domingo, 18 de febrero de 2024

BURRO

Burro, dicho también, borrico, jumento, pollino, rozno, rucho, rucio, onagro, garañón. Referido también de la persona bruta e incivil: bruto, torpe, zafio, rudo, indelicado, tosco, ordinario, necio, tonto, imbécil, idiota, ignorante, inculto, zote, zopenco, zoquete, acémila, adoquín, boludo, adundado, tosco, ordinario. ¡Pues empezamos bien! “El asno es valiente y terco, pero no tonto”. Ah, bueno… En una finca vacía, un burro atado a una estaca le cuenta su vida a su sombra mientras se acerca un incendio. Comienza así un viaje tragicómico y poético a través de los grandes textos clásicos que tienen al asno como protagonista y que analizan la relación entre el ser humano y este animal.

 

Álvaro Tato escribe este bello texto que dirige con acierto Yayo Cáceres, autor de la música del espectáculo. Encontramos a Carlos Hipólito, que acepta el reto, se convierte en un insólito burro y nos deleita y entretiene con este monólogo. Sin embargo, no está solo en escena; le acompañan Fran García, Manuel Lavandera e Iballa Rodríguez (voces, percusión y flauta) que se encargan de la música en directo, con una sencilla e imaginativa escenografía. Este borrico sin nombre, de seis mil años de edad, hace un recorrido por su nacimiento y orígenes (como si de un pícaro se tratase), por sus aventuras y desventuras a lo largo de la Grecia y Roma clásicas con escenas y fragmentos de las fábulas de Esopo y de El asno de oro de Apuleyo, por la Edad Media festiva y carnavalesca con la Misa del asno y Testamento del asno (anónimo) o la Disputa del asno de fray Anselmo de Turmeda, por el Siglo de Oro con Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes o El sueño de una noche de verano de Shakespeare, la Ilustración con La Burromaquia de Álvarez de Toledo y la Modernidad con Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Después de recordarnos al rucio compañero de Sancho Panza que trotaba junto al flaco Rocinante, Carlos Hipólito se va haciendo “peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”.

 

Mientras se acerca el fuego, con unas alpacas de paja amontonadas, un viejo muro al fondo y la sombra del pollino reflejada, nuestro burro se va encarnando en todos ellos y va hilando un monólogo ingenioso, sensible y poético reivindicando su papel junto al ser humano y denunciando el denostado trato y menosprecio que ha sufrido a través de los siglos, en su periplo por la historia de la humanidad. Sin embargo, con sus rebuznos de pánico y ternura, nuestro jumento nos irradia el afecto y la lealtad que siente hacia los humanos, sentimientos que nosotros mismos no somos capaces de experimentar hacia nuestros congéneres en demasiadas ocasiones. De anécdota en anécdota, este cuadrúpedo muestra más bondad e indulgencia con el homo sapiens que con las que es correspondido y retrata los abusos de los que ha sido víctima. Porque entre el hombre y el asno, ¿quién es la bestia?

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 


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