domingo, 26 de enero de 2025

1936

1936 de Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga ha estado en el cartel del Teatro Valle-Inclán de Madrid este invierno agotando localidades. Volverá en otoño al Centro Dramático Nacional y auguro un conato de guerra civil para conseguir entradas porque esta obra es ya un imprescindible de la escena española. Andrés Lima dirige, con la sincronización de un reloj suizo, a un elenco de actores sobresalientes como Blanca Portillo, Antonio Durán “Morris”, Alba Flores, Guillermo Toledo, Natalia Hernández, Paco Ochoa, Natalia Hernández, María Morales y Juan Vinuesa, que muestran su versatilidad para cambiar de personaje y de registro, acompañados por el Coro de Jóvenes de Madrid que ponen sus voces y simbolizan sobre el escenario a la generación que viene detrás.

 

Con este ambicioso montaje teatral, el mismo equipo de las obras Shock 1 (El Cóndor y el Puma) y Shock 2 (La Tormenta y la Guerra) busca ofrecer una mirada alejada de cualquier carácter partidista o panfletario de la Guerra Civil española. Para ello, han llevado a cabo un exhaustivo trabajo de documentación con la ayuda de historiadores y de testimonios reales. En esta ocasión, dan una vuelta de tuerca a la doctrina del shock de la periodista canadiense Naomi Klein para escarbar en lo que supuso el “golpe violento” de la guerra civil y la posterior dictadura franquista en la sociedad española. De esta manera, vapulean a los espectadores durante las casi cuatro horas y media de representación.  

 

1936 es la clase magistral que nos daría un viejo profesor de Historia, con la sapiencia de los docentes de illo tempore, con el rigor que aportan los datos y la documentación, con el sentido crítico que todo enseñante quiere infundir en sus pupilos, pero con el dinamismo y la amenidad que ofrecen los métodos pedagógicos innovadores, en esta ocasión, convertidos en performance teatral. Pero nos enseña con la emoción del que ama su disciplina de estudio y magisterio.

 

1936 es, pues, una clase de Historia de nuestra guerra civil representada que nos muestra, desde una perspectiva poliédrica y coral, las diferentes fases por las que pasó el conflicto; cómo se inició; que indaga en las causas y los acontecimientos que lo desencadenaron; que expone sin cortapisas las batallas y las represalias más sangrientas como la Batalla del Ebro o el bombardeo de Guernica; que describe el lamentable papel que desempeñó la Iglesia en este cruzada y cuántos miembros del clero murieron asesinados; que presenta a los protagonistas de ambos bandos –Manuel Azaña, Francisco Franco, el general Yagüe, la Pasionaria, José Antonio Primo de Rivera, el general Rojo… entre otros– a través de sus palabras (algunas producen estupor al comprobar los paralelismos con los tiempos que vivimos) y sus actos; que intenta reflejar cómo la sociedad civil vivió estos tres largos años de guerra fratricida, especialmente en el miedo a la delación, la pobreza, el terror y el hambre; que penetra en las discrepancias y desacuerdos que había en el seno de los dos bandos; que indica la importancia de la palabra, la propaganda y los símbolos, especialmente los himnos musicales; que explica el papel que desempeñaron los actores internacionales –las potencias europeas aliadas y Alemania e Italia–; y que denuncia cómo la memoria de los muertos vencidos sigue enterrada en las cunetas y en las fosas comunes.

 

Puede ser que este viejo profesor profese ideas republicanas o sienta nostalgia de ellas y de lo que podría haber avanzado este país sin las cuatro décadas de regresión y falta de libertades, y tenga sobre la mesa un pequeño jarrón con tres claveles, rojo, amarillo y morado, sin embargo, no se deja llevar por la tentación del adoctrinamiento y la propaganda. Por eso, no debemos negarle el rigor histórico desde el que nos habla, que no es el relato de los vencedores en el que fueron educadas generaciones de este país. Es la presentación de unos hechos trágicos que no busca ahondar en el enfrentamiento de las dos Españas (aunque siempre habrá quien atribuirá este maniqueísmo histórico a la propia obra teatral), de los vencedores y de los vencidos, porque una guerra civil entre hermanos es siempre la más dolorosa y sangrienta.

