domingo, 25 de agosto de 2024

LOS TURISTAS SON LOS OTROS

Se empieza a hablar de los graves inconvenientes que causa la sobreexplotación turística que estamos viviendo para la población autóctona. Nos enteramos de movilizaciones vecinales que denuncian la situación insostenible a la que son sometidos por los pisos turísticos en sus bloques, cuando no son expulsados de los centros urbanos. Los noticiarios nos informan de los problemas de abastecimiento y de servicios sociales que presentan determinadas localidades que ven cómo su población se triplica en algunos meses del año. Conocemos los obstáculos insalvables de las personas jóvenes para acceder a sus primera vivienda precisamente provocada por la burbuja turística que estamos experimentando. Además, somos conscientes de las dificultades para encontrar profesionales bien formados y con una remuneración suficientemente digna en el sector de la hostelería. Hemos creado incluso un neologismo para nombrarlo: turistificación. Todo parece indicar que hemos reconocido el problema, primer paso para buscar soluciones. ¿No se dice siempre eso? No sé yo cuando se trata de cuestiones medioambientales. Y esta también lo es. 

 

La excusa cierta para sentenciar nuestra incapacidad para revertir este deterioro es que son imprescindibles medidas colectivas impulsadas por los gobiernos y asumidas por las empresas. ¿Podemos como individuos frenar esta espiral viajando en tren en lugar de tomar un avión, cuando esto sea posible? ¿Pagando un precio más alto por alojarnos en un hotel en lugar de en un apartamento turístico? ¿Dejando de pagar los billetes de avión a un precio por debajo de su coste? ¿Viajando menos o, simplemente, dejando de viajar? ¿Estamos dispuestos a ello? ¿Se trata entonces de que viajen solo aquellos que tienen un determinado poder adquisitivo? Es decir, ¿los que pueden gastar unos cuantos miles de euros en una estancia vacacional sea del tipo que sea (descanso, cultural, gastronómico, deportivo, religioso, idiomático…)? ¿O hay un turismo de primera y otro de segunda o tercera? El nuestro seguro que es el de primera.

 

Los más críticos afirman que hay sitios donde el ser humano no debería posar el pie. Y razón no les falta. Pongo como ejemplos el Amazonas, la Antártida o la cordillera del Himalaya, donde la huella humana medioambiental daña el entorno natural de una forma irreparable. Acude a mi mente una instantánea demencial publicada de una fila de turistas atascados encaramándose en la cima del Everest. Pero, ¿qué ocurre con la cara oculta de esas playas paradisíacas del océano Pacífico que se publican en las redes sociales? Me refiero a los residuos plásticos que se vierten al mar procedentes de esos estupendos resorts asiáticos o latinoamericanos de lujo que pagamos los occidentales. He escuchado afirmar que es más ético viajar a Disneyworld que a India, ya que este primero es un lugar creado para ser visitado por turistas, y que debemos “descolonizar nuestras mentes” de ese capitalismo consumista que nos impulsa a movernos. Pues vaya, vaya…

 

Según National Geographic, en 2018, viajábamos unos 1.400 millones de personas más allá de las fronteras de nuestro país, esto significa que éramos algo menos del 20% de la población mundial. Además, por lo que se ve un porcentaje muy bajo de esta población, los realmente ricos, es el que se mueve con una frecuencia que nos dejaría anonadados. “El turismo es el responsable del 8% de las emisiones de gas invernadero vinculadas al cambio climático”, mientras que contribuye con el 2% al PIB mundial, una cifra sorprendentemente alta por lo que leo. No obstante, ¿solo perjudica el turismo internacional? ¿Qué ocurre con el que transcurre dentro de las fronteras del mismo estado? ¿Qué pasa si escudriñamos en los datos de España? En 2022, el turismo generó el 11,6% del PIB español y generó 1,9 millones de puestos de trabajo. ¿Podemos prescindir de esos ingresos como estado? ¿Qué papel tiene el turismo en el desarrollo de países cuya economía empieza a despegar?

