domingo, 17 de agosto de 2025

DECLARACIÓN DE AMOR (PARA SIEMPRE) AL TEATRO

Vamos al teatro a cumplir el ritual tantas veces repetido. Para los amantes del teatro es una ceremonia que forma parte de nuestra religión personal. No estamos constituidos en Iglesia, pero sabemos que no somos especímenes aislados. Somos congregados a una celebración donde nos van a declarar su amor. Quienes hacen el teatro –autores, actores, iluminadores, diseñadores de vestuario, dramaturgistas, escenógrafos…– saben que sin nosotros, los fieles, su trabajo no tiene ningún sentido. “El teatro no existiría sin el público. Nosotros, sus gentes, no seríamos nada”.

 

No es casual que esto ocurra en el Teatro de la Abadía, antiguo templo, que este año cumple su trigésimo aniversario y que esta obra, Declaración de amor (para siempre), se represente en el ciclo Teatro bajo la arena, teatro que Lorca nos definió en El público, un teatro que pretende desenmascarar la falsedad del “teatro al aire libre”. Ha de ser un teatro que desvele una verdad íntima al público que asiste a la función, un teatro que busca la autenticidad, la “verdad de las sepulturas”: “¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro!”

 

Ronald Bruower traduce Liefdesverklaring (2014) de Magne van den Berg (Enschede, 1967), obra que escribió en respuesta a Publikumsbeschimpfung (Insultos al público) de Peter Handke, estrenada en 1966. Laura Ortega la dirige por primera vez en castellano. Ensayada en tan solo ocho días, el texto es tan potente que “el tiempo está detenido desde el momento en que ustedes se han sentado”.

 

Esta vez no hay ficción ni hay personajes. Cuatro actores –Miriam Montilla, Inma Nieto, Paco Ochoa y Fernando Soto– salen a escena a declararnos su amor. Nos dan las gracias, porque esta es la mejor manera de expresar el amor. “Gracias por estar, por mirar y sobre todo por hacer que esto suceda”. Nos dan las gracias por estar dispuestos a dejarnos defraudar: “gracias por ser defraudados a menudo y aun así haber vuelto”. Intuyo entonces que en el teatro, como en la vida, hay que saber mantener la mirada del niño que fuimos,  para ser capaces de dejarnos sorprender siempre, para poder encontrar algo genuino, algo de lo que aprender en todo aquello que vemos en las tablas, nos guste más o menos. Porque el teatro rara vez defrauda.

 

El teatro nos traslada al mundo de la imaginación donde “nos sentimos en casa”, pero sin arrancarnos del mundo y de la vida, porque habla de ellos. Lo hace con el poder de la magia de una Nathalie Poza que días después nos trasladará al Nueva Orleans de finales de los años 40 del siglo pasado montados en Un tranvía llamado deseo sobre las tablas del Teatro Español, pero también nos devolverá la magia del cine con un Marlon Brandon y una Vivien Leigh irrepetibles. Porque el teatro “es un diálogo con ustedes”, donde los espectadores hablamos “por dentro”, respondemos “en silencio”, reafirmando lo que otros nos dicen.

 

En el teatro compartimos nuestras contradicciones, “convertimos nuestras almas en campos de batalla”, porque nos ponemos ante un espejo y “luchamos por nuestro derecho a existir”. Entramos en diálogo con lo que somos pero, sobre todo, con lo que nos gustaría ser. En este templo, también compartimos nuestra soledad: “lo solos que están / ustedes allí / nosotros aquí / su soledad y la nuestra son idénticas”, porque la locura y los desvaríos de Blanche DuBois son también los nuestros. Porque, ¿qué es el teatro? “Un poema a la otredad”.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

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