 

Este viejo maestro nos incita a la reflexión desde un punto de vista histórico inédito, desde abajo, y nos propone su tesis para que la pensemos, la misma que esta profesora que escribe quiso exponer en Solo una. Que si no, llegaré tarde (y disculpen la autocita y la falta de modestia): la guerra civil la perdimos todos, también aquellos que salieron vencedores, porque perdieron lo más preciado que tenemos, nuestra humanidad. El mensaje es claro: ni podemos ni debemos permitir que aquellos hechos vuelvan a ocurrir en esta sociedad que hace cincuenta años que construimos; no podemos repetir el duelo a garrotazos goyesco que contemplamos con estupor en un momento de la representación; la violencia y el derramamiento de sangre nos convierten en las peores bestias de la naturaleza; solo a través del diálogo, el respeto y la democracia podemos convivir en paz y armonía. Así sea.      

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 19 de enero de 2025

CASTING LEAR

Asistir a una representación de Casting Lear deja un impacto difícil de olvidar. Este experimento teatral arriesgado, como lo ha definido Juan Mayorga, es toda una experiencia estética y terapéutica. Por eso es imposible desprenderse de la catarsis que supone esta obra cercana a la performance.

 

Casting Lear ha estado en el Teatro de la Abadía de nuevo esta temporada, después de agotar localidades en la anterior y de estar de gira. Andrea Jiménez, directora y autora de esta versión de El rey Lear de Shakespeare, nos plantea una situación insólita. Cada noche presenta a un actor masculino diferente que no sabe qué va a representar, que no conoce el texto ni el montaje del que va a formar parte y se somete a la dirección en vivo y en directo de una joven directora emergente, como la propia Jiménez se define en un momento de la obra. Así, un actor experimentado, de entre cincuenta y sesenta años, con una dilatada carrera interpretativa, se pone en la piel de Lear y recibirá todas las indicaciones interpretativas y de texto a través de un pinganillo. El público tampoco sabe quién interpretará a Lear esa noche hasta unos minutos después de empezada la representación.

 

En el escenario no hay nada, porque esta es una palabra que obsesiona a la joven directora hasta el punto que nos recuerda el número de veces que aparece en el texto shakesperiano. Tampoco hay vestuario ni atrezo. Tan solo hay tres actores: Juan Paños es el apuntador y el conde de Kent, leal servidor que no abandona nunca al rey; el actor varón que debuta esa noche y que interpreta a Lear; y Andrea Jiménez que es la directora, Cordelia, la hija desheredada y repudiada de Lear, y ella misma. El fondo del escenario es negro, el suelo es negro y los tres van vestidos de negro. Con este planteamiento, Andrea Jiménez escribe su particular Carta al padre kafkiana cada noche. El actor interpretará la obra por primera y última vez esa noche creando así una representación única como la vida misma. Es destacable la valentía del actor que se somete a este planteamiento singular, poniendo a prueba algo más que sus dotes interpretativas hasta quedarse desnudo sin más armas que su cuerpo y su persona. Pedro Mari Sánchez fue mi rey Lear y fue el quincuagésimo cuarto actor en someterse a este juego escénico que acabó transformándose en magia. Otros actores que se han puesto en la piel de Lear y en manos de Jiménez han sido Miguel del Arco, Alberto San Juan, Pedro Casablanc, Andrés Lima, Joaquín Notario, Pere Ponce… (y un largo etcétera).

 

¿Por qué hace esto Andrea Jiménez? Casting Lear es un ejercicio de autoficción en el que la directora, una nueva Cordelia, revisa el texto y las motivaciones de cada personaje, del padre Lear y su hija menor, para indagar y penetrar en lo que más miedo le/nos da. Porque Andrea Jiménez también se despoja de cualquier atributo teatral (paradójicamente a través de este artefacto escénico perfectamente sincronizado) y nos muestra sus heridas: ella es Cordelia, porque su padre es un Lear que “nunca ha entrado en un teatro” y jamás aceptó que su prometedora e inteligentísima hija se dedicara a la farándula. Y, por eso, cada noche toma un padre distinto para conversar con él e intentar comprehender el significado del verbo perdonar. Lo que no se imaginaba Jiménez cuando empezó este viaje teatral (o quizás sí) es que iba a desnudar también a un público que vive con ella la catarsis de su herida. ¿Cómo y por qué? Porque con casi nada consigue que el espectador también contemple y sienta sus propias laceraciones.