 

Un párrafo aparte merece el modelo turístico de Bután. Este es un pequeño país asiático, situado entre el Tíbet e India. Tiene apenas 800 mil habitantes y antes de la pandemia tenía una tasa turística que exigía un gasto mínimo de 200 o 250 dólares diarios por persona para visitar el país, limitaba el número de visitantes y la estancia en el mismo. Además, es imprescindible la contratación de un touroperador para visitar el país, esto quiere decir que no se puede viajar por libre a Bután. Hasta 2022 no abrió sus fronteras de nuevo y subió la polémica tasa de 200 o 250 dólares por persona y día, aparte de los gastos de hotel, guía, manutención, dependiendo de si era temporada alta o baja. He leído que en septiembre del año pasado, bajó la tasa a 100 dólares para que el turismo se recupere un poco. La tasa para los visitantes indios es mucho más baja, de apenas 1200 rupias (unos 15 dólares). De lo recaudado con este impuesto, invierten la mayor parte en políticas a favor de la sostenibilidad y el medio ambiente. Con este modelo, es obvio que optan por un turismo de calidad y alto poder adquisitivo y limitan, de forma drástica, el turismo masivo. Aquí se genera otro debate: solo pueden viajar aquellos que tengan una cantidad importante de dinero y/o tengan un verdadero interés en el país. Además, con este modelo turístico quieren también proteger su cultura, sus costumbres y su identidad como país. ¿Es todo esto lícito?

 

Las preguntas que me hago son: ¿por qué viajar? ¿para qué viajar? ¿Qué pretendemos cuando viajamos a otro país? ¿Observar cómo viven? ¿Entender otros modos de vida? ¿Conocer otras culturas y civilizaciones? ¿Explorar la historia de ese territorio? ¿Contemplar lugares de una belleza indescriptible? Sin embargo, todas estos interrogantes me llevan a cuestionarme si tengo más derecho a visitar esos lugares que aquel que pretende fotografiarse en los confines más remotos del mundo, busca agrandar la lista de países visitados o anhela despanzurrarse en una playa casi desierta. Porque, si no, los turistas son los otros, nosotros somos viajeros.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

domingo, 18 de agosto de 2024

AUTORRETRATO

Mirarte al espejo es un gesto que dejaste de hacer sin querer con los años. Olvidaste la sorpresa infantil que te produjo el primer reflejo, casi como un pequeño Narciso. También, la extrañeza adolescente que escrutaba los cambios del crecimiento. Sin embargo, no es una costumbre que desaparezca de forma brusca; ocurre poco a poco, sin más. Primero, las tareas cotidianas se imponen por encima de la contemplación y, en un momento indeterminado, la mirada se posa en el interior, en la vivencia de situaciones que dejan en evidencia tu finitud. Ya no hace falta mirar al espejo del baño. Aunque este quiere presentarse como un aliado, ser amable con tu fragilidad, los surcos del tiempo no engañan. Por tus ojos craquelados se cuela la caducidad de una imagen que no reconoces. Por eso, posas la vista un poco más allá: los pocos humanos con quien mantienes contacto, pues el círculo social se hace más pequeño y esencial, y tu compañera felina, que te apoya en la distancia. Quizás has aprendido con la vejez, como un gato, eso de apoyar en la lejanía. Pero, a veces, según su voluntad y capricho, deja que la acaricies y que tu mano arrugada de hombre gastado juegue con su suave pelaje. ¿Sabrán realmente nuestros animales domésticos el misterio de la vida que parecen desvelarnos en sus miradas?

