Clara G. es la protagonista de El imperativo categórico de Victoria Szpunberg. Clara G. es un personaje kafkiano, aunque ella no lo sabe. ¿O tal vez sí? Porque Clara G. es profesora de Filosofía. Está especializada en Kant al que dedicó su tesis doctoral, pero también le interesa Kafka. Tanto es así, que pide a sus alumnos que lean El proceso del autor checo, aunque no entra en el temario.
Clara G. es una Josef K. posmoderna, que está inmersa en su propio proceso. Pero no por asesinato, como Josef K. ¿O tal vez sí? Clara G. es profesora de universidad (que no maestra) asociada, sin plaza fija, lo cual la condena a la precariedad laboral. Clara G. se acaba de separar con algo más de cincuenta años y está en un momento emocional delicado en su vida. Además, tiene que dejar su piso porque un fondo buitre tiene intención de alquilarlo por un precio sustancialmente más alto. A lo único que puede aspirar es a una infravivienda a un precio prohibitivo. Por si todo esto fuera poco, Clara G. (¿o tal vez K.?) no puede dormir por las noches, porque tiene un vecino que tiene puesta la música a tal volumen que hace peligrar el equilibrio mental de cualquier monje budista. La situación de estrés de Clara G. es tan grande que escucha acúfenos, se desmaya a menudo y tiene pensamientos oscuros. ¿Y quién no en su situación?
“Las fuerzas institucionales que forman este laberinto oscuro han superado el control humano, todo el mundo puede ser triturado por este proceso aceptado…”, teoriza Clara G. en la primera escena. Clara G. lo sabe; se encuentra en una situación límite de angustia permanente. No obstante, Clara G. trata de comportarse como una buena discípula de Kant y aplicar el imperativo categórico en su día a día… hasta que encuentra un juego de cuchillos en la visita que realiza a un loft que pretende alquilar. Clara G. decide guardar uno de los cuchillos en su bolso. ¿Se podría considerar defensa propia una potencial respuesta violenta de Clara G. ante un sistema que ahoga al individuo? ¿Una sociedad que maltrata incluso a aquellos que tratan de adaptarse y “honrar a sus superiores”? ¿Se encuentra Clara G. en una “colonia penitenciaria” kafkiana?
Victoria Szpunberg (Buenos Aires, 1973) escribe y dirige esta obra que ha sido estrenada en castellano en el Teatro de la Abadía de Madrid en octubre de 2025. Su original catalán se estrenó en el Teatre Lliure de Barcelona en febrero de 2024. Este interesante texto está protagonizado por Àgata Roca, que ha merecido el Premio Max a mejor interpretación femenina, y por Xavi Sáez que pone cuerpo y voz a todos los personajes masculinos. Victoria Szpunberg que ha logrado el Premio Nacional de Literatura Dramática 2025 por esta obra se convierte en una “avisadora del fuego”, expresión benjaminiana que “se refiere a aquellos que han escrito sobre una catástrofe antes de que esta suceda”. El desastre del que nos advierte es nuestra propia deshumanización, la que nos hace vivir abandonados los unos de los otros, de espaldas a nuestras emociones y ajenos a cualquier empatía con los demás. No obstante, el tono de la obra de Szpunberg no es kafkiano ya que teje una tragicomedia donde la ironía nos congela la sonrisa y nos pone ante nuestro propio espejo colectivo: la ley de la selva que impera en esta sociedad neoliberal. Pero no nos pongamos filosóficos, ¿os acordáis de aquella vecina hija de puta o de putero, que os hizo la vida imposible a sabiendas y a la que quisisteis matar? ¿O de ese jefe inepto y mediocre que cobra el doble que vosotros y que se cuelga las medallas del trabajo ajeno? “Quien avisa no es traidor”, dice la sabiduría popular. Lo difícil es siempre el primero… ;-)
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe

No hay comentarios:
Publicar un comentario