 

Quien haya tenido la tentación de calificarlo como un pasatiempo narcisista o exhibicionista (seguramente nadie lo cuestionaría si fuera un hombre quien hiciera esta obra teatral), no entiende el camino terapéutico que conduce a presentar una propuesta como esta, una desnudez que pretende reparación y cuya finalidad es comprender lo sucedido para poder afrontar el futuro sin mirar atrás. Jiménez se desarma con sus mejores herramientas –el teatro y un clásico que ha leído, analizado y estudiado de forma obsesiva y que ahora revisita y autoficciona; desconcierta a un actor de prestigio al que somete a su deporte favorito, el tenis, y le hace sentir lo desvalidos que estamos y somos; y descoloca y abruma a un público que acaba mirando hacia su sima interior y comprendiendo el propósito de esa audición. Porque la vida, como Casting Lear, es un ensayo que solo ocurre una única vez pero que, sin embargo, nos esforzarnos en entenderla y en construir algo bello con ella. Andrea Jiménez, francamente, lo ha conseguido. Gracias, Andrea, por Casting Lear.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 

 


 

domingo, 12 de enero de 2025

LLUMS DE BOHÈMIA

Per a María Dolores Amorós i per a José Antonio Sánchez Palomo.

I per a totes les professores de Literatura que conec i estime.

 

Luces de bohemia de Valle-Inclán apareix publicada per entregues en el setmanari España a l’any 1920. Al 1924 es publica el llibre, amb tres escenes afegides: la II, la VI i la XI. L’obra presenta l’última nit de la vida de Max Estrella, poeta miserable i cec, acompanyat del seu gos pigall, don Latino de Hispalis. Valle es va inspirar en Alejandro Sawa, coetani seu amb circumstàncies semblants al protagonista. L’obra és una paràbola tràgica i grotesca de la impossibilitat de viure a una Espanya deforme, injusta, opressiva i absurda, perquè nuestra tragedia no es una tragedia.”

 

Així comencen els apunts de Batxillerat que desenvolupen un estudi crític de l’obra perquè, des dels anys 80 del segle passat, la immensa majoria dels alumnes de COU, primer, i de 2on Batxillerat, després, hem llegit aquesta obra per primera vegada. Quan els lectors primerencs s’enfronten al llenguatge retòric i canalla valleinclanesc, la major part de les vegades (no vaig ser una excepció) acabem demanant auxili a les nostres socorregudes professores de Literatura que, un cop acabat el primer apropament lector, inicien una exegesi que esbrossa el bosc mental adolescent i posa ordre a una naturalesa florent, quan ya pasa de tres [años] que me visita el nuncio”… És aleshores quan els deixebles novells ingressem en l’univers cultural del desencant adult ungits per les lletres d’aquest clàssic modern hispànic, perquè “en España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo. No obstant, no us afligiu, dilectes lectors, perquè això ocorria a l’Espanya dels anys 20 del segle XX, no a l’actualitat, com diria aquesta cínica professora de Literatura, d’ara o la d’antuvi, encara que “España es una deformación grotesca de la civilización europea.”

 

Enguany s’ha complert el primer centenari des que Luces de bohemia es va publicar com a llibre. Parla de l’Espanya que fou i amb la qual encara es poden establir massa paral·lelismes. Només caldria canviar alguns noms propis que fan referència a polítics i monarques (o no) perquè l’obra mantinga intacta la seua vigència. El que no saben molts espectadors i lectors actuals és que no es va representar fins el 1963 a París i a Espanya hi van haver d’esperar fins el 1970, al muntatge de José Tamayo. El que resulta sorprenent, a més, és que no hagués pujar mai a les taules del també centenari Teatro Español. Al 2024 ha ocorregut i restarà com a efemèride per ser recordada. “¡Admirable!”

