En el PP casi nada es lo que parece. Era
una intuición clamorosa que ha salido a la superficie en este proceso de
primarias. Vivimos en un escenario de política-ficción que el partido más votado
de España ha sabido explotar como ninguno. El problema para el PP ha sido que,
en los dos últimos meses, ha sido víctima de esa aura de irrealidad y
espectáculo que rodea la política española en los últimos tiempos. ¿Quién podía
imaginar la sucesión de acontecimientos sobrevenidos en cascada desde el final
de esta primavera atípica? Aprobación de los PGE, sentencia de la Gürtel,
triunfo de la moción de censura, gobierno socialista de Pedro Sánchez, retirada
de Rajoy de la política, proceso de primarias en el PP, victoria de Pablo
Casado, proclamación de la vuelta del PP. ¿Qué más se puede pedir? Pues, como
decía Super Ratón, no se vayan todavía porque el supuesto regeneracionismo de
Casado aún tiene que pasar el examen que deje libre de sospechas su currículum.
Es llamativo que apenas se haya puesto el foco en esto durante el proceso de
primarias. La Universidad Complutense ya ha declarado que el expediente
académico de su Licenciatura en Derecho está en orden. Casado consiguió aprobar
en cuatro meses 12 de las 25 asignaturas de la titulación. Esto es algo que los
que hemos cursado estudios universitarios sabemos que está al alcance de
cualquiera. Eliminar cualquier duda sobre la obtención de su Máster será algo
más largo y costoso. Pero no se preocupen, todo se andará.
Ante todo hay que dar la bienvenida al
PP a la democracia interna. Como ellos mismos han podido comprobar, se puede
salir vivo de un proceso de primarias por la presidencia del partido. Han sido
unas primarias blandas, donde el miedo a la división ha condicionado las
estrategias de campaña de los dos principales candidatos. Es normal teniendo en
cuenta que están poco acostumbrados a la disensión interna, sobre todo, a
expresarla públicamente. Las declaraciones de Esteban González Pons,
eurodiputado popular, afirmando el día de la primera vuelta que no había que
dejar de votar por miedo a la fractura, ha hecho resonar carcajadas amargas de
más de un ciudadano catalán (que no de Ciudadanos).
Durante años han presumido de ser el
partido con más afiliados de Europa. Se jactaban de ser más de ochocientos mil
(me temo que puede haber algún familiar fallecido mío entre ellos). Lo han
repetido hasta la saciedad en mítines, debates y medios de comunicación. La
realidad ha dejado un partido con algo más de 66.000 afiliados (un exiguo 8 %
de la cifra que proclamaban con orgullo). Pero lo que ha quedado demostrado es
que el Partido Popular, ese buque insignia de la unidad política e ideológica,
no es tal. Hemos evidenciado que las luchas encarnizadas por el poder también
se dan en el PP, como en el resto de partidos; que, al margen del debate
ideológico (muy pobre, por cierto), lo que al final prima es la pugna por el
dominio de los puestos de decisión. ¿Qué esperaban? En el PP también son
humanos.
¿Quién nos lo iba a decir? Rajoy resulta mucho más
convincente como expresidente que como jefe del ejecutivo. Hasta el momento, ha
sido coherente con sus palabras de no intervenir en el proceso de primarias, se
ha mantenido neutral (al menos en la esfera pública) y ha declarado que será
leal al partido y a su nuevo presidente. Él mejor que nadie conoce la
deslealtad y el desprecio de su predecesor. Ha hecho lo que todo cargo político
debería hacer cuando cesa en su puesto público: volver a su antiguo trabajo. No
me digan que no resulta sorprendente y hasta algo conmovedor. Voy a ir acabando
esta columna no vaya a ser que me acusen de marianista.
Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el periódico 'Agora Alcorcón'