domingo, 31 de diciembre de 2023

ENS MEREIXEM L'EXTINCIÓ PER CARALLOTS?

La història d’aquest article comença fa dos anys. Fins ara, els alumnes de 2on de Batxillerat de la Comunitat de Madrid, a l’examen de Llengua castellana i Literatura, tenen un exercici en què han de redactar un text argumentatiu a favor o en contra d’una tesi. S’hi avalua la maduresa discursiva i reflexiva de l’alumne i la seua capacitat per argumentar i redactar. Des de fa anys, considerant, a més, que és una bona manera de desenvolupar l’esperit crític en els nostros joves, aquesta professora que escriu comença a treballar la tècnica de la redacció d’un text argumentatiu a l’últim curs de l’ESO. Es tracta també de proposar temes que puguen resultar atractius i motivadors entre els adolescents del segle XXI. D’aquesta manera, davant les mobilitzacions de la joventut contra el canvi climàtic que es van succeir per diferents països, l’actitud de molts ciutadans davant les restriccions imposades per la pandèmia i les creixents tensions internacionals entre països, vaig proposar als meus alumnes de 4rt ESO d’aquell curs que argumentaren a favor o en contra de la pregunta que dona títol a aquest article. 

 

No sé si fa falta que diga que no es puntua l’opinió, sinó la solidesa dels seus arguments i com exposen les seues idees per escrit amb una sintaxi coherent, un lèxic ric, amb bona ortografia i puntuant bé el text. Quina va ser la meua sorpresa quan em vaig trobar que la majoria d’ells argumentaven a favor. Lamentaven el nostre comportament com a espècie, l’escassa empatia que demostrem amb els nostres semblants a l’hora d’acceptar limitacions cercant el bé comú i la contenció d’un virus que ha matat a milions de persones al món, l’actitud egoista de l’ésser humà, incapaç de canviar la seua manera de viure per cuidar el planeta. Així es que sí, tristament, molts van concloure que ens mereixem l’extinció per carallots.

 

Hi havia un percentatge de l’alumnat que defensava la tesi contrària. Eren capaços d’aportar contraarguments reconeixent que hi ha una part de la ciutadania que mostra un comportament incívic i egoista. No obstant, la seua principal raó era que no podíem “pagar tots” per la manera de procedir d’uns quants. Defensaven la coresponsabilitat, però també la idea que ells mateixos tractaven de tenir una actuació sensata. L’individualisme que el capitalisme ens ha gravat a foc en la nostra concepció del món els feia obviar que vivim junts, que som un col·lectiu, la humanitat sencera, que haurem de respondre del nostre mode d’actuar en conjunt. Com era d’esperar, no ho veien “just” (paraula freqüent en la boca dels nostres púbers). És que la vida és justa? És que no contribuïm tots, en certa mesura, en la destrucció del medi ambient amb la nostra manera de viure, d’estar al planeta?

 

Després de debatre el tema oralment a classe també, aquella canalla adorable em va proposar que jo també presentés el meu propi text argumentatiu. Doncs bé, concloc que ens mereixem l’extinció per carallots aportant com a principal argument que hem criat i educat a la futura generació provocant que pensen i senten que ens mereixem l’extinció per carallots. Hi ha una manera més llastimosa d’arravatar als joves la il·lusió pel futur? Ara rebateu-me si voleu. 

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

domingo, 24 de diciembre de 2023

LA ISLA DEL AIRE

Se produce el fundido a negro final y acaba la representación en el Teatro Español con cuatrocientos cuarenta años de historia a sus espaldas. Los aplausos rompen los escasos segundos de silencio que suceden al fin de la obra que nos han representado. Todavía flotan en el aire y se elevan las últimas palabras pronunciadas. Se encuentran sobre el escenario las cinco actrices que nos han acercado el relato de Alejandro Palomas, La isla del aire, que forma parte de El tiempo que nos une. Candela Serrat, Vicky Peña, Nuria Espert, Teresa Vallicrosa y Claudia Benito nos miran en silencio, cogidas de la mano, con alegría y emoción. Pienso que este es uno de los momentos mágicos del teatro. Ocurre cuando, una vez finalizada la representación, los espectadores reconocemos y agradecemos el trabajo ofrecido, en primer lugar, por los actores (actrices en este caso), y también del equipo entero que está detrás de las tablas (hecho que ellas nos recuerdan levantando el brazo en homenaje a sus compañeros ocultos). Damos las gracias por transportarnos a un mundo imaginario que nos devuelve al nuestro transformados. Aplaudimos, primero, con cierta timidez, observando las miradas brillantes y los gestos de agradecimiento de cada una de estas mujeres. Transcurridos unos segundos, liberadas las manos, las cuatro actrices retroceden unos pasos sin dejar de mirarnos, para que Nuria Espert, en el medio, reciba la ovación, llena de afecto, por una vida dedicada al teatro. Y sí, entonces, el teatro se pone en pie para aclamar y rendir tributo a esta anciana casi nonagenaria que lo ha hecho todo y lo ha dado todo por el teatro. Todos, conscientes de que este será el último montaje en el que participará, nos embriagamos con la plenitud que nos ofrece el momento, único e irrepetible para los espectadores. Nuria Espert, la gran dama del teatre, lo vivirá cada tarde hasta el 14 de enero. No es más (y no es poco) que una merecida despedida a esta actriz que nos ha dado tanto. 