 

Eduardo Vasco ha dirigit un muntatge brillant, que es manté fidel al text impecable de Valle, amb un total de vint-i-cinc actors –elenc nombrosíssim que ja no s’hi veu–, per encarnar als trenta-quatre personatges de l’obra,  amb còmics amb una reconeguda trajectòria i unes interpretacions excel·lents amb Antonio Molero com a Latino de Hispalis, el gran fantotxe; Ernesto Arias com a Rubén Darío; César Camino com a don Filiberto i el sublim borratxo de la taverna de Pica Lagartos; Alejandro Sigüenza com a Basilio Soulinake; María Isasi com a la Pisa Bien; o Toni Misó com a Venancio, Pica Lagartos. L’escenografia és sòbria i senzilla, amb un attrezzo del qual treuen molt de partit i un magnífic vestuari de Lorenzo Caprile que ens trasllada al primer terç del segle XX. A través d’una il·luminació excepcional, Vasco salva les dificultats de la posada en escena d’aquesta obra que es desenvolupa en tretze espais diferents d’aquest Madrid nocturn i bohemi. La música en directe posa el colofó a un muntatge clàssic que serà recordat. “En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban.”

 

Tots aquests són motius suficients per haver assistit a la representació del primer esperpent valleinclanesc que ha esgotat entrades en totes les seues funcions i que tornarà al cartell del Teatro Español en 2026. Però, també serà rememorada per la interpretació excel·lent de Ginés García Millán com a Max Estrella, un personatge complex i esplèndid, que dista molt d’ésser una figura noble, però assoleix moments d’indubtable grandesa. En ell s’hi barregen l’humor i la queixa, la dignitat i la  humiliació. Junt amb el seu orgull, té una amarga consciència de la seua mediocritat. El seu ressentiment de fracassat resulta ridícul i patètic. En Malaestrella, destaquen la seua creixent fúria contra la societat i el seu sentiment de fraternitat cap als oprimits. Per això, “el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.”

 

Potser al matí següent d’assistir a la representació, s’aixecaran esperpèntics com algun vell professor de Literatura que va renunciar als seus somnis poètics i va acabar fent controls de lectura tipus test i tinguen pretensions de torejar al buey Apis, vulguen desdejunar xurros amb la Pisa Bien o potser sobreviure amb la il·lusió d’un dècim de loteria capicua que podria ser premiat, per acabar morint de fred sabent que no ingressaran en la docta Casa ni seran immortals. “¡Cráneo previlegiado!”

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

 


 

domingo, 5 de enero de 2025

NADA

Nada es una de las novelas más importantes de la segunda mitad del siglo XX cuya autora vivió con sobresalto el abrumador éxito editorial que supuso ser galardonada con el primer Premio Nadal en 1944 con tan solo veintitrés años. Se han cumplido ochenta años de esta efeméride y hay que destacar que la adaptación que ha estado en cartel en el Teatro María Guerrero de Madrid es un tributo merecido a un texto que refleja de una manera compleja la devastación social y moral que supuso la guerra civil española. Leer Nada es la mejor manera de acercarse a la vida y obra de esta autora que murió en 2004, víctima de una enfermedad degenerativa que barrió su memoria, dejando una novela inédita (Al volver la esquina) y un legado que debe perdurar en el tiempo.

 

La adaptación de la novela Nada de Carmen Laforet al teatro es ya uno de los montajes de la temporada que no debemos perdernos. Es la primera vez que este texto narrativo salta a las tablas y lo ha hecho de la mano de Joan Yago, autor de la brillante obra Breve historia del ferrocarril español, y de Beatriz Jaén, directora de ambos montajes. El resultado es un texto y un montaje muy notables, casi excepcionales si no fuera por el excesivo peso que se da a lo narrativo en detrimento de lo dialógico. No obstante, hay que señalar la dificultad de adaptar una novela al género teatral –la cartelera madrileña se encuentra trufada de ellas en los últimos tiempos– y, más aún, si sobre el mismo se encuentra el peso de la historia de la Literatura de posguerra.

