments d’oci per oblidar-nos de gairebé tot. En una de les meues eixides, en casa d’un familiar, vaig comprovar de nou que segueix sense reciclar el fem, sense separar els residus. Es tracta d’una estratègia de protesta per la imposició d’un impost municipal pel reciclatge. Aquesta taxa fou creada durant l’última crisi financera per esmenar la malmesa recaptació municipal. És curiós que ho va gravar una corporació d’un color polític i s’ha mantes tots aquests anys malgrat el canvi que es va produir en l’ajuntament. Sense anar més lluny, a l’Ajuntament de Madrid es va crear la taxi de recollida d’escombraries que no existia sorprenentment. És a dir, tots els ajuntaments, independentment del color polític, van haver de crear impostos municipals perquè la recaptació va caure en picat com a conseqüència de la fi de la borratxera immobiliària de la qual les corporacions municipals foren grans beneficiàries ¿i responsables?

 

¿I tot això que té a veure amb la tabola estiuenca dels nostres joves? A mi em va brindar la resposta a la primera pregunta. Molts dels nostres joves són incapaços de viure més enllà de la realitat més immediata, senzillament perquè els estem robant el futur. Encara que semble mentida, la pandèmia passarà; però el dinosaure del canvi climàtic seguirà ací. Ja hem tingut suficients mostres, en forma de catàstrofes naturals aquests estiu, de com es queixa el nostre planeta del maltractament que li infligim. És cert que són necessaris canvis profunds que no depenen de nosaltres per frenar o revertir, en la mesura del possible, els estralls que li causem a la Terra. ¿Però som capaços dels gests senzills que requereixen el reciclatge dels nostres residus? Ho hem de fer per nosaltres però, sobretot, pels nostres joves, pels nostres fills i els nostres nets. Perquè senten que ens importa el planeta que els deixem, que ens pertoca el seu futur encara que ja no hi estem.

 

I així, vaig seguir rebregant-me el cervell i em va semblar concloure que ocorre el mateix amb altres qüestions. ¿Per què s’ha de preocupar una persona jove de la pensió de misèria que cobren els més grans, si han d’assumir una precarietat laboral crònica, amb un salari exigu, que no li permet emancipar-se ni molt menys accedir a un habitatge digne? Potser, per això, només potser, viuen instal·lats en el present més immediat com tots aquells que viuen a un conflicte bèl·lic, perquè la seua és una economia de guerra, sense expectatives de futur.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 


domingo, 26 de septiembre de 2021

INSOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL

Hace semanas, escuché en las noticias que la solidaridad intergeneracional se estaba quebrando. Explico un poco mejor esto. Se dice que la solidaridad intergeneracional busca la cooperación, integración e intercambio entre personas de diferentes generaciones. Creo que incluso podríamos hablar de empatía intergeneracional, es decir, que personas mayores sean capaces de comprender los problemas de los más jóvenes y que, a su vez, estos se acerquen a todo lo que significa ir cumpliendo años, realidad a la que ellos también están sometidos aunque no la sientan aún como propia. Así la noticia explicaba que cada vez las diferentes generaciones se encuentran más alejadas en sus puntos de vista y en la manera de afrontar distintos problemas. No sienten que los problemas de los otros les tengan que afectar. Pero, ¿por qué está ocurriendo esto?

 

Me pareció encontrar más de una causa pero, al final, concluí que la generación de los adultos, o los mayores, no estamos sabiendo responder a los desafíos que el mundo y nuestros jóvenes tienen que enfrentarse. Es posible que alguno de ustedes frunza el ceño al leer esta última oración y no esté de acuerdo con ella. Pensará, por ejemplo, en lo ocurrido este verano que empezamos con una baja incidencia de contagios de Covid-19. Acabaron las clases, aumentaron las interacciones sociales y el aumento de contagios entre los jóvenes menores de treinta años (incluidos también los adolescentes) se disparó de una forma exponencial. Los viajes de ocio a Mallorca y otros lugares costeros sin ninguna medida de protección dieron la puntilla al estallido de la nueva ola. Reconozco que yo también me planteé qué habíamos estado haciendo todo el curso con las medidas de protección y las llamadas continuas a la responsabilidad en los centros educativos. ¿Qué estamos criando? ¿Por qué son tan egoístas e insolidarios? En aquel momento no hallé una respuesta, a pesar de escarbar en mi sesera. He observado el comportamiento de cientos de adolescentes a lo largo de nueve meses y tengo que afirmar que las conductas irresponsables han sido las menos. ¿Se han sentido reprimidos todo este tiempo? ¿Necesitan relacionarse y salir y lo han hecho como el corcho de una botella de cava? ¿Quizás se han relajado porque saben que sus mayores ya están vacunados? No entendía nada. Lo reconozco.

