domingo, 29 de diciembre de 2024

ALEGRÍA

Sería hermoso sentir a cada hora la alegría de vivir, come un assalto di gioia. Tan bello como utópico. Sin embargo, es posible experimentar ese gozo disfrutando del espectáculo Alegría del Cirque du Soleil. Hace dos décadas tuve la fortuna de contemplar un documental de este circo canadiense en l’Hemisfèric de la Ciutat de les Arts de València. Imposible no quedar cautivada con las acrobacias de estos atletas artistas y no desear verlos en directo. Lo excepcional en ocasiones se hace esperar demasiado. 

 

ES-PEC-TA-CU-LAR fue la primera palabra que acudió a mi mente cuando empecé a disfrutar del impresionante montaje Alegría, un día de Navidad dichoso para alguien que tiene más de señor Scrooge que de Rey Mago. BE-LLE-ZA fue la segunda ante las piruetas y saltos inverosímiles de este conjunto de acróbatas que llevan el cuerpo y sus habilidades hasta el límite de la torsión y la sublimidad. Alegría, emoción y placer es lo que se experimenta a lo largo de los cien minutos de diversión que dura el espectáculo en el que las manos no dejaron de sudarme ante la dificultad increíble de cada salto o curvatura.

 

El primer espectáculo de Alegría del Cirque du Soleil con el que cambiaron la visión del circo se estrenó en 1994 y ahora se presenta renovado, Bajo una nueva luz. Es esta su producción más icónica con una banda sonora inconfundible y atemporal para aquellos que hayan tenido la suerte de asistir a una de sus actuaciones. Los acordes de la melodía estarán sonando ya en el desván de tu recuerdo, dilecto lector, y aquellos saltimbanquis volverán a brincar desde tu pecho pirueteando hasta tu nariz come la rabbia di amar. Una puesta en escena impecable, un vestuario estrafalario, colorido y original, un maquillaje emblemático, música y voces en directo y una ejecución impecable y virtuosa de estos artistas atletas convierten aquellos cien minutos en una experiencia memorable para disfrutarla durante cien años.

 

Nada más empezar el viejo bufón del rey, el señor Fleur, saltarín y socarrón, toma el poder pero, junto a él, serán dos payasos –los españoles Pablo Gomis y Pablo Bermejo– los que tejerán un hilo conductor de complicidad, humor, ternura y amistad con los que viviremos incluso una tormenta de nieve magistralmente ejecutada que, sin embargo, no nos helará el corazón. En una lucha por la esperanza y la renovación, acabarán imponiendo su deseo de cambio e inundando de alegría el mundo, o al menos ese universo creado con su magia bajo los confines de la carpa circense. Desde las barras gimnásticas iniciales, que evocan al Vietnamese Bamboo Circus, pasando por el bellísimo número acrobático con la canción que da nombre al espectáculo o el malabarista del fuego que coloca las antorchas encendidas sobre sus pies, hasta los trapecistas que surcan el cielo de la carpa en el número final para llenarnos el pecho de nubes, todo en Alegría conduce al entusiasmo y a la fascinación de sentirse cerca de una BE-LLE-ZA ES-PEC-TA-CU-LAR.   

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

3 comentarios:

  1. Una vez leí que alguien que había ido a un restaurante de 3 estrellas Michelin, y que había sido seducido por la innovación y la imaginación de la alta cocina, decía que debía democratizarse y extender la experiencia a todo el mundo. Desgraciadamente hay una barrera económica, el precio, tanto de los restaurantes de alta gama como del Circo de la estrella que más ilumina, que hace inaccesible estas experiencias para mucha gente. Mientras tanto se puede seguir mirando de manera curiosa para descubrir la belleza en el menú de 10 euros y el circo pequeño. Curiosamente yo estuve ayer en el Price, en su espectáculo navideño, y en una dosis más humilde llegué a la fascinación que comentas, Begoña. Lo tuyo fue un éxtasis, lo mío una modesta alucinación.

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    1. Efectivamente, no es apto para todos los bolsillos. A mí me echaron para atrás durante años los precios de las entradas. Ahora siento no haber ido antes. Democratizar la cultura debería ser una aspiración de los países avanzados. En el contexto actual, parece que no es lo que se pretende sino más bien lo contrario.

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  2. Totalmente de acuerdo, Begoña. Yo mismo he ido dos veces al Circo del Sol y una vez a un restaurante con una estrella Michelin. Y ambas experiencias sensoriales son recomendables para cualquier ojo y paladar. Desgraciadamente un lujo para algunos como yo y un imposible para muchos.

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