 

Nada cuenta la historia de Andrea que llega a Barcelona en septiembre de 1939, para estudiar su primer año en la universidad, y de las personas que la rodean. Durante el único curso académico que pasa allí, esos personajes se agrupan en torno a dos ámbitos espaciales: la casa familiar en la calle Aribau, cerrado, lúgubre y violento, y el de la universidad y sus amigos, abierto, alegre y juvenil. Ambos espacios opuestos que, al final, se solapan aparecen magistralmente reflejados en la escenografía que amontona muebles, una cama, un piano, una mesa y otros enseres, en el piso inferior, frente a la buhardilla superior en la que vive el tío Román y desde donde se jacta ante Andrea: “¿Tú no te has dado cuenta de que yo os manejo a todos?” El mundo de la universidad penetra en ese ámbito familiar violento a través del coche con el que Andrea y Ena van a la playa los fines de semana y de las lámparas de cristal, ricas y luminosas, que representan a esa burguesía catalana que supo de forma hábil y oportuna alinearse con los vencedores. El diseño de luces, el vestuario reflejo fiel de la época, la música y las proyecciones de vídeo crean esa atmósfera de fascinación, opresión y confusión en la que vive una joven que apenas empieza a entender el mundo que la rodea.

 

La familia de Andrea está sumida en la ruina económica y en el trauma que supuso la guerra. Este lugar representa el pasado y la nula esperanza en el futuro para todos los que allí habitan, incluido el hijo del tío Juan y Gloria, víctima de la violencia que le envuelve y que ni siquiera tiene nombre. El piso de la calle Aribau actúa, pues, como una prisión, mientras que sus compañeros y amigos de la universidad viven de forma expansiva, entre la Vía Laietana, donde reside Ena con su familia, y la calle Montcada, donde tiene el estudio Guíxols.  

 

Júlia Roch, que interpreta a Andrea y le ha otorgado un rostro y una corporeidad que no podremos olvidar ya, da una gran veracidad al personaje interpretándolo con una naturalidad convincente, oscilando entre estos dos mundos que tiran de ella y que no acaba de comprender. El resto del elenco de actores apuntalan la consistencia de este montaje. Destacan Amparo Pamplona que interpreta a la Abuela, víctima también del maltrato y artífice del machismo reinante y con la que, sin embargo, es imposible no empatizar; Carmen Barrantes que nos ofrece una Angustias, tía autoritaria de Andrea, contradictoria y atormentada; Laura Ferrer, que da vida a Gloria, reflejo de que nada es lo que parece; y Peter Vives, magnífico en su papel de Román, seductor y carismático tío de Andrea, capaz de despertar la atracción y el rechazo que este personaje suscita en la novela.

 

Con acierto, Joan Yago ha querido poner de relieve la amistad entre Andrea y su amiga Ena, fundamental en la obra: una relación compleja, confusa, de amistad sincera, cercana al lazo familiar a veces y a la relación amorosa en otras, siempre de difícil definición que acabará prevaleciendo por encima del resto de vínculos. Aunque se trata de una obra no excesivamente extensa, la imbricación de personajes, atmósferas y tramas hace de ella un referente literario irrenunciable. Miguel Delibes afirmó que “Nada es pesimista, pero no desesperanzada” y señala como uno de sus principales méritos “la experiencia de incorporar al lector a la creación”. Ahí es Nada.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 29 de diciembre de 2024

ALEGRÍA

Sería hermoso sentir a cada hora la alegría de vivir, come un assalto di gioia. Tan bello como utópico. Sin embargo, es posible experimentar ese gozo disfrutando del espectáculo Alegría del Cirque du Soleil. Hace dos décadas tuve la fortuna de contemplar un documental de este circo canadiense en l’Hemisfèric de la Ciutat de les Arts de València. Imposible no quedar cautivada con las acrobacias de estos atletas artistas y no desear verlos en directo. Lo excepcional en ocasiones se hace esperar demasiado. 

 

ES-PEC-TA-CU-LAR fue la primera palabra que acudió a mi mente cuando empecé a disfrutar del impresionante montaje Alegría, un día de Navidad dichoso para alguien que tiene más de señor Scrooge que de Rey Mago. BE-LLE-ZA fue la segunda ante las piruetas y saltos inverosímiles de este conjunto de acróbatas que llevan el cuerpo y sus habilidades hasta el límite de la torsión y la sublimidad. Alegría, emoción y placer es lo que se experimenta a lo largo de los cien minutos de diversión que dura el espectáculo en el que las manos no dejaron de sudarme ante la dificultad increíble de cada salto o curvatura.