 

La isla del aire está en Menorca donde la presencia del mar y el viento llenan el espacio y la escenografía austera y estática de grandes piedras sobre las que se proyectan imágenes de las actrices y de ese mar que actúa como testigo de la tragedia familiar. La mirada poética de Palomas se palpa en las palabras que pronuncian estas cinco mujeres que, en realidad, son seis porque la ausente Helena y su voz también están presentes. Nuria Espert es Mencía, la matriarca de una familia, que conoce los secretos de las mujeres de su familia que arrastran un pasado que les impide vivir de una manera tranquila y plena. A través de las palabras, esta anciana nonagenaria, intentará sanar las heridas abiertas de sus hijas y sus nietas. Pero sabe que tiene que arrancárselas, muchas veces con un tono deslenguado y directo. Mencía, que en ocasiones se muestra senil, tiene momentos de una intensa lucidez que causa estragos en sus hijas y nietas por su desgarro. Lo intentará a través del viaje a un faro junto al mar donde desapareció en una noche de tormenta su nieta mayor Helena, cuya muerte no acepta su madre, Lía (una contenida Vicky Peña). De forma paulatina, van apareciendo las cargas individuales y familiares de cada una de ellas: de sus nietas Bea (Clàudia Benito), convaleciente de un herpes y con un futuro personal incierto, y de Inés (Candela Serrat), que decide vivir el amor a pesar de sus responsabilidades familiares; pero también de su hija Flavia (Teresa Vallicrosa), frustrada por las oportunidades vitales perdidas y por su anodina vida de cuidadora. Cinco mujeres que buscan reconciliarse con la vida y consigo mismas a través, de nuevo, del arma más poderosa que tenemos, del lenguaje.

 

Begoña Chorques Fuster 

Profesora que escribe

 


 

domingo, 17 de diciembre de 2023

HEDDA GABLER

Hedda Gabler ha vuelto a Madrid; esta vez procedente del Teatre Lliure de Barcelona y de la mano de Àlex Rigola. Estará con nosotros hasta final de año en el Teatro Valle-Inclán, porque Hedda Gabler siempre vuelve. Este personaje femenino, complejo e hipnótico, que combina una inteligencia sobresaliente con una maldad exquisita, nos atrapa y nos inquieta porque no llegamos a entender nunca los motivos de su comportamiento. 

 

Hedda Gabler es un clásico moderno desde que fuera escrito en 1890 por el dramaturgo noruego Henrik Ibsen y estrenado en Múnich (Alemania) un año después. Es cierto que no tuvo buenas críticas en su primera representación ya que no se entendía la actitud de esta mujer, distinguida e insatisfecha, que no cumplía con las premisas morales y sociales de su tiempo. Desde entonces, Hedda Gabler no ha dejado de subir a las tablas y ha sido interpretado por grandes actrices dentro y fuera de la península Ibérica. Con el paso de los años, el personaje de Hedda Gabler, hija del general Gabler, distante y manipulador, no ha dejado de plantear incógnitas y despertar fascinación.

 

El propio Ibsen escribió que buscaba “representar seres humanos, emociones y destinos humanos sobre la base de las condiciones y los principios sociales del presente”. Por eso, Rigola sitúa el texto en el hoy, en un tiempo congelado, encapsulado en un espacio reducido, incluso claustrofóbico, que discurre con “tedio”, ese mismo aburrimiento que revuelve a Hedda y del que cree que solo puede escapar a través de la belleza; y lo desnuda para que personajes y autor del siglo XIX y actores y espectadores del siglo XXI compartamos nuestra incertidumbre.

 

Àlex Rigola dirige esta versión libre del texto de Ibsen que, paradójicamente, pretende llegar a su esencia. No es la primera vez que lo hace con un ‘Ibsen’ ya que en 2018 se atrevió con Un enemigo del pueblo en el Teatro Kamikaze. Si despojamos el montaje de todo el aparato escenográfico, nos quedamos ‘encerrados’ en una caja de madera de nueve por siete metros con una capacidad para apenas ochenta espectadores. Los cinco actores, vestidos con su ropa de calle y sin apenas maquillaje, nos dan la bienvenida a una propuesta escénica insólita que Rigola ya experimentó con su versión de Tío Vania de Chéjov. Sin embargo, los intérpretes son capaces de crear un vínculo con los espectadores que nos mantendrá expectantes durante los siguientes setenta y cinco minutos. Se trata de un teatro desprovisto de todo adorno que deja el texto, llevado a la médula, en manos y boca de unos actores que se llaman por su nombre: Nausicaa Bonnín es Hedda (como nos advierten al principio), Joan Solé es Jorgen Tesman, su marido, Xavi Sáez es Ejlert Lovborg, Marc Rodríguez es el juez Brack y Miranda Gas es la Señora Elvsted.

 

Rigola nos invita a buscar “la verdad escénica” de este texto, con diálogos de frase corta, desde el primer plano, a partir de la voz (a veces casi como un susurro), las miradas y, sobre todo, los numerosos silencios de estos cinco actores que a veces ya no lo son, que se miran entre ellos pero que también observan al espectador, que no siempre lo es, actores/personajes que callan porque son conscientes de no poseer las respuestas a las preguntas que este texto nos lanza sobre nuestra condición y la libertad humana. Así, en un caja reducida de madera, con una extraña complicidad tejida con hilos de araña entre los actores y nosotros, espectadores, las palabras de Ibsen caen en la sima de nuestro interior hasta que un sonido sordo y hueco nos avisa de que han llegado al fondo de nuestra absurda e incomprensible humanidad, porque estamos tan perdidos y desubicados siglo y medio después como los personajes ibsenianos.  