 

Pero el verano es benévolo y nos permite momentos de ocio para olvidarnos de casi todo. En una de mis salidas, en casa de un familiar, volví a comprobar que sigue sin reciclar la basura, sin separar los residuos. Se trata de una estrategia de protesta por la imposición de un impuesto municipal por el reciclaje. Esta tasa fue creada durante la última crisis financiera para subsanar la maltrecha recaudación municipal. Lo curioso es que lo gravó una corporación de un color político y se ha mantenido todos estos años a pesar del cambio que se produjo en el ayuntamiento. Sin ir más lejos, en el Ayuntamiento de Madrid se creó la tasa de recogida de basura que no existía sorprendentemente. Es decir, todos los ayuntamientos, independientemente del color político, tuvieron que crear impuestos municipales porque la recaudación cayó en picado debido al fin de la borrachera inmobiliaria de la cual las corporaciones municipales fueron grandes beneficiarias, ¿y responsables?

 

¿Y todo esto qué tiene que ver con el despiporre veraniego de nuestros jóvenes? A mí me brindó la respuesta a la primera pregunta. Muchos de nuestros jóvenes son incapaces de vivir más allá de su realidad más inmediata, sencillamente porque les estamos robando el futuro. Aunque nos parezca mentira, la pandemia pasará; pero el dinosaurio del cambio climático seguirá ahí. Ya hemos tenido bastantes muestras, en forma de catástrofes naturales este verano, de cómo se queja nuestro planeta del maltrato que le infringimos. Es cierto que son necesarios cambios profundos que no dependen de nosotros para frenar o revertir, en la medida de lo posible, los estragos que le causamos a la Tierra. ¿Pero somos capaces de los gestos sencillos que requieren el reciclaje de nuestros residuos? Es algo que debemos hacer por nosotros pero, sobre todo, por nuestros jóvenes, por nuestros hijos y nuestros nietos. Para que sientan que nos importa el planeta que les dejamos, que nos atañe su futuro aunque ya no estemos aquí.

 

Y así, seguí estrujándome el cerebro y me pareció concluir que ocurre lo mismo con otras cuestiones. ¿Por qué se va a preocupar una persona joven de la pensión de miseria que cobran sus mayores, si tiene que asumir una precariedad laboral crónica, con un salario exiguo, que no le permite emanciparse ni mucho menos acceder a una vivienda digna? Quizás, por eso, solo quizás, viven instalados en el presente más inmediato como todos aquellos que sobreviven a un conflicto bélico, porque la suya es una economía de guerra, sin expectativas de futuro.  

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto extraída de la red




domingo, 19 de septiembre de 2021

MARES VERTADERES

Mares vertaderes (Naomi Kawase, 2021) és una història que indaga en les maternitats contemporànies, en el que significa ser mare avui en dia i en les pressions socials i culturals que imposa aquesta condició en les dones, però també en alguns homes. La maternitat és un tema recurrent en la filmografia de Naomi Kawase –Una pastisseria de Tokio (2015) o Aigües tranquil·les (2014)–, però gosaria dir que en el cinema japonès actual. La reflexió al voltant de la filiació parental es plasma en el pes que encara té en una societat tradicional com la japonesa el vincle biològic. Ho hem vist en pel·lícules imprescindibles d’Hirokazu Koreeda –De tal pare, tal fill (2013), La nostra germana petita (2015) i l’aclamada Un assumpte de família (2018)– on qüestiona que el lligam patern-filial haja de ser sanguini per ser vertader. I és que el tema de la família interessa els cineastes nipons: si no, recordem Una família de Tokio (Yôji Yamada, 2013), magnífic remake del clàssic Contes de Tokio (Yasujiro Ozu, 1953).

 

Mares vertaderes conta la història de les mares d’Asako, un nen de cinc anys adoptat. Satako (Hiromi Nagasaku), mare adoptiva, i Kiyokazu són un matrimoni acomodat que no veu culminada la seua relació amb l’arribada d’un fill. El motiu no és un altre que l’azoospèrmia que pateix ell, això és, absència d’esperma en el semen. Ell arriba a oferir-li el divorci com a solució a la seua esterilitat. Hikari (Ayu Makita), mare biològica, queda embarassada en una relació amorosa adolescent i, pel seu avençat estat de gestació i davant la impossibilitat d’interrompre l’embaràs, és obligada per la seua família a donar el nen en adopció a Baby Baton, un programa que dirigeix Hiroko, que també es revela com una altra mare per les joves embarassades (moltes d’elles procedents d’ambients socials molt complicats i degradats) que passen els darrers mesos de gestació en una illa propera a Hiroshima.