 

La mirada es fundamental en este oficio: mirar al exterior, a la naturaleza, buscando acaso la esencia de las cosas, imaginando tocar el alma que anhelas tener; también las obras de los hombres, a veces tan absurdas, a veces capaces de despertar la admiración y la envidia, buscando siempre la inmortalidad imposible. ¿En qué te fijas para decidir que una obra está bien resuelta? ¿En la pincelada, en el color, en la técnica? La vanidad se desvanece en el trazado de un autorretrato de hombre cansado y viejo. Apenas todo queda en nada cuando te quedas completamente solo. Y, ¿cómo te miras a ti mismo? ¿Cómo puedes enfrentarte al espejo amigo de tu habitación privada y mirar a los ojos al viejo que ha secuestrado al niño, al adolescente, al hombre joven que van contigo desde hace tanto? ¿Te reconoces? ¿Realmente eres tú? ¿Quién eres?

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Relato publicado en Esteve Adam. Inspirando relatos

(Boca Abajo Ediciones, 2024)

 


 

domingo, 11 de agosto de 2024

TALLAT CURT DE CAFÈ

T’agrada seguir l’actualitat i saber què passa al món: l’enèsima crisi entre Estats Units i Corea del Nord o Iran, les tensions cícliques entre palestins i israelians, l’eterna guerra de Síria que escup refugiats cap a Europa. El món està fet un desastre, però continua rodant. Tot sembla que se n’anirà en orris però, en el darrer moment, mai no passa res. La humanitat es manté en un precari equilibri de bogeria i transacció comercial. La vida continua com sempre a la part d’aquí: feina, factures per pagar, fills per criar, vacances, viatges... Cal anar fent plans i gaudint d’una vida que s’esgola per les escletxes del temps. Sovint les notícies d’aquí et semblen més suportables: polítics que juguen a fet i a amagar, corrupteles amb diferents colors, eleccions a totes hores... I no es cansa aquesta gent, però així us entreteniu tots: ells i vosaltres. Cada cop t’assembles més a una aficionada que defensa el seu equip de futbol de manera cega que a una ciutadana crítica que analitza la realitat. No ho vols reconèixer però la seua estratègia de l’enfrontament els funciona. Contemples les misèries casolanes amb més amabilitat i menys dolor al pit; el mal de panxa és una altra cosa! I així se’t van passant els dies.

 

I aquell gener va ocórrer una altra fita d’aquestes que vas mirar de reüll primer. Serà una més, vas pensar. Una província xinesa, el nom de la qual ni coneixies, es plantava com a protagonista dels noticiaris. I aleshores començaren a parlar-vos d’una estranya grip d’origen desconegut, però no calia preocupar-vos. Aquell equilibri inestable no s’alteraria, tot continuaria igual. I cada cop te’n parlaven més. I la bola anava fent-se més grossa i anava apropant-se com si rellisqués per un pendent. Aquest cop tampoc no passarà res, et vas dir. El món no pot deturar-se. Va deixar de fer-te gràcia quan es va plantar a Itàlia i tu te n’anaves a Venècia en Setmana Santa. No cal perdre els nervis; les autoritats ho tindran sota control. Les Falles eren a tocar i les mascletaes a València ja et feien arribar l’olor de la pólvora cremada al nas. Com podrien suspendre la gran festa valenciana? Això només va passar a la Guerra Civil, veritat que sí?

 