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

 

domingo, 10 de diciembre de 2023

TAN SOLO EL FIN DEL MUNDO

Tan solo el fin del mundo está considerada la obra maestra del francés Jean-Luc Lagarce (1957 – 1995), uno de los nombres fundamentales de la literatura francesa contemporánea. Esto es así hasta el punto de que su obra entró a formar parte del repertorio de la Comédie Française en 2008. Sin embargo, durante su vida, las veinticinco obras que este autor escribió no tuvieron mucho reconocimiento. Juste la fin du monde subió a las tablas por primera vez en 1999, cuatro años después del fallecimiento de su autor. En 2016 Xavier Dolan llevó a cabo una controvertida adaptación cinematográfica. Su teatro se nutre de los grandes dramaturgos existencialistas como Eugène Ionesco o Samuel Beckett. Actualmente Lagarce es uno de los autores contemporáneos más representados en Francia y su obra se ha traducido a más de veinticinco idiomas. Parece que la historia del artista maldito se repite.

 

Jean-Luc Lagarce escribió Tan solo el fin del mundo en Berlín en 1990. Fue poco tiempo después de recibir la noticia de que había contraído el sida. En las dos últimas décadas del siglo XX, contraer esta enfermedad era sinónimo de muerte, como así sucedió. Lagarce murió cinco años más tarde. Este hecho está presente en la obra desde el comienzo, aunque no se trata de una obra de autoficción. Aunque la muerte es recurrente, el tema principal es la familia. Se trata de una obra de reencuentros y despedidas que plantea situaciones inquietantes y ambiguas.

 

Después de doce años de ausencia, Louis (Eneko Sagardoy) regresa a casa de su familia para visitarlos con la intención de comunicarles que está muy enfermo y que morirá en el plazo de un año. Louis abandonó la casa paterna en busca de una nueva vida, sintiendo un gran desapego emocional que no le han perdonado. Vuelve como un hijo pródigo sin saber muy bien por qué. Allí se reencontrará con su madre (María Pujalte), su hermana pequeña Suzanne (Yune Nogueiras), su hermano Antoine (Raúl Prieto) y la mujer de este, Catherine (Irene Arcos), a la que no conocía. Louis es incapaz de verbalizar el motivo de su visita, porque su llegada desencadenará el resurgimiento de antiguas tensiones familiares y de conflictos del pasado dando lugar a reproches y discusiones. En el montaje dirigido por Israel Elejalde que se puede ver en las Naves del Español, contemplamos la figura del alter ego de Louis con el bailarín Gilbert Jackson, que introduce el lenguaje de la danza en su propuesta escénica a través de coreografías de street dance, junto a otros elementos audiovisuales, como el diseño de escenas de vídeo, que pretenden interrogar al espectador.

 

No obstante, Tan solo el fin del mundo destaca por el uso del lenguaje y la manera de hablar de los personajes. Lagarce pone de relieve la imposibilidad de expresar el alma humana a través de las palabras, la incomunicación en el ámbito familiar. Nos encontramos con unos personajes conscientes de su desconocimiento mutuo. Aunque exista entre ellos un vínculo sanguíneo, no se conocen y no se reconocen. Sin embargo, hacen todo lo posible por expresar lo que piensan, lo que sienten, lo que sucede en su interior. Muchas veces lo hacen con oraciones inacabadas y con una expresión balbuceante. Esa es su paradoja y su contradicción. Pero no pueden dejar de intentarlo, aunque tengan que acabar reconociendo su derrota. Quizás entonces cobra sentido la danza como expresión de lo que ocurre en el mundo interno de Louis. O como el propio Louis dice: “Y todo esto, ¿para qué?”  

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 3 de diciembre de 2023

EL LECTOR POR HORAS

El lector por horas (1999), una de las obras más importantes de su autor, José Sanchis Sinisterra (València, 1940) vuelve a subir a las tablas en el Teatro de la Abadía de la mano del también valenciano Carles Alfaro. Es un montaje con una escenografía sencilla, apenas dos butacas con un sofá y una mesa en medio, junto a un piano, pero con un especial cuidado en el uso de las luces que actúan como un actor más. Un detalle puede pasar desapercibido: el borde del escenario, que mira al patio de butacas, se encuentra delimitado por una frontera hecha de espejos rotos. Acaso evocan el Mirall trencat rodorediano y los fragmentos de unos personajes profundos y en conflicto cuyos pedazos hay que reconstruir o, al menos, intentarlo. 

 

Ismael (Pere Ponce) es contratado por Celso (Pep Cruz), un acaudalado hombre de negocios y ávido lector, para leer novelas en voz alta a su hija Lorena (Mar Ulldemolins) que se quedó ciega siete años atrás. No obstante, le advierte de que desea que lea sin ninguna intención, que haga una lectura transparente. Sin embargo, con el transcurso de las escenas, el espectador comprobará que “la lectura neutra no existe”, tal y como afirma el propio autor. Así es como Sanchis Sinisterra se adentra en la estética de la recepción, formulada por Jauss e Iser en los años 60 del siglo pasado, y la hace suya en su dramaturgia. A su vez, esta teoría enlaza con la del “lector modelo” del semiólogo Umberto Eco.

 

Es imposible leer “sin intención” como pretende Celso. Cuando leemos pasamos a formar parte de la obra, porque cada lector hace una lectura distinta de la obra. “Los libros son una forma de experiencia. Leyendo se vive, ¿no? Y ya sabemos que la vida no es un baño de espuma”.  De la misma manera, leer la misma obra en momentos diferentes de la vida cambia la lectura. Por eso, el papel del lector es crucial. Una obra no existe hasta que es leída por alguien. Y así la lectura va entrelazada a la escritura que no puede existir sin la primera. Todo escritor es, en primer lugar, lector. Además, la lectura nos permite romper la barrera del tiempo y del espacio, porque leemos fuera del tiempo y nos permite escuchar a los muertos. Leer es colocarse en el lugar del otro, es empatizar. Quizás por eso, Lorena busca sentido en las modulaciones de la voz de Ismael, en la entonación de su voz. Pretende descubrir quién es el lector a partir de los textos escogidos (muchos relacionados con la muerte) y de la forma en que son leídos. Lorena pretende reconstruir el espejo roto de Ismael. “Lo malo de la muerte es que no es el final de nada. Por eso da miedo”.

