domingo, 1 de octubre de 2023

EL PORNO DE NUESTROS HIJOS

Los adolescentes tienen un dispositivo móvil propio a la edad media de once años. Antes ya han navegado por Internet muchas veces sin supervisión de un adulto. Además, en demasiados colegios e institutos, se ha implantado el uso de tabletas, conectadas a Internet, que no son más que un móvil con pantalla grande. Por cierto, es humanamente imposible controlar lo que treinta adolescentes están viendo en esas pantallas mientras se ha de impartir clase. Aparte de lo que esta sobreexposición a las pantallas supone para la atención y la concentración de nuestros niños y adolescentes, indicaré solo algunos datos rastreados en la red. 

 

Casi siete de cada diez adolescentes consumen pornografía. El primer acercamiento a estos contenidos suele ser accidental y se produce entre los nueve y los once años. Según pasa el tiempo, para los jóvenes, el porno se convierte en el principal referente del comportamiento afectivo-sexual en una relación. El consumo es porcentualmente mayor en los chicos (80%) frente a las chicas (40%). Puede parecer obvio pero el consumo excesivo de este material tiene efectos distorsionadores en la psique de nuestros jóvenes.

 

La industria pornográfica se comporta como una droga, porque tiene un efecto adictivo debido a la cantidad de dopamina que genera este placer. No se trata de un placer provocado por el instinto de supervivencia de la especie humana que tiene el sexo real. La repetición de la conducta conlleva que la persona pierda la capacidad de controlar sus propias sensaciones y voluntad. Pensemos que se trata de menores en pleno desarrollo psico-afectivo y en crecimiento, no de adultos.

 

Parece ser que cuando un adolescente desarrolla una adicción a la pornografía, el cerebro cambia su estructura química. La expresión de esta dependencia se traduce en síntomas de ansiedad, estrés, dificultad para concentrarse en determinadas tareas, temor a tomar decisiones, apatía, menos ganas de socializar, depresión, cambios rápidos de humor sin razón aparente. Al estar expuestos desde una edad tan temprana a estos contenidos, los adolescentes generan una idea equivocada de las relaciones sexuales. En muchos casos, se trata de su primer acercamiento hacia un acto sexual previa a la propia experiencia y con esto convierten lo que ven en la pantalla en una conducta sexual estándar o normalizada.

 

Con la costumbre, visualizan contenidos pornográficos cada vez más peligrosos y nocivos, alcanzando niveles alarmantes. Cuanto más se altera el circuito de recompensa, se buscan comportamientos más extremos, algunos de ellos delictivos como violaciones en grupo. Los adolescentes que consumen estos vídeos con asiduidad los consideran normales y pueden llegar a adquirir conductas de riesgo.

 

Los datos estadísticos son preocupantes: según la Fundación Barrié, el 25% de los adolescentes de entre 12 y 14 años consume páginas en Internet de contenido pornográfico. Este porcentaje sube al 50% en la franja de edad que va de los 14 a los 16 años y asciende al 65% entre los de 16 a 18 años. El 58% ha contactado con desconocidos a través de Internet. El 18% de las chicas han sido presionadas para que enviasen fotos o vídeos sexuales (el llamado sexting).

 

La solución es compleja, pero requiere de una actuación urgente: es imprescindible que los progenitores se sienten a hablar con sus hijos de sexo, de Internet y que en la conversación se hable del porno abiertamente. Si tienen hijos adolescentes, ya van tarde. Los niños y adolescentes necesitan que los adultos los protejamos y les pongamos límites en su acceso a Internet. Requieren que estemos con ellos. Es fundamental que en los centros educativos haya más programas de educación psico-sexual y que no se censuren estos contenidos. Son necesarios, además, planes de mediación en conflictos en los institutos que prevengan los casos de acoso y que mejoren la convivencia escolar. Pero, los profesores también necesitamos que se vuelva a confiar en nuestro labor y que se nos den unas condiciones de trabajo (ratios de alumnos aceptables y menos horas lectivas) con las que podamos observar, escuchar y atender a nuestro alumnado (sus hijos) con la calma que se merecen. Ya vamos tarde.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 



4 comentarios:

  1. Lo primero es felicitarte por el premio literario de narrativa "Ciutat de Sagunt" que con muy buen criterio te han otorgado. Te lo mereces porque da gusto leerte.
    Lo segundo es lo acertado del tema que nos traes hoy: la facilidad del acceso a la pornografía de nuestros adolescentes. Ya vamos tarde en la gestión del asunto. Esperemos que no se demore demasiado.
    ¡Enhorabuena!

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    1. ¡Muchas gracias, viejo rockero! Los adolescentes (nuestros alumnos) necesitan unos límites claros y unos adultos que puedan ser sus referentes. Ya veremos.

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  2. Un artículo sobre un tema preocupante y delicado. Es muy cierto que la tendencia y los datos apuntan hacia violencias sexuales cada vez más frecuentes entre adolescentes. El machismo que demuestran muchos jóvenes no puede entenderse sin la influencia de las páginas que consumen en Internet. La solución pasa por las familias, como tú apuntas, y por los centros educativos. Esto implica a los docentes, pero deberían tener las herramientas y el tiempo para prevenir, detectar y ayudar. Muy difícil 😕

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    1. Efectivamente, los docentes deberíamos tener las herramientas y los medios. Ahora mismo, con la carga de trabajo que asumimos es inviable e imposible. Y todo lo demás es hacer brindis al sol y palabrería vacía de político mentiroso.

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