domingo, 15 de septiembre de 2024

DE MADRID AL CIELO

Siempre se ha dicho de la capital del Manzanares. Lo que desconocemos la mayoría es que el origen de esta expresión está en una obra teatral del Siglo de Oro de Luis Quiñones de Benavente, Baile del invierno y del verano, y que, además, en la guerra de la Independencia los madrileños usaban esta expresión aludiendo a los males que podían llegar de los franceses ocupantes y de los fusilamientos que se produjeron el 2 de mayo de 1808 en el alto de Príncipe Pío y otros puntos de la ciudad, y que Goya inmortalizó en su cuadro. Pues parece que, de nuevo, a los madrileños el mal nos viene del cielo y de aquellos que nos mandan desde las alturas sin poner el pie en nuestras calles.

 

Madrid se está convirtiendo cada vez más en una ciudad hostil e incómoda. Los vehículos a motor ocupan la mayor parte de la ciudad, en lugar de hacer una apuesta decidida por el transporte público y la construcción de carriles bici donde los ciclistas no teman por su integridad física. La calidad del servicio de Metro está empeorando de forma notoria. Por ejemplo, en las últimas semanas se ha retirado la ventilación de los andenes y el calor que hace es absolutamente insoportable. También es habitual que nuestras aceras se vean invadidas por patinetes eléctricos y otros vehículos de dos ruedas. Madrid no es una ciudad para los peatones. Como se ve, las políticas llevadas a cabo por los gobiernos autonómico y municipal están haciendo de ella una urbe insostenible desde el punto de vista económico y medioambiental.

 

La Villa y Corte, una de las gallinas de los huevos de oro del Estado, empieza a dar síntomas de hastío y sobrexplotación. Como muchas de las capitales europeas, tiene el peligro de morir de éxito como consecuencia del turismo masificado. Uno de los distritos donde parecen apuntar las miradas neoliberales en los últimos tiempos es el de Arganzuela. Situado dentro de los márgenes de la M-30, este barrio residencial empieza a ser pasto de los fondos buitres que buscan edificios donde alojar pisos turísticos. Un emblema de esto es la calle General Lacy, 22 donde los vecinos están siendo expulsados para dedicar el inmueble entero a este fin. Como sabemos, esta actividad está provocando un movimiento especulativo en los precios del alquiler de vivienda residencial que está haciendo el acceso imposible para los más jóvenes.

 

Sin embargo, los que nunca han vivido en Madrid desconocen los grandes espacios verdes de que goza la ciudad y sus habitantes. Estos han sido bombas de oxígeno y esparcimiento para los que moramos aquí. Madrid es probablemente la ciudad de España donde se encuentran las zonas verdes más extensas donde es posible pasear, practicar deporte, leer, encontrarse con amigos… Sin embargo, a ojos de este capitalismo depredador estas extensiones de terreno están infrautilizadas, como hace poco declaraba un concejal del Ayuntamiento de Madrid en una radio a propósito del Parque Enrique Tierno Galván. ¿Infrautilizadas para qué y por quién? ¿Para la explotación económica por parte de empresas privadas?

 

El Parque de Madrid Río está sufriendo unas obras de ampliación de la línea 11 de metro que están suponiendo la tala de árboles que podrían haberse conservado. El plan inicial preveía construir la boca de metro en un lateral del antiguo cauce del río con un impacto menor en el arbolado. Este fue modificado después de la celebración de las últimas elecciones autonómicas y municipales. Por si no fuera poco, la fauna de este entorno tiene que sufrir las ocurrencias del consistorio municipal que tuvo a bien emular las mascletàs valencianas. Otra de las brillantes ideas es la de instalar iluminación nocturna en el cauce del río Manzanares cuyo entorno empieza a recuperarse. Señores del Ayuntamiento, la Verbena de la Paloma ya la celebramos en su festividad…

 

El espacio cultural del Matadero y los árboles de su entorno también están amenazados por la construcción de un intercambiador en Legazpi. Entre 50 y 70 árboles pueden ser sentenciados a muerte (quizás busquen los ecos matarifes del edificio que albergó el Matadero y Mercado de ganados hasta los años 90) y también se prevé el derribo de uno de los muros de este conjunto de edificios singulares de estilo neomudéjar. ¿Es necesario todo esto?

