domingo, 8 de enero de 2023

LAS MUJERES AFGANAS YA ESTABAN SOLAS

No sé si ustedes se acordarán de dónde estaban y qué hicieron el 15 de agosto de 2021. Es el día de la Virgen de Agosto cuando la práctica totalidad de los pueblos están de fiesta. La gente aprovecha para reencontrarse con amigos y seres queridos. Yo estaba en Menorca de vacaciones, sintiendo que la normalidad recobrada entraba por mis poros como el sol y la sal. Pasamos la tarde en la magnífica playa de Binigaus, después de empezar el día subiendo al monte Toro para contemplar la isla y visitando pueblos del interior como Es Migjorn Gran. La vuelta fue tranquila. Cuando llegamos a nuestro apartamento, consulté como una rutina las principales noticias del día. El presidente afgano Ashraf Ghani había abandonado el país, porque los talibanes habían entrado en Kabul. 

 

Días después fuimos viendo en nuestras televisiones imágenes estremecedoras de afganos intentando huir del país, de una multitud impotente que se arremolinaba en los alrededores del aeropuerto de Kabul. El discurso del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, justificando aquella decisión sonaba hueco y absurdo. La chapuza de la ocupación de este país indómito durante dos décadas era una evidencia que causaba estruendo. A lo largo de las semanas, analistas internacionales y miembros de ONGs fueron demostrando que la reconstrucción de Afganistán no había sido sino una oportunidad para que advenedizos corruptos hicieran el agosto (nunca mejor dicho) durante años.

 

Pronto llegaron a mi móvil mensajes de una corriente de solidaridad con las mujeres afganas. Los grandes logros (para nosotras quizás insuficientes) que habían conquistado corrían serio peligro, como muchas de sus vidas: acceso de las mujeres a la escuela, presencia de mujeres en la universidad, mujeres ejerciendo profesiones como la judicatura, el periodismo, la política. Mujeres convirtiéndose al fin en sujetos activos de la sociedad a la que pertenecen. “Las mujeres afganas no estáis solas”, clamábamos en un grito sordo en Internet. Los lemas y los mensajes de apoyo inundaban las redes sociales. Incluso se propuso algún gesto simbólico de encendido de velas a una hora vespertina. Todos nos sentíamos más empáticos. ¿De verdad que sí? Las mujeres afganas ya estaban solas y todos lo sabíamos.

 

Semanas después, los talibanes lanzaron el mensaje tranquilizador al mundo de que respetarían la libertad limitada de las mujeres. También sabíamos que mentían pero seguimos compartiendo en Facebook imágenes de aliento. Con el discurrir de los meses, el foco mediático se fue desplazando poco a poco hasta que Afganistán desapareció de los informativos. Primero, dejó de abrir el Telediario; después, fue perdiendo minutos, hasta que se esfumó de nuestro día a día. De vez en cuanto vuelve una ráfaga informativa de lo que allí está sucediendo, pero sencillamente parece que allí no hay ningún interés económico ni importa lo que pueda pasar.

 

A las mujeres afganas ya se las priva de la educación secundaria y universitaria, solo tienen acceso a trabajos relacionados con la sanidad o la educación. Están obligadas a ir acompañadas de un hombre de su familia en todos sus desplazamientos, excepto en los cortos. Tienen que cubrirse la cara en la calle. A veces se les imponen castigos físicos brutales en público si se considera oportuno. Friba Quraishi, jueza afgana exiliada, lo ha dicho bien claro: “Las mujeres de Afganistán son fuertes, pero el mundo las ha abandonado”.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Obra de la artista afgana Shamsia Hassani

 


 

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