 

Mares vertaderes està basada en la novel·la homònima de Mizuki Tsujimura i comença amb la interrupció de la vida quotidiana de Satako, que rep una trucada del col·legi d’Asako. Una companya ha caigut en el pati i afirma que Satako l’ha empès. Satako vol creure el seu fill, que assegura que no l’ha tocada, però l’ombra del dubte turmenta aquesta mare adoptiva que es planteja si potser no coneix realment el seu fill. La narrativa de la història és clàssica. A continuació, comencen una sèrie de flashbacks que ens submergeixen en la història de la parella de pares adoptius i de la mare biològica i que va aprofundint en els motius i els avatars que els condueixen al seu present.

 

Mares vertaderes és un drama, de vegades dur, sempre reflexiu, sobre com les decisions dels pares recauen sobre la vida dels seus fills. Malgrat l’acurada estètica d’aquesta cineasta, no cau en el melodrama i conté les emocions en situacions vitals de difícil gestió. La història es complica quan Hikari, que va abandonar la casa dels seus pares perquè ni la van cuidar ni la van comprendre, crida per telèfon a Satako per reclamar-li quelcom.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

domingo, 12 de septiembre de 2021

MADRES VERDADERAS

Madres verdaderas (Naomi Kawase, 2021) es una historia que indaga en las maternidades contemporáneas, en lo que significa ser madre hoy en día y en las presiones sociales y culturales que impone esta condición a las mujeres, pero también en algunos hombres. La maternidad es un tema recurrente en la filmografía de Naomi Kawase –Una pastelería de Tokyo (2015) o Aguas tranquilas (2014)–, pero me atrevería a decir que en el cine japonés actual. La reflexión en torno a la filiación parental se plasma en el peso que aún tiene en una sociedad tradicional como la japonesa el vínculo biológico. Lo hemos visto en películas imprescindibles de Hirokazu Koreeda –De tal padre, tal hijo (2013), Nuestra hermana pequeña (2015) y la aclamada Un asunto de familia (2018)– donde cuestiona que el ligamen paterno-filial tenga que ser sanguíneo para ser verdadero. Y es que el tema de la familia interesa a los cineastas nipones: si no, recordemos Una familia de Tokyo (Yôji Yamada, 2013), magnífico remake del clásico Cuentos de Tokyo (Yasujiro Ozu, 1953).

 

Madres verdaderas cuenta la historia de las madres de Asako, un niño de cinco años adoptado. Satako (Hiromi Nagasaku), madre adoptiva, y Kiyokazu son un matrimonio acomodado que no ve culminada su relación con la llegada de un hijo. El motivo no es otro que la azoospermia que sufre él, esto es, ausencia de esperma en el semen. Él llega a ofrecerle el divorcio como solución a su esterilidad. Hikari (Ayu Makita), madre biólogica, queda embarazada en una relación amorosa adolescente y, ante su avanzado estado de gestación y la imposibilidad de interrumpir el embarazo, es obligada por su familia a dar el niño en adopción a Baby Baton, un programa que dirige Hiroko, que también se revela como otra madre para las jóvenes embarazadas (muchas de ellas procedentes de ambientes sociales muy complicados y degradados) que pasan los últimos meses de gestación en una isla cercana a Hiroshima.

 

Madres verdaderas está basada en la novela homónima de Mizuki Tsujimura y comienza con la interrupción de la vida cotidiana de Satako, que recibe una llamada de teléfono del colegio de Asako. Una compañera ha caído en el patio y afirma que Satako la ha empujado. Satako quiere creer a su hijo, que asegura que no la ha tocado, pero la sombra de la duda atormenta a esta madre adoptiva que se plantea si quizás no conoce realmente a su hijo. La narrativa de la historia es clásica. A continuación, comienzan una serie de flashbacks que nos sumergen en la historia de la pareja de padres adoptivos y de la madre biológica y que va ahondando en los motivos y los avatares que les llevan a su presente.

