domingo, 24 de agosto de 2025

RESEÑA DE SOLO UNA. QUE SI NO, LLEGARÉ TARDE

Tengo que reconocer que el título de la novela de mi compañera, y ya amiga, Begoña Chorques, profesora del Cervantes en el turno vespertino, me desconcertó. No entendía bien su sentido. Y, sin embargo, claro que lo tiene. Una niña de diez años va de camino a la estación de tren de su pueblo, desde la masía en la que trabaja su familia. Se encuentra con una amiga, y se entretiene jugando: “solo una partida más”, le dice. Claro, si no, llegará tarde. Y entonces cae una lluvia de bombas en la estación a la que se dirigía, de manera que jugar le salva la vida.

 

Esta es una de las muchas historias que se cuentan en la novela en torno al bombardeo de la ciudad de Xàtiva, el llamado “Guernica valenciano”, ya a finales de la guerra (febrero del 39) y que causó un centenar y medio de muertos y heridos, entre ellos soldados que regresaban a sus casas y familiares que estaban esperando en la estación, población civil. Un episodio especialmente sin sentido al que se añadió, de inmediato, una nueva capa de horror: el olvido. Un bando municipal, meses después de la tragedia, instaba a los vecinos a pintar las fachadas de cal, y es contra esa cal cubriendo lo sucedido contra la que lucha esta novela, que trata de reconstruir lo ocurrido y reflexionar sobre ello al mismo tiempo. De recordarlo, en fin, y que forme parte así de nuestra memoria histórica.

 

Y si asumimos recordar, si asumimos que no debe haber silencio, nos queda decidir qué palabras usaremos para romperlo (cuando uno siente que no las hay para contar el horror: “¿Cómo escribiré eso?”, afirma el funcionario obligado a redactar el acta de defunción de un niño de tres años). Y en la novela se habla de dos tipos de palabras: la palabra histórica, que contribuirá a restaurar los hechos, y por ello en la novela hay fragmentos de cartas, bandos municipales, notas (“no puedo firmar un documento que dice algo que no es verdad”, afirma Josep ante el formulario en el que se afirma que el bombardeo fue llevado a cabo por el ejército republicano) y, quizá por delante, la palabra poética. La ficción nos lleva a un lugar de comprensión más profunda de la realidad, y por ello aquí Xàtiva es Solsida, la propia autora aparece en un episodio de la novela en una especie de metaficción o escuchamos la conversación intrascendente y feliz de una mujer embarazada con su hija esperando en la estación, que es espera de la muerte en su caso.

 

Hay ecos de La forja de un rebelde de Arturo Barea (“cuerpos despedazados como guirnaldas”) y de El laberinto mágico de Max Aub en la nostalgia dolorida por el proyecto republicano, así como en la mezcla de diversos materiales y diversas perspectivas; hay el impulso, reconocible en otros autores contemporáneos, de hablar de aquello que ocurrió y de lo que aún no hemos hablado. Gracias, Begoña, por contarnos.

 

                                                                                               Ana Lahera Forteza

Doctora en Filología Hispánica y profesora del IES Cervantes

Reseña publicada en la revista El ingenioso hidalgo

 


 

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