domingo, 26 de diciembre de 2021

ARTURO ARNALTE BARRERA

Qué difícil resulta hablar en pasado de las personas que queremos de verdad cuando se van. Quienes hayan experimentado lo que digo entenderán el alcance de mis palabras. El pasado 14 de diciembre, nuestro amigo Arturo Arnalte perdió la guerra que llevaba luchando desde hacía semanas en la UCI contra este maldito virus que no nos da tregua. Ganó alguna batalla; incluso llegó a despertar y sentarse en la silla, pero una neumonía bilateral acabó con sus pulmones enfermos. Los médicos hicieron todo lo que pudieron. Tuvimos la inmensa suerte de tener una persona conocida y querida trabajando en aquella UCI. Esta casualidad humanizó todo el proceso. Sin embargo, en los últimos días solo nos quedó esperar el fatal desenlace. Ya solo un imposible, que no se produjo, podía habernos devuelto a Arturo.

 

Esa es la tragedia para todos los que le quisimos. Arturo ya no está. Es imposible desprenderse de la sensación de irrealidad que nos embarga cuando pensamos en él. Me lo imagino en su buhardilla luminosa y feliz entre Sol y Callao leyendo, echándose la siesta o escribiendo sobre alguno de los proyectos que tenía en ejecución; o quizás en algún país de Hispanoamérica conviviendo con la comunidad LGTBI para conocer desde el suelo la situación del colectivo en estos países; o si no, recorriendo las iglesias de Castilla buscando representaciones de los negros en la iconografía religiosa. Porque Arturo amaba a los negros. Su interés interracial iba más allá del mero conocimiento historiográfico o artístico; era como si a través de sus investigaciones pretendiese una reparación histórica. Pero, cuando mi imaginación deja de volar, la realidad me suelta un guantazo y me devuelve a la consciencia de que ya no habrá más charlas perezosas y risueñas en el sofá de su salón donde era tan fácil despanzurrarse. En medio del ajetreo de Madrid, a Arturo era muy fácil verlo y quedar con él. Su generosidad llegaba a todas las esquinas de nuestra relación. Creo que fue por eso que acabamos queriéndole tanto y teniéndolo como un afecto de referencia. El suyo era un corazón que latía en el centro mismo de esta ciudad inmensa que acaba atrapándonos a los que venimos de fuera con su acogida. 

 

A nuestra pena se une el desconcierto. Después de haber pasado lo peor de la pandemia, la mala fortuna se ha ensañado con él y su familia de una manera dramática. Es imposible no sentir rabia ante lo que Arturo ha dejado a medias, al pensar todos los momentos que nos quedaban por vivir y todo lo que le quedaba por hacer. Después de una larga carrera profesional como periodista en la que llegó a dirigir las revistas La aventura de la Historia y Descubrir el Arte, Arturo ya disponía de todo su tiempo para dedicarlo a lo que más le gustaba: investigar y escribir sobre la trata africana, la represión de la homosexualidad y la literatura de viajes. Aunque Arturo nos ha dejado un buen puñado de libros (alguno inédito), no me consuela el hecho de que nos queda su obra. Porque todo lo que escribió es solo una pequeña muestra del ser humano curioso, afable, altruista y divertido que era. Odio el pretérito: sigue siendo para los que le conocimos y amamos.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto de María José Mier

 

Obra de Arturo Arnalte Barrera:

 

Los últimos esclavos de Cuba (2001)

Redada de violetas (2003, reeditado en 2020)

Richard Burton, cónsul en la Guinea Española (2005)

La diáspora africana (2006)

Grandes viajeros que cambiaron la Historia (2008)

Delirios de grandeza (2009)

Trásfugas, travestis y traidores (2009)

El derecho a amar (2017, en colaboración con la fotógrafa Isabel Muñoz)

 


 

miércoles, 22 de diciembre de 2021

L'INFERNO IN MOVIMENTO

Que las mudanzas son un infierno, lo sabemos todos. Aunque se cambie a mejor, aunque la casa tenga más espacio, muchísima luz y una buena vista. Tanto es así que hasta una serie de instantáneas se ha merecido en Instagram. También sabemos que los stories están acabando con esa red social de fotografía que tan felices se las prometía. La pandemia, que todo lo ha retrasado, no ha hecho una excepción con la entrega de nuestra casa nueva. Semanas de preparativos no impidieron que casi ningún plazo cuadrara: carpintero, colchonero, muebles del salón, de la habitación… Y es que ya me lo advirtieron: “No te angusties porque nada encajará”. Y razón no le faltó. A pesar de ello, siete meses después de la fecha prevista llegó el día de firmar un nuevo casamiento con el banco y con la pareja. ¡Lo que une una hipoteca! Pero a todo eso iban sumándose un montoncito de obstáculos: un desagüe de la cocina que pierde agua y se carga el mueble, la puerta del salón con un golpe importante… Y así, poco a poco, con una paciencia de mil demonios, fue resolviéndose todo en medio de una pila de exámenes por corregir y de alumnos por evaluar. Pero no pasa nada porque de todo se sale.

 

Con todo, el revoltijo de sentimientos de dejar atrás nuestra antigua casa de casi veinte años. Allá dejamos algún amigo, alguna vecina gritona, alguna perra loca y juguetona, alguna vecina querida que decidió irse de vacaciones antes de que nosotras nos marcháramos. Aunque le habíamos advertido de que estaríamos muy cerca, decidió ausentarse de este mundo con su hija Olvido. Nos quedan los recuerdos, nuestros libros que se vienen con nosotras y el juego de café de Ana María, esperando a que Lola, su otra hija, venga a tomar café y a merendar a la casa nueva. Al final lo importante de las casas son los afectos que haces y, a pesar de todo, allí hemos creado un buen puñado.