 

Madres verdaderas es un drama, a veces duro, siempre reflexivo, sobre cómo las decisiones de los padres recaen sobre la vida de sus hijos. A pesar de la cuidada estética de esta cineasta, no cae en el melodrama y contiene las emociones en situaciones vitales de difícil gestión. La historia se complica cuando Hikari, que abandonó la casa de sus padres que ni la cuidaron ni la entendieron, llama por teléfono a Satako para reclamarle algo.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 5 de septiembre de 2021

CINC HORES AMB LOLA

S’aixeca el teló i una veu en off ens posa en context. La projecció de l’esquela de Mario Díez ompli de significat la sòbria escenografia que s’ensenya: ens imaginem a Mario de cos present en un estudi, envoltat del seus llibres, amb la solitària companyia de la vídua, Carmen Sotillo. Aleshores comença un llarg monòleg d’una bella i incompresa dona en la maduresa, amb el seu marit, mort durant la migdiada, mentre vetlla sola el seu cadàver de nit. A poc a poc es va desvetllant la ferida de les dues Espanyes en els cònjuges, però sempre des del punt de vista d’ella que representa l’Espanya reaccionària dels vencedors. La rèplica masculina la dona també ella. Però Menchu representa molt més que això. Lola Herrera va confessar una vegada que si Carmen visqués avui estaria de la nostra part. No li falta raó. Com més s’endinsa una al text de Delibes més afecte i comprensió sent cap a aquest personatge femení. Sí, he escrit el que volia dir: acabes entenent Carmen Sotillo que és fruit d’un temps històric, d’una ideologia i d’una educació, però també perceps la injusta desigualtat d’oportunitats imperants en l’Espanya nacional-catòlica i les frustracions emocionals i sexuals que aquest context provocava en l’aleshores anomenat sexe dèbil.

 

Miguel Delibes va reconèixer que va haver de tornar a començar l’escriptura de la novel·la quan ja duia cent fulls escrits, perquè no funcionava. Fou llavors quan va decidir matar a Mario. Perquè la dialèctica entre ambdós fos convincent, va resultar que un dels dos havia d’estar mort. Fa pensar, oi que sí? Així Delibes va escriure una de les obres més sòlides de la novel·la experimental dels anys seixanta del segle passat. Tanmateix, Cinc hores amb Mario ha arribat al gran públic mitjançant les tables. Sens dubte, l’adaptació de la novel·la homònima ja és un dels clàssics del nostre teatre contemporani.

 

Soc reticent a les adaptacions de novel·les al teatre. Pense que cada gènere té les seues pròpies convencions i registres i que s’han de respectar. No obstant això, amb aquesta obra he hagut de fer una excepció en ¿quatre o cinc? ocasions. Reconec que he perdut el compte. Fou en el canvi de segle i de mil·lenni, al Teatro Real Cinema (edifici emblemàtic de Madrid que ha estat demolit malgrat datar del 1920), quan vaig poder passar amb Lola els meus primers noranta minuts. Encara que el muntatge protagonitzat per Natalia Millán al 2010 (any del traspàs de Delibes) era un molt digne successor de l’original, és impossible imaginar a Carmen Sotillo amb una altra veu i un altre rostre que no siguen els de Lola Herrera. No sé què opinarà ella, però per aquesta malalta del teatre aquest és el paper de la seua vida. No vaig poder veure el primer muntatge per impossibilitat òbvia de l’edat. Cinc hores amb Mario es va estrenar per primera vegada el 26 de novembre de 1979 al teatre Marquina de Madrid. Sembla que les dificultats per a la seua estrena foren múltiples i que era una obra, feta per debutants, que tenia difícil fugir del fracàs. Així i tot, es va mantenir en escena durant dos lustres. Tenia aleshores Lola Herrera la mateixa edat el que el seu alter ego, Menchu. Fa poc, en una entrevista, vaig escoltar a Lola Herrera afirmar que ella no havia triat la seua carrera, que el seu havia estat un recorregut professional d’una actriu que havia interpretat els papers que altres intèrprets de primer ordre havien rebutjat. Ho afirmava amb alegria i dignitat, agraïda perquè mai no li hagués mancat la feina. ¡Inigualable i inestimable sortera?