 

Esta actitud de indagación también interpela a los otros dos personajes. Porque esta obra, profundamente pinteriana, está llena de enigmas. Cada personaje arrastra sus propias sombras, fracasos que abren huecos por los que nos podemos colar. El texto huye de lo obvio y explícito, pecados actuales del teatro contemporáneo para nuestro dramaturgo. No quiere ser complaciente con nosotros. Por eso, la obra requiere un espectador/lector activo, con una actitud despierta y atenta que, como Lorena, intente juntar los trozos del espejo. La relación que se establece entre ellos es otra de las incógnitas en las que escudriña Sanchis Sinisterra y donde el poder y la humillación juegan su papel. “En cuanto ponemos demasiado pensamiento, la transparencia se pierde. Y llega lo traslúcido”. Porque la realidad y nuestro mundo son traslúcidos.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 26 de noviembre de 2023

TERRORISTES, FEIXISTES I COLPISTES

Diu Harriet, la protagonista de La tortuga de Darwin de Juan Mayorga, que las palabras marcan a la gente que hay que eliminar: “judío”, “burgués”, “comunista”, “fascista”, “terrorista”…”. Sentir, a la vida pública o quotidiana, algun dels qualificatius recurrents que encapçalen aquest article m’evoca aquestes paraules de la vella de Galápagos. Més enllà d’aquests termes ancestrals, en creem d’altres més postmoderns o casolans como prorrús, antisemita (obviant que els palestins també ho són), supremacista, populista o filoetarra. Amb l’etiqueta, classifiquem i desqualifiquem l’adversari polític o qui discrepa de nosaltres, aniquilem qualsevol possibilitat de debat enriquidor que ens puga fer dubtar, per no haver de seguir escoltant el que haja de dir-nos, per no tractar d’entendre des d’on ens parla i què experiències o idees l’han dut al lloc des d’on parla. Amb el rètol, col·loquem l’altre en una posició oposada a la nostra, en un lloc indesitjable que és millor no trepitjar perquè fer-ho suposa contaminar-se, tacar-se. La nostra obcecació ja no ens permet reconèixer que explicar no és justificar.

 

Amb el llenguatge configurem la realitat, la delimitem, ens posicionem davant d’un món cada cop més polièdric, moltes vegades incapaços d’entendre la seua complexitat. Per això, com més pobre és el nostre llenguatge, més limitada i obtusa és la nostra visió del món. I així, amb un lèxic cada vegada més escàs, havent buidat les paraules del seu autèntic significat, convertits en hooligans ideològics (els nostres plans d’estudi i l’organització dels centres educatius ja s’encarreguen d’empobrir el discurs dels nostres joves), ens entestem a classificar-ho tot en blanc o negre, oblidant l’escala de grisos. Tampoc tenim el temps i la serenor necessaris per una anàlisi mínimament assossegada que en ocasions tan sols ens conduiria a pronunciar el tan temut  no ho sé”. Confessar aquesta ignorància, gairebé epistemològica (perdoneu la paraulota), és imperdonable. No obstant, fer afirmacions ostentosament salvatges es premia cada vegada més als diferents àmbits (polític, social i també laboral). Ajuda a aquest anhelat progrés individual o èxit social (expressions impostores d’aquest viciat afany comunicatiu). No interessa un pensament que no puga ser resumit en dos-cents vuitanta caràcters (escriure el número en lletra ja és una temeritat i una provocació), perquè senzillament no arribem al final.

 

És trist i lamentable però el sentit crític no és un valor a l’alça. Es surt amb la seua qui és capaç de pronunciar el tweet més impactant o que té el seu què, qui és capaç de proferir els substantius demagògia i manipulació i despertar l’aplaudiment. Articular la més lleu discrepància o dubte sobre la categorització imposada, sobre com es durà al terme qualsevol idea o projecte (oh, paraula mitificada), suposa la sospita a l’adhesió infrangible que avui se’ns exigeix en massa esferes de la nostra vida. Si ho pensem bé, les preguntes amb una resposta més problemàtica són aquelles encapçalades per l’interrogatiu com. S’asfixia la discrepància i el diàleg i es substitueixen per reunions supèrflues i inútils. Amb la devaluació del llenguatge es degrada la nostra realitat, la nostra democràcia, però també els nostres ambients de feina, les nostres converses diàries, la nostra convivència, la nostra humanitat.

 

Las palabras preparan muertes; las palabras matan”. Ens podrà semblar que el queloni repapieja, ja que edat no li manca per fer-ho. Tanmateix, amb el vocable terrorista decidim quines bombes són bones i quines són dolentes (com si hagués alguna de benèvola), amb la perversió d’expressions com “dret a la legítima defensa” o “resposta proporcionada” es dona permís per exercir una violència desmesurada. Quin és el límit? Quants nens morts calen per incomodar-nos? Quina és la diferència entre un “acte terrorista i un “crim de guerra”? Qui posa els límits? No serà que el límit de la violència, física i verbal, no hauríem de travessar-lo mai? No serà que el creuem quan ens abandona el llenguatge i no reconeixem l’autèntic significat de les paraules?

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

 

 

 


domingo, 19 de noviembre de 2023

¿NOS MERECEMOS LA EXTINCIÓN POR GILIPOLLAS?

