domingo, 20 de diciembre de 2020

LA BUENA MUERTE

Muchos lo sabrán ya: buena muerte es el significado etimológico de la palabra eutanasia. Permítanme que diga a los más jóvenes que este término procede de dos palabras griegas: eu cuyo significado es bien, bueno y thanatos que significa muerte. También conocerán la noticia más importante de la semana en España: el pasado jueves, el Congreso de los Diputados aprobó por una amplia mayoría la ley que regula la eutanasia y el suicidio asistido. Se trata de un hecho histórico que probablemente no ha tenido la suficiente repercusión mediática debido al revuelo pandémico en que estamos sumidos. Digo histórico porque España se convierte en el sexto país en aprobarla y el tercero del mundo en regular eutanasia y suicidio asistido, después de Bélgica y Holanda. En Luxemburgo, Canadá y Colombia es legal la eutanasia y el suicidio asistido está despenalizado en Suiza, Alemania, Japón y algunos estados de EEUU y uno de Australia. 

 

Esta ley llega tarde para muchas personas que han sufrido una muerte lacerante y una agonía interminable sin querer vivirla. María José Carrasco, Maribel Tallaetxe, José Antonio Arrabal o Ramón Sampedro son solo la punta del iceberg visible de este dolor vivido en la intimidad de la enfermedad y del hogar de tantos enfermos que reclamaban el derecho a decidir sobre su propia muerte en una situación límite de enfermedad y sufrimiento. Gracias a ellos, esta reivindicación histórica ha vuelto a los medios de comunicación de forma recurrente hasta lograr su aprobación por una amplia mayoría. Y es que esta vez podemos decir que todos esos votos afirmativos (198) son el reflejo de un amplio consenso social (alrededor del 80 %) que venía reclamando la regulación del final de nuestro viaje por la vida. Me atrevería a ir más lejos y afirmar que, a pesar de los tiempos de polarización en que estamos instalados, este asunto, tan vital e inexorable, ponía de acuerdo a personas de diferentes ideologías y creencias (incluidos algunos cristianos y conservadores). El motivo es sencillo y primario: a todos nos espera el mismo final y tener la posibilidad de decidir cómo deseamos que sea ante una enfermedad grave e incurable que nos aboque a unos dolores insoportables preserva nuestra libertad y dignidad.  

 

Solo los partidos políticos con una clara filiación católica votaron en contra. Y es lógico y razonable que lo hagan desde sus creencias religiosas cristianas, aunque deberían reflexionar acerca de que no es una ley de obligado cumplimiento, como tampoco lo fue la del divorcio, la del aborto o la del matrimonio homosexual. Todas estas leyes regulan libertades individuales, el derecho a decidir cómo y con quién quiere uno vivir o no y no buscan imposiciones, solo respetar la libertad de conciencia y garantizar la capacidad de decisión personal. Por eso mismo, todo enfermo tiene derecho a la mejor asistencia sanitaria y cuidados paliativos el tiempo que dure su dolencia. Ni es indigno sufrir estoica o cristianamente una enfermedad incurable hasta el final, si es una decisión de la persona, ni esta ley instaura la cultura de la muerte y busca liquidar a nuestros mayores. No es un activismo a favor de la muerte, sino por la vida que no desea un sufrimiento intolerable. Se trata de humanizar la muerte.

 

Era fundamental que esta ley ofreciera garantías a los enfermos y a los profesionales. Que la persona que ha de tomar la decisión deba reafirmarse en ella hasta en cuatro ocasiones a lo largo del proceso, que reciba el acompañamiento de médicos especialistas que pueden informarle y asesorarle en todo momento de su estado y evolución, que no sea un proceso irrevocable y que la persona pueda retractarse preservan la independencia y la libertad de la decisión. Así debe ser también en su aplicación. De la misma manera, era primordial que se regulase el derecho a la objeción de conciencia de los sanitarios que no deseen participar por sus creencias. Se trata de una cuestión lo suficientemente sensible y crucial para no ser impuesta a ningún profesional.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Imagen de Raúl Arias

 


 

6 comentarios:

  1. Me parece una reflexión de lo más acertada. La suscribo al 100%.

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  2. Gracias, Marta, por tus amables palabras.

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  3. Gracias Begoña. También lo suscribo al 100%

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  4. Humanizar la muerte, poder poner el punto final al relato propio cuando la enfermedad hace que la vida ya no sea vida, pero desde la libertad. No basta con una ley: también se necesitan muchos artículos como este.

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