En un tancar i obrir d’ulls tenies els nens a casa i el bust del president ens demanava quedar-nos a casa. Coneixies un precedent d’aquell estat d’alarma però ni se’t passava pel cap el que us venia al damunt. El trauma del tancament va ser tan greu que el primer dia no t’ho acabaves de creure. Encara vas fer una passejada llarga amb la gossa. En unes hores vas comprendre que aquesta vegada, sí, aquest cop us havia agafat bé. No es tractava d’un conflicte a un país remot i llunyà, ni una situació que afectés els més vulnerables. Tots havíeu esdevingut vulnerables i havíeu de romandre sols a casa amb les vostres febleses. La por i la perplexitat van fer casa als teus budells. Tenies dues opcions: deixar-te envair per aquestes emocions o contenir els que més a prop tenies. Les parets de la teua llar van esdevenir un escut de protecció: la nostra realitat queia com un castell de naips mentre havíem de quedar-nos a casa. Vas mirar de crear noves rutines amb la feina, amb el menjar a la cuina i les comptades eixides al carrer. No obstant, era impossible donar-li normalitat a l’excepcionalitat. Obries els ulls pel matí i durant un segon pensaves que tot havia estat un malson. La realitat t’agafava pels peus amb les seus urpes i te’ls posava al terra. Te’n recordaves d’aquells que no podien treballar, els que temien pel seu negoci, les dones tancades amb els seus maltractadors, tots el que vivien el confinament sols... Però els balcons i els terrats es van omplir d’aplaudiments cada dia a les vuit fent-nos creure que la solidaritat i la unitat eren possibles. Vas ser conscient com mai que la teua supervivència estava a les mans dels treballadors amb pitjors condicions laborals i sous baixos. Una idea filantropa surava en l’aire i pujava cap als núvols: Eixirem millors d’aquesta pandèmia!

 

No hi va haver processó de la Burreta ni Cortesies. Era només un segon preludi de tot el que quedaria penjat de les branques del temps i la incertesa. La pluja no va ser cap consol, encara que podria haver esdevingut les llàgrimes que no podies vessar. La corba de contagis i morts feia feredat i et provocava vertigen. Almenys la malaltia passava de llarg davant els nens. Costava veure un final i anaves assumint que la tornada a la quotidianitat no seria fàcil. Aquest cop la història havia fet diana a la vostra vida. Però hi havia qui se’n portava la pitjor part: la gent gran. Una de les pitjors sensacions: l’alleujament en pensar en els avis que ja no hi eren. Almenys no ho han viscut, et deies.

 

Els primers passejos van ser la festa de l’esbargiment: mai no havies gaudit tant del sol, de l’aire, dels arbres, i també, dels carrers. El primer dia vas tornar amb la mascareta totalment mullada. La vas estendre: s’havia de gestionar l’escassetat. I així fer de la necessitat virtut. Mai no pensaves que esdevindria un nou complement amb la calor xafogosa de l’estiu. I mira que sigueu de Xàtiva i tots coneixem la vostra calor llegendària. No vau tenir Fira d’Agost tampoc, encara que molts no vau perdonar l’esmorzar del primer dia. Oi que no? Però a poc a poc, amb timidesa, anaves reprenent velles rutines amb nous hàbits: pujar al Puig o la Creueta, caminar fins Novetlé i mitja volta, arribar fins al Castell deturant-te al Bellveret, contemplar les Arcadetes d’Alboi amb una mirada nova. Encara et mancava per trobar-te amb tanta gent estimada: esmorzars ajornats i paelles cancel·lades. L’arròs al forn, només pels de casa. El millor que et va donar l’estiu va ser poder contemplar el mar de bell nou, encara que fos des d’una zona acotada. Passejar amb mascareta per la vora del mar et va resultar tan exòtic com absurd, però mirar com les teues petjades s’esborraven al pas de les ones et feia palpar més que mai la nostra levitat, de vegades només imaginada i poetitzada.

 

Un nou curs ple d’incerteses t’esperava. Havíeu de travessar una tardor i un hivern on la germanor ja no era tan evident. La tristesa anava fent-se l’ama i costava veure la fi. Enviaves els nens a una escola plena de restriccions: distància social, mascaretes, hidrogel, semipresencialitat. La telerealitat havia substituït la vostra vida. Com us ho faríeu? El fred us va congelar qualsevol possibilitat de reacció. No hi havia manta capaç d’escalfar aquella gelor que es ficava als ossos. Les fotografies escolars evocaven velles imatges en blanc i negre d’altres temps. Heu viscut un gener glacial de paüra i mort. El malson dels primers mesos tornava a corcar les entranyes i les preguntes s’amuntegaven: De veritat, això passarà? Eixirem millors d’aquesta pandèmia?

