Nunca había habido tanta ideología y tan
pocas ideas. Así nos va. Nos hemos pasado semanas buscando culpables de esta
situación tan trágica que nos ha sobrevenido principalmente por nuestra actitud
arrogante como especie invasora y depredadora del planeta. Pero el
reconocimiento de nuestra corresponsabilidad lejos de satisfacernos, nos parece
una aberración estúpida. Necesitamos alguien a quien crucificar, a quien sacrificar
por el estallido de la pandemia. Buscamos teorías conspiranoides a las que
aferrarnos con ahínco, que den una explicación fácil y cerrada de lo que ha
pasado. Si estas alimentan nuestra xenofobia y nuestros prejuicios más
recalcitrantes, nos sentimos reafirmados en nuestra soberbia. Además, si se
pueden resumir en un vídeo de Youtube de cinco minutos mejor que mejor, así se
lo podemos hacer llegar por mensajería instantánea a nuestros allegados. Como
somos incapaces de asumir el miedo, la incertidumbre y la angustia que esta
situación nos ha traído, increpamos y cuestionamos a quienes les ha tocado gestionar
la situación más difícil que ha vivido este país en décadas. Afirmamos que son
unos mediocres y unos oportunistas sin ser capaces de reconocer que son el
reflejo de la sociedad a la que representan: nosotros. Nos sentimos engañados.
Reclamamos la verdad como si esta fuera algo claro y unívoco, un credo
teológico. Ni podemos ni queremos aceptar la complejidad poliédrica de la
realidad que ha sobrevenido con este virus invisible a los ojos. Somos carne de
bulo, sobre todo, si se hacen eco de lo que nosotros pensamos. Estamos asentados
en la confusión, pero exigimos certezas, respuestas claras. Retorcemos el
pescuezo del lenguaje porque este no dice lo que queremos escuchar. Hemos
desatendido con nuestro voto durante lustros los dos pilares de nuestra
sociedad, la sanidad y la educación, y ahora demandamos que los servicios
públicos sean eficaces y den respuesta a nuestras necesidades. Hemos vestido a
nuestros sanitarios con una capa de héroes, mientras les vamos sugiriendo que
se preparen para una nueva ola de muerte porque el mundo inhumano y egoísta que
hemos creado a nuestra imagen y semejanza tiene que seguir rodando. Esperamos
que la ciencia dé una solución rápida y eficaz a un problema de dimensiones
planetarias, demostrando nuestra completa ignorancia de lo que supone la
investigación y la salud. Nos quejamos, vomitamos en las redes sociales
insultos y barbaridades contra la clase política, contra los epidemiólogos,
contra quien se ponga por delante, dejando en evidencia nuestras miserias y
necesidad de desahogo. Todo porque somos incapaces de decirnos a nosotros
mismos: No lo sé. No entiendo nada. Tengo miedo.
Después de más de cincuenta días
encerrados en nuestras casas, de más de veinticinco mil muertos oficiales (todos
sabemos que han sido más), del drama social y laboral que ya está instalado en
nuestra sociedad, parece que hemos sufrido un ataque de negacionismo y nos
hemos lanzado a las calles ignorando, en muchos casos, las recomendaciones que
nos han dado: distancia física entre personas y uso de mascarillas. Pero es que nos
agobia la mascarilla y queremos abrazar a los que decimos amar. Como niños egoístas
a los que les han levantado el castigo, buscamos nuevas maneras de escaquearnos
de lo que tendría que ser la asunción de nuestra responsabilidad personal por
nuestra propia salud y la de los que nos importan. Hemos despertado del
experimento del show de Truman y exigimos recuperar ansiosos y caprichosos
nuestra vida pasada como si fuera parte de nuestro patrimonio inmobiliario. Vivimos
en un sociedad infantilizada que confunde la libertad individual con la
satisfacción inmediata de nuestras apetencias, como si de un bien de consumo se
tratara. Hemos decidido que doscientos muertos diarios es un precio asumible.
Nos mereceremos la extinción por imbéciles.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Imagen de Bansky como homenaje al personal sanitario
Acertada, como siempre, en todo y especialmente en ese dardo final.
ResponderEliminarCada cual debe decidir si se encuentra entre los que sujetan para que la situación, ya suficientemente dramática, no se desborde; o los que prefieren chapotear en el lozadal del miedo y de la ansiedad. Esa es una decisión personal y política.
EliminarMuy buena reflexión.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu amable comentario.
EliminarMi Lena es no dejar colonizar mi cabeza por ningún partido politico,ni secta religiosa, organización. Pensar libremente e intentar tener buenos principios y lo bueno que nos enseñaron nuestros padres y lo bueno que aprendemos de la vida.
ResponderEliminarHace poco escuché decir al dramaturgo Juan Mayorga una pregunta que se hace a menudo y que me pareció muy interesante: ¿Cuánto de lo que pienso me ha venido dado y de dónde procede esa idea?
EliminarGracias, desconocido, por tu comentario y por compartir tu lema.
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