sábado, 30 de abril de 2022

EL GOLEM de JUAN MAYORGA

¿Cuánto hay de las ideas de los demás en mi pensamiento? Esta es una pregunta que se hace Mayorga y que nos vuelve a plantear en El Golem. Las palabras de otros configuran nuestro pensamiento, lo condicionan, lo conducen hacia una determinada dirección. ¿Somos conscientes de ello? ¿Es posible evitarlo? ¿Qué significa ser un librepensador? ¿Somos realmente libres?

 

“Siempre hay que empezar por un cuento”. Para ello, nos traslada a un mundo distópico cuyo sistema sanitario está a punto de colapsar. Ante la imposibilidad de ser atendidos muchos pacientes tienen que abandonar el hospital. Sin embargo, a Felicia le hacen una propuesta singular: Ismael, su marido, que padece una enfermedad rara, seguirá su tratamiento a cambio de que ella aprenda algunas palabras cada día. Lo que inicialmente parece un ejercicio sencillo, en la práctica no lo es tanto, ya que esas palabras irán transformando no solo su pensamiento, sino también su propio cuerpo. Así lo interpreta magistralmente Vicky Luengo (Felicia) que se revela como una gran actriz y nos sacude en la interpretación de sus pesadillas. Lo hace de la mano de Elena González (Salinas) que interpreta a una inquietante y misteriosa trabajadora del hospital. 

 

La puesta en escena de Alfredo Sanzol, con paneles modulares, que transforman el espacio escénico, nos sitúan en la sobriedad mayorguiana que lo deja casi todo a la imaginación del espectador. Así lo hemos visto en otros montajes como La lengua en pedazos o Reikiavik. El juego de luces, homenaje al maestro Buero Vallejo, nos transportan a los claroscuros de nuestro mundo real, donde el lenguaje tantas veces se convierte en una arma de manipulación. 

 

El Golem, que es un texto denso (algunos lo han tachado de críptico y oscuro), requiere una reflexión detenida y profunda. En él, Mayorga toma el mito que pertenece al folklore judío medieval y al Talmud, pero que también enraíza con la tradición cristiana. El Golem es una criatura creada de barro, igual que el Adán bíblico, sin padre ni madre, capaz de cobrar vida cuando se le introduce en la boca una palabra sagrada. La palabra golem significa “embrión”, “materia prima”, “algo que está en proceso de elaboración”. Y así, una vez más, Mayorga lanza el reto al espectador para que, junto a los actores, elabore y busque el sentido a esas palabras. Porque “del Golem hay tantas interpretaciones como lectores” y porque El Golem es un texto que radica en la dramaturgia de su autor. Aparte de la reflexión sobre el poder transformador de las palabras, tropezamos de nuevo con los mapas mayorguianos; esta vez, mentales, más allá de los históricos y geográficos que encontrábamos en El cartógrafo o los emocionales (581 mapas). “El lenguaje de una persona –cómo usa las palabras y cómo es usado por ellas– es un mapa de su vida”. Quizás por eso está presente una traductora, Salinas, que lanza preguntas y plantea dudas, figura que viene desde El traductor de Blumemberg y que nos recuerda que como lectores y espectadores debemos traducir la propuesta que nos hace. “En la palabra escrita y pronunciada hay algo que solo pertenece a quien la dice. Eso, que no se deja traducir, es lo más importante. Por eso, lo más difícil es traducir dentro de tu propia lengua”.

