domingo, 24 de julio de 2022

INVASIÓN ZOMBI

Después de una pandemia, del paso de la borrasca Filomena, de la explosión de gas en la calle Toledo y de otras tragedias internacionales, todos hemos bromeado con qué sería lo siguiente que nos espera: ¿una invasión zombi o la llegada de alienígenas a nuestros barrios? Sin embargo, sin querer darnos cuenta llevamos sufriendo poco a poco una invasión ¿zombi? silenciosa (o no tanto) que no se ha detenido y que va colonizando espacios públicos que deberían ser de todos. Como si fueran pocas todas las restricciones que hemos vivido en los últimos años como consecuencia de la pandemia, desde entonces y sin miramientos, los vecinos de Madrid sufrimos la ocupación de los espacios públicos al aire libre que dificultan y hacen nuestras vidas no solo más incómodas sino más insalubres. Parece que ya nos hemos acostumbrado y hemos normalizado tener las aceras invadidas con las llamadas terrazas Covid, patinetes, bicicletas eléctricas, motocicletas y platillos volantes. ¿Alguien ha pensado todo lo que estos cachivaches suponen para una persona con dificultades de movilidad?

 

Desde principios de los años 2000, vivo en el distrito de Arganzuela que ha ido padeciendo sucesivas oleadas especulativas en el precio de la vivienda. Una de las causas ha sido el proceso de gentrificación que ha soportado el distrito Centro y que ha expulsado a los vecinos hacia los barrios colindantes o más periféricos. En estas dos décadas, el barrio se ha ido transformando, no solo en su geografía urbana, sino también en la humana. A partir de la crisis de 2008, vimos cómo la presencia de vecinos inmigrantes disminuía debido a que muchos decidieron volver a sus países. Sin embargo, en la última década hemos visto también cómo han abierto negocios ciudadanos chinos y algún vecino de origen hispanoamericano. Esto, junto a la oferta de hostelería variada, ha hecho que el barrio plural y multicolor se convierta en un lugar de interés para muchos. En lo que se refiere a los espacios para el ocio y la cultura, hemos visto florecer el espacio de Matadero, lugar de exposiciones, sede de la Casa del Lector y también subsede del Teatro Español con las Naves del Español. Su arquitectura singular y su situación, junto al parque Madrid Río, han servido de imán para atraer a visitantes y vecinos.

 

Sin embargo, el barrio no goza de instalaciones deportivas, culturales y educativas suficientes. Los terrenos de Adif, situados detrás del Museo del Ferrocarril, que ya acoge una vez al mes el Mercado de Motores, iban a convertirse en dotaciones para los habitantes del distrito. Se habló de una biblioteca, quizás de un instituto público. Hace poco el Ministerio de Cultura anunció que en este lugar se situará el Teatro Nacional de Danza. De momento, y desde hace más de un año, el espacio ha sido invadido por unas carpas donde se suceden las representaciones de musicales y otros ‘eventos’ culturales previo pago de entradas. La plataforma de vecinos que se moviliza contra el Espacio Delicias reivindica el uso público de estos terrenos, frente a la búsqueda del beneficio empresarial de unos pocos. Al impacto visual que este espacio destartalado ofrece, hay que añadir la contaminación acústica que sufren los vecinos que viven en los bloques de viviendas, más cercanos.

 

A estas carpas circenses, hay que sumar la invasión del Parque Tierno Galván que hemos sufrido los vecinos durante casi dos meses. Al Festival Madrid Escena le han precedido y seguido otras actuaciones, Festival Tomavistas Extra, corregido y aumentado. Habrá quien me recuerde que se trata de un anfiteatro diseñado para ofrecer espectáculos. Es cierto, pero no es admisible que se ocupe literalmente la mitad del bulevar que conduce a este y que se acote la mitad del parque, además del mencionado anfiteatro. Hemos tenido el parque sitiado durante casi dos meses aguantando las molestias de ruido, que superan con creces cualquier límite legal, el tránsito de camiones y vehículos, el abandono de desperdicios en unas papeleras rebosantes, etc. Lo más triste ha sido lo que ha emergido una vez que han retirado toda la estructura: hierba literalmente arrasada y montones de basura. Los trabajadores de parques y jardines de Madrid se tendrán que emplear a fondo. Habrá quien destacará la calidad de los artistas que han actuado, pero no entiendo que, en una ciudad como Madrid, donde hay tantos recintos estupendos para celebrar conciertos, se elija un parque donde personas mayores, perros, corredores y familias con niños conviven y disfrutan de la naturaleza. ¿Por qué se hace permanentemente negocio de los espacios públicos?

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Foto del Parque Tierno Galván en la primavera de 2020

 


 

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