El
cocinero de los últimos deseos
es la última película de Yôjirô Takita. El protagonista, Misuro Sasaki, es un
cocinero de talla mundial que ha perdido la pasión por su profesión. Entre sus
habilidades culinarias, se encuentra la posibilidad de cocinar cualquier plato
habiéndolo probado solo una vez, porque jamás olvida un sabor. Sin embargo, su
restaurante ha quebrado debido a su falta de entusiasmo y su carácter
extremadamente perfeccionista. Cuando empieza la cinta, Misuro se dedica a
cocinar personalmente la última comida de aquellos que estén dispuestos a pagar
un millón de yenes por ella.
La película goza de una fotografía imponente
(Yoshinori Oshima) y, una vez más en la filmografía del autor, de una banda
sonora vibrante que acompaña la historia de un modo espectacular, tensando las
cuerdas en los momentos idóneos para conseguir la nota certera. La película
tiene a su favor la vistosidad de las escenas culinarias, mucho más cuando se
trata de la cocina del país del Sol naciente, aparte del gusto por el ritual ancestral
de esta civilización milenaria. Sin embargo, una parte de la crítica no ha sido
muy indulgente con ella por su enfoque narrativo tradicional, cercano a las
novelas realistas decimonónicas.
El cocinero Misuro Sasaki se embarca, por
encargo, en la búsqueda del famoso recetario que el chef Naotaro Yamagata
elaboró en la década de 1930 en Manchuria, la región china que fue invadida por
los japoneses y que fue su protectorado hasta finales de la Segunda Guerra
Mundial. El contexto histórico actúa como marco de las traiciones y amores
poéticos de que se nutre el argumento. Sasaki irá deshilvanando la verdad a
través del relato de distintas voces narrativas que vivieron los hechos y que
se acompañan de dilatados flash-backs para recrear todo lo contado.
Yôjirô Takita fue conocido internacionalmente
por la oscarizada Despedidas (2008).
Aquí vuelve a poner sobre la mesa dos temas importantes en la cultura nipona:
la muerte y los vínculos familiares. La visión oriental de la parca es mucho
más natural que en Occidente y se presenta siempre como el tránsito consustancial
que todos hemos de sufrir algún día. Sí se observa en diferentes momentos de la
trama un detalle sorprendente en la cultura de la contención: personajes que
lloran expresando su tristeza. Otra de las cuestiones que se va revelando es el
valor inherente que los japoneses otorgan a la familia y a los vínculos
paterno-filiales, aunque concede un significado relevante a la amistad como se
ve en situaciones importantes de la acción. Todo esto hace de esta historia
algo atractivo, pero lo que desarma a quien va dejándose seducir por la
urdimbre de este bello tejido es la revelación de la verdad del protagonista:
aquello que más anhelamos, que muchas veces experimentamos como carencia, que
buscamos con tozudez miope se encuentra delante de nosotros, o incluso ya
dentro de nosotros mismos. Yamagata lo expresa en su recetario con una hermosa
metáfora, tan sencilla y tan compleja a la vez: “El cuchillo es el padre. La
cazuela es la madre. Los ingredientes son los amigos.”
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Habrá que echarle el diente a ese filme de Yójirô Takita.
ResponderEliminarEs el director de la película 'Despedidas'. Si no la has visto, no te la pierdas.
EliminarHas fet que tinga moltíssimes ganes de veurer-la!
ResponderEliminarMoltes gràcies! Te la recomane!
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