 

El Golem es un texto potente, complejo, barroco (como lo definiría Emilio Peral), que nos plantea una reflexión existencial y filosófica sobre el lenguaje y la realidad que este crea y recrea. Pero ello solo puede abordarlo aludiendo a las elipses matemáticas, en las cuales se enzarzan a veces nuestros pensamientos, y al binomio realidad-ficción con el que Mayorga juega en tantos de sus textos. El lector/espectador que al inicio de la obra es aguijoneado con las preguntas de Salinas; al final, tras la metamorfosis de Felicia a través del lenguaje, es golpeado oración tras oración en su monólogo final. Con las palabras somos capaces de iniciar una guerra y de detenerla. “No hay guerra más cruel que la civil, en que cada bando niega la humanidad del enemigo”. Así debemos proseguir “el camino que conduce a la conciencia”, porque “frente a nosotros se levanta una orden que se sostiene sobre dolor humano y que trata la pregunta como delito, el pensamiento como crimen”. Por ello, debemos estar alerta y tener muy presente, como nos advierte desde el principio, que “tratándose de palabras, puede ser muy peligroso”.  

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


  

domingo, 24 de abril de 2022

ENCUENTRO POÉTICO EN VENECIA

Me estallan los ojos con tanta belleza. El arte me desborda las pupilas incapaces de asumir tanta hermosura. En cada rincón donde reposo la mirada me espera una estampa única que guardo en una esquina de mi memoria, para disfrutarla poco a poco como un rumiante ancestral. Venecia es el máximo exponente de un mundo bello y decadente, que se sabe herido de muerte, dirigido al hundimiento inevitable pero, a la vez, imposible no contemplarlo con admiración y deleite. 

 

En Venecia, rodeada de tanta obra de arte y de tanta historia, encamino mis pasos desde la Piazza San Marco hasta Dorsoduro, barrio universitario, que acoge los diferentes edificios desperdigados de la Università Ca’Foscari Venezia. Con rayos de sol de Campo Santa Margherita en los bolsillos, llego a San Sebastiano donde la acogida de la profesora Paula Marquès me devuelve el sabor del capuccino que hemos compartido por la mañana. También está Clara Benanti, la estudiante en prácticas que ha ayudado a hacer realidad el incontro poético. Sin saber si lo es realmente o es ficción, después de aplazar el viaje a la bella città de los canales durante dos años, me hallo sentada frente a estudiantes italianos de catalán. ¿O solo lo imagino? Si no pensara que somos criaturas del azar, creería que este aplazamiento me ha traído este encuentro, poder gozar más del instante ligero.

 

Hay estudiantes en el aula, otros están en casa y se asoman por la pantalla del ordenador: nueva normalidad que nos ha dejado este maldito virus y a la cual no me acostumbro. Perdemos el olor y el tacto; mantenemos el oído y la vista, aunque diferidos en el espacio ¿Qué ocurre con el gusto? Ya lo decían los clásicos, Tempus fugit, y los minutos se escurren entre los dedos. El tiempo pasa deprisa pero catamos diversos temas. ¿Cómo nace un poema? ¿Qué provoca que se encienda una idea? Preguntas de imposible respuesta más allá del detalle que, de pronto, deja de pasar desapercibido. En la literatura, la literalidad es esencial; en la poesía, aún más. No podemos cambiar una palabra sin que el verso sufra una metamorfosis. Pero, ¿podemos ir más lejos y buscar esta literalidad en la metáfora y en el sentido oculto que se insinúa con timidez? Las palabras nos hablan de la realidad, pero también la crean. Lo que no se dice no existe pero, ¿lo que se escribe perdura en el tiempo y en la memoria? Son aquellos segundos que se van huidizos y nos dejan sin nada, desposeídos de todo. Las palabras conforman el mundo en que vivimos, también dibujan con sílabas los límites de nuestro ser interior. Este es el poder transformador de las palabras. ¿La metáfora es una creación de quien escribe el poema o sencillamente se esconde esperando que alguien la encuentre y la corte como una flor o un espárrago?