 

El primer espectáculo de Alegría del Cirque du Soleil con el que cambiaron la visión del circo se estrenó en 1994 y ahora se presenta renovado, Bajo una nueva luz. Es esta su producción más icónica con una banda sonora inconfundible y atemporal para aquellos que hayan tenido la suerte de asistir a una de sus actuaciones. Los acordes de la melodía estarán sonando ya en el desván de tu recuerdo, dilecto lector, y aquellos saltimbanquis volverán a brincar desde tu pecho pirueteando hasta tu nariz come la rabbia di amar. Una puesta en escena impecable, un vestuario estrafalario, colorido y original, un maquillaje emblemático, música y voces en directo y una ejecución impecable y virtuosa de estos artistas atletas convierten aquellos cien minutos en una experiencia memorable para disfrutarla durante cien años.

 

Nada más empezar el viejo bufón del rey, el señor Fleur, saltarín y socarrón, toma el poder pero, junto a él, serán dos payasos –los españoles Pablo Gomis y Pablo Bermejo– los que tejerán un hilo conductor de complicidad, humor, ternura y amistad con los que viviremos incluso una tormenta de nieve magistralmente ejecutada que, sin embargo, no nos helará el corazón. En una lucha por la esperanza y la renovación, acabarán imponiendo su deseo de cambio e inundando de alegría el mundo, o al menos ese universo creado con su magia bajo los confines de la carpa circense. Desde las barras gimnásticas iniciales, que evocan al Vietnamese Bamboo Circus, pasando por el bellísimo número acrobático con la canción que da nombre al espectáculo o el malabarista del fuego que coloca las antorchas encendidas sobre sus pies, hasta los trapecistas que surcan el cielo de la carpa en el número final para llenarnos el pecho de nubes, todo en Alegría conduce al entusiasmo y a la fascinación de sentirse cerca de una BE-LLE-ZA ES-PEC-TA-CU-LAR.   

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 22 de diciembre de 2024

LUCES DE BOHEMIA

Para María Dolores Amorós y para José Antonio Sánchez Palomo.

Y para todas las profesoras de Literatura que conozco y amo.

 

Luces de bohemia de Valle-Inclán aparece publicada por entregas en el semanario España en el año 1920. En 1924 se publica el libro, con tres escenas añadidas: la II, la VI y la XI. La obra presenta la última noche de la vida de Max Estrella, poeta miserable y ciego, acompañado de su perro lazarillo, don Latino de Hispalis. Valle se inspiró en Alejandro Sawa, coetáneo suyo con circunstancias semejantes al protagonista. La obra es una parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en una España deforme, injusta, opresiva y absurda, porque “nuestra tragedia no es una tragedia.”

 

Así empiezan los apuntes de Bachillerato que desarrollan un estudio crítico de la obra porque, desde los años 80 del siglo pasado, la inmensa mayoría de los alumnos de COU, primero, y de 2º Bachillerato, después, hemos leído esta obra por primera vez. Cuando los lectores primerizos se enfrentan al lenguaje retórico y canalla valleinclanesco, la mayor parte de las veces (no fui una excepción) acabamos pidiendo auxilio a nuestras socorridas profesoras de Literatura que, una vez finalizado el primer acercamiento lector, inician una exégesis que desbroza el bosque mental adolescente y pone orden a una naturaleza floreciente, cuando “ya pasa de tres [años] que me visita el nuncio”… Es entonces cuando los discípulos bisoños ingresamos en el universo cultural del desencanto adulto ungidos por las letras de este clásico moderno hispánico, porque “en España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.” No obstante, no se aflijan, dilectos lectores, porque esto ocurría en la España de los años 20 del siglo XX, no en la actualidad, como diría esta cínica profesora de Literatura, de ahora o la de entonces, aunque “España es una deformación grotesca de la civilización europea.”

 

Este año se ha cumplido el primer centenario desde que Luces de bohemia se publicara como libro. Habla de la España que fue y con la que todavía se pueden establecer demasiados paralelismos. Bastaría con cambiar algunos nombres propios que hacen referencia a políticos y monarcas (o no) para que la obra mantenga intacta su vigencia. Lo que no saben muchos espectadores y lectores actuales es que no se representó hasta 1963 en París y en España hubo que esperar hasta 1970, al montaje de José Tamayo. Lo que resulta sorprendente, además, es que no hubiera subido nunca a la tablas en el también centenario Teatro Español. En 2024 ha ocurrido y quedará como efeméride para ser recordada. “¡Admirable!”

