domingo, 7 de febrero de 2021

FOREVER YOUNG

La historia de esta columna empieza con la petición para colaborar en un proyecto de carrera contestando un cuestionario de estudiantes de primero. Un exalumno me pide amablemente si puedo responder a las preguntas de carácter político y social y pasarla a mis contactos, para “tener respuestas de gente en otro rango de edad”. Le hago caso: la contesto y la difundo. También incluyo, para animar a la participación, el comentario irónico de que con esta expresión nos llaman carrozas de una manera muy elegante. Entonces, de manera casi automática, se desata una cascada de respuestas jocosas que bien podrían haber configurado uno de esos hilos del Pájaro cantor. Pues tira del hilo, a ver qué pasa, me incita una voz amiga muy radiofónica. Lo tomo como una provocación.   

 

Una compañera del curro me hace ver con mucho acierto que es generacionalmente imposible que nos llamen así: nos llamarían viejas o milfs (confieso sin pudor que he tenido que buscar el significado de este acrónimo en inglés). Nuestros alumnos solo conocen las carrozas de los Reyes Magos o, en su defecto, las del día del Orgullo Gay, me aclara. Otra colega me reclama que, si es vieja, dónde está su pensión. Mientras me comenta esto, todos los jubilados granujas, que conozco y a los que les llegó la encuesta, hacen mutis por el foro y no se manifiestan. Al apuntarles el comentario preocupante sobre nuestro retiro, otra compañera me advierte de que tengo la jubilación a años luz. Con acierto, una voz malévola me sugiere que bloquee a la autora de semejante mensaje sin contemplaciones. Un viejo amigo me dice que él está ya en la categoría de carrozón, mientras un vecino me puntualiza que mucho mejor eso a ser interpelados como retablos. Pues mira, sí, al menos las carrozas se mueven, añade. Otra docente se consuela autocalificándose como cuarentañera y otra cita a su padre para recordar la sabiduría que va asociada al hecho de acumular décadas. Entonces una joven voz se manifiesta y se alegra de que me quede tanto para la senectud. Lo malo de hacerse viejo es que te sigues sintiendo joven, sentencia otra amiga colega. Pero que nos quiten lo bailado, afirma otro con quien compartí los primeros años en este oficio y que hace lustros que no veo. Un zagal trotamúsicos me confiesa con envidia que nosotros al menos tendremos pensión y que hace años que él se siente viejo. Pienso en su candidez al leer la misiva y en la reforma que se nos viene encima cuando el temporal amaine. Me sorprende también cuando me informa de que este es un tema recurrente en su círculo de gente joven. ¡Cómo cambian las prioridades generacionales! Y tanto, digo yo, que un alumno de doce años el otro día se salió por las peteneras de que de mayor quiere ser jubilado. Le avisé muy seria de que debía ponerse a la cola… y a laborar durante muchos años antes. Pero otra compañera del curso pasado me recuerda la suerte que tenemos de trabajar con gente tan joven, que nos hacen mantenernos lozanos también. Claro, por eso ellos se sienten viejos. Será eso… Ya me había prevenido un alumno de hace no pocos años y que ya se dedica a esto mismo, que debo de tener alumnos más viejos que yo. Oye, de lo que se entera una… Por fin, una alegre jubilada toma la voz y el teclado y se descuelga del hilo, no para dar envidia sino para hacerme ver la importancia de que haya gente buena caminando. Y a ver qué le contestas a la vieja… o a la nicha, como me hace saber un exalumno, universitario ya, que llamaban a los viejos cuando ellos eran ESO. Jugando con las palabras, crearon esta nueva acepción: estar nicho. Pero se cura en salud y declara que a mí aún me falta para estar nicha. Ya, claro, pienso yo. Que ya no te puedo suspender. Ya van dos. Empiezo a preocuparme y a sentirme vetusta. No obstante, parece que está quedando un artículo ligero como nuestra insoportable levedad.

 

Al final, otro vecino amigo me propone que escriba una columna sobre el tema sugiriéndome el título de “La edad”. ¡Vaya, lo que da de sí! Reconozco que el título me parece un poco soso, pero también me envía el enlace de Forever Young, la canción de Alphaville de 1984 y da en el clavo sin proponérselo: Do you really want to live forever, forever and ever? Y que conste que él no es ningún carroza. Aún…

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

Imagen extraída de la red

 


 

3 comentarios:

  1. Si la pandemia ha servido de algo, ha sido para visualizar de nuevo a los viejos, aunque sea desde los números; la necesidad de avizorar las residencias, de volver a ceder a los mayores el paso en la cola de la vacunación... Llegar a viejo es siempre la mejor opción, aunque joda: tal vez no hayamos sabido venderlo bien.

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    1. Es verdad lo que dices. Pero me pregunto si toda esta tragedia servirá para que nuestra sociedad se plantee el modelo de residencias y que el fin de la vida se vea como una etapa que hay que cuidar mucho más. Me temo que estamos dejando en evidencia la sociedad narcisista y egoísta que somos.

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