 

El Parque Enrique Tierno Galván y sus vecinos llevamos sufriendo la organización de eventos privados desde la pandemia. Eso supone que el parque es sitiado y vallado en una parte importante de su extensión y los vecinos hemos de aguantar el ruido y la música hasta altas horas de la madrugada (las viviendas más cercanas se encuentran a 200 metros de distancia), además de la suciedad y el maltrato que soportan las plantas, los árboles, los animales y el césped de este parque. Uno de los festivales que se celebró esta primavera ocupó la mayor parte del parque, ya que se montaron hasta tres escenarios. No he mencionado la instalación, en 2020, del Espacio Delicias, donde se organizan exposiciones interactivas y musicales en tres carpas circenses, en unos terrenos de Adif que iban a ser destinados a la construcción de equipamientos municipales para dar servicio a los vecinos del barrio. Supuestamente es temporal, pero las carpas ahí siguen cuatro años después… Por cierto, muy cerca de allí se encuentra el complejo cultural El Águila (edificio representativo de la arquitectura industrial de principios de siglo XX y antigua fábrica de cerveza) que alberga exposiciones interesantísimas y la Biblioteca Regional Joaquín Leguina, institución encargada de preservar el patrimonio bibliográfico de Madrid.

 

No obstante, el Ayuntamiento de Madrid ha regulado el uso del Parque Tierno Galván en un Decreto municipal del 17 de mayo de 2024 publicado en el BOAM (nº 9.636). En él, limita la zona para la celebración de actos estrictamente al auditorio e insiste en que estos habrán de ser de “interés general”. ¿Un festival de música, organizado por una empresa privada, donde se venden entradas a un precio francamente alto es de “interés general”? ¿Una actividad (sea cultural o no) con ánimo de lucro celebrada en un espacio público puede ser calificada de “interés general”? Este julio, se celebró en el auditorio de este parque un concierto titulado Nino Bravo sinfónico, en el marco de los Veranos de la Villa, totalmente gratuito. La diferencia entre este tipo de actos, como el cine de verano que se ha llevado a cabo años anteriores, y la aberración de la “Naturaleza Encendida” que tuvo lugar las pasadas navidades y que se trasladó desde el Jardín Botánico es más que obvia. La respuesta del Ayuntamiento a aquellos que pusieron una queja formal fue que era una instalación que fomentaba el ecologismo y que era sostenible desde el punto de vista medioambiental (aguántense la risa, por favor). Es cierto que la zona acotada permanecía abierta para los vecinos hasta las 17 horas, pero los que paseamos por este entorno de forma asidua soportamos que el parque estuviera literalmente ocupado por bichos e insectos infames con forma de lamparitas fluorescentes con acompañamiento musical a las 8 de la mañana. Aparte de ir alerta para que nuestros bichos caninos no entablaran amistad urinaria con ningún gusarapo luminoso.

 

Pero esta no es la última… Desconozco si alguno de nuestros gobernantes se sentirá acomplejado con la máxima que dice que el tamaño sí importa, lo que sí sabemos los vecinos de Delicias es que la amenaza de la instalación de una noria gigantesca (la más grande de Europa… más grande incluso que el London Eye con 135 m de altura…) planea sobre nuestras cabezas. Como el peligro que se cernía sobre los madrileños decimonónicos, los actuales vecinos de la Villa y Corte del distrito de Arganzuela nos hemos desayunado este septiembre con la noticia de que el Ayuntamiento ha encargado un estudio geotécnico para explorar la viabilidad de instalar una noria gigantesca en nuestro parque “infrautilizado”. ¿Sabrán estas mentes preclaras que el alto del auditorio es una antigua escombrera? Tan sencillo como escuchar a los mayores del parque, a los que llevan en el barrio toda la vida y han visto cómo se ha ido transformando… ¿Dónde pretenden instalar semejante mamotreto? ¿Cuántos metros cuadrados de terreno requiere proyecto neofaraónico como este? Puestos a pedir, preferiría una pirámide ya que nos ponemos (llámenme purista si quieren). Bromas aparte, más allá de la destrucción del parque tal y como lo conocemos, la instalación de una atracción de este tipo, en el caso de que fuera exitosa ya que no se encuentra en el centro de la ciudad como en la capital londinense, supondría que el barrio de Delicias-Méndez Álvaro tendría que soportar la visita de millones de personas (3,5 millones de visitantes tiene el London Eye al año). ¿Es este el modelo sostenible y ecologista que queremos para nuestras ciudades? ¿Vale todo por la pasta? 

