domingo, 17 de septiembre de 2023

FINLANDIA

Finlandia (La uÑa Rota, 2022), escrita y dirigida por Pascal Rambert, vuelve al Teatro de la Abadía después de agotar entradas la temporada pasada. Es esta la segunda oportunidad para ver en acción a Isra (Israel Elejalde) e Irene (Irene Escolar) en una batalla campal dialéctica. Pascal Rambert es un especialista en mostrar conflictos verbales de gran voltaje entre personajes. “Escribo para voces, no para personajes”. Lo hizo en La clausura del amor (La uÑa Rota, 2017) donde, a través de dos soliloquios enfrentados, nos presentó un devastador ajuste de cuentas que llega a las entrañas del desamor de una pareja cuyo amor ha llegado a su fin. Hermanas (La uÑa Rota, 2019) es también un texto perturbador en el que dos hermanas, Bárbara e Irene, se arrojan a la cara palabras que nunca se han atrevido a decirse en los muchos años que hace que se aman en el rencor. Les basta el lenguaje para hacerse daño como un arma que expresa su deseo de venganza cainita. 

 

En Finlandia, es invierno y son las cuatro de la madrugada. Israel ha recorrido cuatro mil kilómetros de Madrid a Helsinki en coche para llegar a una habitación de hotel y decirle a la madre de su hija que se levante de la cama. Así, con un ‘Levántate’ comienza este diálogo beligerante que nos presenta el fin de una historia, en la cual el pasado no parecía ser lo que era (nos encontramos con dos visiones bien diferentes del mismo) ni tampoco hay un futuro para los dos (aunque uno de ellos no lo quiera admitir).

 

Israel e Irene son ambos actores y tienen una hija en común, Nina, que aparecerá al final de la obra para darnos una lección vital fundamental: los niños son sagrados. Lección que todos repetimos pero que casi ninguna pareja que se separa respeta. Ni siquiera lo hacen algunas que permanecen casadas toda la vida. Y es que esta obra duele porque, sin pretender ser realista, refleja demasiado bien la realidad de muchas relaciones tóxicas, agotadas por los chantajes psicológicos y por la tendencia humana de mirar hacia otro lado y pensar que no todo está tan mal. Rambert afirma que esta obra “es un ataque contra lo peor que lo masculino puede producir”, ya que en el diálogo emergen los celos, el delirio de la paranoia y la amenaza invasiva. Israel es un hombre que no entiende lo que ocurre ni en su casa ni fuera de ella, acostumbrado a un mundo en orden. No llega a atisbar que ese es su propio orden establecido. Y no da tregua a la mujer que dice amar. Por eso la acribilla con su verborrea hasta el agotamiento y lo hace principalmente porque piensa y siente que esta ya no le escucha. Irene, por su parte, ya no quiere saber ni entender lo que dice Israel.

 

Pero Irene no sabe cómo responder; hastiada y acorralada por la dialéctica de su compañero que no le da respiro solo puede gritar “Se acabó”. No obstante, tampoco sabe cómo ejecutar ese final invadida por una situación que la desborda y no la deja pensar con claridad. Ambos son personajes perdidos, que se amaron durante un tiempo, pero que no saben acabar una historia que debe concluir. El diálogo se manifiesta como un auténtico combate oral donde la violencia verbal y gestual impregna las cuatro paredes de esa habitación de hotel por cuyos cristales se cuela el gélido invierno finlandés. De nuevo, el problema que se revela es la falta de límites en el afecto y la confusión para interpretar la realidad. Al final, queda claro quién es la víctima. Podemos cambiar el nombre de los personajes, el lugar de residencia o la capital europea donde se encuentran, el nombre de la criatura… pero el resultado del daño y de la herida es el mismo. “¿Qué hacen los adultos a los niños y qué le hacen los adultos a su propio niño interior?”, nos pregunta el autor. Atrévanse a responderse.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 


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