 

Eduardo Vasco ha dirigido un montaje brillante, que se mantiene fiel al texto impecable de Valle, con un total de veinticinco actores –elenco numerosísimo de los que ya no se ven–, para encarnar a los treinta y cuatro personajes de la obra, con cómicos con una reconocida trayectoria y unas interpretaciones excelentes como Antonio Molero como Latino de Hispalis, el gran fantoche; Ernesto Arias como Rubén Darío; César Camino como don Filiberto y el sublime borracho de la taberna de Pica Lagartos; Alejandro Sigüenza como Basilio Soulinake; María Isasi com a la Pisa Bien; o Toni Misó como Venancio, Pica Lagartos. La escenografía es sobria y sencilla, con una utilería de la que se saca mucho partido y un magnífico vestuario de Lorenzo Caprile que nos traslada al primer tercio del siglo XX. A través de una iluminación excepcional, Vasco salva las dificultades de la puesta en escena de esta obra que se desarrolla en trece espacios diferentes de este Madrid nocturno y bohemio. La música en directo pone el broche de oro a un montaje clásico que será recordado. “En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban.”

 

Todos estos son motivos suficientes para haber asistido a la representación del primer esperpento valleinclanesco que ha agotado entradas en todas sus funciones y que volverá al cartel del Teatro Español en 2026. Pero, también será rememorada por la interpretación sobresaliente de Ginés García Millán como Max Estrella, un personaje complejo y espléndido, que dista mucho de ser una figura noble, pero alcanza momentos de indudable grandeza. En él se mezclan el humor y la queja, la dignidad y la humillación. Junto a su orgullo, tiene una amarga conciencia de su mediocridad. Su resentimiento de fracasado resulta ridículo y patético. En Malaestrella, destacan su creciente furia contra la sociedad y su sentimiento de fraternidad hacia los oprimidos. Por eso, “el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.”

 

Acaso a la mañana siguiente de asistir a la representación, se levantarán esperpénticos como algún viejo profesor de Literatura que renunció a sus ensoñaciones poéticas y acabó haciendo controles de lectura con preguntas tipo test y tengan pretensiones de torear al buey Apis, quieran desayunar unos churros con la Pisa Bien o quizás sobrevivir con la ilusión de un décimo de lotería capicúa que pudiera ser premiado, para acabar muriendo de frío sabiendo que no ingresarán en la docta Casa ni serán inmortales. “¡Cráneo previlegiado!”

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

 

domingo, 15 de diciembre de 2024

PROU!

Amb motiu de la celebració del 25N, Begonya Pozo i Carolina Otero han coordinat l’Antologia poètica plurilingüe per l’eliminació de les violències contra les dones i les criatures que ha estat publicada de forma digital. Aquesta ha estat la meua aportació.


POEMA INÈDIT

 

No li ho havies contat mai a ningú.

Ho havies enterrat al cor. 

O al fetge. O als pulmons.

Ho havies cobert amb anys de sorra.

Vivies com si no hagués ocorregut mai.

No gosaves parlar-ho, dir-ho.

Si no li poses mots, és com si no hagués passat.

Amb tot vas seure en aquella estranya butaca.

Tot just enfront d’aquella dona estranya.

El detonant semblava ser un altre.

Però aquella tarda vas començar a parlar-ne.

Encara recordes el terrabastall que va venir.

I tanques el ulls.

Perquè sempre farà mal. 

 

                                               Begoña Chorques Fuster

                                               Poema inèdit

 

 

No se lo habías contado nunca a nadie.

Lo habías enterrado en el corazón.

O en el hígado. O en los pulmones.

Lo habías cubierto con años de arena.

Vivías como si no hubiese ocurrido nunca.

No te atrevías a hablar de ello, a decirlo.

Si no le pones palabras, es como si no hubiera pasado.

Aun así te sentaste en aquella extraña butaca.

Enfrente de aquella mujer extraña.

Pero aquella tarde comenzaste a hablar.

Todavía recuerdas el terremoto que vino.

Y cierras los ojos.

Porque siempre dolerá.