La historia de este artículo comienza hace dos años. Hasta el momento, los alumnos de 2º de Bachillerato de la Comunidad de Madrid, en el examen de Lengua castellana y Literatura, tienen un ejercicio en el que han de redactar un texto argumentativo a favor o en contra de una tesis. En él se evalúa la madurez discursiva y reflexiva del alumno y su capacidad para argumentar y redactar. Desde hace años, considerando, además, que es una buena manera de desarrollar el espíritu crítico en nuestros jóvenes, esta profesora que escribe empieza a trabajar la técnica de la redacción de un texto argumentativo en el último curso de la ESO. Se trata también de proponer temas que puedan resultar atractivos y motivadores entre los adolescentes del siglo XXI. De esta manera, ante las movilizaciones de la juventud contra el cambio climático que se sucedieron por distintos países, la actitud de muchos ciudadanos ante las restricciones impuestas por la pandemia y las crecientes tensiones internacionales entre países, propuse a mis alumnos de 4º ESO de aquel curso que argumentaran a favor o en contra de la pregunta que pone título a este artículo.

 

No sé si hace falta que diga que no se puntúa su opinión, sino la solidez de sus argumentos y cómo exponen sus ideas por escrito con una sintaxis coherente. un léxico rico, con buena ortografía y puntuando bien el texto. Cuál fue mi sorpresa cuando me encontré que la mayoría de ellos argumentaban a favor. Lamentaban nuestro comportamiento como especie, la escasa empatía que demostramos para con nuestros semejantes a la hora de aceptar limitaciones buscando el bien común y la contención de un virus que ha matado a millones de personas en el mundo, la actitud egoísta del ser humano, incapaz de cambiar su modo de vida para cuidar el planeta. Así es que sí, tristemente, muchos concluyeron que nos merecemos la extinción por gilipollas.

 

Había un porcentaje minoritario del alumnado que defendía la tesis contraria. Eran capaces de aportar contraargumentos reconociendo que hay una parte de la ciudadanía que muestra un comportamiento ciertamente incívico y egoísta. Sin embargo, su principal razón era que no podíamos “pagar todos” por la manera de proceder de unos cuantos. Defendían la corresponsabilidad, pero también la idea de que ellos mismos trataban de tener una actuación sensata. El individualismo que el capitalismo nos ha grabado a fuego en nuestra concepción de mundo les hacía obviar que vivimos juntos, que somos un colectivo, la humanidad entera, que habremos de responder de nuestro modo de actuar en conjunto. Como era de esperar, no lo veían “justo” (palabra frecuente en la boca de nuestros púberes). ¿Acaso es la vida justa? ¿Acaso no contribuimos todos, en cierta medida, en la destrucción del medio ambiente con nuestra manera de vivir, de estar en el planeta?

 

Después de debatir el tema oralmente en clase también, aquella muchachada adorable me propuso que yo también presentara mi propio texto argumentativo. Pues bien, concluyo que nos merecemos la extinción por gilipollas aportando como principal argumento que hemos criado y educado a la futura generación llevándoles a pensar y sentir que nos merecemos la extinción por gilipollas. ¿Hay una manera más lastimosa de arrebatar a los jóvenes la ilusión por el futuro? Ahora rebátanme si quieren.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 


domingo, 12 de noviembre de 2023

TERRORISTAS, FASCISTAS Y GOLPISTAS

Dice Harriet, la protagonista de La tortuga de Darwin de Juan Mayorga, que “las palabras marcan a la gente que hay que eliminar: “judío”, “burgués”, “comunista”, “fascista”, “terrorista”…”. Oír, en la vida pública o cotidiana, alguno de los calificativos recurrentes que encabezan este artículo me evoca estas palabras de la vieja galápago. Más allá de estos términos ancestrales, creamos otros más posmodernos o caseros como prorruso, antisemita (obviando que los palestinos también lo son), supremacista, populista o filoetarra. Con la etiqueta, clasificamos y descalificamos al adversario político o a quien discrepa con nosotros, aniquilamos cualquier posibilidad de debate enriquecedor que nos pueda hacer dudar, para así no tener que seguir escuchando lo que tenga que decirnos, para no tratar de entender desde donde nos habla y qué experiencias o ideas le han conducido al lugar desde el que habla. Con el rótulo, colocamos al otro en una posición opuesta a la nuestra, en un sitio indeseable que es mejor no pisar porque hacerlo supone contaminarse, mancharse. Nuestra obcecación ya no nos permite reconocer que explicar no es justificar.

Con el lenguaje configuramos la realidad, la delimitamos, nos posicionamos ante un mundo cada vez más poliédrico, muchas veces incapaces de entender su complejidad. Por eso, cuanto más pobre es nuestro lenguaje, más limitada y obtusa es nuestra visión del mundo. Y así, con un léxico cada vez más escaso, habiendo vaciado las palabras de su auténtico significado, convertidos en hooligans ideológicos (nuestros planes de estudio y la organización de los centros educativos ya se encargan de empobrecer el discurso de nuestros jóvenes), nos empeñamos en clasificarlo todo en blanco o negro, olvidando la escala de grises. Tampoco tenemos el tiempo y la serenidad necesarios para un análisis medianamente sosegado que en ocasiones tan solo nos conduciría a pronunciar el tan temido “no lo sé”. Confesar esta ignorancia, casi epistemológica (perdonad el palabro), es imperdonable. Sin embargo, hacer afirmaciones ostentosamente cerriles se premia cada vez más en los diferentes ámbitos (político, social y también laboral). Ayuda a ese tan ansiado progreso individual o éxito social (expresiones impostoras de este viciado afán comunicativo). No interesa un pensamiento que no pueda ser resumido en doscientos ochenta caracteres (escribir el número en letra ya es una temeridad y una provocación), porque sencillamente no llegamos al final. 

