sábado, 21 de mayo de 2022

EL PATO SALVAJE de HENRIK IBSEN

Todas las familias guardan secretos. Todas ellas tratan de mantenerlos fuera del alcance de los ojos intrusos. Un dramaturgo puso en el siglo XIX nuestra mirada de espectadores en los salones familiares donde se concentran las miserias de la condición humana. Henrik Ibsen (Casa de muñecas, Hedda Gabler, Un enemigo para el pueblo) escribió El pato salvaje en 1884, no sin polémica no sin tintes autobiográficos de una infancia y adolescencia que le causaron dolor. Porque la trama de la obra gira en torno a las mentiras vitales que mantienen en pie a una familia. Porque Ibsen conocía bien el peso del pasado en el individuo, la debilidad de los valores sobre los que se sustenta nuestro mundo. Su mérito es exhibirlo, ponerlo frente a los que nos aproximamos a este texto clásico y lanzarnos preguntas sobre nuestros fundamentos.

 

Podemos hacerlo ahora en el Teatro de la Abadía en un montaje dirigido por Carlos Aladro, con versión de Pablo Rosal (Los que hablan) con un elenco magnífico de actores. No teníamos oportunidad de verla representada desde hace cuatro décadas cuando se estrenó en el Teatro María Guerrero en 1982 con versión de Antonio Buero Vallejo y dirección de José Luis Alonso.

 

Gregers Werle (Javier Lara) vuelve a su pueblo natal tras varios años de ausencia trabajando en el norte. Se hospeda en casa de su amigo de la infancia Hjalmar Ekdal (Juan Ceadero), que es un modesto fotógrafo cuyo padre, el capitán Ekdal (Ricardo Jocen), es el antiguo socio del cónsul Hâkon Werle (Jesús Noguero), a su vez padre de Gregers. El viejo Ekdal, arruinado tras pasar por la cárcel, vive de la caridad del cónsul, con su hijo y con la familia de este, su esposa Gina (Eva Rufo) y su hija Hedvig (Nora Hernández), ya que le protegió evitando que él también fuera a parar a prisión en su momento. Berta (Pilar Gómez), la secretaria y prometida del cónsul, ejerce de peculiar maestra de ceremonias, haciendo que tomemos distancia del drama teatral en determinados momentos. Mucha atención al personaje del doctor Relling, interpretado también por Jesús Noguero.

 

Ibsen recoge las contradicciones del ser humano, las mentiras necesarias con las que nos engañamos, con las que pretendemos estar tranquilos o incluso ilusionarnos con la felicidad. Pero la maravilla de la dramaturgia de Ibsen son todas las capas de interpretación que tiene el texto, como muestra nuestra propia naturaleza compleja que se contradice a cada paso. De este modo, El pato salvaje pretende interrogarnos sobre múltiples temas, como el propio Aladro señala: la verdad, la mentira, el abuso de poder, el cuidado de la infancia, los cuidados de la salud mental, la relación del individuo con la religión, la institución del matrimonio, la diferencia entre amor y acuerdo. También, el derecho o no que tenemos a juzgar la vida de los demás y los atropellos en nombre de la verdad. No solo matan las ciénagas de mentira vital también el idealismo imperativo. Por último, en cada uno de estos estratos hay una grieta en forma de desván donde anida nuestra imaginación y donde habita un pato salvaje, que si se le hiere se hunde en el fondo del agua y se enreda en las algas. Y así pasamos del conflicto personal al social.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario