Todo pasa en Tel Aviv (Sameh Zoabi, 2018) es una comedia que tiene como marco el conflicto árabe-israelí. Aunque parezca difícil y tal vez inadecuado, a veces es necesario reírse de las guerras y de lo que las provocan. Tel Aviv on fire (título original) recuerda en el tono de sátira a cintas como Un cerdo en Gaza (Sylvain Stibal, 2011). Sin embargo, por su carácter humorístico se encuentra más alejada de Los informes de Sarah y Saleem (Muayad Alayan, 2018) donde la denuncia contra los abusos y las injusticias cometidas por los israelíes es más evidente y dramática.
El título ya es un equívoco porque nada de lo
que sucede en la película ocurre en Tel Aviv, capital de Israel y ciudad que
pretende ser moderna y cosmopolita. Salam (Kais Nashif) es un joven de treinta
años con una situación laboral y económica incierta. Cada día pasa el control
fronterizo que le lleva de Jerusalén, donde vive, a Ramallah, capital de
Cisjordania. Allí se rueda la famosa telenovela Arde Tel Aviv donde ha conseguido un modesto empleo como corrector
de hebreo gracias a su tío, uno de los responsables de la serie. Los pasos
fronterizos y el muro construido, controlados por Israel, son elementos de humillación que Israel utiliza con el pueblo palestino. Aquellos
que tienen pasaporte palestino saben que no se pueden relajar en estos
controles. Y aquí empieza la trama de enredo de la película.
En uno de los viajes, Salam acaba delante del
capitán Assi Tzur (Yaniv Biton), responsable del control. Assi, que considera
la telenovela propaganda antisemita, confiesa a Salam que su mujer es una gran
seguidora de la serie, ya que el culebrón tiene adeptos a ambos lados del muro.
“No todo en la vida es político”, le responde su mujer. Para salir del aprieto,
Salam declara que es guionista, cosa que no es cierta, y Assi empieza a darle
consejos prácticos sobre cómo debería desarrollarse la trama. La farsa se
complica cuando, por una serie de azares, Salam llega a ser guionista y se
enfrenta al hecho de que no sabe cómo escribir los diálogos. Entonces pide
ayuda al capitán Assi que trata de complacer a su esposa pero, según el equipo,
el argumento cada vez se acerca más a la propaganda sionista.
La metaficción es el artefacto utilizado para
hacernos llegar la intriga de la telenovela, ambientada en 1967, poco antes de
la Guerra de los Seis Días, que enfrentó a Israel contra Egipto, Jordania, Irak
y Siria. Una espía franco-árabe (Lubna Azabal) se infiltra en el Ejército
israelí seduciendo a un oficial semita, para conseguir información sobre la
estrategia futura de combate. La mujer acaba con el corazón dividido entre el
militar hebreo y un revolucionario palestino. Además, la serie tiene una
estética hortera, propia de los culebrones mediocres producidos para la
televisión.
Con una intriga aparentemente ligera, la historia
nos acerca a la situación de los territorios ocupados y de un conflicto
anquilosado durante décadas. Nos muestra el diferente punto de vista entre las
generaciones de palestinos: los mayores, desengañados con lo que debieron
suponer los Acuerdos de Oslo de 1993; y los jóvenes que desean un futuro con
algo de esperanza, con la tentación siempre de huir al extranjero,
especialmente a Europa. En medio de todo esto, el hummus, ese delicioso puré de
garbanzos tan tradicional en el mundo árabe, se convierte en el eslabón de
unión entre estos dos mundos enfrentados: Assi, el capitán judío, adora un buen
hummus casero, mientras que Salam, un jerosolimitano palestino, lo odia. El
porqué de este insólito disgusto de Salam y el final del enredo nos recuerdan
que es posible tender puentes de comprensión y convivencia cuando se tiene en
cuenta lo esencialmente humano.
Todo
pasa en Tel Aviv es el
tercer largometraje de Sameh Zoabi, director palestino con nacionalidad
israelí. En todos ellos, el eje central es la guerra entre Israel y Palestina y
todas las tensiones que emergen en la convivencia en esta zona del planeta. Under the same sun es un drama y Mawsem Hisad, un documental.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe