domingo, 28 de septiembre de 2025

ESCENAS DE LA VIDA CONYUGAL

Escenas de la vida conyugal se estrenó en 2013 en el Teatro Maipo de Buenos Aires. Desde entonces, lleva girando de forma cíclica por diferentes ciudades y teatros de Argentina, Chile, Uruguay, Perú y España. Este 2025, ha vuelto a Madrid y a València agotando localidades después de ocho años. Son diversos los elementos que explican este éxito de público: en primer lugar, la pareja protagonista está interpretada por unos brillantes Ricardo Darín y Andrea Prieta que demuestran sus dotes actorales y su química en el escenario; segundo, la obra está dirigida por Norma Aleandro (El hijo de la novia, 2002), una de las grandes damas de la escena argentina que también interpretó el papel protagonista junto a Alfredo Alcón en 1992; tercero, la obra está basada en la miniserie Secretos de un matrimonio, estrenada en 1973, del gran cineasta sueco Ingmar Bergman; por último, la versión al español de Fernando Masllorens y Federico González del Pino añade humor e ironía al hondo dramatismo del director nórdico. 

 

Con esta acumulación de talento, Escenas de la vida conyugal se ha convertido en una garantía de éxito que repite temporada tras temporada. El personaje protagonista femenino ha sido interpretado en el pasado por otras actrices como Valeria Bertucceli o Érica Rivas. Después de ver la obra, es difícil imaginar a otra actriz que no sea Andrea Pietra en la piel de Mariana. Ni que decir tiene que ocurre lo mismo con Darín en el papel de Juan. El trabajo de ambos justifica el precio de las localidades.

 

Juan y Mariana presentan su apacible vida conyugal con escasos sobresaltos. Llevan diez años casados y tienen dos hijas. La historia va a seguirlos a lo largo de diez años en momentos discontinuos de su relación que acabará en divorcio, pero que continuará más allá de la ruptura sentimental. Poco a poco, se va desvelando que no todo es tan idílico como parece y que esconden sentimientos, frustraciones y aspiraciones que acaban por aflorar. “Nada nuevo bajo el sol”, pensarán todos los lectores casados.

 

El planteamiento de la obra teatral es el mismo que el de la serie de Bergman, con ligeras variaciones. Esta fue una versión de cinco horas de duración, interpretada por Liv Ullman, musa del sueco, y Earlan Josephson, que dividía el relato en seis escenas: “Inocencia y pánico”, “El arte de esconder bajo la alfombra”, “Paula”, “Valle de lágrimas”, “Los analfabetos” y “En plena noche, en una casa a oscuras”. El mismo que el de la película que se hizo a partir de la serie, tras el gran éxito que tuvo, y que ganó importantes premios como el Globo de Oro o el Bafta. El propio Bergman firmó una versión teatral en Múnich en 1981.   

 

Es cierto que el montaje teatral tira de lugares comunes, que relativiza el drama poniendo distancia humorística y con los que es inevitable no sentirse identificado, cuando se tiene una dilatada carrera matrimonial. Sí, las situaciones son conocidas por aquellos que llevan una alianza en su anular. Habrá quien considere que el montaje suaviza y aligera demasiado la obra bergmaniana, que le resta hondura, dramatismo y violencia. Lo interesante, para esta profesora que escribe, está en poner ambas propuestas a dialogar ya que acaban complementándose. Sí, ciertamente el montaje argentino es más liviano, pero como lo es nuestra insoportable levedad, porque también necesitamos reírnos de nuestras miserias matrimoniales.

 

En esta columna, por seguir cumpliendo con los tópicos, también aparecerá una tercera en discordia que no es otra que la película, a medio camino entre el documental y la ficción, Función de noche, dirigida en 1981 por Josefina Molina. En ella, Lola Herrera y Daniel Dicenta hablan sobre la que ha sido su historia de amor y las causas que les llevaron a la ruptura, así como las consecuencias que tuvo para su hija. Ambos, atrapados en el camerino del teatro donde ella interpreta a ese personaje inolvidable de Miguel Delibes que es Carmen Sotillo, protagonista de Cinco horas con Mario y con la que Herrera se identifica, se sinceran y hablan sin tapujos de las mezquindades de su relación, especialmente de las de él, y cómo ella tuvo que afrontarlas.  

 

Destacan en los tres relatos (o los cuatro, si añadimos el monólogo de Delibes) la reivindicación del papel de la mujer, con un feminismo que llega hasta donde la sociedad y los amores de cada una de estas mujeres les dejan. Porque estas mujeres, como todas, están presas de sus afectos. Y que, a pesar de los pesares, estas parejas –me temo que no hay un manual distinto para las parejas homoeróticas–, al final como al principio, se siguen amando de forma egoísta, con torpeza y limitaciones, guardando los secretos que todos los matrimonios custodian o, como el propio Ricardo Darín afirma, con “un amor humano, imperfectamente humano”. 

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

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