El doctor Fernando Simón está en el
punto de mira de los medios de comunicación y de la opinión pública. Ha sido el
rostro más visible de la pandemia ya que ha entrado cada día en nuestros
hogares para informarnos de cómo iba todo ahí afuera mientras nosotros
estábamos confinados en casa. Se le han dedicado numerosos artículos
periodísticos – alguno haciéndole paradigma de una nueva masculinidad – y se le
ha puesto en el centro de la diana de las críticas, por la mascarilla que llevó
puesta en el funeral de Estado e incluso por sus vacaciones familiares en
Portugal, entre otros asuntos. Nos ha interesado si come almendras o no y ya
podemos comprar en la red camisetas y otros accesorios con su rostro. No me
aventuro si afirmo que Fernando Simón es ya un icono social para muchos y una
figura despreciada para otros.
Fernando Simón es un epidemiólogo con una
dilatada carrera profesional como médico. Es funcionario de carrera del Estado desde
2006. Hace semanas leí un artículo de prensa en el que se pretendía menoscabar
su mérito porque obtuvo solo el quinto puesto de las 18 plazas que se ofertaban
en su oposición. Obviamente quien escribió aquellas líneas poco o nada sabe de
un proceso de oposición, del esfuerzo y la disciplina que conlleva su
preparación y de que en una carrera de fondo como esa, con tan pocas plazas, el
hecho de obtener una (incluida la última) resulta sumamente meritorio y digno
de todos los respetos. ¡Qué fácil resulta desprestigiar y devaluar el trabajo
ajeno en este país!
Pero más allá de su condición de empleado
público, Fernando Simón es un profesional de la medicina con tres décadas de
experiencia en el ejercicio de su profesión. Este es el mayor logro y éxito de
Fernando Simón y de todos los Fernandos Simones que trabajan con dedicación y
rigor en sus carreras. Son Fernandos Simones que no salen en los
medios y sobre los que no se pone el foco porque no hacen ruido, pero que con
su trabajo hacen que este país avance y sea algo más decente. Muchos de ellos
están dispuestos a jugarse incluso su salud en el desempeño de su trabajo.
Ha llamado la atención que después de
meses compareciendo diariamente ante la opinión pública, este médico no haya
tenido ni una mala contestación ni una sola salida de tono. Este hecho hubiera
podido resultar comprensible ante el nivel de trabajo y estrés al que
imaginamos que ha estado sometido pero no ha sido el caso. Esta es otra
cualidad de los Fernandos Simones de sus profesiones. La experiencia les hace
afrontar las situaciones más difíciles con aplomo y templanza.
Hay una última cualidad de los Fernandos
Simones digna de ser destacada: su prudencia. Un Fernando Simón de su profesión
no ofrece soluciones mágicas ni fáciles ante el problema que se le plantea.
Cuando hablamos con un Fernando Simón, lo que más deseamos escuchar es que
solucionaremos aquello que nos ha hecho acudir a él de manera rápida. Un auténtico
Fernando Simón que conoce bien su trabajo entiende la complejidad de cada
cuestión y nunca vende humo. Habla con claridad y pedagogía, pero no ofrece
verdades absolutas porque no las tiene. Los Fernandos Simones de su profesión
son prudentes en sus afirmaciones y aceptan que pueden cometer equivocaciones
porque cada día aprenden en sus trabajos, incluso después de décadas de
ejercicio profesional. Saben que todos los días tienen algo nuevo que aprender. En mi caso, los avatares de la vida me han llevado a
conocer a bastantes Fernandos Simones de la sanidad, de la abogacía, de la psicología,
de la arquitectura, de la educación… (Sigan añadiendo campos profesionales, por
favor). ¿Cuántos Fernandos Simones conocen ustedes? ¿Son ustedes mismos
Fernandos Simones?
Begoña Chorques Fuster
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