domingo, 4 de agosto de 2019

INTENSAMENTE AZULES

Un libro loco se merece un artículo loco. No lo califico yo, atrevida profesora que escribe; lo dice su autor, Juan Mayorga, carterista de las palabras y académico desde junio, por obra y gracia del Silencio. Intensamente azules (Ed. La Uña Rota, 2017) es un monólogo (o soliloquio, como me corrigió de nuevo el autor, o antiautor como lo corrigió a su vez y calificó Emilio Peral) basado en una anécdota autobiográfica. Una mañana el protagonista se levanta y descubre que sus gafas de miope están rotas; entonces recuerda que en su último cumpleaños sus hijos le regalaron unas gafas de natación graduadas, intensamente azules. Y aquí empieza el periplo de este padre de familia numerosa que se atreve a mirar la realidad desde una perspectiva distinta: la que le ofrecen los cristales de unas gafas de color azul. El resultado es divertido, porque nos permite quitar dramatismo a la realidad que nos rodea, otorgarle cierta ligereza para hacer de nuestra existencia algo más llevadero. Y este ejercicio de descarga de la vida, en la realidad que nos rodea, siempre es de agradecer. Además, conlleva valentía para ejercer una libertad, quizás quijotesca: atreverse a moverse, por nuestro entorno tan políticamente correcto, con esas pintas supone arriesgarse a mirarlo desde otra óptica diferente a la que nos han dictado. Nuestro protagonista incluso descubrirá que hay otros osados (incluido algún profesor de Secundaria pesimista) que contemplan la realidad desde gafas de natación amarillas, rojas o negras. Estas gafas de natación de colores nos permitirán pensar este mundo como voluntad y representación de un modo nuevo y peculiar.

La edición del libro va acompañada de unas imágenes originales y algo fauvistas de Daniel Montero Galán: ilustraciones locas para un libro loco. Posiblemente son resultado de los sueños insomnes de este creador autodidacta que ya realizó los dibujos de su Teatro 1989 – 2014 (Ed. La Uña Rota, 2014). El montaje teatral de este soliloquio fue dirigido por el propio autor, quinto montaje que pone en escena con su compañía La loca de la casa (¡más locura!), y subido a las tablas en el Teatro de la Abadía. César Sarachu, actor que ya demostró una notable permeabilidad interpretativa bajo la dirección de Mayorga en Reikiavik, llena un espacio prácticamente vacío con su voz y su lenguaje corporal de una expresividad encantadora. Como si de un mimo se tratase, Sarachu toma cada palabra del texto mayorguiano y le insufla vida con la entonación genuina de su dicción singular y la gestualidad de su cuerpo flacucho, casi de alambres. El montaje permanece fiel a otros del autor con escasa o nula escenografía, como El cartógrafo, dejando a la pericia del actor y a nuestra imaginación el resto del trabajo de composición. 

Como constante hacedor de sus escritos, Mayorga continúa reescribiendo su obra, mejorándola en mi opinión, porque escribe “buscando a otros”, sale a nuestro encuentro para hablarnos con un estilo más directo. Y es en el texto escrito o en la palabra interpretada donde podemos encontrarnos, cuestionarnos a nosotros mismos y preguntarnos por el mundo de orates que habitamos. “Ojalá este sea sitio de muchos encuentros”, afirma Mayorga. Ojalá, Juan, que el teatro y la literatura nos permitan seguir coincidiendo en esta extraordinaria locura quijotesca. 

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el periódico 'Ágora Alcorcón'


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