domingo, 29 de septiembre de 2019

EL CUINER DELS ÚLTIMS DESITJOS

El cuiner dels últims desitjos és l’última pel·lícula de Yôjirô Takita. El protagonista, Misuro Sasaki, és un cuiner de talla mundial que ha perdut la passió per la seua professió. Entre les seues habilitats, hi es troba la possibilitat de cuinar qualsevol plat que haja provat sols una vegada, ja que mai no oblida un sabor. No obstant això, el seu restaurant ha fet fallida per la seua manca d’entusiasme i el seu caràcter extremadament perfeccionista. Quan comença la cinta, Misuro es dedica a cuinar personalment el darrer menjar d’aquells que estiguen disposats a pagar-hi un milió de iens.  

La pel·lícula presenta una fotografia imponent (Yoshinori Oshima) i, un cop més en la filmografia de l’autor, una banda sonora vibrant que acompanya la història d’un mode espectacular, tensant les cordes en els moments adients per aconseguir la nota precisa. La pel·lícula té al seu favor la vistositat de les escenes culinàries, molt més quan es tracta de la cuina del país del Sol naixent, a banda del gust per ritual ancestral de la civilització mil·lenària. Tanmateix, una part de la crítica no ha estat molt indulgent amb ella pel seu enfocament narratiu tradicional, proper a les novel·les realistes vuitcentistes. 

El cuiner Misuro Sasaki s’embarca, per encàrrec, en la cerca del famós receptari que el xef Naotaro Yamagata va elaborar a la dècada de 1930 a Manxúria, la regió xinesa que fou envaïda pels japonesos i que fou el seu protectorat fins les darreries de la Segona Guerra Mundial. El context històric actua com a marc de les traïcions i amors poètics dels quals es nodreix l’argument. Sasaki va desembastant la veritat mitjançant el relat de diferents veus narratives que van viure els fets i que s’acompanyen de dilatats flash-backs per recrear tot el que es conta.

Yôjirô Takita fou conegut internacionalment per l’oscaritzada Acomiadaments (2008). Aquí hi torna a posar sobre la taula dos temes importants en la cultura nipona: la mort i els vincles familiars. La visió oriental de la parca és molt més natural que a Occident i es presenta sempre com el trànsit consubstancial que tots hem de patir algun dia. Sí que s’observa en diferents moments de la trama un detall sorprenent de la cultura de la contenció: personatges que ploren expressant la seua tristesa. Una altra de les qüestions que es va revelant és la vàlua inherent que els japonesos atorguen a la família i als vincles paterno-filials, encara que concedeix un significat rellevant a l’amistat com es veu en situacions importants de l’acció. Tot això fa d’aquesta història quelcom atractiu, però el que desarma a qui va deixant-se seduir per l’ordit d’aquest bell teixit és la revelació de la veritat del protagonista: allò que més anhelem, que moltes vegades experimentem com a mancança, que cerquem amb tossuderia miop es troba davant nostre, o inclús ja dins nostre. Yamagata ho expressa al seu receptari amb una bella metàfora, tan senzilla i tan complexa a la vegada: “El ganivet és el pare. La cassola és la mare. Els ingredients són els amics.”

Begoña Chorques Fuster
Professora que escriu


domingo, 22 de septiembre de 2019

EL FRAUDE DE LA IZQUIERDA

Señores Sánchez e Iglesias, nos han defraudado ustedes profundamente. Han consumado el despropósito temerario de una nueva convocatoria de elecciones generales y lo han hecho teniendo en cuenta única y exclusivamente su interés personal y partidista. Uno ha visto la oportunidad de volver al bipartidismo y noquear a un adversario debilitado; otro busca el poder con obstinación por propia supervivencia. Debería darles vergüenza porque, lejos de retirarse para dar paso a nuevos interlocutores políticos, ahora los ciudadanos tenemos que seguir aguantando sus reproches dialécticos, su infantiloide ‘batalla por el relato’ y su desvergonzado ‘y tú más’.

Su ego hipertrófico nos ha llevado a un callejón sin salida, un cul-de-sac que muchos dudamos que se abra después del 10N: la sentencia del procés, la crisis territorial, la ralentización de la economía, la reforma de las pensiones y la Seguridad Social, la financiación de las CCAA, las leyes progresistas que esperan en el cajón… ¿Les extraña que una parte del territorio se quiera marchar? Los españoles en bloque deberían reivindicar la independencia de sus políticos incompetentes e incapaces. En el mejor de los casos estaremos en una situación similar a la actual; en el peor, los tres partidos de la derecha sumarán y pactarán. Porque no tengan ninguna duda de ello: si PP, Cs y Vox suman, llegarán a un acuerdo para defender los intereses de aquellos a los que representan. Encarnan ustedes el fraude de la izquierda, son el eterno retorno devaluado del cainismo de los partidos de progreso que tanto ha marcado la historia de este país. Se lo recordó el señor Aitor Esteban, un político vasco nacionalista y conservador, en la fallida sesión de investidura, “el cielo se asalta nube a nube.”