 

A l’obra, a partir d’un localisme concret, se’ns parla de la soledat, de la culpa i de la incomunicació, també del sentit de la vida. Aquesta és la vàlua del text i del muntatge: no és sols un significatiu document d’època, sinó que el transcendeix i arriba al públic actual. Amb els lustres, la cabellera rossa de Lola ha anat encanudint fins que ha calgut una perruca castanya. No passa res, perquè aquesta corona el seu cap lúcid que recita el text amb la frescor de fa dècades i el seu cos ja octogenari que segueix movent-se amb destresa per l’escenari. El mateix Delibes ho va afirmar i no cal llevar-li la raó: “A Lola Herrera la faria eterna perquè sempre representés aquesta obra”.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

domingo, 29 de agosto de 2021

CINCO HORAS CON LOLA

Se levanta el telón y una voz en off nos pone en contexto. La proyección de la esquela de Mario Díez llena de significado la sobria escenografía que se muestra: nos imaginamos a Mario yacente en un estudio, rodeado de sus libros, con la solitaria compañía de su viuda, Carmen Sotillo. Entonces empieza un largo monólogo de una hermosa e incomprendida mujer en la madurez, con su marido, fallecido durante la siesta, mientras vela sola su cadáver de noche.  Poco a poco se va desvelando la herida de las dos Españas en los cónyuges, pero siempre desde el punto de vista de ella que representa la España reaccionaria de los vencedores. La réplica masculina la da también ella. Pero Menchu representa mucho más que eso. Lola Herrera confesó una vez que si Carmen viviera hoy estaría de parte de nosotras. No le falta razón. Cuanto más se adentra una en el texto de Delibes más afecto y comprensión siente hacia este personaje femenino. Sí, he escrito lo que quería decir: acabas por entender a Carmen Sotillo que es fruto de un tiempo histórico, de una ideología y de una educación, pero también percibes la injusta desigualdad de oportunidades imperantes en la España nacional-católica y las frustraciones emocionales y sexuales que este contexto provocaba en el entonces mal llamado sexo débil.  

 

Miguel Delibes reconoció que tuvo que volver a iniciar la escritura de la novela cuando ya llevaba cien hojas escritas, porque no funcionaba. Fue entonces cuando decidió matar a Mario. Para que la dialéctica entre ambos fuera convincente, resultó que uno de los dos tenía que estar muerto. Da qué pensar, ¿verdad? Así Delibes escribió una de las obras más sólidas de la novela experimental de los años sesenta del siglo pasado. Sin embargo, Cinco horas con Mario ha llegado al gran público a través de las tablas. Sin duda, la adaptación de la novela homónima ya es uno de los clásicos de nuestro teatro contemporáneo.

 

Soy reacia a las adaptaciones de novelas al teatro. Pienso que cada género tiene sus propias convenciones y registros y que hay que respetarlos. Sin embargo, con esta obra he tenido que hacer una excepción en ¿cuatro o cinco? ocasiones. Reconozco que he perdido la cuenta. Fue en el cambio de siglo y de milenio, en el Teatro Real Cinema (edificio emblemático de Madrid que ha sido demolido a pesar de datar de 1920), cuando pude pasar con Lola mis primeros noventa minutos. Aunque el montaje protagonizado por Natalia Millán en torno a 2010 (año del fallecimiento de Delibes) era un muy digno sucesor del original, es imposible imaginar a Carmen Sotillo con otra voz y otro rostro que no sean los de Lola Herrera. No sé qué opinará ella, pero para esta enferma del teatro este es el papel de su vida. No pude ver el primer montaje por imposibilidad obvia de la edad. Cinco horas con Mario se estrenó por primera vez el 26 de noviembre de 1979 en el teatro Marquina de Madrid. Parece ser que las dificultades para su estreno fueron múltiples y que era una obra, hecha por debutantes, que tenía difícil escapar del fracaso. No obstante, se mantuvo en escena durante dos lustros. Tenía entonces Lola Herrera la misma edad que su alter ego, Menchu. Hace poco, en una entrevista, escuché a Lola Herrera afirmar que ella no había elegido su carrera, que el suyo había sido el recorrido profesional de una actriz que había interpretado los papeles que otras intérpretes de primer orden habían rechazado. Lo afirmaba con alegría y dignidad, agradecida de que nunca le haya faltado el trabajo. ¡Inigualable e inestimable segundona?

 

En la obra, a partir de un localismo concreto, se nos habla de la soledad, de la culpa y de la incomunicación, también del sentido de la vida. Ese es el valor del texto y del montaje: no es solo un significativo documento de época, sino que lo trasciende y llega al público actual. Con los lustros, la cabellera rubia de Lola ha ido encaneciendo hasta que se ha hecho necesaria una peluca castaña. No pasa nada, porque esta corona su cabeza lúcida que recita el texto con la frescura de hace décadas y su cuerpo ya octogenario que sigue moviéndose con destreza por el escenario. El propio Delibes lo afirmó y no hay que quitarle la razón: “A Lola Herrera la haría eterna para que siempre representara esta obra”.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe