domingo, 27 de enero de 2019

TAMARA DE LEMPICKA. REINA DEL ART DÉCO.

Las exposiciones dedicadas a artistas mujeres se abren camino tímidamente. En Madrid han coincidido la muestra retrospectiva del Reina Sofía dedicada a Dorothea Tanning y sus esculturas blandas y la exhibición que se puede visitar en el Palacio de Gaviria hasta el 24 de febrero de 2019. En el corazón de la Villa, junto a la Puerta del Sol, se encuentra el Palacio de Gaviria (calle Arenal, 9), un edificio de mediados del siglo XIX ideado por el arquitecto Aníbal Álvarez. Desde hace un tiempo, este emblemático inmueble, que pasa desapercibido en medio del trasiego de los transeúntes, alberga exposiciones ciertamente interesantes, no aptas para todos los bolsillos.

Recorrer las diez salas que plantean la retrospectiva integral de la obra de Tamara de Lempicka fue un buen regalo de Reyes, o de Reinas, más bien. La subida por la escalera principal supone la primera muestra de la singularidad del palacio. Una artista de la talla de Tamara de Lempicka se merece que su obra sea expuesta en un edificio que ostenta su misma elegancia. En seguida se penetra en el universo Lempicka de la mano de la comisaria, especialista y estudiosa de la obra de la artista, Gioia Mori. La exposición se organiza en diez salas temáticas que recorren su periplo vital y artístico. Pronto te das cuenta de que la modernidad de esta polaca va más allá de su obra y que impregna su biografía entera. Rompió moldes y tuvo la habilidad de saber moverse en un mundo reservado a los hombres.

El París del periodo de entreguerras fue un lugar fundamental para Tamara donde aprendió y se desarrolló como artista en libertad. La casa de la rue Méchain 7 es el modelo de la sofisticación y la búsqueda de la belleza de esta artista. Su relación con la moda y con personajes históricos importantes de la época a los que retrató nos ofrecen una idea de las concomitancias entre la exploración hacia un estilo propio y la frivolidad que le ofrecía el bienestar económico, sobre todo, a partir de su segundo matrimonio con el barón Kuffner.

Las amazonas era el nombre con el que se denominaba a las mujeres homosexuales a principios del siglo XX. Tamara nunca escondió sus amores femeninos. Era una época en que la liviandad llevaba a una incipiente desinhibición. Eran los felices 20 y la aparente abundancia material dejó paso a una apertura, también aparente, en las costumbres sexuales. Digo aparente porque Tamara de Lempicka se casó dos veces y, gracias a la desahogada situación económica que le proporcionaron sus segundas nupcias, pudo dedicarse al arte. Tuvo que cumplir con ciertos cánones sociales para conquistar su libertad artística. En cualquier caso, los desnudos femeninos, aparte de mostrar su evolución pictórica, presentan el cuerpo femenino como una figura deseada y deseante por otra mujer. Es aquí donde reside su modernidad transgresora que la convierte en una precursora. El amor por algunas mujeres dieron lugar a sus mejores obras: Retrato de Madam Sa Tristesse (1923). La hermosa Rafaela (1927) o Las muchachas jóvenes (1930). Todos ellas son un canto a los sentidos y un estímulo para la imaginación de quien observa, casi como una voyeur.  

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el diario digital 'Ágora Alcorcón'




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