Ustedes afirman representar a millones de ciudadanos, pero se pasan sus necesidades y sus expectativas por el forro. Nos han demostrado que les importamos muy poco, nada. Han obrado con la misma sensibilidad social con la que lo hizo el gobierno de Mariano Rajoy cuando aplicaba recortes atroces que afectaban a los sectores más vulnerables de la sociedad. Han actuado movidos por su falo acomplejado que busca aniquilar al enemigo, jugando a un estúpido juego de tronos, aconsejados por gurús de la estrategia política, agazapados en la Moncloa, pensando que son ustedes los garantes del purismo ideológico de izquierdas que puede despreciar la voluntad de millones de personas.

Nos da igual si ustedes se caen bien o no, si no se soportan. Hay necesidades sociales que están a la espera de su ridiculez adolescente. Nos importan un pepino sus doctorados, sus másteres, sus estrategias, su brillantez académica o discursiva porque han demostrado que les falta la más importante de las inteligencias: la emocional. No han sabido leer el momento histórico y social y saber lo que nos jugamos. Se han cargado el deseo de cambio y de pacto que los votantes de izquierdas les encomendaron el 28A, han secuestrado el voto de los ciudadanos y encima nos exigen un rescate. Argumentan que quieren cambiar las vidas de las personas, que pretenden la estabilidad del país. Las suyas sí han cambiado y nos dan la espalda desde un palacio de la Moncloa, desconectado de la realidad cotidiana de los españoles, y desde un acomodado chalet en la sierra desde donde han liquidado las ansias de transformación social del 15M. Y lo hacen con absoluta desfachatez. Para estos lodos, no hacían falta aquellos barros.

Si les parece que soy extremadamente dura en mis aseveraciones, piensen en los enfermos terminales que esperan la aprobación de una ley de eutanasia, en los mayores que esperan sus ayudas a la dependencia, en las personas desempleadas que esperan las políticas activas de empleo (esas que ustedes se disputan), en los trabajadores precarios que esperan una ley laboral más justa, en los pensionistas con bajas pensiones que esperan la derogación del copago farmacéutico, en las personas LGTBI que esperan la aprobación de la ley estatal que garantice sus derechos, en los estudiantes y profesores que esperamos una ley educativa que dé fin a los vaivenes legislativos de los últimos lustros.

Era imprescindible que ustedes dejaran de lado sus animadversiones personales y se pusieran a trabajar, para dar estabilidad y para mejorar (en la medida de lo posible, sin posiciones maximalistas) la vida de todos. Su indignidad política lleva a la incoherencia a los votantes de izquierdas que por responsabilidad (de la que ustedes carecen) debemos ir a votar de nuevo. Aquellos que reconocemos la lucha de nuestros mayores por la democracia nos tragaremos la náusea que su actitud nos provoca y volveremos a depositar la papeleta en la urna. Pero, ¿son conscientes del daño que han hecho a la democracia y a la conciencia política de los jóvenes de este país? Ya pueden ustedes dormir tranquilos.  

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe



domingo, 15 de septiembre de 2019

EL COCINERO DE LOS ÚLTIMOS DESEOS

El cocinero de los últimos deseos es la última película de Yôjirô Takita. El protagonista, Misuro Sasaki, es un cocinero de talla mundial que ha perdido la pasión por su profesión. Entre sus habilidades culinarias, se encuentra la posibilidad de cocinar cualquier plato habiéndolo probado solo una vez, porque jamás olvida un sabor. Sin embargo, su restaurante ha quebrado debido a su falta de entusiasmo y su carácter extremadamente perfeccionista. Cuando empieza la cinta, Misuro se dedica a cocinar personalmente la última comida de aquellos que estén dispuestos a pagar un millón de yenes por ella.

La película goza de una fotografía imponente (Yoshinori Oshima) y, una vez más en la filmografía del autor, de una banda sonora vibrante que acompaña la historia de un modo espectacular, tensando las cuerdas en los momentos idóneos para conseguir la nota certera. La película tiene a su favor la vistosidad de las escenas culinarias, mucho más cuando se trata de la cocina del país del Sol naciente, aparte del gusto por el ritual ancestral de esta civilización milenaria. Sin embargo, una parte de la crítica no ha sido muy indulgente con ella por su enfoque narrativo tradicional, cercano a las novelas realistas decimonónicas.

El cocinero Misuro Sasaki se embarca, por encargo, en la búsqueda del famoso recetario que el chef Naotaro Yamagata elaboró en la década de 1930 en Manchuria, la región china que fue invadida por los japoneses y que fue su protectorado hasta finales de la Segunda Guerra Mundial. El contexto histórico actúa como marco de las traiciones y amores poéticos de que se nutre el argumento. Sasaki irá deshilvanando la verdad a través del relato de distintas voces narrativas que vivieron los hechos y que se acompañan de dilatados flash-backs para recrear todo lo contado.

