Adolescence es la serie de la que todo el mundo habla: en
los lugares de trabajo, en las escuelas, entre amigos, en las familias, en los
medios de comunicación, incluso, en las redes sociales. Las personas a quienes
he oído opinar sobre ella señalan que es un serie dura, muy dura, que los
padres deberían ver en compañía de sus hijos adolescentes. He escuchado afirmar
en la radio que hace daño a espectadores sensibles. Puede que así sea, porque Adolescence es perturbadora, pero desgraciadamente
no es más que el relato ficcionalizado de la sociedad ególatra y egoísta en la
que vivimos, a partir del asesinato cometido por un adolescente. Entonces, ¿por
qué nos impacta tanto? Porque sencillamente pone el dedo en la llaga.
La serie de Netflix apenas tiene una duración
de cuatro horas distribuidas en cuatro capítulos. Jamie, un adolescente de
trece años es acusado del asesinato de una compañera de instituto, Katie
(Emilia Holliday). Cada episodio, de una hora aproximada, está rodado en un
único plano secuencia, de tal manera que el tiempo de la historia se ajusta
completamente al tiempo de la narración. Cada entrega está situada en un
espacio y tiempo diferentes.
El primer capítulo empieza con la detención de
Jamie (interpretado por el debutante Owen Cooper), en su casa, a primerísima
hora de la mañana para ser conducido a la comisaría, donde se le interroga en
presencia de su padre (Stephen Graham) y de su abogado. También se encuentran
en la comisaría la madre, Manda (Christine Tremarco), y la hermana mayor, Lisa
(Amelie Pease).
El segundo capítulo ocurre apenas veinticuatro
horas después. El inspector Luke Bascombe (Ashley Walters) y su compañera Misha
Frank (Faye Marsay) acuden al instituto en el que estudiaban Jamie, el presunto
homicida, y su víctima, para intentar averiguar el móvil del crimen. Mrs
Fenumore (Jo Hartley), profesora del centro, les ayuda y atiende en su visita.
Será Adam (Amari Bacchus), el hijo del propio policía, alumno del centro, que
también sufre acoso, quien orientará las pesquisas de su padre. Lo que muestra
esta entrega acerca de los centros educativos actuales es sencillamente
abrumador: profesores desbordados, adolescentes fuera de control y violencia,
mucha violencia contenida en constantes intentos de intimidación y de acoso
escolar hacia los miembros más débiles, una auténtica bomba de relojería
social.
El tercer capítulo se sitúa siete meses
después, con Jamie recluido en un centro de menores, esperando para ser
juzgado. Este capítulo recoge la sesión de terapia entre el acusado y la psicóloga
Briony Ariston (Erin Doherty) que debe realizar una evaluación del joven. Este episodio
es considerado el mejor por muchos de los espectadores. Jamie que, en un primer
momento, se muestra evasivo y esquivo a las preguntas de la terapeuta, acabará
respondiendo a sus preguntas y abriendo la caja de Pandora de los vientos de su
motivación criminal que traerán algunas respuestas pero, también, más
preguntas.
Y, por último, la cuarta entrega ocurre trece
meses después del arresto y a un mes de que empiece el juicio. Este último
capítulo empieza y termina en el hogar de los Miller. A pesar del trauma, la
familia trata de sobreponerse y celebrar el cumpleaños del padre, Eddie, que
cumple cincuenta años. Ambos progenitores tienen que lidiar con el sentimiento
de culpa y, a la vez, con las consecuencias que el terrible acto de su hijo les
está trayendo en su día a día a cada uno de ellos, incluida su hija Lisa.
Adolescence no es una serie de true crime, como han querido calificarla para descalificarla. No
está inspirada en ningún caso concreto, tal y como han señalado sus creadores,
Jack Thorne y Stephen Graham (actor que también interpreta al padre de Jamie).
Tampoco presenta dudas acerca de la autoría del crimen, como algún espectador,
famélico de conspiranoias, quiere entrever, aunque juegue con el sentimiento de
empatía del espectador. También se ha querido cuestionar el uso de plano
secuencia único como un alarde de narcisismo y de exhibición meritoria y
estética de quien crea. Más allá de las cuestiones técnicas que no analizo, el
plano secuencia único nos permite sumergirnos en la historia y en el punto de
vista de cada personaje. ¿Narcisista? Quizás sí, como reflejo de la sociedad egocéntrica
que muestra este relato audiovisual magistral.
