domingo, 8 de septiembre de 2024

UNA MADRE DE TOKIO

Yôji Yamada ha filmado noventa películas en casi noventa y tres años. Una madre de Tokio (2023) es la última. Esta se sitúa en la estela de Una familia de Tokio de 2013 (extraordinario remake del clásico Cuentos de Tokio de Yasujirõ Ozu) y de Maravillosa familia de Tokio (2016) y Verano de una familia de Tokio (2017). De nuevo, Yamada vuelve a reflexionar sobre los vínculos familiares tan esenciales en la cultura nipona. 

 

Se trata de una historia que oscila entre la comedia y el drama. Akio Kanzaki (Yo Oizumi) es directivo de una gran empresa de Tokio. Es el jefe del departamento de recursos humanos. Cerca de los cincuenta, lleva veintisiete años trabajando en la misma empresa y atraviesa una profunda crisis personal y profesional. Presenta todos los síntomas del trabajador quemado que ve cómo su vida se hunde en el caos: lleva unos meses separado de su mujer y no se entiende con su hija universitaria a la que apenas ve. Akio está harto de tener que despedir a compañeros y su situación se complica cuando lo tiene que hacer con un amigo. Sumido en el desconcierto, decide visitar a su madre, Fukue (papel interpretado con contención y calidez por la maravillosa actriz Sayuri Yoshinaga), a la que hace tiempo que no frecuenta y se encuentra que esta vive una época de plenitud y felicidad. Dedica su tiempo a aliviar la vida de los sintecho, se reúne con amigas con las que se divierte y colabora y parece tener una nueva ilusión amorosa. La situación de madre e hijo no puede ser más dispar y, sin embargo, irá convergiendo en una serie de encuentros que llevan a un final esperanzador y significativo. Aunque la vida arroja frustraciones y desengaños, es posible y necesario seguir adelante de la mano de aquellos que consideramos verdaderamente importantes. Yamada hace una reflexión interesante sobre la cultura del éxito que nos acecha y presiona en nuestras sociedades supuestamente avanzadas y el choque que se produce entre esta imposición y los valores esenciales. Este es el mensaje universal y reparador que la película ofrece.

 

Asimismo, Yamada aprovecha para tocar temas candentes no solo en la sociedad nipona: el desempleo, el abismo generacional entre padres e hijos, la insatisfacción provocada por una sociedad de bienestar que lo único que provoca es estrés, alienación y desequilibrios mentales. No obstante, la historia no pierde, en ningún momento, su tono de comedia gracias a las intervenciones irónicas de los personajes en unos diálogos ágiles y a sus reacciones impredecibles, alguna vez incluso histriónicas. Porque Una madre de Tokio es una historia de personajes que vamos descubriendo según avanza el devenir de las escenas.

 

Ante todo, Una madre de Tokio es una película japonesa. Más allá de la obviedad, lo que quiero decir con esta afirmación es que refleja de una manera serena, pero sin concesiones, la vida en el Japón actual y cotidiano, por encima del paisaje urbano de Tokio con sus edificios, calles y distritos emblemáticos, como Asakusa y Akihabara. Aunque la Torre de Tokio se erige de forma imponente al inicio de algunas secuencias, la vida transcurre en un vecindario de lo más normal con el río Sumida como testigo y símbolo del fluir del tiempo. Las escenas suceden, en su mayoría, en espacios interiores: la casa-tienda de la madre de un delicadeza sutil y minimalista, la oficina convencional y gris en la que trabajan Akio y su amigo, la izakaya donde se reúnen para hablar de sus problemas y beber como hacen los salarymen japoneses o el apartamento caótico e impersonal en el que se ha instalado Akio. La ambientación, los gestos, la comida, las costumbres y el sake desprenden un japonismo que nos sumergen en esta civilización fascinante.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

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