domingo, 21 de septiembre de 2025

EL DRAGÓN DE ORO

El dragón de oro es una obra del dramaturgo Roland Schimmelpfennig (Götingen, 1967), autor alemán vivo más representado en el mundo. En 2010 ganó el Mülheim Dramatikerpreis por esta obra. Con el apoyo del Goethe-Institut de Madrid y la Xunta de Galicia, ha sido traducida al gallego por Catuxa López Pato. Este septiembre puede verse en el Teatro de la Abadía de Madrid en castellano, aunque el día 12 la representación fue en gallego. El texto ha sido dirigido por Ánxeles Cuña Bóveda, directora de Sarabela Teatro, compañía gallega con cuarenta años de trayectoria. El dragón de oro es una tragedia contemporánea grotesca sobre la inmigración ilegal, la prostitución forzada, la precariedad laboral y la fragilidad de la identidad, que creemos haber construido y a la que nos aferramos.

 

El dragón de oro es un restaurante de comida rápida tailandés-chino-vietnamita en cuya diminuta cocina trabajan cinco inmigrantes asiáticos a destajo. Un joven chino, el Pequeño, tiene un fuerte dolor de muelas, pero no puede ir al dentista porque no tiene dinero ni permiso de residencia. El restaurante está situado en un edificio de varias plantas, “en algún lugar de Europa”. A esta historia se suman la de otros vecinos del bloque: un abuelo que quiere volver a ser joven, cuya nieta tiene una noticia importante que darle y que su pareja no acepta; dos azafatas que acaban de volver de un viaje transoceánico y cenan en el restaurante, un inmigrante chino que regenta una tienda de ultramarinos, un hombre que acaba de separarse de su mujer…

 

Sobre el escenario, cinco actores (Fina Calleja, Fernando Dacosta, Sabela Gago, Fernando González y Fran Lareu) interpretan a diecisiete personajes diferentes en una sucesión de cuarenta y ocho secuencias en apenas setenta minutos: toda una lección teatral. Estas escenas, protagonizadas por todos estos personajes cotidianos de nuestras ciudades, se intercalan de forma trepidante y dinámica, con un juego metateatral que nos hace tomar distancia y ser conscientes de la representación, buscando el juego escénico y cómico con el espectador. La música, la luz y la puesta en escena son fundamentales para dar unidad a estos fragmentos, casi cinematográficos. Cuña intercambia sexo y género entre los actores y los personajes para añadir otra vuelta de tuerca al texto performativo de Schimmelpfennig. A estos cuadros, se interpone la fábula de la cigarra y la hormiga, pero lejos de moralizar, se subvierte el sentido de la misma. ¿Recuerdan aquella escena de Los lunes al sol, protagonizada por Javier Bardem, en la que le leía el cuento a una niña?  

 

La Cigarra, que en verano no ha guardado nada, pide a la Hormiga que la alimente durante el invierno. La Hormiga acepta con la condición de que trabaje gratis, primero, y después que se prostituya. Con este juego escénico, realidad, ficción y fantasía se superponen y acaban confluyendo provocando que se nos hiele la risa y que nos debatamos entre la comicidad y el dolor. De esta forma, la obra nos propone una mirada crítica social a la vez que nos interroga sobre nuestra complicidad e indiferencia hacia estas situaciones de injusticia social con las que podemos acabar colaborando. ¿Qué ocurre con la muela? Los compañeros deciden arrancársela…

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Fotografía: María José Mier Caminero

 


 

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