 

Todo esto os lo escribo mientras Aroa se va haciendo con la casa, que para ella también es todo nuevo. No ha tenido que aprender a fisgonear por la ventana del comedor. Parece que le gusta, pero como todo ser vivo, necesita rutinas: mordisquear su hueso de juguete, dormir sus siestas, acostumbrarse a los nuevos sonidos y olores… Supongo que para ella lo más importante es estar con sus humanos, los que sabe que la quieren y la cuidan. Pero continúo y acabo con la crónica infernal antes de que despierte.

 

El día M (de Mudanza) fue una locura con furgoneta reparada aquel mismo día y reconocimiento médico para el seguro de vida prescriptivo incluidos. Que no falte ninguna emoción. Pero como no hay mudanza que cien días dure (o sí), al día ciento y uno solo quedaban decenas de cajas de cartón por abrir y colocar. Con paciencia, una caña y un puente de diciembre por delante fuimos abriendo y poniendo en las estanterías, abriendo y colocando en la cocina, abriendo y dejando en los armarios… Y así hasta el infinito y más allá… Pero no, porque llega un día en que las cajas se acaban y ya lo tienes todo puesto en su lugar, más o menos, porque al principio todo parece provisional, y entonces te preguntas ‘¿Y ahora qué?’ después de años de espera y de semanas sin parar, atareadas con todo y estresadas por las gestiones. En este caso, tampoco hubo excepción y también me ofrecieron la respuesta: Ahora a vivir, a disfrutar de la luz a raudales.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto de María José Mier

 


 

domingo, 12 de diciembre de 2021

L'INFERNO IN MOVIMENTO

Que les mudances són un infern, ho sabem tots. Encara que es canvie a millor, encara que la casa tinga més espai, moltíssima llum i una bona vista. Tant és així que s’ha merescut, fins i tot, una sèrie d’instantànies a Instagram. També sabem que els stories estan acabant amb aquella xarxa social de fotografia que se les prometia molt felices. La pandèmia, que tot ho ha retardat, no ha fet una excepció en el lliurament de la nostra casa nova. Setmanes de preparatius no van impedir que gairebé cap termini quadrés: fuster, matalasser, mobles del saló, de l’habitació... I és que ja m’ho van advertir: ‘No t’amoïnes que res t’encaixarà’. I raó no li va faltar. No obstant això, set mesos després de la data prevista va arribar el dia de signar un nou casament amb el banc i la parella. Com uneix una hipoteca! Però a tot això anaven sumant-se un muntonet d’entrebancs: un desguàs de la cuina que perd aigua i es carrega el moble, la porta del saló amb un colp important... I tot plegat, a poc a poc, amb una paciència de mil dimonis, va anar resolent-se enmig d’una pila d’exàmens per corregir i d’alumnes per avaluar. Però no passa res, que de tot s’ix.

 

Amb tot, el remenat de sentiments de deixar enrere la nostra antiga casa de gairebé vint anys. Allà deixem algun amic, alguna veïna cridanera, alguna gossa boja i juganera, alguna veïna estimada que va decidir anar-se’n a fer vacances abans que nosaltres marxàrem. Encara que li havien advertit que seríem molt a prop, va decidir absentar-se d’aquest mon amb la seua filla Olvido. Ens queden els records, els nostres llibres que se’n van amb nosaltres i el joc de cafè de l’Ana Maria, esperant que Lola, la seua filla, vinga a prendre-hi cafè i berenar a la casa nova. A la fi l’important de les cases són els afectes que hi fas i, malgrat tot, n’hi hem fet un bon grapat.

 

Tot això us ho escric mentre Aroa es va fent amb la casa, que per ella també és tot nou. No hi ha hagut d’aprendre a aguaitar pel finestral del menjador. Sembla que li agrada, però com tot ésser viu, necessita rutines: rossegar el seu os de joguet, dormir les seues migdiades, acostumar-se als nous sorolls i olors... Supose que per ella el més important és ser amb els seus humans, els que sap que l’estimen i la cuiden. Però continue i acabe amb la crònica infernal abans que es desperte.

 

El dia M (de Mudança) va ser una bogeria amb furgoneta reparada aquell mateix dia i reconeixement mèdic per l’assegurança de vida prescriptiva inclosos. Que cal que no manque cap emoció. Però com no hi ha mudança que cent dies dure (o sí), al dia cent i un només quedaven desenes de caixes de cartró per obrir i col·locar. Amb paciència, una canya i un pont de desembre per davant vam anar obrint i posant en les prestatgeries, obrint i col·locant a la cuina, obrint i deixant als armaris... I així fins l’infinit i més enllà... Però no, perquè hi ha un dia que les caixes s’acaben i ja ho tens tot posat al seu lloc, més o menys, perquè al principi tot sembla provisional, i aleshores et preguntes ‘I ara què?’ després d’anys d’espera i de setmanes sense parar, atrafegades amb tot i estressades per les gestions. En aquest cas, no hi va haver excepció i també em van donar la resposta: Ara a viure, a gaudir de la llum a dojo.

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

Foto de María José Mier