Si es posible captar la belleza de la muerte, sin duda Olatz Vázquez lo ha logrado. El 9 de junio de 2020, Olatz Vázquez, una joven periodista y fotógrafa vizcaína de veintiséis años, recibía la peor de las noticias: sufría un cáncer gástrico con metástasis. A partir de aquel momento, Olatz empezó a narrar y documentar gráficamente el proceso de su enfermedad. Lo hizo a través de la fotografía, lenguaje que domina, y nos lo hizo llegar a través de las redes sociales, hasta el 19 de agosto del año pasado en que publicaba la última imagen acompañada de un texto lleno de cruda y frágil humanidad. Olatz murió el 3 de septiembre de 2021 a los veintisiete años.
Peor que la propia enfermedad y su tratamiento, fue sentirse abandonada hasta que llegó el diagnóstico que se retrasó hasta un año y medio después de consultas y pruebas erráticas. “Jamás pensé que diría esto, pero tengo cáncer. Cáncer de estómago. Todavía me cuesta escribirlo, más leerlo, pero sé que es parte del proceso: la aceptación y la normalización de vivir con una enfermedad grave". Así verbalizó Olatz Vázquez el anuncio fatal en una red social. La Covid-19 y el colapso sanitario fueron decisivos en el retraso del dictamen ya que, como todos sabemos, el diagnóstico precoz es determinante para la cura de esta dura enfermedad. Se calcula que unas cincuenta y cinco mil personas iniciaron su tratamiento de cáncer tarde como consecuencia de la pandemia. También quiso denunciar esto.
"No quiero dejar de hacer lo que me gusta, ni ocultar por aquí esta realidad que me ha tocado vivir y de la que estoy segura que aprenderé mucho. Todo va a ir bien. Seguimos". Olatz utilizó la fotografía para afrontar su enfermedad y volcar sus miedos y tristeza. También trabajó junto a su psicóloga los tres sentimientos negativos que la abordaron junto al cáncer: miedo, culpa y envidia. A través de sus fotografías, nos puso frente al proceso por el que pasa una persona a la que le diagnostican un tumor. Olatz dio visibilidad a la cotidianeidad de las visitas frecuentes al hospital, a las sesiones de quimioterapia y a sus efectos secundarios, a la pérdida de cabello, a sus temores y también al amor de su compañero. Lo hizo con la peculiaridad de su mirada íntima, humana y delicada, pero también con la crudeza de la realidad que estaba viviendo. Aunque es imposible perder el miedo a la enfermedad, llegó a afirmar que “se puede ser feliz teniendo cáncer”, porque el hospital “no es un lugar horrible, sino un sitio con luz, con personas que sonríen, que te hablan y que te cuentan”.
Con sus fotografías, documentó y normalizó una enfermedad terrible. Buscó referentes fotográficos que la hubiesen fotografiado, “pero no encontré la visión del enfermo; siempre eran familiares, parejas, desconocidos. Me pareció interesante a nivel artístico reflejar el cáncer desde el punto de vista del paciente". Olatz se inició en la fotografía de forma autodidacta. El valor de sus instantáneas no radica en cuestiones técnicas, sino en la sensibilidad y en la firmeza de su mirada, también en su valentía y en su personalidad única. Su legado artístico y su denuncia social merecen perdurar.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Última imagen de Olatz Vázquez publicada en Instagram
Gracias por este artículo tan humano. Desconocía el trabajo de Olatz y he podido ver algunas de las fotografías a las que haces referencia. Un ejemplo de entereza y valentía que te hacen ver a la vez la vulnerabilidad y la grandeza de las personas. Estamos de paso, dejemos algo que perdure.
ResponderEliminarSomos fruto de temporada, efectivamente. La serenidad de esta mujer era impresionante y sus fotografías merecen perdurar. En noviembre sale a la venta un libro con fotografías suyas.
Eliminar