Todo era mentira: el comportamiento
irreprochable del Rey de España, su labor encomiable de representación de
España en el extranjero, la imagen idílica de la familia real española que han
intentado vendernos durante décadas. Con el silencio cómplice de los medios de
comunicación y los distintos gobiernos de España se ha urdido la gran mentira
de que gracias a Juan Carlos I disfrutamos de la democracia en España desde
hace más de cuatro décadas. La decidida voluntad de los ciudadanos españoles en
la Transición, de los partidos políticos y sus líderes, de los agentes sociales
quedan en un segundo plano al lado de lo que hizo el monarca. Sin embargo,
ahora nos estamos enterando de que sus emolumentos y privilegios no le
parecieron suficientes a aquella loable labor. ¿Qué ha ocurrido? Lo único
que ha pasado es que se ha levantado el veto de impunidad del que gozaba el
jefe del Estado. Lo que eran rumores ahora se revela como verdades incómodas.
Todo era mentira. Lo intuíamos desde
hace algunos lustros pero los datos que se están dando a conocer en la prensa
nos lo confirman. El comportamiento de Juan Carlos I en lo público y en lo
privado se resume con dos adjetivos feos. No los diré ya que ustedes los saben.
Tampoco los escribo para no enfrentarme a ninguna acusación de injurias a la
Corona. Les recuerdo que hay alguna persona fuera de España por haber hecho ejercicio
de su libertad de expresión. También sabemos que, gracias a la Constitución
española, el Rey goza de inviolabilidad, es decir, que según interpretan
algunos juristas y políticos, no puede ser juzgado por sus comportamientos
públicos y privados como el resto de españoles. Esto es, el Rey está por encima
de la ley. Sin embargo, si Juan Carlos I acaba rindiendo cuentas ante la
justicia será por actos cometidos después de su abdicación. ¿No dice también la
Constitución que todos somos iguales ante la ley? ¿No se atrevió él mismo, con
un cinismo muy real, a proclamar que la justicia es igual para todos en un
discurso de Navidad a propósito de la causa abierta contra su yerno, Iñaki
Urdangarín?
Todo era mentira. He escuchado a algún
tertuliano afirmar que las acusaciones de corrupción contra un político no
ponen en cuestión la institución a la que representa. Citaba como ejemplo el
caso Pujol y la Generalitat de Cataluña. Esto es así porque estos cargos
públicos, honrados o no, han sido elegidos por sufragio. La monarquía no es la
garante de la democracia española, porque es una institución hereditaria y
antidemocrática por naturaleza. Juan Carlos I de Borbón fue nombrado heredero
por el dictador Francisco Franco y se creó la verdad colectiva de que fue él
quien trajo la democracia a España. Muchos dicen que se ganó el puesto en los
acontecimientos del 23-F. Sin embargo, hace unos años, salieron a la luz unas
declaraciones grabadas del entonces presidente del gobierno, Adolfo Suárez, en
el que confesaba que la monarquía no podía ser sometida a referéndum, sino que
debía incluirse y votarse en el conjunto de la Constitución, porque sabían que
el resultado del plebiscito no les sería favorable.
Todo era mentira. Los continuos
escándalos obligaron al Rey a abdicar en su hijo. Lo hizo forzado por las
circunstancias y por los poderes del Estado, igual que ahora toma el camino de
un destierro vergonzoso. El uso de un lenguaje propio del Antiguo Régimen en el
que se trata a los ciudadanos como súbditos menores de edad y se decide por
ellos resulta del todo ridículo y artificial en estos días. Apelar al legado
histórico de la Monarquía y de la dinastía de los Borbones resulta sonrojante a
poco que se revise la historia de España de los últimos siglos. Disculpen pero
el servicio a España ha quedado más que en entredicho. Estas verdades incómodas
y otras se han ido sabiendo sin que ello haya supuesto que se pregunte a los
españoles acerca de cuál quieren que sea el modelo de Estado. La mayoría de los
que tenemos derecho al voto no sancionamos la actual constitución porque o no
habíamos nacido o éramos demasiado jóvenes. El gobierno de España, los partidos
políticos y la propia Jefatura del Estado deberían plantear un referéndum sobre
la cuestión al final de la legislatura. Si tienen tan claro que la monarquía es
el modelo de Estado preferido por los españoles, ¿a qué tienen miedo? Felipe VI
sería legitimado por el voto mayoritario de los ciudadanos, ganándose su puesto,
y aquellos que votaríamos por una república aceptaríamos la voluntad, entonces
sí, democrática de la mayoría. De lo contrario, seguiremos en la mentira.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Ilustración de Eneko Las Heras
Fenomenal,Bego. Como siempre.
ResponderEliminarGracias, Víctor. Lo fenomenal sería que pudiéramos votar de una vez por todas.
EliminarUn análisis muy "real" de los hechos. Imagino que la tragedia de la COVID 19 convertirá nuestro enfado en resignación por el Borbongate;siempre habrá asuntos más urgentes que tratar: la crisis económica y sanitaria, la deuda externa, Cataluña, etc. Lo importante siempre se deja para el final con la esperanza de que nunca llegue.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en lo que probablemente sucederá. No obstante, la resolución del conflicto en Cataluña y el referéndum sobre monarquía y república deberían ir de la mano. Como siempre, se buscará una solución provisional y mediocre que no cambie el 'status quo' del que partimos y que favorece a los de siempre. Los mismos perros con distintos collares o, ni siquiera eso, ¿para qué vamos a cambiar de collar si el chucho es el mismo?
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