Es triste y lamentable pero el sentido crítico no es un valor en alza. Se lleva el gato al agua quien es capaz de pronunciar el tweet más resultón e impactante, quien es capaz de proferir los sustantivos demagogia y manipulación y despertar el aplauso. Articular la más leve discrepancia o duda sobre la categorización impuesta, sobre el cómo se llevará a cabo cualquier idea o proyecto (oh, palabra mitificada), supone la sospecha a la adhesión inquebrantable que hoy se nos exige en demasiadas esferas de nuestra vida. Si lo pensamos bien, las preguntas con una respuesta más problemática son aquellas encabezadas por el interrogativo cómo. Se asfixia la discrepancia y el diálogo y se sustituyen por reuniones superfluas e inútiles. Con la devaluación del lenguaje se degrada nuestra realidad, nuestra democracia, pero también nuestros ambientes de trabajo, nuestras conversaciones diarias, nuestra convivencia, nuestra humanidad.

Las palabras preparan muertes; las palabras matan”. Nos podrá parecer que el quelonio chochea, ya que edad para ello no le falta. Sin embargo, con el vocablo terrorista decidimos qué bombas son buenas y cuáles son malas (como si hubiera alguna benévola), con la perversión de expresiones como “derecho a la legítima defensa” o “respuesta proporcionada” se da permiso para ejercer una violencia desmesurada. ¿Cuál es el límite? ¿Cuántos niños muertos son necesarios para incomodarnos? ¿Cuál es la diferencia entre un “acto terrorista” y un “crimen de guerra”? ¿Quién pone ese límite? ¿No será que el límite de la violencia, física y verbal, no debiéramos atravesarlo nunca? ¿No será que lo cruzamos cuando nos abandona el lenguaje y no reconocemos el auténtico significado de las palabras?

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Imad Abu Shtayyah (Palestine), We shall return, 2014

Oil on canvas


 

 

domingo, 5 de noviembre de 2023

LA MARE DE FRANKENSTEIN

“Lo mejor en España es no abrir la boca. El silencio es el único valor seguro”. Al 1954, Germán Velázquez, un jove psiquiatra que ha viscut quinze anys a Suïssa, torna a Espanya per treballar al manicomi de dones de Ciempozuelos, al sud de Madrid. Es va exiliar al 1939, després que son pare, psiquiatra republicà, es suïcidés abans de ser executat en ser condemnat a mort. S’hi troba amb Aurora Rodríguez Carballeira, un personatge real de l’època, reclosa i coneguda per haver matat la seua filla Hildegart amb quatre tirs mentre dormia. Germán es dedica a la psiquiatria per influència paterna i perquè, amb tretze anys, va conèixer a la parricida paranoica i va quedar fascinat per la seua intel·ligència. També hi coneix a María Castejón, una auxiliar d’infermeria, filla del jardiner del manicomi, a la qual Aurora va ensenyar a llegir i a escriure quan era una nena i que guarda molts secrets.

 

La madre de Frankenstein és, sens dubte, un dels muntatge teatrals d’aquesta temporada, coproduïda pel Centro Dramático Nacional i el Teatre Nacional de Catalunya. Ho és per diversos motius. Primer, perquè és l’adaptació de la quinta novel·la d’Almudena Grandes de la sèrie Episodios de una guerra interminable sobre la guerra civil i el franquisme, tasca que va deixar inacabada com el seu mestre Benito Pérez Galdós als Episodios Nacionales.

 

En segon lloc, perquè es tracta d’una obra coral de dones. La pròpia Grandes es va posar d’acord amb Carme Portaceli, directora del muntatge i especialista en adaptacions teatrals de grans novel·les –La casa de los espíritus (2021) o Mrs. Dalloway (2019), per exemple–, la posada en escena d’un dels seus “episodios” i aquesta fou l’elegida. La dramaturga Anna Maria Ricart –Encara hi ha algú al bosc (2021) o Moriu-vos (2022)– ha estat l’encarregada de fer l’adaptació, extremadament fidel a l’original de Grandes perquè considera que els lectors de Grandes coneixen la seua obra amb profunditat. El resultat és un text llarg la representació del qual arriba gairebé a les quatre hores, però és que Portacelli li va passar la novel·la amb quasi tot subratllat. A més, Blanca Portillo encarna a Aurora Rodríguez Carballeira en una interpretació on torna a confirmar que és una de les dames del teatre actuals.

 

En tercer lloc, perquè malgrat l’excel·lent interpretació de Portillo, es tracta d’una representació coral amb tres protagonistes: Pablo Derqui és el doctor Velázquez i Macarena Sanz encarna a María Castejón, una jove apocada producte de l’educació repressora franquista i del discurs oficial. “Ahora hay paz. Los españoles no servimos para tener partidos y parlamentos como los otros países. Franco lo sabía”. La resta d’actors representen amb versatilitat a diferents personatges, entre els que trobem amb un irreconeixible José Troncoso en la pell del Padre Armenteros.

 

En quart lloc, perquè ens conten, a través dels ulls d’algú que ha crescut i ha estat educat fora de l’Espanya franquista dels anys 50, la realitat sòrdida i gris d’on venim: res és “normal” i tot es mira amb ulls de sospita i amb una intenció bruta, es poden cometre les més grans atrocitats contra les dones amb impunitat (robatori de nadons acabats de néixer o violacions silenciades), teràpies rehabilitadores per homosexuals, encimbellament de la crueltat, la manipulació i la mediocritat dels doctors López Ibor i Vallejo-Nájera i el seu “gen rojo”. A més, el text és suficientment ric per apropar-nos també a la intrahistòria d’uns personatges, a les seues pors i, sobretot, als seus silencis, que viuen en un lloc oblidat, un manicomi. “Honestamente le digo, si las cuerdas importamos poco, imagínese las locas, ellas son las últimas de todas las filas”.  