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 8 de septiembre de 2024

UNA MADRE DE TOKIO

Yôji Yamada ha filmado noventa películas en casi noventa y tres años. Una madre de Tokio (2023) es la última. Esta se sitúa en la estela de Una familia de Tokio de 2013 (extraordinario remake del clásico Cuentos de Tokio de Yasujirõ Ozu) y de Maravillosa familia de Tokio (2016) y Verano de una familia de Tokio (2017). De nuevo, Yamada vuelve a reflexionar sobre los vínculos familiares tan esenciales en la cultura nipona. 

 

Se trata de una historia que oscila entre la comedia y el drama. Akio Kanzaki (Yo Oizumi) es directivo de una gran empresa de Tokio. Es el jefe del departamento de recursos humanos. Cerca de los cincuenta, lleva veintisiete años trabajando en la misma empresa y atraviesa una profunda crisis personal y profesional. Presenta todos los síntomas del trabajador quemado que ve cómo su vida se hunde en el caos: lleva unos meses separado de su mujer y no se entiende con su hija universitaria a la que apenas ve. Akio está harto de tener que despedir a compañeros y su situación se complica cuando lo tiene que hacer con un amigo. Sumido en el desconcierto, decide visitar a su madre, Fukue (papel interpretado con contención y calidez por la maravillosa actriz Sayuri Yoshinaga), a la que hace tiempo que no frecuenta y se encuentra que esta vive una época de plenitud y felicidad. Dedica su tiempo a aliviar la vida de los sintecho, se reúne con amigas con las que se divierte y colabora y parece tener una nueva ilusión amorosa. La situación de madre e hijo no puede ser más dispar y, sin embargo, irá convergiendo en una serie de encuentros que llevan a un final esperanzador y significativo. Aunque la vida arroja frustraciones y desengaños, es posible y necesario seguir adelante de la mano de aquellos que consideramos verdaderamente importantes. Yamada hace una reflexión interesante sobre la cultura del éxito que nos acecha y presiona en nuestras sociedades supuestamente avanzadas y el choque que se produce entre esta imposición y los valores esenciales. Este es el mensaje universal y reparador que la película ofrece.

 

Asimismo, Yamada aprovecha para tocar temas candentes no solo en la sociedad nipona: el desempleo, el abismo generacional entre padres e hijos, la insatisfacción provocada por una sociedad de bienestar que lo único que provoca es estrés, alienación y desequilibrios mentales. No obstante, la historia no pierde, en ningún momento, su tono de comedia gracias a las intervenciones irónicas de los personajes en unos diálogos ágiles y a sus reacciones impredecibles, alguna vez incluso histriónicas. Porque Una madre de Tokio es una historia de personajes que vamos descubriendo según avanza el devenir de las escenas.

 

Ante todo, Una madre de Tokio es una película japonesa. Más allá de la obviedad, lo que quiero decir con esta afirmación es que refleja de una manera serena, pero sin concesiones, la vida en el Japón actual y cotidiano, por encima del paisaje urbano de Tokio con sus edificios, calles y distritos emblemáticos, como Asakusa y Akihabara. Aunque la Torre de Tokio se erige de forma imponente al inicio de algunas secuencias, la vida transcurre en un vecindario de lo más normal con el río Sumida como testigo y símbolo del fluir del tiempo. Las escenas suceden, en su mayoría, en espacios interiores: la casa-tienda de la madre de un delicadeza sutil y minimalista, la oficina convencional y gris en la que trabajan Akio y su amigo, la izakaya donde se reúnen para hablar de sus problemas y beber como hacen los salarymen japoneses o el apartamento caótico e impersonal en el que se ha instalado Akio. La ambientación, los gestos, la comida, las costumbres y el sake desprenden un japonismo que nos sumergen en esta civilización fascinante.

 

Begoña Chorques Fuster

Profesora que escribe