Para quienes nos dedicamos a la educación,
especialmente los más añosos, Adolescence
no es más que el reflejo de lo que estamos viviendo en los centros educativos
en los últimos tiempos. Pero el proceso de deterioro del sistema educativo y la
devaluación del trabajo de los profesionales de la educación viene de más
lejos. No seré yo quien idealice los institutos del siglo pasado que fueron
pequeños infiernos para algunos miembros de mi generación. Sin embargo, la
paulatina y sistemática desconfianza y desprestigio de la figura del profesor,
el desbordamiento de unos padres que dimiten de su función de acompañamiento
debido a múltiples factores (como pueden ser las jornadas laborales maratonianas)
y el acceso completo y libre a los dispositivos móviles en los niños y
adolescentes, tanto en los hogares como en los colegios e institutos, están
creando un caldo de cultivo explosivo e incontrolable.
Adolescence apunta al papel de Internet en la formación de
una visión del mundo en nuestros jóvenes; especialmente la que se están creando
algunos varones que crecen sin autoestima, en un profundo autodesprecio,
sintiéndose rechazados y alimentando un resentimiento que les hace ver a las
mujeres como el enemigo. El acceso libre al contenido Incel (acrónimo inglés de “celibato involuntario”) en la manosfera (comunidades online machistas)
nos abre un tempestuoso océano por el que nuestros adolescentes (y no solo
ellos) navegan, familiarizándose con términos como “red pills” (píldoras rojas, expresión proveniente de Matrix) y la regla 80/20 (al 80% de las
mujeres solo les gustan el 20% de los hombres), asumiéndolos como verdaderos. Y
lo hacen sin ningún tipo de control ni supervisión de ningún adulto. Otra
cuestión que plantea la serie es la tremenda disociación que existe en la
actualidad entre nuestro comportamiento diario, real y cómo nos comportamos en
el entorno virtual de las redes sociales. Pero esta misoginia extrema, que
aboca a un estallido de violencia, tiene el terreno sembrado en el modelo de
masculinidad tóxica que nuestros jóvenes tienen que imitar y que palpamos a
cada paso en nuestra sociedad. Si unimos a todo ello los discursos de odio
antifeministas de la extrema derecha, el cóctel molotov está listo para
explotar.
El mérito y el valor de Adolescence radica en su capacidad de plantearnos preguntas, no de
darnos respuestas, de generar debate en torno a nuestros jóvenes y su
educación. Pero son preguntas que duelen porque la respuesta nos apunta a todos
como sociedad. No busca culpables, aunque retrata con una sensibilidad que
golpea, el sentimiento de culpa de unos padres que se preguntan qué han estado
haciendo mientras todo eso ocurría en el interior de la habitación de su hijo.
Aquellos que opinan que el relato exime a Jamie de su responsabilidad quizás no
han entendido lo que sus creadores nos tratan de decir: entre todos, con
nuestra falta de compromiso y desbordados en un mundo que no entendemos, en el
mejor de los casos, y que nos está radicalizando ideológicamente, en el peor,
estamos abandonando en el narcisismo y la psicopatía a la generación que
debemos cuidar y educar. Tampoco olvida a la víctima, como he leído: Katie está
presente en los tres primeros capítulos y en el último, el que se centra en la
reacción de la familia de Jamie, se hace presente a través de la voz de Emilia
Holliday (actriz que interpreta a la joven) que canta una versión de “Through the Eyes of a
Child”, canción original de Aurora que
expresa la pérdida del “alma infantil”,
en los momentos finales de la serie.
Sí, Adolescence
es muy dura, como lo es dedicarse a la educación hoy en día y/o decidir traer
hijos a un mundo cada vez más incomprensible y hostil, como lo es sobrevivir y
vivir en una sociedad donde hay menos espacio para la empatía y la solidaridad.
Adolescence empieza y termina en el
mismo lugar, la habitación de Jamie, el lugar donde sus padres creían que
estaba a salvo, sin darnos respuestas y planteándonos muchos interrogantes, la
mayoría de ellos, dolorosos, entre los cuales emerge una verdad tan inquietante
como cierta.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe