Una cambra pròpia

domingo, 15 de septiembre de 2019

EL COCINERO DE LOS ÚLTIMOS DESEOS

El cocinero de los últimos deseos es la última película de Yôjirô Takita. El protagonista, Misuro Sasaki, es un cocinero de talla mundial que ha perdido la pasión por su profesión. Entre sus habilidades culinarias, se encuentra la posibilidad de cocinar cualquier plato habiéndolo probado solo una vez, porque jamás olvida un sabor. Sin embargo, su restaurante ha quebrado debido a su falta de entusiasmo y su carácter extremadamente perfeccionista. Cuando empieza la cinta, Misuro se dedica a cocinar personalmente la última comida de aquellos que estén dispuestos a pagar un millón de yenes por ella.

La película goza de una fotografía imponente (Yoshinori Oshima) y, una vez más en la filmografía del autor, de una banda sonora vibrante que acompaña la historia de un modo espectacular, tensando las cuerdas en los momentos idóneos para conseguir la nota certera. La película tiene a su favor la vistosidad de las escenas culinarias, mucho más cuando se trata de la cocina del país del Sol naciente, aparte del gusto por el ritual ancestral de esta civilización milenaria. Sin embargo, una parte de la crítica no ha sido muy indulgente con ella por su enfoque narrativo tradicional, cercano a las novelas realistas decimonónicas.

El cocinero Misuro Sasaki se embarca, por encargo, en la búsqueda del famoso recetario que el chef Naotaro Yamagata elaboró en la década de 1930 en Manchuria, la región china que fue invadida por los japoneses y que fue su protectorado hasta finales de la Segunda Guerra Mundial. El contexto histórico actúa como marco de las traiciones y amores poéticos de que se nutre el argumento. Sasaki irá deshilvanando la verdad a través del relato de distintas voces narrativas que vivieron los hechos y que se acompañan de dilatados flash-backs para recrear todo lo contado.

Yôjirô Takita fue conocido internacionalmente por la oscarizada Despedidas (2008). Aquí vuelve a poner sobre la mesa dos temas importantes en la cultura nipona: la muerte y los vínculos familiares. La visión oriental de la parca es mucho más natural que en Occidente y se presenta siempre como el tránsito consustancial que todos hemos de sufrir algún día. Sí se observa en diferentes momentos de la trama un detalle sorprendente en la cultura de la contención: personajes que lloran expresando su tristeza. Otra de las cuestiones que se va revelando es el valor inherente que los japoneses otorgan a la familia y a los vínculos paterno-filiales, aunque concede un significado relevante a la amistad como se ve en situaciones importantes de la acción. Todo esto hace de esta historia algo atractivo, pero lo que desarma a quien va dejándose seducir por la urdimbre de este bello tejido es la revelación de la verdad del protagonista: aquello que más anhelamos, que muchas veces experimentamos como carencia, que buscamos con tozudez miope se encuentra delante de nosotros, o incluso ya dentro de nosotros mismos. Yamagata lo expresa en su recetario con una hermosa metáfora, tan sencilla y tan compleja a la vez: “El cuchillo es el padre. La cazuela es la madre. Los ingredientes son los amigos.”

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe


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