 

En cinquè lloc, perquè Aurora Rodríguez Carballeira esdevé un símbol d’aquella Espanya esquizofrènica i malalta, assassina de la seua filla superdotada, perquè “ella la creó, y ella la destruyó”, eugenèsica, que es creu superior a la resta, brillant i intel·ligent, capaç del millor i del pitjor. “Mi corazón, mis pechos, mis nalgas son de mujer, pero el cerebro, el cuello, los brazos, las piernas y la clavícula son completamente viriles. Si no se lo creen, que me hagan la autopsia cuando muera, y ya lo verán”.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

domingo, 29 de octubre de 2023

LA PORNOGRAFIA DELS NOSTRES FILLS

Els adolescents tenen un dispositiu mòbil propi a l’edat mitjana d’onze anys. Abans ja han navegat per Internet moltes vegades sense supervisió d’un adult. A més, en massa col·legis i instituts, s’ha implantat l´ús de tabletes, connectades a Internet, que no són més que un mòbil amb pantalla gran. Per cert, és humanament impossible controlar el que trenta adolescents estan veient en aquestes pantalles mentre s’ha d’impartir classe. A banda del que aquesta sobreexposició a les pantalles suposa per l’atenció i la concentració dels nostres nens i adolescents, indicaré sols algunes dades rastrejades en la xarxa.

 

Gairebé set de cada deu adolescents consumeix pornografia. El primer apropament a aquests continguts sol ser accidental i es produeix entre els nou i els onze anys. Segons passar el temps, per als joves, la pornografia esdevé el principal referent del comportament afectiu-sexual en una relació. El consum és percentualment major en el xics (80%) front a les xiques (40%). Pot semblar obvi però el consum excessiu d’aquest material té efectes distorsionadors en la psique dels nostres joves.

 

La industria pornogràfica es comporta com una droga, perquè té un efecte addictiu degut a la quantitat de dopamina que genera aquest plaer. No es tracta d’un plaer provocat per l’instint de supervivència de l’espècie humana que té el sexe real. La repetició de la conducta comporta que la persona perda la capacitat de controlar les seus pròpies sensacions i voluntat. Pensem que es tracta de menors en ple desenvolupament psico-afectiu i en creixement, no d’adults.  

 

Sembla que quan un adolescent desenvolupa una addicció a la pornografia, el cervell canvia la seua estructura química. L’expressió d’aquesta dependència es tradueix en símptomes d’ansietat, estrès, dificultat per concentrar-se en determinades tasques, temor a prendre decisions, canvis ràpids d’humor sense raó aparent, apatia, menys ganes de socialitzar, depressió. En estar exposats des d’una edat tan primerenca a aquests continguts, els adolescents generen una idea equivocada de les relacions sexuals. En molts casos, es tracta del seu primer apropament cap a un acte sexual previ a la pròpia experiència i tranformen el que veuen en la pantalla en una conducta sexual estàndard o normalitzada.

 

Amb el costum, visualitzen continguts pornogràfics cada cop més perillosos i nocius, assolint nivells alarmants. Com més s’altera el circuit de recompensa, es cerquen comportaments més extrems, alguns d’ells delictius com violacions en grup. Els adolescents que consumeixen aquests vídeos amb assiduïtat els consideren normals i poden arribar a adquirir conductes de risc.

 

Les dades estadístiques són preocupants: segons la Fundació Barrié, el 25% dels adolescents entre 12 i 14 anys consumeix pàgines a Internet de contingut pornogràfic. Aquest percentatge puja al 50% en la franja d’edat que va dels 14 als 16 anys i ascendeix al 65% entre els de 16 a 18 anys. El 58% ha contactat amb desconeguts a través d’Internet. El 18% de les xiques han sigut pressionades perquè enviaren fotos o vídeos sexuals (l’anomenat sexting).

 

La solució és complexa, però requereix d’una actuació urgent: és imprescindible que els progenitors seguen a parlar amb els seus fills de sexe, d’Internet i que en la conversa es parle de pornografia obertament. Si tenen fills adolescents, ja fan tard. Els nens i adolescents necessiten que els adults els protegim i els posem límits en el seu accés a Internet. Requereixen que estem amb ells. És fonamental que als centres educatius hi haja més programes d’educació psico-sexual i que no es censuren aquests continguts. Són necessaris, a més, plans de mediació en conflictes en els instituts que previnguen els casos d’assetjament i que milloren la convivència escolar. Però, els professors també necessitem que es torne a confiar en la nostra tasca i que ens donen unes condicions de treball (ràtios d’alumnes acceptables i menys hores lectives) amb què podem observar, escoltar i atendre el nostre alumnat (els seus fills) amb la calma que es mereixen. Ja fem tard.  

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 



domingo, 22 de octubre de 2023

DISCURS DEL PREMI DE NARRATIVA CIUTAT DE SAGUNT

Bona vesprada a tothom. En aquest acte especial i durant el cap de setmana estic celebrant que la ciutat de Sagunt, al Camp de Morvedre, ha entrat a formar part de la història d’aquesta professora que escriu i que vos parla. Vos he de confessar que estic molt contenta i molt il·lusionada. De vegades la vida ens sorprèn i no sempre és per a mal. Vull donar les gràcies a tots els que ho heu fet possible. En primer lloc, vull agrair a la corporació municipal, amb l’alcalde Darío Moreno al capdavant, l’aposta decidida per la nostra llengua. Gràcies a la regidoria de Normalització Lingüística, amb Patrícia Sánchez i al Gabinet de Promoció del Valencià amb Òscar Pérez Silvestre. Avui, més que mai, cal recolzar l’ús normalitzat del valencià. Visc a Madrid des de fa més de vint-i-cinc anys i em trobe amb la contradicció que escolte, amb goig, parlar valencià-català-balear al Congrés dels Diputats mentre a casa nostra ens volen arravatar els accents gràfics i les petites conquestes socials de la nostra llengua aconseguides amb tant d’esforç. La nostra llengua és molt més que un requisit.