 

Malgrat tot, vas seguir endavant, pensant que no hi havia cap altra possibilitat que confiar. La llum de la primavera et va sorprendre quan arrossegaves setmanes grises de separacions, quan et preguntaves si podries suportar tot això. Les agulles de les vacunes van anar punxant la bombolla del teu desànim. Un cop més es repartien de manera desigual i a tu et tocava ésser al costat bo: tanta gent de països remots i, senzillament, pobres haurà d’esperar bastant més. Una branqueta verda creixia enmig del tronc podrit, dividit pel raig. Semblava mentida però així era. Realment podràs ara reprendre la vida com la vas deixar suspesa del penjador del rebedor de ta casa? Prendre un tallat curt de cafè els dimarts al Mercat o una orxata a una terrassa de l’Albereda?

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu

Text publicat al llibre de "Fira d'Agost 2021"

Ajuntament de Xàtiva

 


 

 

 

 

domingo, 4 de agosto de 2024

PERFECT DAYS

El director alemany Win Wenders torna a rodar en Japó des que ho va fer al 1985 amb Tokyo-Ga, un documental sobre Tokio en què ret homenatge al cinema de Yasujiro Ozu. A partir d’escenes del director nipó, Wenders es submergeix en el Japó real buscant radiografiar un país en canvi continu.

 

En aquesta ocasió, Wenders opta per la ficció per tornar a evocar al mestre Ozu i ens presenta a Hirayama (Koji Yakusho), un home de mitjana edat que es guanya la vida netejant banys públics a Tokio. A pesar de que es tracta d’una feina tediosa i poc agradable, el protagonista l’executa amb dedicació japonesa i al detall. Al llarg de les escenes, ens anem capbussant en les rutines d’aquest home senzill que encara cada dia amb la certesa que és únic i que s’ha de viure cada moment. Té afició per les plantes, és un amant de la música de dècades passades que escolta en casetes, llig cada dia i li agrada la fotografia analògica. És, a més, un ésser humà contemplatiu.

 

La història, aparentment simple i fàcil de contar, s’entesta a mostrar-nos una vegada i una altra, com si es tractara de variacions d’una mateixa peça musical, la vida senzilla d’aquest home que viu sol i del passat i de la família del qual no sabem res. Anem descobrint la seua quotidianitat i la plenitud amb què viu als seus períodes de temps lliure. Tanmateix, és una persona solitària que a penes interacciona amb les persones del seu entorn. Els diàlegs són escarits i amables,  breus salutacions i gestos, que en ocasions són introspectius i significatius. Aquells amb els quals té més relació són el seu company de feina, un jove anomenat Takashi (Tokio Emoto), i una neboda seua que apareix per sorpresa, la jove Niko (Arisa Nakano). Gràcies a ella, traiem el cap de manera tímida al passat de Hirayama i a les seues ferides emocionals, que les té.

 

El valor estètic i ètic d’aquesta història resideix en el mèrit d’aquest personatge de centrar-se en una vida senzilla allunyada de tota ostentació i luxe, explorant la bellesa i el significat del mundà. La satisfacció, la passió personal i el descobriment d’un mateix són la gran revelació a què podem i hem d’aspirar. No és estrany que fos nominada a l’Òscar com a Millor Pel·lícula Estrangera al 2024 i Koji Yakusho conseguira el premi a Millor actor al Festival de Cannes. El tractament de la fotografia, dirigida per Franz Lustig, crea el marc perfecte, tranquil i evocador, basat en el detall per confirmar-nos el vertaderament important en la vida: “Demà és demà. I ara és ara”.

 

https://youtu.be/oHRNrgDIJfo?si=fqarKk6oz74Flv8d

 

Begoña Chorques Fuster

Professora que escriu