domingo, 7 de abril de 2024

LA COLECCIÓN

Tuve la suerte de leer La colección durante el confinamiento de 2020. Un día, por sorpresa, el texto aterrizó en la bandeja de entrada de mi correo electrónico. Cuando la leí, en medio de tanta incertidumbre, fui consciente del buen número de incógnitas que plantea Mayorga en este trabajo, porque La colección es una obra con muchas capas, que el lector/espectador no desentraña ni agota al leerla por primera vez ni al verla representada. Es un texto donde la palabra cobra el protagonismo principal y nos conduce al pensamiento más profundo sobre nuestra existencia. Mayorga vuelve a encumbrar el lenguaje y el diálogo como nuestra principal arma de conocimiento y libertad y sabe que el teatro es su lugar privilegiado. “Un teatro es un espacio de herencia”. Por todo esto, intuyo que esta creación pasará a la colección mayorguiana como una de sus obras mayores, como El golem que dirigió Alfredo Sanzol en el Teatro María Guerrero en 2022 o El cartógrafo en las Naves del Español en 2017. La colección se ha estrenado en el Teatro de la Abadía este mes de marzo, después de subir a escena la temporada pasada, María Luisa, en la misma Abadía, y Amistad, en las Naves del Español. Los críticos literarios quizás considerarán estas dos últimas como ¿menores?, porque son textos más ligeros, cercanos a la comedia. La levedad de estas obras vendría por su menor dimensión filosófica, ya que ambas también plantean preguntas sobre la vejez, las relaciones de amistad y el paso el tiempo.

 

Héctor (José Sacristán) y Berna (Ana Marzoa) son un matrimonio de ancianos sin hijos. Han dedicado su vida y su relación a completar una colección de arte. Ante el ocaso de sus vidas, buscan un heredero para que su colección sea preservada y les sobreviva. Para ello, invitan a su casa, construida expresamente para la colección, a Susana Gelman (Zaira Montes), coleccionista también, con el fin de examinarla y comprobar su idoneidad para heredar la colección, buscando en ella “una afinidad”. Carlos (Ignacio Jiménez) es el asistente del matrimonio, o también un examinador, o quizás una pieza de la colección. El espacio escénico se organiza con la sobriedad simbólica propia del teatro mayorguiano, ocupado por cajas que representan los embalajes de las diferentes piezas de la colección. Cada una de ellas guarda una historia y un misterio que Susana se empeña en indagar y descifrar hasta que llega a Guimaraes 5.8.1. La capilla que fue el Teatro de la Abadía se metamorfosea, por arte de la magia de la luz y de Juan Gómez-Cornejo, en la casa que mandó construir el matrimonio de ancianos para la colección. Héctor, más idealista, bautizó la estancia iluminada por una luz cenital como la caverna, introduciéndonos de lleno en el ámbito platónico, mientras que una Berna más pragmática la llama el ring, porque es el lugar donde marido y mujer pelean por las decisiones sobre la dirección que ha de tomar la colección.

 

La colección hunde sus raíces, como el pensamiento de Mayorga, en la filosofía de Walter Benjamin. En su madurez, vuelve (si es que alguna vez se fue) a sus principios y orígenes: qué hacer con la memoria de lo construido durante toda una vida; en muchas ocasiones, memoria de los fracasados, de los que están a punto de caer a la lona en una pelea de boxeo. De esta manera, este dialoga con otros textos de la colección mayorguiana como El jardín quemado (1998) o La tortuga de Darwin (2008). Aquí se centra en la herencia y el paso de tiempo. Los dos protagonistas, ante el miedo a afrontar la caducidad de su cuerpo, han ido aplazando la idea de qué hacer con su patrimonio. La muerte sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad que el antiautor trata de repensar desde la vida, entendiendo el tiempo de forma cíclica y reflexionando ante la posibilidad de dejar un legado, para superar nuestro sentimiento de finitud y vivir una existencia más solidaria hacia los que vienen detrás. Como el propio Mayorga afirma, una herencia la podemos aceptar o rechazar. Recibirla supone asumir una responsabilidad en la conservación y la transmisión de esa heredad. Esta concepción del tiempo como algo cíclico la percibimos en la tarea de continuo hacedor de Mayorga para con sus textos. La tradición se reescribe constantemente. Quienes amamos la literatura lo sabemos.

 

La colección también reflexiona sobre la misteriosa relación entre las personas y los objetos. El ser humano busca definirse a sí mismo en las cosas que posee. Tenemos tendencia a coleccionar porque los objetos son autorretratos. Nos reconocemos en ellos, nos recuerdan quiénes somos. Se oyen los ecos de Desembalo mi biblioteca. El arte de coleccionar de Walter Benjamin y El sistema de los objetos de Jean Baudrillard. Cuando elegimos colocar algo en una lista, modelamos nuestra memoria. Lo que queda fuera está en peligro de desaparecer, porque el tiempo corre a favor de la destrucción. Y surgen entonces las preguntas: ¿qué conservar? ¿qué transmitir? ¿qué desechar? La herencia es fundamental en la vida del artista y en su relación con la tradición. En cada obra de arte, hay conservación y destrucción.

 

El tercer tema importante en La colección es el matrimonio. Héctor y Berna han sido un matrimonio bien avenido que ha consagrado su vida a la colección. Sin embargo, son capaces de reconocer las luces y sombras de su travesía por la vida juntos. En esas sombras, también se reconocen el uno al otro y son conscientes de que la colección y ellos mismos han llegado a ser lo que son por el efecto de todo lo vivido y compartido. Entienden que sus disputas y disensiones han mantenido viva su relación. Por eso, se reconocen y se reconcilian consigo mismos. Saben que completar una colección es irrealizable y asumen su incompletez:

 

“Era necesario que alguien hiciese la colección. Imágenes separadas por océanos o siglos esperaban que alguien las reuniese. Su destino era la colección. Si algún día, dentro de un millón de años, un ser capaz de pensar y de sentir encuentra la colección, sabrá qué es la humanidad y qué podría haber sido. Antes de atravesar esa puerta, piensen que, cuando vuelvan a este lado, todo lo verán desde la colección. También a las demás personas y a sí mismos. La colección te descubre. No puedes verla y no preguntarte quién eres, porque contiene todo lo que eres y todo lo que no eres.”

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

3 comentarios:

  1. Magnífica reseña. Me ha gustado especialmente la reflexión sobre la relación que existe entre las personas y los objetos. He recordado una sesión de yoga en la que la profesora nos dijo que había que practicar el desapego, que nada ni nadie nos importara demasiado, y recuerdo pensar "yo no puedo prescindir de ciertas personas y ciertas cosas que realmente significan mucho para mí" No manifesté mi desacuerdo...Quizá seríamos más libres si no estuviéramos vinculados a nadie ni a nada, pero nuestras vidas serían mucho más tristes y grises.
    Un fuerte abrazo!🤗

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    1. Covadonga, aunque llegamos a un punto en la vida en que sabemos que debemos ir soltando lastre (y cosas), es imposible no identificarse con determinados objetos que llegan a definirnos y desde luego, hacen que identifiquemos nuestro espacio.

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    2. Sin embargo, resulta muy revelador cuando ves y tocas que la vida de una persona cabe en el maletero de un coche... Esta Semana Santa me ha pasado.

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