 

Gràcies a la companyia Teatres de la Llum, a Vicent Ortolà i a Mariola Ponce, per organitzar aquest acte i per la tria de les fotografies. Sens dubte, “la situación es teatral” que diria el meu estimat Juan Mayorga i no tinc ben clar si el que visc és realitat o ficció. També vull donar les gràcies al jurat integrat per Manel Joan, Raquel Ricart i Josep Usó. No vos qüestionaré el criteri a l’hora de triar l’obra premiada, però m’aliaré amb Raquel per reivindicar la literatura feta per dones. Gràcies per la trucada telefònica (per mi plena de nervis) i la conversa i els comentaris sobre la novel·la –després la podem continuar. La nit que em vau cridar vaig telefonar a l’escriptor xativí Toni Cucarella, amb qui he compartit algun desànim i més literatura –sempre dic que quan siga gran vull escriure com ell– per donar-li la nova. Quan va passar l’atrafegament inicial de la conversa per l’emoció del moment, em va demanar pel jurat del premi. Li vaig dir els noms. Bon jurat, Toni Cucarella dixit.

 

També vull donar les gràcies a les persones que han cregut que Només una. Que si no, faré tard. era un text que mereixia ser llegit pel públic. A María José Mier, la meua dona; a Paloma López Pascual, que m’ha advertit que ja he de dir que sóc professora i escriptora; als escriptors Toni Cucarella i Ignasi Riera, lectors primerencs i crítics de la novel.la; a Lola Pérez Bellido i al fotògraf Antoni Marzal, lectors batejats com casolans, fonamentals per fer de la literatura un fet i una realitat social.

 

Només una. Que si no, faré tard. conta el bombardeig perpetrat per l’aviació italiana feixista a Xàtiva (La Costera), el 12 de febrer de 1939 i al poble de Manuel, el dia abans. La pluja de bombes va coincidir amb l’arribada d’un tren que transportava la 49 Brigada Mixta cap a la rereguarda del front, fet que va afavorir que l’estació de ferrocarril estigués atapeïda de gent. Hi van morir un total de cent quaranta-cinc persones a Xàtiva i hi va haver gairebé quatre-cents ferits. L’onze de febrer van perdre la vida sis persones a l’estació de Manuel, tots civils. Després hi va caure un tel de silenci sobre aquest fet terrible, que ha estat anomenat dècades després el Guernica valencià. Vos parle d’una guerra del segle passat, però sabem que la maquinaria bèl·lica no es detura. Ho veiem a Ucraïna i a Palestina, sobretot a Gaza, i Israel i a tants conflictes oblidats. 

 

Solsida, nom simbòlic que li he donat a Xàtiva, vol representar totes les poblacions costaneres del País Valencià i de Catalunya que, durant l’hivern i la primavera de 1939, van sofrir els bombardejos estratègics de l’aviació franquista per fer malbé les comunicacions ferroviàries i així consumar la derrota i la humiliació de la República Espanyola. Recordem que Sagunt també va ser bombardejada en diverses ocasions al llarg de la guerra civil.

 

Només una. Que si no, faré tard és un relat polifònic que conta trenta-nou vegades uns fets que van ocórrer només un cop, però que mai no havien d’haver esdevingut i que no van poder ser narrats durant dècades. Cada capítol és una peça del trencaclosques que vol reconstruir la memòria individual i col·lectiva durant tants anys silenciada. La narració pretén omplir alguns dels buits que el pas inexorable del temps ha deixat balmats per tal d’apropar-nos a la veritat que ajude a la reparació. És per això que els capítols fluctuen entre el passat i el present, per un camí on realitat i ficció sovint es solapen i confonen i on els personatges salten de la realitat a la ficció i a l’inrevés. Em podeu assegurar que tot açò que estic vivint és realitat i no un somni?

 

Vull dedicar aquest premi a la meua mare, Trini Fuster, i a la memòria de la meua àvia, Trini Garcia, gràcies a les quals vaig conèixer aquest trist esdeveniment. Quan jo era a sisè d’EGB, a l’escola ens van demanar que contàrem un fet històric del qual tinguérem coneixement o que preguntàrem a la família. Jo li vaig preguntar a ma mare i ella em va suggerir que parlés amb la meua àvia sobre el bombardeig de Xàtiva. Vaig començar a escriure aquell relat als dotze anys en castellà. Era precisament en aquell curs quan la meua generació començava a estudiar valencià a l’escola. El principi de la narració va ser en la llengua de l’Estat, però quan vaig començar a escriure els diàlegs, sense voler, vaig pegar el salt a la nostra llengua. I amb aquell text, escrit entre el castellà i el valencià, vaig anar a classe. Per sort, no em van preguntar. Però sempre he pensat que en aquesta anècdota (o potser molt més que això) estan les autèntiques raons per les quals escric i per què ho faig en una llengua de deu milions de parlants. Hi ha relats que ixen dels budells i només podem contar-los en la llengua que hem aprés de menuts, perquè ens configuren com a persones, perquè pertanyen a la nostra memòria històrica i col·lectiva. No parlem només una llengua, som també una llengua. 


Per acabar, Només una. Que si no, faré tard. vol ser una obra compromesa amb la pau, la memòria i la reparació. Vull citar a Mario Benedetti que ens recorda que “el olvido está lleno de memoria”. Moltes gràcies.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora i escriptora