Yôjirô Takita fue conocido internacionalmente por la oscarizada Despedidas (2008). Aquí vuelve a poner sobre la mesa dos temas importantes en la cultura nipona: la muerte y los vínculos familiares. La visión oriental de la parca es mucho más natural que en Occidente y se presenta siempre como el tránsito consustancial que todos hemos de sufrir algún día. Sí se observa en diferentes momentos de la trama un detalle sorprendente en la cultura de la contención: personajes que lloran expresando su tristeza. Otra de las cuestiones que se va revelando es el valor inherente que los japoneses otorgan a la familia y a los vínculos paterno-filiales, aunque concede un significado relevante a la amistad como se ve en situaciones importantes de la acción. Todo esto hace de esta historia algo atractivo, pero lo que desarma a quien va dejándose seducir por la urdimbre de este bello tejido es la revelación de la verdad del protagonista: aquello que más anhelamos, que muchas veces experimentamos como carencia, que buscamos con tozudez miope se encuentra delante de nosotros, o incluso ya dentro de nosotros mismos. Yamagata lo expresa en su recetario con una hermosa metáfora, tan sencilla y tan compleja a la vez: “El cuchillo es el padre. La cazuela es la madre. Los ingredientes son los amigos.”

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe


domingo, 8 de septiembre de 2019

LA MUJER DE GRIS

“La mujer no tenía ningún atractivo especial. Ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni joven ni vieja. Un personaje gris entre la masa gris. Con un pañuelo al cuello.” Así empieza La mujer de gris (Navona, 2015), primera novela de Anna Maria Villalonga. Lo interpreto como toda una declaración de intenciones: la narrativa de esta profesora barcelonesa pone el foco en aquellos personajes grises que no importan en los grandes relatos, en la Historia en mayúsculas. Y es por eso que la hace más atractiva a aquellos que buscamos los latidos de los que no importan, de aquellos seres anónimos que transitan por nuestras calles y en los cuales nos podemos fijar por un detalle cualquiera, un pañuelo perdido con olor a perfume femenino. Son todos esos personajes en los que podemos convertirnos nosotros mismos.  

He de reconocer que mi principal prejuicio a la hora de encarar la lectura de esta obra fue la narrativa de la propia autora. ¿Por qué? Después de leer La sonrisa de Darwin (Navona, 2018), segunda novela de Villalonga e historia de personajes bien trabada con una prosa solvente, me adentraba en esta trama intrigada, sin saber muy bien qué encontraría. Pues bien, el resultado no defrauda.  El protagonista, uno de ellos, es un personaje anodino, que no sabe qué hacer con su vida, un inadaptado. Se trata de una especie de James Stewart a la busca de una ventana indiscreta que le brinde la oportunidad de fisgonear y salir de sí mismo. Hay que mencionar las referencias cinematográficas y literarias con las que Villalonga rellena los acontecimientos contados con nuevos significados. Hitchcock y sus títulos importantes están presentes, pero también grandes del cine, como Bogart, y de la literatura, como Virginia Woolf y La señora Dalloway, obra que relee Celia.    

Así cobra toda el significado la cita inicial del prólogo de Espejo roto de la propia Mercè Rodoreda. A este hombre que se mira en el espejo no le gusta lo que ve; siente una gran insatisfacción. Se contempla en el espejo con numerosas ocasiones a lo largo de las páginas del libro. Así busca un autorreconocimiento en la imagen que proyecta, quizás un sueño o quizás la cara más profunda y auténtica de la realidad o de uno mismo. La mujer de gris es la narración de un seguimiento por parte de un hombre que, en realidad, se busca a sí mismo, busca una historia que protagonizar, es casi un personaje a la busca de autor (autora, en este caso) como aquellos de Pirandello. Es consciente de que “soy un voyeur y punto. Y, no nos engañemos, el rol de voyeur es un rol inútil. Por definición”. Como lo sabe, se decide a actuar después de años de parálisis vital y se convierte casi en un personaje quijotesco. Mirar se opone a actuar. Mirar es un papel pasivo”. Esto también lo sabe la escritora Villalonga. Hay que mirar, observar la realidad de manera meticulosa para sacar provecho, para analizarla, pero en un momento incierto tiene que coger libreta y bolígrafo, como su personaje, para comenzar a actuar. Así realidad y ficción se convierten en la dos caras de la misma página, dos fotogramas de la misma película, dos fragmentos del mismo espejo. Y en esta persecución vital se involucra la propia autora, sin quererlo (o quizás sí): solo en la medida en que su protagonista alcance su entidad e identidad como protagonista, ella se convertirá en escritora. El juego metaliterario y metavital se desliza entre los párrafos. No hace falta que os diga que ambos consiguen su objetivo.  

Begoña Chorques Fuster 
Profesora que escribe