 

He escrito poesía para atrapar instantes, para poderlos coger con las manos y tocarlos con la yema de los dedos, para que las personas de que hablo no se vayan del todo, para sentirme un poco menos sola e intuir que, al final, todos estamos hechos del mismo barro. Quizás por eso escribo estas líneas: para tener la certeza de la existencia de tanta belleza a pesar de tanto horror, del gozo de unas jornadas irrepetibles rodeada de arte y luz en la Serenissima, de saber que la arena de una playa del Lido me espera para morir como una ola más.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe 




lunes, 18 de abril de 2022

INCONTRO POETICO A VENEZIA

M’esclaten els ulls amb tanta bellesa. L’art em vessa per les pupil·les incapaces d’assolir-ne tanta. A cada racó on repose l’esguard m’espera una estampa única que dese a una cantonada de la memòria, per gaudir-ne a poc a poc com un rumiant ancestral. Venècia és el màxim exponent d’un món bell i decadent, que se sap ferit de mort, adreçat a l’esfondrament inevitable però, a la vegada, impossible no contemplar-lo amb admiració i delectança.

 

A Venècia, envoltada per tanta obra d’art i tanta història, encamine les meues passes des de la Piazza San Marco cap a Dorsoduro, barri universitari, que acull els diferents edificis escampats de l’Università Ca’Foscari Venezia. Amb raigs de sol de Campo Santa Margherita a les butxaques, arribe a San Sebastiano on l’acollida de la professora Paula Marquès em retorna el sabor del capuccino que hem compartit al matí. També hi és la Clara Benanti, l’estudiant en pràctiques que ha ajudat a fer l’incontro poetico realitat. Sense saber-ne si ho és realment o és ficció, després d’ajornar el viatge a la bella città dels canals dos anys, em trobe asseguda enfront d’estudiants italians de català. O només m’ho imagine? Si no pensés que som criatures de l’atzar, creuria que aquest ajornament m’ha dut aquesta trobada, poder gaudir-ne més de l’instant lleuger.

 

Hi ha estudiants a l’aula, altres són a casa i aguaiten per la pantalla de l’ordinador: nova normalitat que ens ha deixat aquest maleït virus i a la qual no m’acostume. Perdem l’olor i el tacte; mantenim l’oïda i la vista, encara que diferides a l’espai. Què ocorre amb el gust? Ja ho deien els clàssics, Tempus fugit, i els minuts s’escolen entre els dits. El temps passa de pressa però tastem diversos temes. Com naix un poema? Què fa que s’encenga una idea? Preguntes d’impossible resposta més enllà del detall que, de sobte, deixa de ser desapercebut. A la literatura, la literalitat és essencial; a la poesia, encara més. No podem canviar una paraula sense que el vers sofreisca una metamorfosi. Però, ¿podem anar més lluny i cercar aquesta literalitat a la metàfora i al seu sentit ocult que s’insinua amb timidesa? Les paraules ens parlen de la realitat, però també la creen. El que no es diu no existeix però, ¿el que es s’escriu perdura en el temps i en la memòria? Són aquells segons que se’n van fugissers i ens deixen sense res, desposseïts de tot. Les paraules conformen el món on vivim, també dibuixen amb síl·labes els límits del nostre ser interior. Aquest és el poder transformador de les paraules. ¿La metàfora és una creació de qui escriu el poema o senzillament s’amaga esperant que algú la trobe i la culla com una flor o un espàrrec?

 

He escrit poesia per atrapar instants, per poder-los agafar amb les mans i tocar-los amb el tou dels dits, perquè les persones de qui parlen no se’n vagen del tot, per sentir-me una mica menys sola i intuir que, a la fi, tots estem fets del mateix fang. Potser per això escric aquestes línies: per tenir la certesa de l’existència de tanta bellesa malgrat tant d’horror, del gaudi d’unes jornades irrepetibles envoltada d’art i llum a la Serenissima, de saber que la sorra d’una platja al Lido m’espera per morir com una ona més.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu




domingo, 3 de abril de 2022

EL DRET A ESTIMAR D'ARTURO ARNALTE

El dret a estimar fou una exposició de la fotògrafa Isabel Muñoz (Premi Nacional de Fotografia 2016). Aquesta interessant mostra es va poder visitar a CentroCentro Cibeles, seu de l’Ajuntament de Madrid. Va estar integrada al marc de les activitats organitzades per al World Pride 2017. Aquest projecte fou desenvolupat colze a colze amb el nostre estimat Arturo Arnalte. Ambdós hi van intentar de fer un recorregut per la realitat social LGTBI actual al nostre país. Es tractava d’un itinerari geogràfic i temporal per la diversitat d’un col·lectiu que no és ni uniforme ni homogeni.

