Tengo un amigo llamado Luis. Luis es
mayor que yo. Me gusta tener amigos mayores que yo. Luis y yo tenemos
diferencias ideológicas y puntos de vista divergentes en algunos temas. Sin
embargo, a Luis y a mí nos gusta mucho conversar el uno con el otro. Hablar con
alguien que difiere de tu pensamiento es enriquecedor, porque te ayuda a
comprender la complejidad de la realidad que nos envuelve y a crecer en
tolerancia. Un día me dijo que yo era una persona con capacidad de escucha. Me
sentí muy complacida por su comentario. Es verdad que me gusta escuchar a los
demás pero no es menos cierto que él también sabe hacerlo. No hace falta que os
diga que yo quiero a Luis.
Luis y yo quedamos para desayunar de vez
en cuando. No lo hacemos tanto como nos gustaría pero son encuentros en que los
dos disfrutamos. Ya tenemos guardada alguna anécdota divertida sobre estas
reuniones. La semana pasada quedamos una vez más para romper el ayuno. En un
momento, la conversación versó sobre la manifestación que tendría lugar a
propósito del World Pride 2017. Luis me manifestó sus dudas sobre la
ostentación y el exhibicionismo que algunos miembros del colectivo LGTBI hacen
en el mal llamado desfile. Luis es un tipo respetuoso que me quiere como soy y
que aprecia a mi mujer. Cuando le oí decir aquello, no le respondí. Pensé que
quizás debería conocer mejor un colectivo que es tan diverso como cualquier
grupo humano.
Quizás debí decirle que el colectivo
LGTBI está compuesto por gente de todo tipo: personas discretas a las que les
gusta pasar desapercibidas o personas a las que les gusta ser el foco de
atención; personas que votan a la izquierda o personas que votan al PP;
personas no religiosas que desearían un Estado laico o personas religiosas
católicos practicantes. El colectivo LGTBI está atravesado por todo este arco
iris ideológico. Y todos forman parte de él. Tratar de simplificar una
realidad, como pueden querer hacer determinados sectores ideológicos desde
algunos medios de comunicación, es robarle riqueza y pluralismo a nuestro
mundo.
Efectivamente, en la manifestación del
Orgullo Gay hay una presencia importante de hombres semidesnudos con cuerpos
apolíneos y de drag queens transgresoras y divertidas. Ellos también forman
parte del colectivo LGTBI y tienen una función provocadora, no exenta de
significado. Durante muchas décadas (demasiadas), las personas homosexuales
debíamos permanecer silenciadas dentro de los armarios, éramos motivo de
escarnio público y de chistes de mal gusto. Nos metían en la cárcel y nos
aplicaban terapias de reorientación sexual. Que haya mariquitas que hagan ostentación de su condición es un gesto de
liberación, autoafirmación y visibilidad
necesarios. Es un gesto que hacen en nombre de todos los que estuvieron
callados porque no tuvieron otra opción. Es por esto que afirmamos que estamos
orgullosos de nuestra condición y la expresamos libremente. En nuestra
sociedad, las personas heterosexuales han vivido su sexualidad con naturalidad
y normalidad, hecho que a una parte de la sociedad se nos ha negado hasta hace
muy poco. Eso es lo que significa el Orgullo…
Todos sabemos que el Orgullo se ha
convertido en una gran fiesta carnavalesca en la que, durante unos días, todos
podemos gritar y celebrar quiénes somos realmente. Al contrario que en el
Carnaval, donde son frecuentes también los hombres travestidos ante los que
nadie se extraña, las caretas caen para mostrar los auténticos rostros, facetas
fundamentales de la personalidad que hay que normalizar en la vida diaria. Esto
es lo que se quiere manifestar en el Orgullo y lo que yo debí expresar a mi amigo
Luis, al que me une, por encima de nuestras discrepancias, un vínculo de sincera
lealtad.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el periódico 'Ágora Alcorcón'
Fotografía de María José Mier Caminero
Fotografía de María José Mier Caminero
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