Una cambra pròpia

domingo, 25 de julio de 2021

TELEVIDA

Llevamos ya casi un año y medio inmersos en una pandemia que apenas sospechábamos cuando nos comimos las uvas la Nochevieja de 2020. En todo este tiempo, especialmente en el primer confinamiento, las nuevas tecnologías fueron nuestras aliadas. Nos permitieron estar más o menos cerca de todos aquellos que nos importan, pudimos seguir trabajando muchos de nosotros y fue posible abastecer nuestras despensas de víveres si por alguna circunstancia no podíamos ir a la compra. Ya sabíamos de nuestra dependencia de las redes sociales y de Internet; desde antes del inicio de todo esto, ya se escuchaban voces de alerta sobre el tiempo que los jóvenes, y no tan jóvenes, pasamos delante de las pantallas. ¿Somos conscientes de la cantidad de nuestro tiempo que consumen todos los dispositivos que nos acompañan en nuestra vida diaria?

 

El ser humano es probablemente el animal más adaptativo que hay sobre la Tierra y esta vez hemos vuelto a hacer lo posible para aclimatarnos a esta nueva manera de vivir y relacionarnos. Lo hacemos, de forma instintiva, por pura supervivencia. Por eso, mientras estamos deseando volver a nuestra antigua normalidad (el aumento de los encuentros sociales al inicio del verano ha sido más que evidente), todos percibimos que esta pandemia está cambiando nuestra manera de interaccionar con los demás. Me viene a la cabeza la película Her (Spike Jonze, 2013) que, ambientada en un futuro cercano, cuenta la historia de Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre solitario que tiene como oficio escribir cartas personales para terceras personas (familiares o seres queridos). Emocionalmente, Theodore acaba de salir de una larga relación. Un día compra un nuevo sistema operativo, basado en la Inteligencia Artificial. Theodore queda prendado al conocer a Samatha (Scarlett Johansson), la voz femenina de su sistema operativo, que se muestra sensible y intuitiva. Con el desarrollo de la historia, su amistad se va transformando en una extraña relación de amor. Y ahí me detengo, porque la cinta es francamente interesante. ¿Por qué os hablo de Her? Me pregunto hasta dónde vamos a ceder en nuestra vida real, la de seres humanos de carne y hueso, para protagonizar una vida paralela virtual donde muchas veces aparentamos ser personas diferentes, mediante filtros que retocan nuestra imagen o mostrando una existencia donde no existen los problemas ni las dificultades.

 

Sin embargo, ¿es posible escapar a esta digitalización de nuestra vida real? La respuesta es difícil, sobre todo, si somos y queremos seguir siendo ciudadanos de este mundo y de esta sociedad. Tengo que reconocer que, desde que empezó el curso que ya hemos terminado, mi interacción en las redes sociales y el tiempo que paso en ellas ha disminuido sensiblemente. Lo sé porque el dispositivo móvil que me acompaña a todas partes me informa puntualmente cada semana de cuántos han sido los minutos o las horas que he consumido metida en el aparato. Es cierto que veo menos a mis amigos y que este año he pasado más tiempo en casa. No obstante, cada gesto cotidiano, cada actividad rutinaria que emprendo, como cortar sandía, pasear por el parque con Aroa o tender la ropa, se reviste de una parsimonia ritual para empaparme de la necesidad de lo analógico que tengo. No quiero una televida, aunque suponga un romance con la sensual y magnífica voz de Scarlett Johansson. Si tengo que fabular o imaginar, me inclino por hacerlo metida en la letra impresa sobre la pasta de papel de un libro entre las manos. O acaso, con una película o una obra de teatro. No sé. Así lo veo. Será porque soy del siglo pasado.

 

Begoña Chorques Fuster 

Profesora que escribe

 


 

2 comentarios:

  1. Yo soy de tu mismo sentir, Begoña! Donde esté un buen libro o una interesante película en buena compañía....

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    1. Algo tiene la pasta de papel que, después de lustros del nacimiento del libro digital, este no ha conseguido imponerse... Veremos si sigue así.

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