 

Un mèrit que es va apuntar el projecte fou l’ampli espectre social que va abastar. Hi vam poder trobar persones anònimes, professionals, activistes, intel·lectuals, gent del carrer... que pertanyíem a diferents edats. El caràcter intergeneracional de l’exhibició va trencar estereotips, va subratllar la natura plural del col·lectiu LGTBI i va integrar a adolescents, adults i gent gran que vam reivindicar el nostre dret a estimar a qui nosaltres desitgem. Hi va haver adolescents que es van plantar orgullosos davant la càmera de Muñoz en diàleg desacomplexat amb els activistes dels anys 70 i 80, que van lluitar pel reconeixement dels nostres drets. Mentrestant, la gent gran els observava des del desencant i la llibertat que et concedeix l’edat, i les persones transgènere seguien esperant desafiants i impacients la normalització de la seua reivindicació. En mig de tots i amb ells, hi érem la resta. Aquesta heterogeneïtat ni fou improvisada ni una troballa fortuïta: Arturo, coneixedor del col·lectiu i curiós aferrissat, era sabedor d’aquesta riquesa i pluralitat i volia mostrar-la. Sembla que ho van aconseguir.   

 

Els que vam tenir la sort de viure-ho des de dins, sabem dels avatars que el projecte va sofrir a través del temps i els obstacles que va superar fins que va arribar a la seua feliç culminació. Arturo va posar la seua xarxa d’afectes en el col·lectiu LGTBI davant de l’objectiu d’Isabel. Dos trets van destacar en les fotografies d’Isabel Muñoz. La primera fou una característica definitòria de la seua obra: la sensualitat del cos humà. Muñoz, amb la seua peculiar perspectiva, cerca la bellesa de tot cos humà i aconsegueix atrapar-la. Ho fa, per una banda, a través de la captació del detall, aqueix fragment fugaç que pot passar desapercebut fàcilment. El segon és la mirada: la de la fotògrafa que aguaita al món intern de l’ésser humà al que fotografia; i la de la persona retratada que mira a càmera, involucrada en una relació de complicitat amb Isabel, com el propi Arturo va descriure. Gràcies a ell vam participar en aquest projecte i he de reconèixer que va ajudar a fer més estret el nostre vincle d’amistat ja existent. A l’entrevista prèvia a la sessió fotogràfica que vam tenir ambdós, Arturo es va mostrar sorprès per la nostra intrahistòria. Però fou l’ésser humà acollidor i comprensiu que tots hem gaudit tants anys, no els suficients. Al treball amb adolescents, vam treure el cap per la finestra de l’experiència dels més joves que, encara avui, han de seguir enderrocant murs d’homofòbia i incomprensió. Ens va venir de gust compartir l’alegria i la gatzara d’aquells que són als primers compassos de la seua peça musical i mirar-nos mútuament divertits recordant els nostres primers refilets. Em ric mentre escric aquestes paraules.

 

La mirada d’Arturo Arnalte va impregnar cada part del projecte des de la rereguarda del quadern en el qual prenia notes, deixant el seu segell de tolerància i respecte. Amb l’exhibició fotogràfica, es va publicar un llibre amb el mateix títol El derecho a amar (Editorial Egales, 2017). Gràcies a l’obstinació del nostre amic, van quedar reunides en aquesta publicació les fotografies d’Isabel i un text d’Arturo que recorre el “viaje por el vertiginoso cambio que ha vivido en una sola generación la comunidad LGTBI en España”. Gràcies, Arturo!

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu